LA SOBERANÍA DE LA NACIÓN Y EL PETRÓLEO MEXICANO1

Jesús Antonio Carlos Hernández2

Distinguido auditorio:

Con la invención del motor de combustión interna y la explotación del primer pozo petrolero en Louisiana, Estados Unidos, en 1857, el petróleo se convirtió con gran rapidez en el recurso estratégico natural más importante del mundo. No existe hasta hoy un energético más económico, eficaz y versátil que el petróleo. De sus efectos sobre el cambio climático hablaremos más adelante.

En México se puso en operación por empresas extranjeras el primer pozo petrolero en 1901. A partir de esa fecha y hasta el 18 de marzo de 1938 se inició el agravio, el sufrimiento y el sacrificio del pueblo de México, sobre todo de los trabajadores petroleros obligados a laborar en condiciones insalubres, peligrosas y con bajos salarios. La acción permisiva casi ilimitada que otorgó el viejo dictador Porfirio Díaz Mori a las empresas extranjeras les produjo a éstas las más altas ganancias respecto de sus fuentes de extracción del crudo en otras partes del mundo. Más que por la tecnología aplicada, fue la generosidad y la calidad del petróleo mexicano lo que favoreció a las compañías petroleras durante 37 años.

A contrapunto, como ya dijimos, el sufrimiento y la humillación a los mexicanos se dio de tal modo que inspiró a escritores y artistas a describir –y denunciar– los hechos. Sólo algunos ejemplos: las obras del escritor y luchador social alemán, radicado en México, conocido como B. Traven, tales como La rosa blanca –llevada al cine–, La rebelión de los colgados y muchos otros cuentos y novelas cortas. El gran poema nacional La suave patria, de Ramón López Velarde, y otros muchos autores.

En su inmortal poema, Ramón López Velarde le habla a la patria y le dice, entre otras inspiradas y brillantes frases:

El niño Dios te escrituró un establo,

y los veneros de petróleo, el diablo.

Este hermoso poema, que nuestros niños y jóvenes de hoy deberían leer completo con todo cuidado, a pesar de la mal llamada Reforma Educativa del actual gobierno, nos inspira a plantear una pregunta en dos partes, que al propio tiempo nos contraiga al tema que nos ocupa:

¿Qué es la patria? ¿Qué es México? ¿Qué es una nación?

Casi todos los hombres del mundo, pero particularmente los mexicanos, sabemos y sentimos lo que es la nación, lo que es la patria. ¿Qué mexicano no vibra al ver ondear en el aire, asida a su asta, la bandera de México o más aún al escuchar las marciales notas del Himno Nacional?

Claro que al tratar de enunciar el concepto de nación empiezan nuestros problemas. Pensadores, filósofos, juristas, escritores, literatos y sabios a través de los siglos han reflexionado sobre lo que es y cómo enunciar o definir lo que es la nación.

¿Una comunidad de territorio, de idioma, de religión, de raza? Sí y no. Claro que no. Existen y conocemos naciones sin territorio; sin idioma, raza o religión comunes que son y siguen siendo venturosamente una nación o parte de una nación.

Entonces, ¿cómo precisar lo que es una nación? Con todo respeto a quien piense diferente, coincidimos plenamente en este punto con un gran pensador universal nacido en Francia, Ernest Renan, quien en marzo de 1882, en La Sorbona de París, dictó una brillante conferencia con el tema que nos ocupa: ¿Qué es una nación?

Como respuesta, Ernest Renan desarrolla un sabio y profundo discurso, cuyas partes esenciales cito textualmente:

Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas que no forman sino una, a decir verdad, constituyen esta alma, este principio espiritual. Una está en el pasado, la otra en el presente. Una es la posesión en común de un rico legado de recuerdos; la otra es el consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, la voluntad de continuar haciendo valer la herencia que se ha recibido indivisa. El hombre, señores, no se improvisa. La nación, como el individuo, es el resultado de un largo pasado de esfuerzos, de sacrificios y de desvelos.

El culto a los antepasados es, entre todos, el más legítimo; los antepasados nos han hecho lo que somos. Un pasado heroico, grandes hombres, la gloria (se entiende, la verdadera), he ahí el capital social sobre el cual se asienta una idea nacional. Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente; haber hecho grandes cosas juntos, querer seguir haciéndolas aún, he ahí las condiciones esenciales para ser un pueblo. Se ama en proporción a los sacrificios que se han consentido, a los males que se han sufrido. Se ama la casa que se ha construido y que se transmite.

En el pasado, una herencia de gloria y de pesares que compartir; en el porvenir, un mismo programa que realizar: …he ahí lo que se comprende a pesar de las diversidades de raza y de lengua. Yo decía anteriormente: “haber sufrido juntos”; sí, el sufrimiento en común une más que el gozo. En lo tocante a los recuerdos nacionales, los duelos valen más que los triunfos; porque imponen deberes; piden el esfuerzo en común.

Una nación es, pues, una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de aquellos que todavía se está dispuesto a hacer. Supone un pasado; sin embargo, se resume en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común. La existencia de una nación es (perdonadme esta metáfora) un plebiscito cotidiano, como la existencia del individuo es una afirmación perpetua de vida.

Hemos expulsado de la política las abstracciones metafísicas y teológicas. ¿Qué queda después de esto? Quedan el hombre, sus deseos, sus necesidades. La secesión, me diréis, y, a la larga, el desmembramiento de las naciones son la consecuencia de un sistema que pone esos viejos organismos a merced de voluntades a menudo poco ilustradas. Es claro que en parecida materia ningún principio debe ser extremado hasta el exceso. Las verdades de este orden no son aplicables sino en su conjunto y de una manera muy general.

Las voluntades humanas cambian; pero, ¿qué es lo que no cambia en este bajo mundo? Las naciones no son algo eterno. Han comenzado, terminarán. La confederación europea, probablemente, las reemplazará. Pero tal no es la ley del siglo en el que vivimos. En la hora presente, la existencia de las naciones es buena, inclusive necesaria. Su existencia es la garantía de la libertad, que se perdería si el mundo no tuviera sino una ley y un amo.

Por sus facultades diversas, a menudo opuestas, las naciones sirven a la obra común de la civilización; todas aportan una nota a este gran concierto de la humanidad que, en suma, es la más alta realidad ideal que alcanzamos. Aisladas, tienen sus partes débiles. Me digo a menudo que un individuo que tuviera los defectos considerados como cualidades en las naciones —que se alimentara de vanagloria, que fuera a propósito celoso, egoísta, pendenciero, que no pudiera soportar nada sin desenvainar la espada— sería el más insoportable de los hombres. Pero todas esas disonancias de detalle desaparecen en el conjunto. ¡Pobre humanidad! ¡Cuánto has sufrido! ¡Cuántas pruebas te esperan todavía! ¡Pueda el espíritu de sabiduría guiarte para preservarte de los innumerables peligros de que tu ruta está sembrada!

Resumo, señores: el hombre no es esclavo ni de su raza ni de su lengua ni de su religión, ni de los cursos de los ríos, ni de la dirección de las cadenas de montañas. Una gran agregación de hombres, sana de espíritu y cálida de corazón, crea una conciencia moral que se llama una nación. Mientras esta conciencia moral prueba su fuerza por los sacrificios que exigen la abdicación del individuo en provecho de una comunidad, es legítima, tiene el derecho a existir (subrayados del autor).

Como puede verse, el gran humanista y racionalista francés, además de enunciar de manera insuperable hasta hoy lo que es una nación, de algún modo tuvo la visión y la agudeza de prever la Primera y la Segunda Guerras mundiales, además de todos los conflictos bélicos del sufrido siglo XX y los que van del presente siglo XXI. Así son los grandes hombres.

Ahora bien, una vez definido lo que es una nación, una patria, falta saber cómo se organiza en lo jurídico y en lo político una nación. Esa forma es el Estado. El llamado Estado nación, uno de cuyos elementos esenciales es la soberanía. Un Estado sin soberanía y sin independencia respecto del exterior y del interior no lo es. Y ¿qué es la soberanía? Etimológicamente se forma de las palabras latinas súper y omnia, cuyo significado literal es sobre todo. Nada ni nadie puede ni debe estar por encima de la voluntad independiente y soberana del Estado.

¿Y de dónde proviene y radica la soberanía? En un Estado democrático como debe ser México, la soberanía radica en el pueblo, tal como lo establece la Constitución Política de la República en su artículo 39:

La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

¿Y cómo se garantiza el ejercicio de la soberanía? Con la independencia de la nación. ¿Y, además de la voluntad popular de ser libres, cuáles otros son los pilares de la independencia? La autosuficiencia económica; la fortaleza de la economía propia en manos directas de la nación. Y en el caso de México, uno de los pilares fundamentales de la independencia económica nacional son los energéticos: la industria eléctrica y el petróleo. Que es precisamente lo que el gobierno actual, en lugar de defender con elevada responsabilidad, se ha puesto en el camino de privatizar y de entregar al extranjero. Esta es la esencia de la propuesta de contrarreforma constitucional que el presidente Enrique Peña Nieto ha enviado al Congreso de la Unión. Por eso nuestro Partido Popular Socialista emitió el pasado 16 de agosto de 2013 una declaración al respecto, cuyos aspectos esenciales son los siguientes:

– Esta iniciativa forma parte del proceso de privatizaciones promovido desde el exterior, que busca entregar nuestra economía a los grandes monopolios norteamericanos, por lo que juzgada dentro de lo que ha sido la historia de México se trata de la agresión más grave que se ha presentado a la nación, en sus pilares fundamentales de independencia y soberanía, en los últimos años.

– Pemex y la CFE se transformarían radicalmente dejando de ser empresas de servicio para convertirse en lucrativas, por lo que es una falacia que se reducirían los precios de los energéticos. Recuérdese que esa misma mentira se manejó al privatizarse los bancos, los puertos y aeropuertos, etcétera.

– Si lo que se pretende es incrementar sustancialmente la extracción de petróleo y gas del subsuelo y del mar, es una contradicción pregonar un desarrollo sustentable, a sabiendas de su incidencia directa en el calentamiento global y el cambio climático, cuyas consecuencias ya estamos sufriendo con las lluvias inmoderadas en todo el país.

– Lo cierto es que el presidente Peña Nieto está erróneamente convencido de que la integración comercial, vía Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, no es suficiente y pretende una plena sumisión e integración económica global, aportando a la economía norteamericana nuestro petróleo, que es lo único que le interesa de México al Tío Sam.

– Pemex no está en quiebra. Es la empresa más importante de México y aporta al erario federal 40% del total del gasto público. Además es líder mundial en la tecnología para extraer el crudo del subsuelo y en aguas someras.

– Lo que debe hacerse, en sentido contrario a la propuesta presidencial, es una explotación racional del petróleo, exportar menos crudo, construir más y mejores refinerías, destinar mayor volumen a la petroquímica y buscar fuentes alternativas de energía, bajo la plena conciencia de que el petróleo es un recurso no renovable.

– Apoyar con solidez y consistencia la investigación y la innovación tecnológica en los centros de educación superior, así como fortalecer al IMP, al ININ y al INIE, que prácticamente se han abandonado.

– Expresamos nuestra condena al gobierno, que al carecer de elementos que apoyen el despropósito de su iniciativa, ha cometido una grosera ofensa a la inteligencia de los mexicanos, al tener la osadía de pretender manipular, en forma a todas luces falsa y anticientífica, la enorme figura histórica del general Lázaro Cárdenas, maniobra que sólo ha servido para exhibir la limitada capacidad de criterio y de juicio de que ha hecho gala el gobierno, en los mensajes publicitarios que ha propagado a través de la televisión y otros medios.

– La clase trabajadora de México no debe olvidar que la expropiación de los bienes de las compañías petroleras extranjeras fue una lucha en la cual los trabajadores petroleros y todos los trabajadores del país jugaron un relevante papel, guiados por el líder de la CTM de esa época, el maestro Vicente Lombardo Toledano, epopeya patriótica que consagró la fecha del 18 de marzo de 1938, al consumar el presidente Cárdenas la reconquista del petróleo mexicano, en una efemérides significativa en la construcción de la patria mexicana.

– Decimos basta de esta “modernización” neoliberal, con la que se acentúan el entreguismo, la dependencia colonial, la injusta distribución de la riqueza y se tuerce el rumbo progresista de México.

– La defensa de la industria energética nacionalizada y el petróleo de México está en el orden del día, porque más allá de ser un asunto “económico”, su esencia está en la patria independiente y soberana.

Antes de concluir esta charla y ante la enorme gravedad de este artero atentado a la nación y al pueblo, contenido en la iniciativa presidencial en comento, consideramos necesario puntualizar algunos juicios.

Hasta hace tres décadas, antes de la aplicación del neoliberalismo en México y en el mundo, el crecimiento promedio de la economía mundial en cuanto al ingreso per cápita era de 2.5%. De 30 años a la fecha apenas alcanza un magro 1.3%, y se ha acentuado el abismo en el reparto de la riqueza. La grave crisis económica y financiera global de 2008 no nos llevó al colapso por la intervención de los Estados, sobre todo en Estados Unidos y en Inglaterra. Ello demuestra que el neoliberalismo ha fracasado. Ya no está de moda. No es lo moderno.

El 90% de las reservas mundiales de petróleo son propiedad exclusiva de los Estados porque esta es hoy la tendencia universal; es lo moderno, lo de moda, que es lo que quiere decir de conformidad con el Diccionario de la Lengua Española la modernización.

La historia dramática de México se puede sintetizar en breves palabras diciendo que es la lucha secular del pueblo por constituir y consolidar una nación independiente y soberana. Y, una vez logrado este objetivo, ampliar hasta sus últimas consecuencias el régimen democrático, alcanzar la justicia social y el bienestar del propio pueblo. Esta es al mismo tiempo la ruta y nuestro propio proyecto de nación, ya consagrado en la Constitución Política de la República.

Recordemos en este punto el gran legado de Benito Juárez cuando dijo que si por nuestra debilidad, incapacidad o desgracia de la fortuna no podemos hoy reivindicar lo que nos pertenece, dejemos por lo menos subsistente el derecho para que los mexicanos que nos sucedan, más fuertes y más capaces que nosotros, lo hagan.

¡Viva México!

1 Charla impartida en la Casa de la Cultura de Teziutlán, Puebla, el 28 de septiembre de 2013.

2 Abogado por la Facultad de Derecho de la UNAM. Secretario general del Partido Popular Socialista.