Capítulo 8

NO MÁS AGRICULTORES

La revolución de la tecnología punta no está normalmente asociada con la agricultura. Sin embargo, algunos de los avances más impresionantes en el mundo de la automatización se han producido en ésta. Mientras que la atención del público en general se ha centrado en los efectos de los cambios tecnológicos en los sectores industrial y de servicios, un cambio igualmente profundo está afectando a la naturaleza de la agricultura moderna y, en el mismo proceso, plantea serias preguntas sobre el futuro de las labores agrícolas en los diferentes países.

Prácticamente la mitad de los seres humanos que habitan la tierra siguen trabajando en el campo. En la actualidad, sin embargo, los nuevos planteamientos en el mundo de la información y en las ciencias de la vida amenazan con terminar, hacia mediados del siglo próximo, con la mayoría de estos trabajos. Los cambios tecnológicos en la producción de alimentos nos conducen hacia un mundo sin agricultores, con consecuencias impredecibles para los 2400 millones de personas que dependen de la tierra para su supervivencia[1].

La mecanización de la agricultura se inició hace más de cien años. En 1880 eran necesarias más de 20 horas/hombre para cosechar 0,4 hectáreas de un campo de trigo. En 1916 la cantidad se había reducido hasta 12,7. Tan sólo 20 años más tarde se requerían 6,1 horas/hombre[2]. Las ganancias en la productividad de la agricultura fueron tan rápidas y efectivas que, hacia finales de la década de los años 20, la inestabilidad económica en el campo ya no era consecuencia de la escasez de cosechas sino de una excesiva superproducción. La mecanización del sector agrícola fue elevada a la categoría de triunfo para la sociedad industrial. Un líder agrícola del momento comentaba: «Ya no estamos haciendo crecer trigo, lo fabricamos… No somos labradores, ni tan siquiera somos granjeros. Fabricamos un producto para ser vendido[3]».

Los cambios tecnológicos en la agricultura americana transformaron el país convirtiéndolo, en poco menos de cien años, en una nación urbana e industrial a partir de una sociedad fundamentalmente agrícola. En 1850 el 60% de la población trabajadora estaba empleada en este sector. En la actualidad menos del 2,7% de los trabajadores del país se dedican a la agricultura. Desde la segunda guerra mundial más de 15 millones de hombres y mujeres han abandonado las fincas en los Estados Unidos[4].

El declive de la población rural ha dejado, como secuela, un menor número de fincas, aunque de mayor tamaño. Entre 1935 y 1987 el tamaño medio de las propiedades se situaba entre las 56 y las 187 hectáreas[5]. El elevado coste de la maquinaria y los incrementos en productividad derivados de las economías de escala han favorecido, de forma sistemática, a los grandes productores frente a los pequeños. En la actualidad, 32.023 grandes explotaciones agrícolas representan más del 38% de las ventas totales de los Estados Unidos[6]. Aunque la población rural total sea inferior a los 3 millones de personas, es el sustento de una industria alimentaria que emplea a más de 20 millones[7]. En nuestra cultura urbana altamente industrializada, la mayor parte de la gente quedaría probablemente sorprendida si supiese que la industria de la alimentación y de las fibras es el mayor sector industrial de los Estados Unidos. Más del 20% del producto interior bruto y el 22% de la masa laboral depende de los productos del campo que crecen en las tierras de América y de la cría de animales de las granjas del país[8].

La mecanización de las granjas, que empezó en la época del arado de acero tirado por caballos, a mediados de la década de los años 50 del siglo pasado, se halla, en la actualidad, cerca de sus máximos logros con la introducción de sofisticados sistemas de robots en las explotaciones agrícolas. La corta historia de la mecanización en el campo ofrece una clara lección del tremendo potencial de la tecnología moderna como sustituto y, finalmente, forma de eliminación de los seres humanos de los procesos de producción.

La sustitución, en el siglo pasado, del arado de madera por el de acero fabricado de forma masiva ya representó una mejora significativa en la productividad de las granjas. John Deere, de Illinois, produjo el primer arado metálico, marcando un hito en 1837. Resultó tan efectivo para poder trabajar en los duros y densos terrenos de los campos de Illinois que pasó a ser calificado como el «arado cantarín». Hacia mediados de los años 50 del siglo pasado, la John Deere Company fabricaba más de 10.000 arados metálicos al año. La reducción en el peso permitió que los agricultores pasasen del uso de los tiros de bueyes al uso del caballo, aumentando la velocidad de arado de los campos y reduciendo la cantidad de tiempo necesario para preparar el terreno para la siembra[9].

Mientras que el nuevo arado de acero permitía agilizar las labores de siembra, la introducción, más o menos simultánea, de las segadoras mecánicas incrementó substancialmente la velocidad de los trabajos de cosecha. Hacia finales de 1840 los agricultores todavía empleaban herramientas manuales para la siega. La segadora tirada por caballos redujo el tiempo necesario para cosechar el grano en más de la mitad. La segadora de Cyrus McCormick obtuvo una amplia aceptación en la década de los años 50, en el siglo pasado, convirtiéndose en sinónimo de equipo agrícola fundamental en las décadas siguientes del siglo XIX. Las trilladoras mecánicas también se hicieron tremendamente populares. En el Oeste, las gigantescas máquinas, con pesos cercanos a las quince toneladas y tiradas por cuarenta caballos, eran capaces de cortar las espigas de grano en un área de hasta los 10,7 metros cuadrados[10].

El primer tractor de gasolina lo construyó en 1892 John Froehlich en Iowa. En 1910 había alrededor de 25.000 tractores en funcionamiento en los Estados Unidos. En 1917 Henry Ford introdujo el Fordson, un tractor producido en grandes cantidades a un precio muy bajo. De la noche a la mañana, las ventas de este tipo de vehículos se dispararon. En 1920 se empleaban 246.000 tractores en las fincas del país[11]. Dos décadas más tarde, más de 1,6 millones se empleaban para una gran variedad de tareas agrícolas, mientras que en 1960 más de 4,7 millones trabajaban en las explotaciones agrícolas de los Estados Unidos[12]. El caballo, la mula y el buey, que en un momento dado fueron las fuentes primarias de fuerza en el campo, habían quedado eclipsados y prácticamente eliminados por el motor de combustión interna. El caballo de tiro desapareció de los campos americanos a principios de la década de los años 50.

Otros carros mecánicos también irrumpieron en las granjas durante el mismo periodo de tiempo. En 1915 había del orden de los 25.000 camiones en uso en el mundo agrícola. En 1980 el número se había elevado hasta los 3,5 millones. El motor de gasolina, unido al tractor, al camión y a las cosechadoras y segadoras, es el que realiza en la actualidad el trabajo duro en las granjas[13].

La mecanización de la agricultura se realizó de forma simultánea al desarrollo de las nuevas técnicas de plantación especialmente diseñadas para introducir mayor número de variedades y mayor producción en los cultivos y para que hiciesen más uniforme y fácil su manipulación por parte de las máquinas. Ya hemos descrito el recolector mecánico de algodón. La primera máquina resultó ser extremadamente ineficaz, dado que las cápsulas de algodón se abrían de forma irregular después de algunas semanas, haciendo difícil el tránsito de la máquina por los sembrados a medio cosechar. Los expertos agrícolas fueron, finalmente, capaces de desarrollar una planta de algodón en la que las cápsulas crecían rectas y se abrían más fácilmente, con lo que el trabajo de la máquina se hizo más sencillo[14].

Los tomates ofrecen otro de los ejemplos de la relación simbiótica que se desarrolló entre los expertos en agricultura y los ingenieros. En la década de los años 60 se introdujo una nueva variedad de tomate que crecía correctamente y era suficientemente fuerte como para soportar la manipulación por parte de la máquina. Se diseñó, especialmente, una nueva recolectora para poder trabajar con esta especialidad y, en menos de 24 años —desde 1963 hasta 1987—, la recolección de tomates en California pasó de ser realizada por inmigrantes mexicanos a serlo por máquinas automatizadas[15].

Aparte del hecho de que las nuevas variedades pueden ser más uniformes y más fáciles de manejar, prácticamente la totalidad de las nuevas variedades desarrolladas por los biólogos han sido de alta producción. Las primeras variedades híbridas de maíz triplicaban, a menudo, la producción por hectárea[16]. La introducción de grandes cantidades de fertilizantes nitrogenados incrementó sobremanera esta productividad, permitiendo prácticas agrícolas más intensivas. Ya no fue necesario dejar descansar los campos para recuperar su fertilidad, pudiendo ser utilizados una y otra vez gracias a la aplicación de fertilizantes químicos. Una gran productividad significaba que un menor número de propietarios y de trabajadores agrícolas, así como de explotaciones, era necesarias para producir una mayor cantidad de productos.

La introducción de monocultivos de alta productividad también condujo a la extensión del uso de pesticidas y de herbicidas químicos. Se detectó que aquéllos eran, proporcionalmente, más propensos y susceptibles de sufrir plagas e infecciones y más vulnerables a las malas hierbas. El uso de insecticidas, herbicidas y fungicidas redujo enormemente el número de trabajadores necesarios para mantener los campos en adecuadas condiciones.

La crianza de animales de granja también se hizo cada vez más mecanizada e industrializada a lo largo del siglo actual. Nuevas técnicas de inseminación, nuevas formas de alimentación especializada y nuevos productos farmacéuticos específicamente diseñados para los animales, mejoraron sensiblemente el crecimiento y la productividad en las granjas de crianza. Pastizales especiales para ganado vacuno y porcino y recintos adaptados para la cría de pollos permitieron que las granjas a gran escala pudiesen producir, diariamente, carne, derivados lácteos y otros productos derivados de los animales de granja con una muy reducida estructura de mano de obra. En la década de los 80 los grandes criadores del Medio Oeste americano podían llegar a manejar hasta 50.000 reses de forma simultánea. En la actualidad, alrededor de cincuenta empresas dedicadas a la cría de pollos producen más de 3700 millones de unidades al año, empleando para ello métodos muy similares a los que puede emplear una cadena de producción industrial en una empresa de productos inanimados[17].

Las revoluciones mecánica, biológica y química en la agricultura han hecho que millones de trabajadores del campo se hayan quedado sin empleo. Entre 1940 y 1950 la mano de obra en las granjas descendió en un 26%. En la siguiente década se redujo de nuevo, esta vez en algo más del 35%. El descenso fue todavía más dramático en la década de los años 60. Tan sólo en este periodo, cerca del 40% de la masa laboral fue sustituida por máquinas[18]. Al mismo tiempo, la productividad del suelo agrícola se ha incrementado más en los últimos cien años que en todo el periodo comprendido entre el principio de la revolución del Neolítico y mediados del siglo pasado. En 1850 un solo agricultor producía suficientes alimentos como para poder alimentar a cuatro personas. En la actualidad, en los Estados Unidos, un simple agricultor es capaz de alimentar a más de setenta y ocho personas[19]. La productividad agrícola ha registrado crecimientos significativos en los últimos cincuenta años. La producción se incrementó en un 25% en los años 40, un 20% en los 50 y un 17% en los 60. En la década de los años 80 la productividad agrícola creció más de un 28%[20].

Los espectaculares crecimientos en la productividad han tenido un efecto devastador en las fincas familiares. Las cosechas de mayor volumen y la mayor productividad han creado una crisis de superproducción durante la mayor parte del presente siglo, lo que ha llevado a una reducción permanente en los precios agrícolas. Estos menores niveles de precios han llevado, a su vez, a producir mayores cantidades con la finalidad de poder cubrir los gastos fijos, con lo que se perpetúa el ciclo de superproducción y descenso de precios. Ya desde los años de la Gran Depresión, allá por los años 30, el precio y el apoyo dado a las materias primas son aspectos que se han usado, conjunta y sistemáticamente, para hacer crecer los precios de los productos agrícolas y compensar de esta forma los descensos de producción en las explotaciones agrícolas. De nuevo, la ley de Say, según la cual toda oferta genera su propia demanda, se ha demostrado falsa. La producción agrícola, mucho más que los sectores secundario y de servicios, ha quedado bloqueada por una creciente producción opuesta a una demanda insuficiente, con terribles consecuencias para las granjas familiares y las comunidades rurales.

El desplazamiento masivo y el traslado del trabajo rural, durante el siglo pasado, han privado de salarios suficientes a millones de personas. Existen en la actualidad más de 9 millones de personas viviendo por debajo del nivel de pobreza en áreas rurales deprimidas en los Estados Unidos, todas ellas consecuencia de los grandes adelantos en las tecnologías agrícolas que han convertido a los Estados Unidos en el primer productor de alimentos del mundo y han hecho de la agricultura americana la envidia de muchas naciones[21].

SUELO DE CULTIVO Y «SOFTWARE»

La reducción del número de granjas tiene muchas probabilidades de acelerarse en los próximos años gracias a los avances en el «software» aplicado a la agricultura y la robótica para granjas. El primero ya está desarrollado para asistir a los granjeros en la supervisión del entorno, localización de áreas de problemas, diseño de estrategias de intervención y para la puesta en marcha de planes de acción. En un futuro inmediato los «sistemas expertos» informáticos podrán recoger datos sobre cambios climáticos, modificaciones en las condiciones del suelo y otra serie de variables a partir de sensores basados en ordenadores localizados en la tierra y poder usar esta información para realizar recomendaciones específicas al propietario. Los robots altamente especializados podrán ser, a su vez, programados para realizar la mayoría de los planes de acción sobre la base de la información almacenada en los ordenadores.

Existe un gran número de sistemas expertos con los que se está experimentando, en la actualidad, en los Estados Unidos. El Virginia Tech ha desarrollado el Crop Rotation Planning System (CROPS) para asistir a los granjeros en el cálculo del riesgo de erosión de la tierra y de la lixiviación y la escorrentía de los nutrientes y pesticidas. El agricultor introduce los datos relativos al tipo de suelo, la topografía, uso de la tierra y tamaño del terreno en el ordenador. Éste procesa la información determinando el programa óptimo completo de producción, equilibrando los objetivos de cosecha y de productividad frente a la necesidad de reducir los riesgos ambientales, dejándola en unos niveles aceptables[22]. Los sistemas expertos son desarrollados para asistir a los granjeros en una amplia gama de decisiones que van desde la irrigación, la nutrición y la siembra hasta el control de insectos y la aplicación de herbicidas.

El departamento de Agricultura tiene un sistema experto on-line para la producción del algodón. Denominado GOSSYM/COMAX, emplea un modelo de simulación que recoge datos de climatología y previsiones sobre «cuándo regar o cuándo fertilizar para obtener resultados óptimos». El sistema ya es utilizado por más de 500 granjas algodoneras en cincuenta estados. El USDA Agriculture Research Service ha desarrollado su propio sistema experto para determinar «si los insectos se convertirán en un problema [para el almacenaje del trigo] y ayudar, de este modo, a seleccionar los métodos profilácticos o los remedios más adecuados». La Universidad del estado de Pennsylvania ha diseñado un sistema similar, denominado GRAPES, para ayudar a los agricultores a prevenir el riesgo de insectos y de enfermedades en los viñedos y hacer recomendaciones que acaben con los problemas. La Universidad de Manitoba ha creado un sistema experto que actúa como consultor en la selección de fertilizantes, y que ayuda a los propietarios a seleccionar la composición correcta de fertilizantes para diferentes bases de cultivo y para diferentes contenidos de humedad[23].

También se desarrollan y emplean sistemas expertos en la gestión de granjas de crianza y de explotación ganadera. La Universidad de Minnesota ha creado un sistema de «software» para diagnosticar la mastitis mamaria (una infección de la ubre). Mediante el análisis de datos correspondientes a células somáticas DHI, el ordenador puede efectuar evaluaciones expertas y sugerir las formas más apropiadas para su remedio. La universidad ha desarrollado otros sistemas expertos para la producción de productos lácteos, incluyendo uno de manejo del estiércol. Otros sistemas permiten que los criadores puedan decidir sobre la posibilidad de mantener o eliminar ganado vacuno para uso comercial o sobre la forma de criar el ganado ovino o el porcino. XLAYER, otro sistema inteligente empleado en la producción avícola, puede diagnosticar y hacer recomendaciones sobre 80 problemas diferentes de cría que afectan a la rentabilidad de la bandada[24].

Además de los sistemas expertos individuales, las empresas de «software» agrícola están empezando a desarrollar sistemas integrales de documentación que permiten que los granjeros individuales tengan acceso directo e instantáneo a todos los artículos aparecidos en prensa y a otros datos agrícolas relevantes procedentes de cualquier lugar del mundo. Los analistas industriales prevén que para finales de la actual década se puedan integrar varios de estos sistemas expertos, dando, con ello, la posibilidad de que el agricultor disponga de una información suficientemente completa como para poder tomar decisiones sobre una amplia gama de problemas de producción y temas financieros.

En la actualidad, tan sólo entre el 15 y el 27% de los directivos de explotaciones agrícolas emplean los ordenadores como herramientas cotidianas de trabajo; a pesar de todo, los científicos predicen que en un periodo inferior a los veinte años prácticamente la totalidad de aspectos relativos a la agricultura podrán quedar bajo el control informático, permitiendo la supervisión, el análisis y la preparación de recomendaciones en la práctica totalidad de las áreas de la gestión agrícola[25].

Una nueva generación de sofisticados robots controlados informáticamente puede sustituir, en breve plazo, muchas de las tareas manuales que todavía quedan en las explotaciones agrícolas, transformando la moderna finca en una fábrica completamente automatizada. Los israelíes, hace ya mucho tiempo, han avanzado en la robotización de las fincas. Preocupados por el riesgo para la seguridad que implica el empleo de trabajadores palestinos emigrantes, los israelíes han creado el Institute of Agricultural Engineering con la finalidad de contribuir en el desarrollo de agricultores mecánicos. En un cada vez mayor número de kibbutzim, ya no es inusual ver máquinas autoguiadas que avanzan por sendas abiertas entre hileras de plantas, y lanzan pesticidas sobre las cosechas. «Ponemos en marcha las máquinas y nos vamos a almorzar», afirmaba un granjero israelí[26].

Los israelíes experimentan actualmente con un recolector automático de melones desarrollado por investigadores del Institute of Agricultural Engineering y de la Universidad de Purdue. El cosechador automático puede ser empleado para transplantar, cultivar y cosechar productos tanto alargados como redondos, incluyendo melones, calabazas, repollos y lechugas. Denominado ROMPER (Robotic Melón Picker), el robot está montado sobre una estructura en trailer y equipado con cámaras que analizan las hileras de plantas mientras que un ventilador aparta las hojas «para dejar al descubierto el fruto escondido». Un ordenador montado sobre esta estructura «analiza las imágenes buscando puntos redondos brillantes e identificándolos como el producto que debe ser recogido». Incluso más impresionante, el ROMPER también es capaz de confirmar si el producto está maduro gracias a un «sensor olfativo». Unos sensores especiales detectan y miden los niveles de emanaciones de etileno, hormona natural que da a la fruta el nivel de maduración, «juzgando» la maduración del día[27].

Durante la temporada de recolección las fincas israelíes suelen emplear a más de 30.000 palestinos. La introducción del ROMPER y de otras máquinas automáticas terminará afectando dramáticamente a sus perspectivas económicas. Tal como dice Ezra Sadan, responsable del Volcani Research Center y supervisor del Institute of Agricultural Engineering: «si mecanizamos, será necesario aceptar que muchos trabajadores palestinos pasarán hambre[28]». En los Estados Unidos, los científicos de la Universidad de Purdue dicen que esperan ver el ROMPER en funcionamiento en «cada uno de los condados de Indiana a finales de la presente década[29]». Existen esfuerzos similares de investigación y desarrollo en Europa Occidental, donde los científicos esperan introducir robots equipados con inteligencia artificial y sofisticados sensores, para sembrar y recolectar los campos de labranza[30].

También se están desarrollando robots para ser empleados en la gestión de animales de crianza. La Australian Wool Corporation ha experimentado con máquinas robotizadas para el esquilado que pueden sustituir el alto coste de los esquiladores profesionales. La oveja se introduce en un sistema de fijación similar a una jaula metálica. El robot está equipado con un ordenador y con un programa de «software» preparado para esquilar una oveja «genérica». Una vez puesta en el sistema de fijación, el robot analiza la oveja y los datos sirven para alimentar el programa general, lo que permite crear uno específico, garantizando que el esquilador automático corte exactamente de la forma y con el espesor prefijado. El sistema automático analiza de tal suerte que permite que la esquila se efectúe a «medio centímetro por encima de la piel de la oveja». Un inspector comentaba lo siguiente: «Llegados a este punto, la oveja está completamente asustada, respira pesadamente, vomita y gira aturdida. Existe una forma más conveniente de esquilar que consiste en efectuar dos pasadas por el lomo del animal para, posteriormente, repasar el cuerpo por los costados y por el vientre. Los brazos del robot deben colocar el aparato de esquilar en una determinada posición y hacer cortes limpios, justo por encima de la piel de la oveja, sin causar heridas ni dejar restos de piel que pudiesen asemejar el “pelo de punta” de un “rockero[31]”». El esquilador de ovejas robotizado debe ser perfeccionado y podrá utilizarse antes del final de la década de los 90.

Los sistemas informatizados con extensiones robotizadas ya se emplean para la alimentación de vacas lecheras. Cada una de ellas lleva un identificador metálico alrededor de su cuello. El criador introduce en un ordenador la cantidad de ración de grano que debe ser suministrado a la vaca por día. La vaca se dirige a un punto de alimentación. El identificador hace contacto con una placa de metal instalada en el aparato alimentador, permitiendo que el ordenador identifique la vaca concreta y compruebe que ésta no haya comido ya su ración. Si no es así, el ordenador activa un sistema automático que hace funcionar un mecanismo de levas y permite depositar la cantidad de grano correspondiente en el comedero de la vaca[32].

Los científicos trabajan en más avanzados sistemas de supervisión y de manipulación controlados mediante ordenador. Los investigadores afirman que no está lejano el día en que sensores implantados sobre la piel de los animales permitan supervisar las condiciones ambientales externas. Por ejemplo, cualquier cambio en el entorno exterior recogido por los sensores accionará sistemas automáticos para encender o apagar luces, poner en marcha ventiladores, alimentar bebedores de agua y disparar otros mecanismos similares. Los cambios en la sangre, en la leche o en la orina podrán ser automáticamente observados y analizados por un ordenador que, a su vez, dispensará el medicamento apropiado en la ración de la comida durante la siguiente visita del animal a su comedero[33].

En un artículo del periódico Science, Donald A. Holt, decano asociado del College of Agriculture de la Universidad de Illinois, pronosticaba una granja del futuro completamente automatizada, que funciona básicamente gracias a ordenadores y robots como las fábricas robotizadas en Japón. La escena por él dibujada corresponde a una granja del Medio Oeste en una mañana del mes de junio.

Durante la noche el ordenador de la granja ha contactado con diferentes bases de datos locales y nacionales para obtener información sobre los actuales fertilizantes, sobre semillas y sobre precios y disponibilidad de suministro de carburantes y de pesticidas, sobre el tiempo, sobre los mercados, sobre predicciones de infecciones e insectos y sobre ofertas de compradores… la información reunida y procesada por el ordenador durante la noche aparece en el monitor del dormitorio.

Los sensores en los aros nasales, en los identificadores de las orejas y en componentes electrónicos instalados en los cuerpos de los animales han analizado el estado de las condiciones fisiológicas de los animales de la granja.

Los alimentadores automáticos de los comederos y los mezcladores han estado funcionando, de forma satisfactoria, durante la noche. Todos los animales han sido alimentados de forma automática y se les ha dado de beber, las cantidades de pienso y las consumidas por cada animal han sido evaluadas y registradas… Las condiciones ambientales en todos los edificios e infraestructuras de la granja… han sido supervisadas continuamente durante la noche y cotejadas, de forma automática, con los estándares aceptados. Las acciones necesarias para iluminar, oscurecer, calentar, enfriar, secar, humedecer, ventilar y transportar los excrementos de los animales hacia los lugares de evacuación se han realizado gracias al ordenador… El sistema informático ha analizado, gracias a la telemetría, un determinado número de estaciones en miniatura de control meteorológico instaladas en los campos… En este día en particular, se ha detectado una mezcla ligeramente seca en las tierras cercanas al río, lo que ha activado el sistema de irrigación en aquella zona… Un simulador ha identificado este día como el momento óptimo en términos de condiciones meteorológicas y de crecimiento de las plantas para combatir un brote parasitario en los campos de semilla de soja… tratándolo con herbicidas fotoactivos. Dicho herbicida será aplicado… con equipos de trabajo a ras de tierra, gracias a unos microprocesadores que garantizan una extrema precisión en la aplicación y que permiten controlar la dirección del aplicador, su velocidad y la presión de la bomba de aplicación… así como la proporción en la cantidad de ingrediente aplicado[34].

Holt se extiende en otros procesos de producción automatizada en la granja, incluyendo el uso de equipos de recolección informatizados diseñados para permitir que el granjero disponga al minuto de datos y recomendaciones financieras. Muchas de las tecnologías desarrolladas en este escenario ya existen, mientras que otras se hallan en fase de desarrollo. Los investigadores predicen que la granja-fábrica completamente automatizada será, sin duda, una realidad en menos de veinte años.

GRANJAS MOLECULARES

Mientras que las nuevas tecnologías de la información y la robótica transforman la naturaleza de la gestión de las explotaciones agrícolas, sustituyendo a los seres humanos por máquinas en la práctica totalidad de las áreas de actividad, las nuevas tecnologías de reproducción genética cambian, de forma radical, el modo de reproducción de las plantas y los animales. La ingeniería genética es la aplicación de las normas de ingeniería convencional en la manipulación de los genes. Estas normas incluyen los controles de calidad, los estándares cuantificables de medida, la exactitud, el concepto de eficacia y el de utilidad de un proceso. Los efectos a largo plazo de las nuevas prácticas de la biotecnología pueden llegar a ser tan significativos como los de las «pirotecnologías» para el devenir de los cinco primeros milenios de la historia del ser humano. Durante miles de años, el hombre ha utilizado el fuego para quemar, soldar, forjar y mezclar derivados metálicos, creando con ello una amplia gama de materiales de gran utilidad. Actualmente, por primera vez en la historia del hombre, los biólogos moleculares pueden añadir, eliminar, recombinar, insertar, cortar y reproducir materiales genéticos más allá de los límites biológicos tradicionales, creando nuevos microorganismos, nuevos tipos de plantas y nuevas razas de animales que hasta ahora no habían existido en la naturaleza. El cambio producido desde las pirotecnologías hasta las biotecnologías marcará época, posiblemente con consecuencias muy importantes sobre cómo las futuras generaciones redefinirán sus relaciones con la biosfera.

Aunque algunas personas en la comunidad científica continúan percibiendo la tecnología molecular como, tan sólo, una extensión de las técnicas clásicas de reproducción, otros reconocen su ruptura cualitativa respecto a cualquier procedimiento conocido en la manipulación de la naturaleza. Tan sólo necesitamos comentar tres ejemplos para ilustrar las amplias diferencias existentes entre las técnicas clásicas y las nuevas tecnologías moleculares.

En la Universidad de Pennsylvania, el Dr. Ralph Brinster y un equipo de investigadores insertaron genes de hormonas humanas del crecimiento en el código biológico de embriones in vitro de ratones. Los embriones fueron implantados en un ratón hembra y ésta los gestó. Los ratones que nacieron contenían genes humanos plenamente funcionales en su estructura biológica. Los ratones con genes correspondientes a hormonas humanas del crecimiento crecieron hasta cerca del doble de lo que lo hicieron los que nacieron normalmente, transmitiendo estos genes humanos a las sucesivas generaciones. En un segundo experimento, los científicos implantaron los genes responsables de la emisión de radiaciones luminosas en las luciérnagas en el código genético de una planta de tabaco, forzando a ésta a resplandecer durante veinticuatro horas al día. En un tercer experimento, los científicos de la Universidad de California en Davis, empleando tecnología de unión de células, combinaron las células embrionarias de una oveja con las de una cabra, dos especies no relacionadas, transplantando el embrión a una oveja que dio a luz un animal mezcla de oveja y cabra: la cabeza correspondía a ésta, mientras que el cuerpo correspondía a la primera[35].

Ninguno de estos experimentos hubiese podido ser realizado a través de las técnicas clásicas de reproducción. Aunque es posible emplear técnicas tradicionales para traspasar algunos límites biológicos —por ejemplo, cruzar un caballo y un asno para crear una mula—, la naturaleza establece los límites de lo que es posible. Las nuevas técnicas de generación genética y de unión de células permiten a los científicos traspasar prácticamente casi todos los límites biológicos, recombinando genes correspondientes a especies no relacionadas en absoluto. Las especies dejan de ser vistas, en términos orgánicos, como entidades indivisibles, para pasar a ser entendidas como estructuras básicas que contienen bloques genéticos programados que pueden ser reproducidos, reeditados, resecuenciados y recombinados mediante una adecuada manipulación en el laboratorio.

Desde una perspectiva de producción, la importancia de la reproducción genética radica en la capacidad de manipular entes vivos, por vez primera en la historia, a nivel de sus partes componentes, para tratar la vida como un conjunto de trazos genéticos individuales. Mediante la eliminación de las restricciones impuestas por los límites biológicos y la reducción de microorganismos, plantas y animales hasta sus bloques básicos constituyentes, los científicos pueden empezar a organizar la vida como si de un proceso de producción se tratase.

El gran potencial económico de la biotecnología ha llevado a las empresas químicas, farmacéuticas, médicas y de negocios relacionados con la agricultura a tomar posiciones conjuntas en un nuevo complejo científicovital cuyos efectos comerciales pueden igualar o sobrepasar los de los complejos petroquímicos del siglo pasado. En 1980 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos autorizó la primera patente relativa a una criatura producto de la ingeniería genética: un microorganismo creado en los laboratorios de General Electric, que fue diseñado y creado para alimentarse del petróleo vertido en los mares. En 1987 la Patent and Trademark Office extendió una protección de patente a cualquier criatura «hecha por el hombre», con lo que se reconocía que la vida, por primera vez, podía ser un producto manufacturado. En la actualidad, miles de microorganismos y plantas han sido ya patentadas, así como seis animales. Más de 200 animales producidos artificialmente empleando técnicas genéticas están pendientes de aprobación en la Patent and Trademark Office. Mediante la adjudicación de amplias protecciones de patentes sobre formas de vida consecuencia de la ingeniería genética, el gobierno da su visto bueno a la idea de que las criaturas vivas pueden ser reducidas al estado de invenciones manufacturadas, sujetas a las mismas normativas de ingeniería y de explotación comercial que los objetos inanimados.

El negocio que gira alrededor de la agricultura en el mundo espera hacer la transición desde la explotación agrícola y ganadera basada en la industria química a la basada en la manipulación genética en el siglo venidero. Con este fin, los ingenieros y las corporaciones trabajan sobre la obtención en los laboratorios de miles de nuevas variedades de plantas y de animales. Al igual que ocurre en otros procesos de fabricación, el objetivo primario es incrementar la productividad y reducir los requisitos de mano de obra.

Para eliminar los costes de los insecticidas y del necesario trabajo de supervisión y aplicación sobre las cosechas, los científicos están trabajando con genes resistentes a las plagas directamente sobre los códigos biológicos de las plantas. Los investigadores han logrado aislar y clonar un gen cuyo código corresponde a la toxina en una bacteria formadora de esporas, denominada Bacillus thuringiensis (Bt), implantándolo en el desarrollo biológico de las plantas de tabaco, en las tomateras, en las plantas de algodón y en otro tipo de cosechas. Las plantas transgénicas producen un continuo y permanente suministro de toxinas Bt que eliminan los insectos parásitos[36].

Los científicos también han logrado implantar con éxito genes en plantas de forma que éstas se hacen resistentes frente a los herbicidas más comunes. Monsanto ha creado, a partir de manipulaciones genéticas, plantas que son resistentes al propio herbicida de la empresa, el Roundup. La compañía ha patentado este producto genético para comercializar tanto las semillas artificialmente obtenidas como el herbicida, todo ello en un solo paquete[37].

Otras empresas experimentan con la transferencia de genes en plantas que las hacen más resistentes a las sequías o a los calores o fríos extremos. Los científicos han logrado implantar un gen resistente a las heladas, procedente de un pescado, en el código genético de la planta de tomate con la esperanza de lograr la plena resistencia de ésta a las heladas. La capacidad para implantar genes específicos en plantas con la finalidad de mejorar su tolerancia a la sequía, al calor o al frío permitiría ahorrar miles de millones de dólares en equipos y en mano de obra, al reducir la necesidad de construir, instalar y gestionar caros sistemas de irrigación y de protección contra las heladas. Los investigadores han logrado, incluso, transferir genes fijadores de nitrógeno a plantas incapaces, hasta ahora, de hacerlo. Los biólogos moleculares esperan que llegue el día en el que este tipo de plantas manipuladas genéticamente reduzcan, de forma substancial, las necesidades de fertilizantes nitrogenados, así como la mano de obra necesaria para manufacturar, transportar y aplicar los productos químicos sobre las tierras de cultivo[38].

La ingeniería genética también es aplicada para incrementar la productividad animal y reducir, de esta forma, las necesidades de mano de obra en la crianza de ganado. La hormona de crecimiento bovina BGH (también conocida como Bovine Somatotropin) es una hormona de origen natural que estimula la producción de leche en las vacas. Los científicos han logrado aislar, de forma efectiva, el gen clave en la estimulación del crecimiento y clonarlo, en el laboratorio, en proporciones industriales. La hormona obtenida genéticamente se reinyecta en la vaca, haciendo que el animal llegue a producir entre un 10 y un 20% más de leche. Cuatro empresas, Monsanto, American Cyanamid, Eli Lilly y Upjohn han gastado más de mil millones de dólares en la investigación y en el desarrollo de este controvertido producto para poderlo explotar comercialmente.

Mediante los fuertes incrementos en la productividad de las vacas lecheras, la BGH genéticamente manipulada amenaza el bienestar de miles de granjeros de productos lácteos en Norteamérica, Europa y otras partes del mundo. Muchas naciones industrializadas ya están, en la actualidad, en importantes niveles de superproducción. Los Estados Unidos, al igual que otros países enfrentados a una saturación de leche, precios deprimidos y demanda inefectiva, ha estado persiguiendo durante mucho tiempo fijar una política de mantenimiento de precios y de subsidios que garantice la continuidad de las explotaciones lecheras. En la actualidad, con el lanzamiento comercial de la BGH en los Estados Unidos, se producirá mayor cantidad de leche, lo que traerá incluso un estancamiento de precios aún mayor. De acuerdo con lo establecido en un informe elaborado por la Office of Management and Budget (OMB) para la administración Clinton, el programa gubernamental de apoyo a los productos de la leche y sus derivados se verá incrementado en más de 116 millones de dólares por año, en 1995, como consecuencia de la introducción de la BGH en el mercado[39]. Otro estudio realizado hace varios años predecía que en menos de tres años, a partir del momento de la introducción de la BGH en niveles comerciales, más de un tercio de todos los granjeros de productos lácteos que continúen se verán forzados a abandonar su actividad como consecuencia de la superproducción, la caída de los precios y las modificaciones en la demanda por parte de los consumidores[40].

Muchos analistas industriales argumentan que la BGH beneficiará a las grandes empresas de producción láctea en California a expensas de las pequeñas granjas y explotaciones de los estados de Wisconsin o Minnesota. Las grandes operaciones están altamente automatizadas y permiten producir mayores cantidades de leche con menos vacas, reduciendo, de forma significativa, la cantidad de mano de obra necesaria para poder llevar la leche desde el punto de producción hasta el mercado. Para aumentar la productividad, los investigadores experimentan, en la actualidad, con la implantación de genes hormonales del crecimiento directamente en el código biológico del animal en su estado embrionario, de forma que el animal adulto produzca mayores cantidades de leche sin necesidad de inyectarlo.

Los productores de ganado porcino experimentan, también, con una hormona para el crecimiento del cerdo (PST) diseñada para incrementar la eficacia de la alimentación y permitir que la ganancia de peso sea mayor. De acuerdo con un reciente informe publicado por el Office of Technology Assessment (OTA), «aquellos cerdos a los que se les ha administrado somatotropina porcina (PST), durante periodos de 30 a 77 días, muestran un promedio de ganancia de peso de aproximadamente un 10 a un 20%, una mejora en la eficacia de la alimentación de un 15 a un 35%, un decrecimiento en la masa de tejido adiposo (grasa) y de formación de lípidos del 50 al 80%… sin afectar, prácticamente, a la calidad de la carne[41]».

En la Universidad de Adelaida en Australia, los científicos han logrado producir genéticamente cerdos con un 30% más de rendimiento y llevarlos al mercado siete semanas antes que los normales. Una producción más rápida implicará menos mano de obra para producir un kilo de carne. La Australian Commonwealth Scientific and Industrial Research Organization ha producido, mediante manipulación genética, ovejas que crecen un 30% más rápido que las normales y trabajan en la actualidad en implantaciones de genes en los códigos genéticos del ganado lanar para hacer que la lana también crezca más rápidamente[42]. Los científicos han llegado incluso a implantar genes humanos y bovinos en pescados para crear salmones, carpas y truchas transgénicas de más rápido crecimiento. En un estudio realizado en una universidad, se transfirió la hormona del crecimiento de una trucha a otro tipo de pescado, incrementando su crecimiento en un 22%[43].

En 1993, investigadores de la Universidad de Wisconsin anunciaron el éxito de un intento para incrementar la productividad de las gallinas ponedoras mediante la modificación del gen que codifica la proteína prolactina. Los científicos que trabajaban en este proyecto estaban preocupados porque la gallina se pasaba demasiado tiempo empollando sus huevos. Las ponedoras empollan entre un cuarto y un tercio menos de huevos que las que no lo son. Comoquiera que hasta un 20% de las nidadas tipo están formadas por gallinas ponedoras, «este hecho desequilibra la producción y representa para el productor una considerable cantidad de dinero». Mediante la eliminación de la hormona prolactina, los investigadores han sido capaces de recortar un instinto natural en las gallinas. Las nuevas gallinas genéticamente creadas han perdido su instinto maternal. Sin embargo, producen una mayor cantidad de huevos[44].

Los animales transgénicos también son creados en los laboratorios para servir como fábricas químicas en la producción de drogas de utilidad humana producidas en su leche o en su sangre. Un nuevo campo, la «producción farmacológica» ha aparecido en la última década y promete revolucionar la manera en que se producen las drogas. Los investigadores han implantado, con éxito, genes humanos en embriones de oveja, lo que permitirá que los animales maduros produzcan proteínas humanas antitripsina alfa-1. Este tipo de producto natural suele emplearse para combatir el enfisema y se extrae, normalmente, del suero humano, pero en cantidades tan ínfimas que difícilmente pueden llegar a satisfacer la demanda. En el Pharmaceutical Proteins Limited (PPL) en Edimburgo, Escocia, los científicos han logrado producir ovejas transgénicas que pueden suministrar antitripsina en cantidades quince veces superiores a las que puede producir el plasma humano. Las ganancias en productividad son tan espectaculares que un rebaño de 1000 cabezas «podrían llegar a satisfacer la demanda mundial de esta proteína[45]».

Los científicos de la Universidad Politécnica del estado de Virginia han creado cerdos transgénicos que pueden producir proteína C en la leche; la proteína C es un anticoagulante que parece tener muchas probabilidades de convertirse en el elemento fundamental para la prevención de apoplejías y ataques de corazón[46]. Otros animales transgénicos para uso farmacéutico son creados en diferentes laboratorios por todo el mundo. Las empresas farmacéuticas esperan incrementar su productividad, sus márgenes de beneficios, y reducir, de forma significativa, su mano de obra en los laboratorios poniendo en marcha, donde y cuando sea posible, la crianza de animales transgénicos con finalidades básicamente farmacéuticas.

Todas las innovaciones en la manipulación genética dependen de los esfuerzos realizados en el desarrollo de las sofisticadas tecnologías de la información y de los ordenadores. Éstos y su «software» son empleados para descifrar, aislar y analizar información genética, resultando de todo punto indispensables para la creación de plantas y animales de granja de origen transgénico. En consecuencia, el ordenador se erige como la herramienta más importante para la manipulación de los «sistemas de vida» tanto a macro como a microniveles y en un futuro cada vez más condicionado por la posibilidad de gestión de las unidades de crecimiento, así como de los procesos de ingeniería genética que permitirán la obtención de nuevas formas agrícolas y animales.

EL FINAL DE LA AGRICULTURA AL AIRE LIBRE

La futura unión de la revolución informática y de la revolución de la biotecnología en un solo complejo tecnológico anuncia una nueva era de producción alimenticia, una era en la que se producirá una independencia de la tierra, de la climatología y de los cambios estacionales, desde siempre claros condicionantes en la producción agrícola. En los próximos cincuenta años, la agricultura tradicional tiene muchas posibilidades de decaer, como consecuencia de las fuerzas tecnológicas que permiten la rápida y evidente sustitución de la agricultura al aire libre por la manipulación de moléculas en el laboratorio. Mientras que la primera revolución tecnológica en la agricultura permitió la sustitución de la fuerza animal y del trabajo humano por maquinaria y productos químicos, una emergente revolución biotecnológica sustituirá, en breve, el cultivo de la tierra por la cultura del laboratorio, cambiando para siempre la forma en que el mundo considera la producción de alimentos. Autores como David Goodman, Bernardo Sorj y John Wilkinson resumen la importancia histórica de los cambios que ocurren en la producción agrícola mundial:

Los nexos emergentes entre biotecnología y automatización transformarán cada vez más la industria alimentaria en un sector de alta tecnología, facilitando su incorporación a una industria mayor y más genérica de transformación de materias primas en productos terminados… El granjero dará paso al «biodirector» y la observación quedará sustituida por el «software». La biotecnología y las tecnologías de la información, por lo tanto, corren parejas con el objetivo de crear nuevos procesos de producción agrícola. Bajo estas perspectivas, la biotecnología y la microelectrónica marcan el final de la prehistoria de la industria alimentaria y su incorporación a una dinámica más amplia en el sistema industrial y en la sociedad postindustrial[47].

Las empresas de productos químicos ya están investigando, en profundidad, las posibilidades de producción en espacios cerrados, con la esperanza de eliminar la agricultura de las tierras de cultivo en las primeras décadas del siglo que viene. Recientemente dos empresas de biotecnología de origen estadounidense anunciaron que habían logrado producir con éxito vainilla a partir de cultivos celulares en el laboratorio. La vainilla es el sabor más popular en los Estados Unidos. Un tercio de la totalidad de los helados vendidos en el país son de este sabor. Alrededor del 98% de la producción mundial procede de las pequeñas islas del Océano Indico, de Madagascar, Reunión y Comores. Tan sólo en la primera, con una producción cercana al 70% de la totalidad mundial, 70.000 agricultores y labradores viven a expensas de este cultivo[48]. Sin embargo, la vainilla resulta cara de producir, puesto que la planta debe ser polinizada a mano, requiriendo de cuidados especiales en la recolección y en la manipulación posterior. En la actualidad, las nuevas tecnologías de manipulación y reproducción genética permiten a los investigadores producirla en volúmenes comercialmente aceptables en las probetas de los laboratorios, mediante el aislamiento del gen que codifica la proteína de la vainilla y su clonación posterior en un baño bacterial, eliminando, con ello, el haba, la planta, la tierra de cultivo, el propio cultivo, la recolección y el agricultor.

Pat Mooney, del Rural Advancement Fund International (RAFI), y Cary Fowler, de la Food and Agriculture Organization (FAO) de Naciones Unidas, quienes han escrito, de forma amplia y extensa, sobre los impactos potenciales que las nuevas biotecnologías podrán tener sobre las economías del tercer mundo, explican cómo funciona el proceso de producción celular: «La técnica básica empleada para la producción del sabor de vainilla mediante la tecnología del desarrollo celular implica la selección de un tejido celular de alta densidad de la propia planta de vainilla. Los tejidos celulares se propagarán, a continuación, en cultivos estériles. Entonces se introducen cuidadosos reguladores de condiciones de cultivo, medios nutrientes y de regulación metabólica que llevan a la producción del componente químico del sabor deseado: la vainilla[49]».

Escagenetics, una empresa de biotecnología con sede en San Carlos, California, ha producido vainilla en cultivo celular a una fracción del coste de la producción del sabor natural. Mientras que la de origen natural se vende en el mercado a unos 1200 dólares la libra, Escagenetics afirma que puede vender la de origen genético a menos de 25 dólares la libra. La empresa ha solicitado recientemente la protección por patente de su vainilla producida en laboratorio. Con un mercado mundial aproximándose a los 200 millones de dólares, empresas como Escagenetics están deseosas de lanzar su producto al mercado, convencidas de que ello sacará del mercado al producto de origen natural[50].

Para las pequeñas islas-estado del Océano índico, la producción en laboratorio de la vainilla significa, por encima de todo, la catástrofe económica. La exportación de los granos de vainilla representa más del 10% de los ingresos anuales totales por exportaciones de Madagascar. En las Comores, la vainilla representa dos tercios de los ingresos del país en concepto de exportaciones. En total, más de 100.000 agricultores en los tres países productores de esta especia están condenados a perder su fuente de ingresos en las próximas décadas[51].

Pero la vainilla es tan sólo el principio. El mercado global de sabores para alimentación se sitúa en unos 3000 millones de dólares y se espera que crezca a un ritmo mínimo del 30% por año[52]. Otras empresas están intentando entrar en la producción por desarrollo de tejidos celulares apoyándose en las nuevas técnicas de la biotecnología, que prometen importantes reducciones en los costes operativos e importantes incrementos en la productividad y en los beneficios. Diversas empresas de biotecnología ya concentran, en la actualidad, la producción en laboratorio de la taumatina, un endulzante derivado del fruto de la planta del taumatin que crece en África Occidental. Ésta es la substancia más dulce descubierta en la Naturaleza, que en su estado puro tiene un poder endulzante 100.000 veces mayor que el azúcar. A mediados de la década de los años 80, el gen que codifica la proteína de la taumatina pudo ser clonado con éxito por científicos de Unilever, en los Países Bajos, y de Ingene, en Santa Mónica, California[53].

La producción en laboratorio de la taumatina y de otros endulzantes tendrá como consecuencia inmediata la reducción del tamaño del mercado mundial de azúcar, que ya ha sido afectado por la introducción de los endulzantes derivados del maíz y de los sustitutos del azúcar, como por ejemplo el NutraSweet. Las importaciones de azúcar a los Estados Unidos descendieron desde 686 millones de dólares en 1981 a 250 millones en 1985[54]. Según lo que establece un estudio efectuado en Holanda, hasta 10 millones de agricultores en el tercer mundo podrían perder sus fuentes de ingresos si los endulzantes producidos en laboratorio empezasen a inundar los mercados mundiales en los próximos años[55].

Los científicos empiezan a investigar el gran potencial que tiene la producción sobre tejidos celulares en el laboratorio. Los investigadores han hecho crecer con éxito vesículas de naranja y de limón a partir de cultivos en tejidos, mientras que algunos analistas consideran que no está lejano el día en que el zumo de naranja pueda producirse en tubos de ensayo, eliminando con ello la necesidad de que existan naranjales[56].

Recientemente, los investigadores del departamento de Agricultura lograron aislar y hacer crecer células de algodón sumergiéndolas en un recipiente con nutrientes. Dado que el algodón creció bajo condiciones estériles, libre de contaminación microbiológica, los científicos afirman que podrá ser empleado para la confección de apósitos estériles[57]. Aunque la producción de algodón in vitro no emplea la tecnología de la manipulación genética, supone otro ejemplo del potencial de la reducción de los productos agrícolas a sus componentes y las posibilidades de su producción en masa, de forma más o menos artificial.

Los cultivos de tejidos celulares es algo visto por muchos como la siguiente etapa inevitable de un proceso que ha continuado reduciendo, de forma sistemática, la participación de mercado de las explotaciones agrícolas en los sistemas de producción de alimentos. Durante la mayor parte del siglo XX, la producción en granja ha reducido su importancia a medida que crecía el número de las actividades dependientes de, por un lado, el sector de producción y, por otro, el sector de marketing. Por ejemplo, los fertilizantes químicos han reemplazado el uso del estiércol en las granjas. Los pesticidas comerciales han eliminado la necesidad de la rotación y alternancia en el uso de las tierras de cultivo, de la labranza del terreno y de la siembra manual. Los tractores han sustituido a los caballos y la mano de obra. En la actualidad, tan sólo una pequeña masa de agricultores empaquetan sus propios productos o los llevan hasta los mercados detallistas. Estas funciones han sido asumidas, cada vez más, por empresas especializadas en negocios pertenecientes al sector primario.

En la actualidad, las empresas químicas y farmacéuticas esperan poder usar las tecnologías de manipulación genética para eliminar por completo el trabajo en las granjas. El objetivo es convertir la producción de alimentos en un proceso completamente industrial haciendo desaparecer las organizaciones implicadas y el trabajo en la tierra, y pasar a «cultivar» a nivel molecular en las fábricas. Martin H. Rogoff y Stephen L. Rawlins, biólogos y responsables de investigación en el departamento de Agricultura, prevén un sistema de producción de alimentos en el que los campos estarán plantados tan sólo con cosechas de biomasa perennes. Estas serán recolectadas y convertidas en soluciones azucaradas mediante el empleo de enzimas. Estas serán bombeadas a fábricas urbanas y usadas como fuentes de nutrientes para producir grandes cantidades de pulpa de los cultivos de tejidos celulares. La pulpa será, a continuación, reconstituida y fabricada en diferentes formas y texturas hasta reproducir formas tradicionales asociadas con productos «crecidos en el campo». Rawlins afirma que las nuevas fábricas podrán ser altamente automatizadas y necesitarán muy pocos trabajadores[58].

La producción de alimentos basada en el cultivo de tejidos celulares en espacios cerrados eliminará millones de puestos de trabajo en cualquiera de las diferentes especialidades agrícolas. Además de hacer que la mayoría de los granjeros sean despedidos, aunque un pequeño porcentaje de ellos seguirán siendo necesarios para gestionar las cosechas de biomasa, la producción de alimentos en proceso continuo eliminará puestos de trabajo en las industrias auxiliares relacionadas con el sector agrícola, incluyendo los fabricantes de maquinaria agrícola y los de sistemas de transporte a largas distancias.

Las ventajas, argumentan los defensores de la producción mediante los cultivos de tejidos celulares, incluyen la reducción en el uso de la tierra, una menor erosión, menores cantidades de productos químicos con fines agrícolas, y un menor consumo de energía y menores costes de transporte. La producción continua en el laboratorio también implica que ésta puede ser regulada en función de la demanda diaria de los mercados y no dependerá de las incertidumbres derivadas de la climatología, de los cambios estacionales y de las influencias políticas. Con los nuevos procesos en el laboratorio, las multinacionales estarán en condiciones de ejercer un mayor control económico sobre los mercados mundiales, con menores riesgos para ellas. El control de los genes en el laboratorio es mucho menos problemático, y mucho más factible, que el control del clima, de la tierra y de los trabajadores en un país del tercer mundo. La revista Food Technology resumía las ventajas económicas y tecnológicas de los planteamientos revolucionarios en la producción de alimentos: «Muchos de los sabores y productos que consumimos proceden de tierras remotas del globo, en las que la inestabilidad política de los gobiernos o los caprichos de la climatología producen problemas con la demanda, con los costes o con la calidad del producto, de temporada en temporada. En una planta de producción por cultivos de tejidos, todos los parámetros… pueden ser controlados[59]».

La era de la producción de alimentos siguiendo procedimientos tradicionales está a punto de terminar en las próximas décadas, dado que las empresas químicas, farmacéuticas y de biotecnología son capaces de sustituirla por producción basada en el cultivo de tejidos moleculares, con significativas reducciones en los precios de los productos en los mercados mundiales. El impacto económico sobre los granjeros, en especial los del tercer mundo, puede ser catastrófico. Muchas naciones del tercer mundo dependen de la venta de uno o dos productos clave para su subsistencia. La sustitución representará el colapso de hecho de las economías nacionales, con sus consecuencias sobre el desempleo, un desempleo sin precedentes, y sus problemas para devolver préstamos internacionales, lo que, a su vez, podrá llevar a la desestabilización de la banca comercial internacional y a la quiebra de bancos en las diferentes naciones del primer mundo industrializado[60]. Los recientes avances tecnológicos en el mundo de la agricultura prometen considerables incrementos en la productividad y sensibles reducciones en los requisitos de mano de obra, mucho más espectaculares que los que se puedan haber dado en cualquier otra revolución tecnológica en la historia de la humanidad. El precio, desde el punto de vista del hombre, del progreso económico será el hambre. Cientos de millones de agricultores en todo el mundo deben enfrentarse a la posibilidad de su eliminación permanente del proceso económico. Su marginalización podrá llevar a disturbios sociales a escala global y a la reorganización de la vida social y política siguiendo unas líneas radicalmente distintas en el siglo venidero.

El espectro de los agricultores, labradores y granjeros del mundo, desempleados e irrelevantes por obra y gracia de la revolución informática y de la biotecnología, es algo que no deja de ser seriamente preocupante. Aún más crítico será para los sectores manufacturero y de servicios, que han sido los que, de forma tradicional, han absorbido a los trabajadores rurales, puesto que aquéllos, a su vez, también llevan su propia revolución tecnológica, eliminando millones de puestos de trabajo a partir de procesos de reingeniería y de la creación de entornos de trabajo altamente automatizados. Las empresas internacionales entran en una era de rápidas comunicaciones, de prácticas de producción racionalizada, de marketing just-in-time y de operaciones de distribución crecientemente relacionadas con las consecuencias sobre los puestos de trabajo ocupados por los que podemos empezar a denominar trabajadores de «cuello de silicona». La mayor parte de la masa laboral queda relegada y no será capaz de llegar a reponerse de las consecuencias de la nueva economía global basada en las tecnologías punta.