«Ya había terminado de limpiar lo que sería el living y avanzado algo con la primera habitación. Había juntado unos ochocientos kilos de papel entre revistas, diarios viejos, cajas de pizza aplanadas, cartones de leche y jugo y vino aplastados, y sacado treinta y seis bolsas de basura a la calle. Aunque seguía dedicando mucho tiempo a mirar televisión y a la contemplación del ajolote, se entretenía algunas horas por día clasificando la basura: completamente drogado, sentado en un banquito, iluminado con una lamparita de cien watts en una base portátil, revisando y embolsando las cosas y sorprendiéndose apagadamente por la amplísima variedad de porquerías que se acumulaban: placas viejas de circuitos integrados, carcasas de monitores de pc (incluso un par de monitores enteros), bolsas con resortes, ropa vieja arrugada, juguetes rotos, macetas con tierra reseca, exhibidores de chicles para quioscos, botellas viejas, vasos plásticos de yogur y dulce de leche apilados unos adentro de otros, bolsas con cabezas de muñecas de goma, electrodomésticos que no funcionaban, jaulas desfondadas para canarios. En la primera habitación que había quedado limpia, a los tomos de enciclopedia se habían agregado una caja con piezas de motor de un Citroën 3CV, etiquetada “engranajes caja de transmisión/carburador/semiejes” con marcador grueso, una escalera de aluminio plegable en buen estado, un juego de lavatorio, inodoro y bidet, una bicicleta desarmada con las llantas sin neumáticos, cuatro tramos de cables de extensión completos y doce cajones de cerveza con la totalidad de los envases, que después sacó al patio al lado del papel, con casi cincuenta botellas de vidrio que estimó vendibles por peso. Aun con estas cosas apiladas contra una de las paredes, la habitación limpia era como una burbuja de aire a la que ir a respirar cuando el resto de la casa lo agobiaba. Había dejado un almohadoncito y cuando se cansaba iba y se sentaba ahí y repasaba con la vista las cosas que iba rescatando.»38
CARLOS BUSQUED (Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco,
Argentina, 1970), Bajo este sol tremendo (* p. 198).