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Del Manual Popular de los Planetas, 303.ª edición (1292):

«Krokinole: el tercer planeta más grande del Grupo de Rígel, decimocuarto en orden orbital.

»Observaciones generales: Considerado a veces el más bello de todos los planetas del Grupo, Krokinole puede proclamar con justicia que es el más diverso, tanto geográfica como étnicamente. Hay dos continentes extensos: Borkland y Sankland; y seis más pequeños: Cumberland, Layland, Gardena, Mergenthaler, Hopland y Skakerland.

»Cada uno de ellos contiene docenas de maravillas naturales. Podemos mencionar al azar los Pináculos de Cristal de Bize Parish y las Cascadas del Río Card en Dinker Parish, ambas en Cumberland; la Grieta que atraviesa el Mundo del Estado del Norte, Sankland; el Bosque Sumergido, cerca de la costa de Usemand, Skakerland; el Monte Jovah en las Tierras Altas de Gardena, la montaña más alta de todo el Grupo (12.832 metros sobre el nivel del mar).

»La flora y la fauna son complejas y altamente evolucionadas. Los casi extinguidos Supersalvajes, en tiempos señores del planeta, dispusieron de una inteligencia más que rudimentaria, como evidencia su único sistema luminoso de comunicaciones (llamarlo “lenguaje” sería cometer una traición semántica), sus barcos, cestos, lazos ornamentales y su organización en comités.

»La población humana de Krokinole es tan variada como la topografía; al igual que antes, solo podemos indicar la diversidad. Skakerland fue colonizada primero por un culto cismático de los skakers que llegaron a Olliphane; en las Tierras Altas de Gardena moran los singulares diablillos. Cumberland alberga a los industriosos y talentosos cabellos-blancos, mientras que los druidas caníbales vagan por las tundras del norte de Hopland. Otras razas son los arcadios, bataleses, singhels, pescadores de Oporto, jansenistas, alanos antiguos y muchas otras…»

Durante el regreso a Sasani a bordo de la 9-13 de Gersen, Myron Patch explicó con gran detalle sus negocios con Kokor Hekkus y los aspectos más sobresalientes de su propia vida. Nativo de la Tierra, había sido víctima de los Disturbios de Texahoma y se consideraba afortunado por haber salido con vida. Llegó a Krokinole sin un centavo y aceptó un trabajo de pescador de percebes en la Compañía Portuaria del Estuario de Card. Al poco tiempo abrió una tienda de accesorios mecánicos en Patris, la capital de los cabellos-blancos. En el curso de los dieciocho años siguientes, Patch prosperó y aumentó sus negocios hasta convertirse en dueño y administrador de las Obras de Ingeniería Patch, la mayor empresa de Cumberland en ese campo. Había conseguido una reputación tal de versatilidad e ingeniosidad que cuando Seuman Otwal le entregó una serie de extrañas instrucciones, Patch se interesó pero no se sorprendió.

Seuman Otwal, según la descripción de Patch, era un hombre algo más joven que él, increíblemente feo, con una larga nariz ganchuda que casi parecía tocar su mentón agudo e inclinado hacia arriba.

Seuman Otwal había obrado sin subterfugios. Se identificó como agente de Kokor Hekkus y expresó su satisfacción cuando Patch declaró estar dispuesto a trabajar para el mismísimo diablo, una vez que su dinero pasó sin el menor ruido el detector de fraudes.

Establecida la relación sobre estas sólidas bases, Otwal explicó sus planes. Quería que Patch diseñara y construyera una fortaleza ambulante con la apariencia de un monstruoso ciempiés, de veintitrés metros de largo y tres y medio de alto. El mecanismo consistiría en dieciocho segmentos, equipado cada uno con un par de patas. La fortaleza, para utilizar el término de Seuman Otwal, debería ser capaz de moverse a una velocidad mínima de sesenta kilómetros por hora mediante la sincronización perfecta de sus patas. Arrojaría fuego líquido por la boca, desprendería gases nocivos y dispararía rayos energéticos por unas troneras practicadas en su cabeza. Patch afirmó que le sería posible idear tal artilugio y, con el lógico interés, preguntó su propósito. Seuman Otwal se mostró disgustado al principio, pero luego explicó la fascinación de Kokor Hekkus por las maquinarias macabras y complicadas. Kokor Hekkus, vino a decir Otwal, había sido víctima recientemente de un desmandado grupo de salvajes, y la fortaleza «les hablaría en un idioma fácil de comprender».

Enardecido por el tema, Otwal obsequió a Patch con una larguísima disquisición sobre el terror. Según Otwal, había dos variedades de terror: el instintivo y el condicionado. Ambos tipos debían ser producidos simultáneamente, pues uno solo no anulaba por completo las reacciones del sujeto. El método de Kokor Hekkus consistía en identificar y analizar estos factores. En el momento de la aplicación seleccionaba e intensificaba los factores de máxima potencia.

—¡Uno no puede asustar a un pez con la amenaza de ahogarlo! —sentenció Seuman Otwal.

La narración continuó durante media hora, y la inquietud de Patch fue aumentando a cada segundo. Después de la partida de Otwal discutió largo rato con su conciencia sobre la moralidad de construir semejante horror.

—¿Alguna vez sospechó que Seuman Otwal podía ser el propio Kokor Hekkus? —le interrumpió Gersen.

—Desde luego, hasta el día en que Kokor Hekkus entró en la tienda. No se parecía en nada a Seuman Otwal.

—Descríbale, por favor.

—Es difícil. No presenta rasgos notables. Es tan alto como usted, ágil y nervioso, cabeza ni grande ni pequeña, facciones regulares y bien dibujadas. Lleva la piel teñida de un tono oscuro y viste al modo de los cabellos-blancos viejos. Sus modales son corteses, casi afectados, pero ni convencen ni tratan de convencer. Sus ojos, mientras habla pausadamente y escucha con atención, siempre brillan, y uno sabe que está pensando en las extrañas cosas que ha visto y en las siniestras hazañas que ha llevado a cabo.

Los dos niños, que deseaban saber dónde estaba Rígel, interrumpieron la conversación. Gersen señaló la blanca llamarada en la lejanía y volvió su atención a Patch, que seguía describiendo su desorden mental. Había sufrido, afirmó, toda clase de escrúpulos, recelos y temores, pero al fin decidió guiarse por dos consideraciones: primero, ya se había comprometido desde el momento en que el dinero obraba en su poder, la cantidad de 427.685 UCL; y segundo, si no era él quien construía la máquina, otros lo harían. Así que inició el trabajo, a pesar de su íntima convicción de estar creando un mecanismo diabólico.

Gersen escuchaba sin hacer comentarios y, de hecho, no experimentaba una gran desaprobación. Patch parecía un individuo inofensivo que, para su desgracia, carecía de una moralidad automática.

Continuó la construcción; la fortaleza fue adquiriendo forma. Kokor Hekkus hizo una nueva aparición, con el propósito de inspeccionarla. Para consternación de Patch, expresó su más profunda decepción. Ridiculizó el movimiento de las patas, que calificó de desmañado y obviamente inorgánico. En su opinión, la fortaleza «no asustaría ni a un niño». Patch, aterrado al principio, recobró enseguida su serenidad. Sacó las instrucciones y demostró que las había cumplido al pie de la letra. En ningún momento había suministrado falsas informaciones acerca del movimiento de las patas. Kokor Hekkus se mantuvo en sus trece. Insistió en que el objeto era inaceptable y exigió a Patch que efectuara los cambios convenientes. Patch, malhumorado, se negó a aceptar cualquier responsabilidad: haría los cambios, pero necesitaba más dinero. Kokor Hekkus retrocedió como si le hubieran abofeteado. Un seco y violento gesto de su mano dio a entender que Patch había ido demasiado lejos. Patch, dijo, no había cumplido el contrato, que quedaba desde ese momento anulado; exigía, por lo tanto, la devolución del dinero pagado por adelantado, o sea, 427.685 UCL. Patch rehusó. Kokor Hekkus hizo una reverencia y se marchó.

Patch consiguió un arma, pero le sirvió de muy poco: cuatro días más tarde fue abordado por tres hombres, golpeado concienzuda pero desinteresadamente, arrojado a la cala de una nave espacial y conducido a Intercambio, donde se estipuló su rescate en 427.685 UCL. Patch no tenía amigos, ni parientes, ni socios; debido a ciertas deudas acumuladas durante el proceso de expansión de su empresa, la venta forzosa de su tienda le reportó apenas doscientos mil UCL. Había abandonado cualquier esperanza de ser rescatado y aguardaba con resignación a que le vendieran como esclavo. Entonces apareció Gersen. Patch preguntó los motivos de Gersen. Sentía una gratitud sin límites, reconocía la generosidad de Gersen, pero estaba seguro de que había algo más. Gersen, por su parte, no deseaba confiarse a Patch.

—Digamos que soy socio de la Compañía de Construcciones y Obras de Ingeniería Patch y que, a cambio del rescate pagado, se me otorga el cincuenta y uno por ciento de las acciones de la Compañía.

Patch declaró con cierta tristeza que estaba satisfecho con el trato.

—¿Desea un reconocimiento formal de la sociedad?

—Redacte un memorándum al efecto. En esencia, quiero el control absoluto sobre la política de la compañía por un período indefinido, no superior a cinco años. En cuanto a los beneficios, ahora no necesito dinero, por lo que puede destinarlos a reponer la suma avanzada.

A Patch no le gustaba demasiado la idea, pero carecía de argumentos para rebatirla. Le asaltó un súbito pensamiento y se frotó la cara con nerviosismo.

—¿Acaso quiere hacer más negocios con Kokor Hekkus?

—Ya que lo pregunta… sí.

—Permítame que al instante registre un cuarenta y nueve por ciento de votos negativos. —Se pasó la lengua por los labios—. Si en su mente queda todavía un dos por ciento dudoso, los votos negativos rechazarán esta temeraria ambición.

—Todo el cincuenta y uno por ciento clama en favor de arrebatar a Kokor Hekkus el dinero conseguido ilegalmente de los fondos de la compañía —comentó Gersen, satisfecho.

Patch inclinó la cabeza.

—Así sea.

Rígel destellaba en el cielo. Gersen localizó Alphanor; Daro y Wix se pusieron muy nerviosos. Gersen les observaba con una mueca irónica. En cuanto regresaran al oscuro caserón de las soleadas colinas de Taube se arrojarían en los brazos de sus padres. El rapto, el encarcelamiento, la vuelta al hogar se convertirían en vagos recuerdos. Gersen sería olvidado… Gersen meditó sobre los caprichos del destino que le habían transformado en —localizó tristemente la palabra— un monomaníaco. ¿Qué sucedería si, gracias a un fantástico entramado de circunstancias, lograba vengar la catástrofe del Monte Agradable en las personas de los cinco Príncipes Demonio? ¿Qué sucedería entonces?

¿Le apetecería retirarse, comprar un terreno en el campo, buscar una novia y casarse, tener hijos? ¿O el rol de némesis se habría integrado de tal forma en su naturaleza que jamás podría olvidarlo, jamás podría oír hablar de hombres malvados sin apresurarse a castigarlos? Todo era posible. Y, para colmo, el impulso no surgiría de la indignación o el daño moral, sino de un reflejo, de una reacción desprovista de pasión; y la única satisfacción se derivaría de gratificar una necesidad fisiológica menor, como eructar o rascarse un grano.

Reflexiones de este tipo sumían siempre a Gersen en una profunda melancolía, y durante todo el viaje se mostró brusco y lacónico. Los niños le observaban sorprendidos, aunque no atemorizados, porque al fin habían aprendido a confiar en él.

De regreso a Alphanor, de regreso al continente de Scitia, de regreso al anticuado espaciopuerto de Marquari, provincia de Garreu. Nada más aterrizar, Gersen se comunicó por videófono con Duschane Audmar, que exhibía unas ojeras muy marcadas. Gersen adivinó que había pasado muchas horas en blanco pensando en la misión. Se interesó brevemente por el estado de sus hijos y aceptó las palabras tranquilizadoras de Gersen con un seco asentimiento.

No había servicio aéreo entre Marquari y Taube, y las naves espaciales estaban proscritas, excepto en los espaciopuertos. Gersen acompañó a los niños a bordo del barco que hacía la travesía hasta Taube, un amplio y pesado buque cargado de mercancías en el pañol y de pasajeros en la parte superior. Tardaba un día y una noche en recorrer los ochocientos kilómetros que separaban ambas ciudades. En Taube alquiló el viejo deslizador de superficie y subió la empinada pendiente que llevaba a la mansión de Duschane Audmar. Los niños saltaron del coche y corrieron atropelladamente, sin mirar ni una sola vez a Gersen, hacia los brazos de su madre, que esperaba en el umbral de la puerta. Apenas podía contener las lágrimas, y Gersen fue consciente del vacío que existía en su interior, pues había tomado afecto a los niños. Entró en la casa y ahora, en la seguridad del hogar, Daro y Wix saltaron sobre él, le abrazaron y besaron.

Audmar le hizo pasar a la austera habitación donde habían hablado por primera vez. Gersen relató sus peripecias.

—Kokor Hekkus necesita diez mil millones de UCL. Confía obtener esta cantidad extorsionando a los cien individuos más ricos del Oikumene, a razón de cien millones cada uno. Hasta el momento ha conseguido reunir una tercera parte de esta cifra, y el dinero entra en sus arcas con gran rapidez. Desea el dinero para rescatar a una joven que, para huir de su acoso, se ha refugiado en Intercambio y ha fijado su tarifa de rescate en diez mil millones de UCL.

—Hum —dijo Audmar—. Esta joven debe de ser extraordinariamente atractiva para que Kokor Hekkus la valore en este precio.

—Eso parece… aunque ningún objeto valorado en esta cantidad tenga que ser obligatoriamente deseable. Me habría gustado examinar a la mujer, pero, actuando como su propio patrocinador, exige diez mil UCL por verla, supongo que para chasquear la curiosidad de gente como yo.

—La información puede valer o no cien millones de UCL para el Instituto, de donde proviene el dinero. Mis hijos han vuelto a casa; le estoy agradecido, por supuesto, pero temo que he permitido a mis sentimientos interferir en mi razón. Temo que me he comprometido personalmente.

Gersen no hizo ningún comentario. En privado pensaba lo mismo. Sin embargo, el Instituto solo podía culparse a sí mismo. Si esa fuera su voluntad, destruiría sin dudarlo a Kokor Hekkus.

—Un segundo punto de interés. El nombre de la joven es Alusz Iphigenia Eperje-Tokay. Es nativa del planeta Thamber, o al menos así lo afirma.

—¡Thamber! —El interés de Audmar se había despertado por fin—. ¿Es en serio o bromea?

—Creo que lo dice en serio.

—Interesante. Incluso si es una patraña. —Miró de soslayo a Gersen—. ¿Tiene algo más que decirme?

—Usted me dio una cierta cantidad para mis gastos. Utilicé una parte de manera pertinente: me he hecho con el control de la Compañía de Construcciones y Obras de Ingeniería Patch, de Patris, Krokinole.

—Era lógico que lo hiciera —asintió Audmar con ironía.

—La oportunidad se me presentó en Intercambio. Myron Patch estaba patrocinado por Kokor Hekkus, bajo rescate de cuatrocientos veintisiete mil seiscientos ochenta y cinco UCL. La cifra me intrigó. Pregunté y cuando Patch afirmó que podía localizar a Kokor Hekkus pagué los honorarios, tomando como garantía la sociedad.

Audmar se puso en pie, caminó hacia la puerta y regresó con una bandeja de licores.

—Averigüé que Myron Patch había estado construyendo un monstruo mecánico para Kokor Hekkus —siguió Gersen—: una fortaleza ambulante en forma de ciempiés de dieciocho segmentos.

Audmar sorbió su licor, alzó el vaso y admiró los reflejos rosados y violetas.

—No es necesario que me justifique sus gastos —dijo—. Han servido para pagar algunas interesantes informaciones y, de paso, han devuelto dos niños adorables a su hogar.

Terminó el licor y depositó el vaso con un leve tintineo. Gersen, que había sacado más conclusiones de lo silenciado que de lo dicho en voz alta, se levantó y dijo adiós.


Patris, capital de la Unión de Parroquias de Cumberland, serpenteaba durante millas a lo largo del estuario del río Card, con sus suburbios residenciales a orillas del lago Ock. En el Barrio Viejo subsistían muchos edificios milenarios de tres y cuatro plantas, construidos con resistente ladrillo negro, de fachada angosta, altas y estrechas ventanas y elevados tejados. Río arriba, en la Ciudad Nueva de setecientos años de antigüedad, descollaban las famosas Bóvedas del Río: once monumentales estructuras de un tipo desconocido en todo el universo. Medían doscientos cincuenta metros de altura: triángulos truncados con arcos de sesenta metros tallados desde la base. Eran idénticas, excepto en el color; cada una albergaba comercios, estudios y áreas de servicio en la base, mientras que la parte superior se destinaba a apartamentos para la élite urbana. Entre las bóvedas de la Ciudad Nueva y las estructuras de ladrillo negro del Barrio Viejo se extendía una sombría zona industrial en la que Myron Patch tenía su tienda. Escoltó a Gersen hasta la puerta principal con una mezcla de impaciencia, indecisión, orgullo, ansiedad y dignidad herida. Era mucho más grande de lo que Gersen pensaba, pues ocupaba un terreno de sesenta metros de largo por treinta de ancho, con un almacén de piezas y material diverso en la parte de arriba. Patch pareció deprimido cuando encontró la tienda cerrada con candado y silenciosa.

—Yo pensaba que en tiempos de crisis los empleados pondrían manos a la obra para que la maquinaria no se detuviera, por así decirlo, o al menos harían lo imposible por rescindir las deudas de su patrón. Un centenar de hombres y mujeres viven gracias a mí, y ni uno de ellos se ha dignado preguntar por mi situación al representante de Intercambio.

—Tal vez estarían muy ocupados buscando un nuevo empleo —sugirió Gersen.

—Fuera lo que fuese, no estoy muy contento.

Patch abrió las puertas de par en par, introdujo a Gersen en el cavernoso interior y señaló la sección que había sido tapiada y aislada de la planta.

—Seuman Otwal insistió en que debía guardarse el mayor de los secretos. Ante su insistencia, utilicé empleados de la máxima confianza, sometiéndoles a un proceso hipnótico en que les ordenaba que olvidaran todo cuanto vieran en el Taller B después de salir por la puerta. También añadí la sugestión de que trabajaran con gran celo y precisión, de que no sintieran hambre, sed, ganas de hablar o fatiga durante las horas de trabajo; y debo decir que jamás vi un equipo de trabajadores más admirable. Estaba a punto de hacer lo mismo con el resto de la plantilla cuando me raptaron; de hecho, pensé que me había topado con asesinos a sueldo del Sindicato Protector de los Trabajadores.

Acompañó a Gersen por la tienda a través de fraguas, cortadoras, moldes, soldadores y tornos, hasta llegar frente a una puerta que ostentaba el símbolo universal PROHIBIDO EL PASO, en letras rojas de un palmo de ancho. Patch compuso la combinación que abría la cerradura.

—Puesto que somos socios no debe haber secretos para usted.

—En efecto —dijo Gersen.

La puerta se deslizó a un lado, atravesaron una antesala y accedieron al Taller B. Allí estaba la fortaleza ambulante. El lenguaje melifluo de Patch no había preparado a Gersen para el feroz aspecto del ingenio. La cabeza estaba equipada con seis mandíbulas en forma de guadaña y un collar de aceradas púas. El ojo era una franja monocolor, y el orificio de ingestión una especie de boca cónica en lo alto de la cabeza con un par de brazos a cada lado. Detrás seguían los dieciocho segmentos, cada uno suspendido sobre un par de patas de gran longitud recubiertas de una piel rugosa y amarillenta. En el extremo opuesto aparecía una protuberancia, a modo de segunda cabeza, también provista de un equipo de púas metálicas. El torso aún no estaba terminado, aunque exhibía un brillo acerado.

—¿Qué opina usted? —preguntó Patch ansiosamente, como si esperase la aprobación o la reparación de la afrenta sufrida.

—Impresionante —dijo Gersen, y Patch pareció satisfecho—. Me gustaría saber para qué lo quiere.

—Observe.

Patch se subió en la cabeza del objeto, utilizando las púas como escalera. Se introdujo por las fauces entreabiertas y desapareció. Gersen se quedó solo en la sala con aquel horror de veintitrés metros. Podía destilar veneno por las púas, arrojar fuego por los ojos. Un golpe de la mandíbula podía partir en dos el tronco de un árbol. Gersen miró a derecha e izquierda y se retiró a la antesala. Patch parecía un buen tipo, sinceramente agradecido, pero ¿por qué poner la tentación a su alcance?

Se situó de forma que no le pudiera ver desde la cabeza y espió. Patch había activado el sistema de funcionamiento. El objeto había cobrado vida. La cabeza dio una sacudida, las púas se agitaron, las mandíbulas entrechocaron. Desde unas aberturas practicadas a un lado de la cabeza surgió un bramido salvaje; Gersen se estremeció. El bramido murió. El objeto empezó a moverse: las patas de segmentos alternos subían y avanzaban mientras las otras retrocedían.

El ingenio se balanceaba, mecido por el movimiento suave, aunque algo rígido, de las patas. El ciempiés de metal se detuvo y brincó lateralmente; un paso, dos pasos, tres pasos. Entonces el flanco de las patas más cercanas dio la impresión de derrumbarse. El objeto se tambaleo y cayó con un espantoso estruendo contra la pared. Gersen habría muerto aplastado de haber permanecido en el Taller B. Inevitable, sin duda… un defecto del mecanismo, una torpeza del operador… Patch surgió de la boca, pálido y sudoroso, los ojos llenos de consternación. Gersen, desde la antesala, habría jurado que su preocupación era real, que Patch estaba horrorizado por lo que iba a presenciar. Patch saltó al suelo y rebuscó bajo la montaña de escombros.

—¡Gersen! ¡Gersen!

—Detrás de usted —dijo el interpelado.

Patch se volvió al instante y si el alivio que expresaba su rostro no era genuino, pensó Gersen, el arte de la mímica había perdido una gran estrella.

Patch, sin aliento, se deshizo en excusas. El mecanismo que controlaba las patas de la parte izquierda había fallado, una deficiencia con la que no contaba. En cualquier caso, el objeto estaba destrozado.

Salieron del Taller B y cerraron la puerta detrás suyo.

—Mañana —dijo Patch— volveremos al trabajo. No sé lo que habrá sido de mis antiguos clientes, pero siempre cumplí a entera satisfacción sus encargos y es posible que se decidan a confiar en nosotros nuevamente.

Gersen no dejaba de mirar el Taller B.

—¿Qué clase de defectos consideraba inaceptables Kokor Hekkus?

—El movimiento de las patas —explicó Patch con voz contrita—. Decía que no causaba el efecto deseado. La marcha era demasiado rígida y forzada. Solo serviría una marcha suave y flexible. Yo enumeré las dificultades y el gasto que ocasionaría un sistema semejante. Incluso tengo serias dudas sobre la viabilidad de este proyecto, considerando la masa de la fortaleza y el terreno que debe atravesar, muy escabroso según creo.

—Mi idea es esta —dijo Gersen—. Kokor Hekkus nos robó casi medio millón de UCL. Quiero recobrar ese dinero.

—Mejor sería olvidarnos de él. —Patch esbozó una triste y temblorosa sonrisa—. Negocios de esa clase no nos beneficiarán. Lo pasado, pasado está. Venga a mi oficina. Repasaremos las cuentas.

—No. Dejaré estos asuntos en sus manos. En lo referente a la fortaleza ambulante, sin embargo, pienso que es indispensable recuperar nuestro dinero. Y lo haremos de una forma legal y sin riesgos.

—¿Cómo? —preguntó Patch, dudoso.

—Modificaremos la fortaleza para que complazca a Kokor Hekkus. Después se la venderemos por el precio estipulado.

—Tal vez. Pero hay algunas dificultades: que ya no la necesite, o que no tenga el dinero. O, aún más plausible, que seamos incapaces de modificar la fortaleza a su gusto.

—En algún lugar he visto algo susceptible de vencer esta dificultad… Al otro lado del Oikumene está Vanello, un mundo frecuentado por los habitantes de Scorpio. En una de sus fiestas religiosas, se iza una cubierta de pétalos de flores sobre una plataforma sostenida por un tubo largo y flexible. Otra plataforma similar eleva una mesa sobre la que hay desplegados algunos objetos simbólicos… si no recuerdo mal, un libro, un cáliz, una calavera. No importa. La sacerdotisa celebra sus ritos mientras los tubos se emparejan. Averigüé que los tubos están compuestos, a su vez, de varias docenas de tubos más pequeños que contienen una suspensión: virutas de hierro en un líquido viscoso. Por reacción a campos de fuerza internos, estos tubos se contraen selectivamente con gran vigor. Cualquier contorsión de los tubos es posible. Me parece que este sistema puede aplicarse a las patas de la fortaleza ambulante.

Patch se rascó la barbilla.

—Si lo que dice es correcto, me inclino a darle la razón.

—Primero consultaremos con Seuman Otwal si Kokor Hekkus aún necesita la fortaleza.

Patch exhaló un profundo suspiro, alzó los brazos y los dejo caer a los costados.

—Así sea… aunque preferiría tratar con víboras.

Pero cuando llamó al hotel en que Seuman Otwal solía alojarse, le dijeron que el señor Otwal ya no residía allí y que estaría ausente por un tiempo indefinido.

Patch escuchó las noticias con inmenso alivio. Por indicación de Gersen, y a regañadientes, dejó su nombre y el ruego de que el señor Otwal llamara lo más pronto posible.

El rostro del empleado del hotel se desvaneció. Patch recobró su buen humor.

—Después de todo no necesitamos su repugnante dinero, obtenido de los crímenes más espantosos. Quizá podamos vender el monstruo como una curiosidad, o poner asientos en la parte de atrás y hacerlo pasar por un excéntrico autocar. ¡No tema, Kirth Gersen! ¡Su dinero está seguro!

—No estoy interesado en el dinero. Quiero a Kokor Hekkus.

Patch dio muestras de considerar esta declaración extraña o incluso perversa.

—¿Para qué?

—Quiero matarle —dijo Gersen, y luego lamentó haber hablado más de la cuenta.