Moebius de las réplicas y los desplazamientos, en efecto, no se cierra. En una muestra de 2008 en la galería neoyorquina Marian Goodman, Orozco incluyó un banco de madera, réplica de otro banco «original» hecho en Oaxaca, con restos de madera de la construcción de la Casa observatorio. De la India a México a Nueva York, de la tierra al cosmos, de la escultura a la arquitectura y otra vez a la escultura, del espacio privado al espacio público, del descarte de madera al objeto cotidiano al objeto de exhibición pública, la obra de Orozco avanza a fuerza de una «dialéctica de reificación total y nostalgia cósmica», según la caracterización precisa de Benjamin Buchloh, que parece dar forma artística al vaticinio duchampiano: «Algún día en un futuro próximo, toda la galaxia de objetos se convertirán en ready-mades.»9
No es casual que Orozco sea un lector atento de Borges. Una de las claves de su arte está en las paradojas (un auto inmóvil, un corazón de terracota forjado con las manos, la apariencia orgánica de los materiales industriales), análogos visuales de las oposiciones que disparan los relatos de Borges (el traidor que es héroe, la india de ojos azules), abiertos en la tensión irresuelta de las polaridades a múltiples sentidos e interpretaciones. En esa dirección, las Mesas de trabajo (1991-2006, * p. 186), colecciones casi domésticas de esculturas en proceso, resumen bien la paradoja más prodigiosa de su arte, capaz de apresar el tiempo y el espacio en la materia discreta y estática. Irreductible a las presiones del mercado, sujeta a la fatalidad del accidente, la colección de las mesas reúne hallazgos y experimentos estéticos que se acumulan con el tiempo, como cuadernos de notas en tres dimensiones. Cada vez que la vista vuelve a las series heterogéneas dispuestas sobre las mesas, descubre algo que no ha visto, algún encuentro azaroso que la mirada, la mente y las manos han sabido capturar en un objeto.
Pocos artistas contemporáneos han alcanzado un equilibrio tan sutil entre atención al mundo sensible, iluminación poética, inteligencia y belleza. De ahí que sus logros hayan abierto caminos a muchos artistas y despertado también preguntas insidiosas sobre su lugar de pertenencia.10 Los latinoamericanistas o multiculturalistas que ofician a veces de policía migratoria bien podrían recordar que su tradición, como la de Borges, es todo el universo, y que en la estela del elenco variado de sus precursores, desde dadá y los surrealistas a Beuys, Cage, Robert Smithson, los conceptuales brasileros o los constructivistas rusos, el arte de Orozco enseña a mirar y reencanta el mundo entero.