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Del capítulo IV «Kokor Hekkus, la Máquina de Matar», de Los Príncipes Demonio, por Caril Carphen (Elusidarian Press, New Wexford, Aloysius, Vega):

«Si Malagate el Funesto solo puede ser calificado con la palabra “inexorable” y Howard Alan Treesong como “incomprensible”, únicamente cabe atribuir el término “fantásticos” a Lens Larque, Viole Falushe y Kokor Hekkus. ¿Quién excede al otro en “fantasía”? Es esta una especulación tan entretenida como inútil. Consideren por un momento el Palacio del Amor de Viole Falushe, el monumento de Lens Larque, los terribles e increíbles ultrajes que Kokor Hekkus ha infligido a la humanidad: tales extravagancias son imposibles de comprender y distan de tener parangón. Es acertado decir, por otra parte, que Kokor Hekkus ha cautivado la imaginación popular con su grotesco y horripilante sentido del humor. Escuchemos lo que dice en un extracto de su famosa conferencia telefónica «Teoría y Práctica del Terror», dirigida a los estudiantes de la Universidad de Cervantes:

»… para producir el máximo efecto hay que identificar e intensificar aquellos temores básicos que ya existen en el sujeto. Es un error dar por sentado que el temor a la muerte es el más poderoso. Se me ocurren algunos todavía más intensos, por ejemplo:

»El temor a no ser capaz de proteger a los seres queridos.

»El temor a la desaprobación.

»El temor a tocar algo repugnante.

»El temor a ser atemorizado.

»Mi objetivo es provocar un terror de proporciones angustiosas, y mantenerlo durante un período de tiempo prolongado. Se produce una pesadilla cuando el inconsciente explora sus áreas más sensibles, lo que sirve de guía al agente del pánico. Una vez localizada esa área aparentemente sensible, el agente debe derrochar ingenio para enfatizar, para dramatizar ese temor, aumentándolo lenta y progresivamente. Si el sujeto padece temor a las alturas, el agente le conduce a la base de un precipicio de gran elevación, le ata con una cuerda poco gruesa, obviamente frágil o desgastada, y le va subiendo con mucha lentitud, paralelo a la pared del precipicio, ni demasiado cerca ni demasiado lejos de la pared. Hay que ser cuidadoso con el ritmo de la progresión y jugar con la posibilidad, terrorífica pero inviable, de agarrarse a la superficie vertical. El mecanismo de elevación debe manipularse para que se sacuda y oscile. Para intensificar la claustrofobia, se conduce al sujeto a un pozo o excavación, se le introduce con la cabeza por delante en un túnel estrecho inclinado hacia el fondo, que cambia de dirección en ángulos caprichosos y cerrados. A continuación se rellena el pozo, con lo que el sujeto debe avanzar obligatoriamente cada vez más abajo.»

Seuman Otwal no apareció ni durante el primer mes ni en el segundo. Patch aprovechó ese tiempo para recuperar a sus trabajadores, emprender nuevos negocios y, en definitiva, sanear la Compañía de Construcciones y Obras de Ingeniería Patch.

Gersen tomó a su cargo las modificaciones de la fortaleza ambulante. Se puso en comunicación con la oficina local del SCTU[4], mencionó los Ritos Florales de Vanello, describió los sinuosos soportes de las cuarenta y cinco plataformas en forma de sépalo, y minutos después recibió una carpeta con tablas, gráficos, esquemas y especificaciones sobre el material. Se las llevó a Patch, que las examinó y aprobó.

—Ah, sí… ah, sí… ah, sí… —Luego exhaló un profundo suspiró—. Tantos gastos y esfuerzos para perfeccionar este ridículo engendro, y luego resulta que ni Kokor Hekkus, ni Seuman Otwal, ni nadie nos va a pagar. ¿Qué haremos ahora?

—Les demandaremos.

Patch bufó y volvió a estudiar los datos que Gersen le había entregado.

—El sistema es perfectamente viable —gruñó por fin—, y funcionará mucho mejor que las patas articuladas. Sin embargo, el diseño de los circuitos, el acoplamiento de los moduladores y los moduladores mismos se escapan a mis conocimientos… Hay un equipo muy competente de ingenieros cibernéticos (tal como yo lo veo, se reduce básicamente a un problema de cibernética) a un kilómetro de aquí, subiendo por esta calle. Sugiero que les traspasemos la totalidad del proyecto.

—Como guste.


Dos meses después, Seuman Otwal seguía sin aparecer. Tras vehementes protestas, Patch llamó de nuevo al hotel Halkshire, pero Seuman Otwal no había dado señales de vida. Gersen comenzó a sentirse inquieto y buscó otras vías para localizar a Kokor Hekkus. La propia fortaleza, razonó, tenía que proporcionarle algún tipo de información. Investigó en los archivos y extrajo el conjunto de planos, instrucciones y correspondencia, extendiendo todos estos elementos ante él.

En ningún lugar se especificaba el nombre o las características del planeta en el que funcionaría el monstruo metálico.

Repasó el material en busca de alguna indicación indirecta del Planeta X, cualquier información implícita en los datos.

No había la menor mención de equipo de acondicionamiento de aire; parecía obvio que la atmósfera del planeta sería de un tipo normal o seminormal.

Un párrafo de las instrucciones decía:

«El vehículo, con todo su peso, debe poder sortear pendientes de cuarenta grados (dando por sentada una correcta locomoción) a una velocidad mínima de quince kilómetros por hora; atravesar con facilidad y seguridad terrenos accidentados, por ejemplo, un campo sembrado de fragmentos irregulares de rocas de un metro y medio de diámetro; cruzar grietas, hendeduras o fosos de hasta seis metros de ancho.»

Una anotación en otro lugar puntualizaba:

«La energía requerida ha sido calculada sobre la base de un 75% de rendimiento termodinámico, con un factor de capacidad al 100%.»

Gersen se puso a trabajar con la regla de cálculo, el intégrafo y la calculadora manual. Averiguó la masa de la fortaleza y la energía necesaria para conseguir que la fortaleza ascendiera una pendiente de 40º a una velocidad de quince kilómetros por hora. A partir de esta información y del factor de capacidad, calculó la gravedad del planeta X: 0,84, lo que implicaba un diámetro de once a doce mil kilómetros.

No estaba mal, pero aún se hallaba lejos de lograr una información definitiva. Gersen volvió a estudiar las instrucciones. Eran extremadamente concretas, sin margen para la improvisación, con catorce bocetos a todo color que mostraban la fortaleza desde todos los ángulos. La fortaleza sería esmaltada con diferentes tonos de negro, marrón oscuro, rosa y azul pastel. Hasta los esmaltes y pigmentos estaban especificados mediante gráficos de reflectancia. Quedaba por indicar una variable: el color de la luz al incidir sobre la superficie del ingenio. Pensativamente, Gersen llamó al especialista en colores de la planta y solicitó una serie de placas esmaltadas de acuerdo con el gráfico.

Mientras esperaba investigó otra idea. Las especificaciones eran tan exactas que sugerían cierto parecido o identificación con una criatura viviente. Una criatura pavorosa, sin duda, pero coherente con la filosofía de Kokor Hekkus. Preparó un resumen de las características de la fortaleza y lo remitió al SCTU. Doce minutos después recibió un informe en que se le comunicaba que ninguna criatura como la descrita había sido localizada en las referencias habituales, bestiarios, monografías o reportajes de expediciones. Muchos mundos poseían criaturas hasta cierto punto similares, lo que era del dominio público. El planeta Idora, Sadal Suud XI, contaba con una serpiente de mar segmentada de nueve metros de longitud; en la Tierra existían varias especies en miniatura; las Tierras Altas de Krokinole albergaban al dañino corretejados. El informe también citaba una curiosa y apropiada referencia de un antiguo volumen de cuentos infantiles. Leyendas del Viejo Thamber. Gersen pasó rápidamente la página. El fragmento decía:

«Corre y se desliza, serpentea y culebrea, camina y avanza: ¡ya baja de la montaña sobre sus treinta y seis garras flexibles! ¡Espantoso y horrendo es el paso tranquilo de la criatura, que mide la longitud de doce cadáveres!

»—¡Estamos perdidos! —sollozó la princesa Sozanella—. ¿Sucumbiremos ante el monstruo o nos entregaremos a los horribles duendes de Taddo?

»—¡Ten confianza! ¡Aférrate a la esperanza! —suspiró Dantinet—. ¡Pues es el enemigo secular de los duendes! ¡Desvía su negra faz y contempla Taddo! Se yergue para mostrar su estómago azul, el color de la impureza. Los duendes gimen y chillan de espanto, ¡pero ya es demasiado tarde! Y el monstruo los engulle en sus fauces. Ahora nos iremos, atravesaremos las tinieblas y los pasadizos; ¡por una vez, el Horror ha obrado un bien!»

Gersen cerró lentamente el informe. ¡Thamber! Otra referencia al mítico mundo. Xavar Mankinello, el especialista en colores, entró con unas muestras de esmaltes según las indicaciones de Kokor Hekkus. Gersen, mucho más impaciente que de costumbre, las alineó junto a los bocetos de la fortaleza. Había una diferencia evidente. Mankinello se inclinó, preocupado, sobre la mesa de trabajo.

—No hay el menor error. Tomé todas las precauciones necesarias.

—Partiendo de esta base, ¿de qué color debería ser la luz que le daría a estas muestras el mismo color del boceto?

—Las muestras son de un tono más pálido que el boceto —reflexionó Mankinello—. Vayamos al laboratorio.

Una vez allí, Mankinello colocó las muestras bajo un generador de color.

—Imagino que le interesa una incandescencia normal.

—Luz estelar normal. Supongo que viene a ser lo mismo.

—Hay alguna diferencia, debido a las atmósferas estelares, pero puedo preparar sin dificultades una progresión estelar. Empecemos con cuatro mil grados. —Giró una rueda, tocó un interruptor y utilizó un comparador—. Falta poco. —Volvió a girar la rueda—. Ahí está: cuatro mil trescientos cincuenta grados. —Observó por una mirilla—. Véalo usted mismo.

Gersen miró por la abertura. El color de las muestras era idéntico al del boceto.

—Temperatura del color cuatro mil trescientos cincuenta grados. ¿Clase K?

—Se lo diré con exactitud. —Mankinello consultó una relación—. Clase G8.

Gersen tomó las muestras y el boceto y volvió a la habitación que ocupaba como despacho. Los hechos se acumulaban. El planeta en cuestión era una estrella de tipo G8 y tenía una atmósfera de 0,84 G. Las referencias al mundo legendario de Thamber aparecían con peculiar frecuencia… Gersen llamó al SCTU y solicitó que le buscaran las referencias —hipotéticas, ficticias, mitológicas, históricas o las que fueran— para localizar el mundo perdido de Thamber. Media hora más tarde le entregaron una carpeta que contenía varias docenas de extractos, la mayoría carentes de interés. La información más concreta se hallaba incluida en unos versos tradicionales, muy populares en los patios de las escuelas:

Pon rumbo a la vieja Estrella del Perro,

un punto al norte de Achemar;

lleva tu nave hasta el margen extremo,

enfrente la muerte brilla con el resplandor de Thamber.

Solo la información contenida en los dos primeros versos tenía algo de sentido. Nada más se desprendía del estudio de la fortaleza. Gersen decidió que había llegado a un callejón sin salida. En algún lugar del espacio flotaba un mundo en el que Kokor Hekkus planeaba desembarcar un monstruo de metal. Este mundo podía ser el planeta natal de Alusz Iphigenia Eperje-Tokay, que se valoraba a sí misma en diez mil millones de UCL. Este mundo podía ser el Thamber de los mitos. Pero no había forma de saberlo.

Myron Patch apareció en el umbral de la puerta. Su cara redonda estaba tensa y demacrada. Miró un momento a Gersen y luego dijo con voz estentórea:

—Seuman Otwal está aquí.