JACK VANCE (San Francisco, 1916 - Oakland, 2013), fue un escritor de ciencia-ficción, misterio y fantasía cuya prosa exótica, pletórica de sensaciones y sentimientos, desbordaba con mucho las convenciones del género en el que se inscribía. En un estilo muy reconocible, inventivo y enérgico, sutil y lírico, en ocasiones rayano en lo ampuloso, creaba mundos futuros o fantásticos o dibujaba paisajes imposibles que servían de marco a grandes ciclos épicos, como el que recoge una de sus obras más conocidas, La tierra moribunda (Ultramar, 1989), en la que se que refleja un futuro muy distante en el que el sol se va apagando y donde magia y tecnología llegan a hermanarse. De la mano de Vance salieron algunos de los más tempranos y mejores ejemplos de «aventuras planetarias», un género que contribuyó a fundar a mediados del siglo pasado y en el que escribió algunas de sus obras maestras. Su producción es vasta: centenares de relatos breves y más de 100 novelas. Gran parte de su obra se ha traducido al castellano y otras lenguas peninsulares.
Pese a su estilo extrañamente destilado, Vance se consideraba un simple artesano, ajeno a la escritura como arte. Afirmaba que su prolífica obra respondía únicamente a la necesidad de ganarse la vida. De hecho, había iniciado su carrera en las factorías de literatura pulp que proliferaron en Estados Unidos después de la II Guerra Mundial, en las que multitud de negros trabajaban a destajo por un salario mísero para un público carente de pretensiones culturales.
Vance fue el tercero de una familia de cinco hijos que se criaron en ausencia del padre en el rancho californiano de su abuela materna. En 1937, después de una serie de trabajos ocasionales, ingresó en la Universidad de California en Berkeley, donde estudió Ingeniería de Minas, Física, Periodismo e Inglés y empezó a escribir historias de ciencia-ficción. En 1941 se cansó de la academia y buscó trabajo como electricista en Pearl Harbour. Tampoco el entorno militar resultó de su agrado y, providencialmente, decidió regresar a California pocas semanas antes del ataque japonés a la base.
Volvió a matricularse en la Universidad y se licenció en 1942. Quiso enrolarse en la marina mercante y, como era muy miope desde niño, memorizó la tabla opto métrica para poder pasar las pruebas. Su mala vista siempre fue un problema y pasó sus últimas décadas prácticamente ciego.
A lo largo de su carrera recibió los más altos galardones que concede el gremio de la ciencia-ficción, entre ellos tres premios Hugo, un Nebula y un World Fantasy al conjunto de su obra.