La cuenca del mar Caspio y de Asia central, áreas que durante un tiempo estuvieron en su mayor parte bajo el dominio de la Unión Soviética, son ahora la cabina de mandos para una versión energética propia del siglo XXI del «Gran Juego» imperial del siglo XIX. Hoy día la región está dividida en ocho Estados nuevos: Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, a los que hay que añadir Rusia e Irán. Aunque las reservas vírgenes de hidrocarburos del Caspio no son tan voluminosas como las situadas en la zona del Golfo Pérsico, constituyen una fuente de energía nueva e importante, de modo que ejercen una poderosa fuerza magnética. Prácticamente todas las principales naciones consumidoras han intentado establecer una cabeza de playa en la cuenca del Caspio, mientras Rusia —aunque no tiene necesidad de petróleo o gas natural— ha procurado dominar el transporte y la distribución de las riquezas energéticas de la región. El resultado ha sido un peligroso remolino de presiones competitivas.
El área más amplia del Caspio se ha revelado en los últimos años como un terreno crucial para la inversión por parte de compañías energéticas internacionales, tanto privadas como estatales. Según un informe emitido en enero de 2007 por el Departamento de Energía de Estados Unidos (DoE): «La región del mar Caspio, incluyendo el mar y los Estados que lo rodean, es importante para los mercados mundiales debido a su potencial para convertirse en uno de los principales exportadores de petróleo y de gas natural durante los próximos diez años».1 Las previsiones del DoE sobre la producción futura de energía ofrecen esta descripción un tanto vaga pero que es muy gráfica. Se espera que la producción petrolífera en la zona del Caspio aumente en un 171 por ciento entre 2005 y 2030, siendo así una de las pocas áreas del mundo que tiene el potencial para alcanzar un aumento de semejante magnitud. El DoE predice que la producción de gas natural aumentará al menos en el mismo porcentaje, si no más.2 Lo que es igual de significativo es que las nuevas naciones situadas en la región del Caspio están ansiosas por exportar su energía sobrante a los mercados internacionales y, en su mayor parte, también están abiertas a colaborar con las empresas extranjeras para hacerlo posible.
Pocos podrían haber previsto esta situación tan extraordinaria hace sólo veinte años. Hasta el desmembramiento de la Unión Soviética, los Estados de Asia central y del Cáucaso se encontraban bajo el control férreo de Moscú, y todos los excedentes de petróleo y de gas que producían se consumían en su mayor parte dentro de las fronteras de la URSS. Las empresas energéticas extranjeras no tenían permiso para actuar en este área, y la mayoría de decisiones relativas al diseño e instalación de las plataformas petrolíferas, refinerías y oleoductos las tomaban los planificadores centrales en Moscú. Por lo general, Moscú tendía a favorecer la explotación de los yacimientos de petróleo y de gas natural en la propia Rusia, dejando sin explotar algunos de los depósitos de hidrocarburos más prometedores de la cuenca. Dado que a los soviéticos les faltaba el conocimiento técnico —y la disposición— para explotar los yacimientos submarinos del mar Caspio, también éstos quedaron sin explotar en gran medida.
Todo esto cambió después de 1991, con la aparición de los Estados independientes de la cuenca del Caspio. Deseando liberarse del sistema económico soviético pero careciendo de la capacidad técnica y económica para explotar plenamente sus reservas de petróleo y de gas, buscaron ayuda desesperadamente en las empresas extranjeras. La primera compañía que se aprovechó de esta apertura sin precedentes fue Chevron, que en 1993 firmó un acuerdo de muchos miles de millones con el Gobierno de Kazajistán, para explotar el enorme yacimiento de Tenzig, situado en tierra firme. Desde entonces un ejército de otras empresas, incluyendo compañías de Italia, Francia, Gran Bretaña, Noruega, China y Japón, ha adquirido derechos sobre otros yacimientos prometedores de la región.3
Estas compañías —y los Gobiernos que han propiciado y facilitado sus esfuerzos— se han unido al equivalente de la carrera del oro norteamericana, una oportunidad infrecuente para acceder a recursos que anteriormente habían estado fuera de su alcance. Para Estados Unidos y Europa, el Caspio supone una alternativa atractiva al Golfo Pérsico y sus problemas. El punto de vista chino es parecido, en parte debido a la ansiedad que provoca la inestabilidad crónica del Golfo, y en parte por el temor de que algún día Estados Unidos use su posición dominante allí para bloquear el acceso de China a sus reservas petrolíferas. En Europa son muchos los que esperan que el Caspio reduzca su dependencia de Rusia, a pesar de que al mismo tiempo los rusos pretenden ampliar su control sobre el transporte de petróleo y de gas a mercados extranjeros. Esta compleja interacción de motivos da pábulo a una lucha cada vez más implacable por los recursos energéticos de la región.
La cuenca del mar Caspio no es exactamente una región subdesarrollada en cuanto a la producción de energía. A finales del siglo XIX, las áreas en torno a Baku (en lo que hoy día es Azerbaiyán) y Grozny (en Chechenia, una asediada república de la Federación Rusa) eran productores de petróleo importantes. En aquella época la empresa Standard Oil Company, de John D. Rockefeller, era la principal productora del proveedor mundial número uno, Estados Unidos. A medida que la demanda de derivados del petróleo iba creciendo por todo el mundo, los inversores astutos vieron la oportunidad de desafiar el dominio estadounidense mediante la expansión de la producción en el Cáucaso. Dos importantes familias europeas —los Nobel de Suecia y los Rothschild de Francia— se mostraron especialmente ambiciosas, adquiriendo propiedades sustanciales en la región de Baku. Gracias en parte a su osadía y a su perspicacia para los negocios, en la década de 1880 el área de Baku casi equiparaba la producción de Estados Unidos. Se hicieron grandes fortunas, y la ciudad se convirtió en un centro neurálgico de riqueza y comercio. Sin embargo, la expansión rápida y despreocupada perjudicó los yacimientos petrolíferos de Baku, y la producción fue reduciéndose gradualmente.4
Tras la Primera Guerra Mundial y el establecimiento de la Unión Soviética, todas las empresas extranjeras de Baku se nacionalizaron, y sus operaciones se reconfiguraron para satisfacer la necesidad creciente de la USSR, que se industrializaba rápidamente. La producción de petróleo siguió adelante, pero los soviéticos explotaron nuevos campos en Siberia occidental, más cerca del núcleo industrial ruso. A pesar de ello, cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, Baku producía suficiente petróleo como para instigar un ataque importante del ejército alemán, que las fuerzas soviéticas detuvieron al final en las montañas al oeste de Grozny. Algunos analistas consideran que el fracaso de Hitler al no lograr tomar Baku y hacerse con sus reservas de petróleo, representó uno de los puntos de inflexión más cruciales de la Segunda Guerra Mundial, obligando a Alemania a enfrentarse a los aliados, cuya industria cada vez era más poderosa, con unas reservas de petróleo cada vez menores.5
La producción se recuperó de nuevo después de la guerra, pero ahora, cuando se puso mayor énfasis en ampliar los campos de la Unión Soviética en Siberia occidental, Rusia permitió que las plantas de perforación y procesamiento en la región de Baku se fueran deteriorando. Aunque se hicieron algunas inversiones en los recursos abundantes de gas natural y de uranio de Asia central, las antiguas plataformas petrolíferas del área de Baku no se sustituyeron, y toda aquella zona adoptó el aspecto de un páramo abandonado, con un medio ambiente deteriorado irremisiblemente. «El paisaje [de Baku] está literalmente cubierto de residuos de las antiguas explotaciones petrolíferas —observó Guy Chazan, del Wall Street Journal, en una fecha tan reciente como 2005—. A orillas del Caspio, junto a viejas glorias como la Villa Nobel [que una vez fuera el palacio de la familia], encontramos bosques enteros de torres de perforación soviéticas que se oxidan entre pozas de lodo negro.»6 En la película de James Bond El mundo nunca es suficiente, de 1999, podemos ver algunas imágenes de este páramo de pesadilla.
Cuando llegó el colapso de la Unión Soviética en 1991, los principales productores del Caspio —Azerbaiyán, Kazajistán, Turkmenistán y Uzbekistán— eran factores insignificantes en el comercio internacional de petróleo. Aquel año su producción conjunta fue de unos meros 995.000 barriles diarios; tres años después, la producción total del Caspio se había reducido a 835.000 barriles, prácticamente un 1 por ciento de la producción mundial total.7 Pero para entonces, las empresas energéticas extranjeras comenzaban a fijar su atención en la riqueza petrolífera potencial del Caspio. Muy conscientes de que los geólogos petrolíferos soviéticos habían identificado depósitos promisorios en Kazajistán y el lecho marino del Caspio, pero sin lograr explotarlos, estas compañías estaban ansiosas por sacar ventaja del olvido histórico de Moscú. Además, las nuevas élites que fueron haciéndose con el poder en la zona se sintieron inclinadas a ponerse de parte de Occidente, tanto para demostrar su independencia de Moscú como para generar nuevas fuentes de riqueza para sí mismas. Al cabo de poco tiempo, los gigantes de la energía —Chevron, Exxon, BP y Shell— peinaban la región en búsqueda de prometedoras concesiones de petróleo y gas.
Cuando empezó esta búsqueda, muchos analistas de la energía —alucinados por la posibilidad de encontrar gigantescas reservas nuevas de petróleo y de gas— emitieron informes muy exagerados sobre el potencial energético último del Caspio. Por ejemplo, en un informe de abril de 1997 para el Congreso, el ministerio de Asuntos Exteriores estadounidense afirmó que la región albergaba hasta 200.000 millones de barriles de petróleo, es decir, unas diez veces la cantidad que se calculaba existía en el mar del Norte.8 Aunque esta cifra de 200.000 millones de barriles no estaba respaldada por datos geológicos rigurosos, se convirtió en una especie de mantra, repetido cada vez que se debatían las posibilidades de extracción petrolífera en la región.9 El Departamento de Energía se mostró sólo un poco más circunspecto, informando en junio de 2000 que la cuenca del mar Caspio albergaba entre 18.000 y 35.000 millones de barriles de petróleo en reservas «demostradas», junto con unos 235.000 millones de barriles en otras reservas «posibles».10 A pesar de todo, esa cifra de 200.000 millones de barriles siguió actuando como un poderoso imán para los inversores y sus patrocinadores gubernamentales.
Sin embargo, cuando apenas habían pasado unos pocos años del nuevo siglo, empezó a prevalecer una valoración más cauta del potencial del Caspio. «La región del mar Caspio contiene unas reservas demostrables que se calculan entre 17.000 y 44.000 millones de barriles, comparables con Qatar, en el primer caso, y con Estados Unidos en el segundo», informó el Departamento de Energía en septiembre de 2005.11 Estas cifras, y no los 200.000 millones de barriles a los que se dio tanto bombo en los años noventa, son los que dominan actualmente las evaluaciones comerciales del potencial a largo plazo de la cuenca. Pero lo que hoy día interesa más a las compañías energéticas mundiales es un conjunto bastante distinto de proyecciones: las que afectan a la capacidad productiva diaria de esa zona. Como muchos de los yacimientos de petróleo y de gas más importantes del Caspio están por explotar o acaban de iniciar su producción comercial, se espera que la región vaya aumentando progresivamente su producción en una época en la que muchos otros yacimientos del mundo cada vez proporcionan menos. Por esto, según el DoE, la producción petrolífera combinada del Caspio se estima que aumente de 2,1 millones de barriles diarios en 2005 a 4,3 millones de barriles en 2015, 4,8 en 2020, y 5,7 en 2030.12 Si tantas naciones consumidoras de energía se han sentido atraídas por la zona del mar Caspio, ha sido precisamente para hacerse con un trozo de esta producción añadida.
Y aunque lo primero que atrajo a la región a las empresas extranjeras fue el petróleo del Caspio, es probable que el gas natural mantenga vivo ese interés a largo plazo. Azerbaiyán, Kazajistán, Turkmenistán y Uzbekistán, en conjunto, contienen 321 billones de pies cúbicos [9,1 billones de metros cúbicos] en reservas de gas demostradas que, si se unieran, podrían convertirlos en el cuarto proveedor mundial de gas después de Rusia, Irán y Qatar.13 Además, se cree que estos cuatro países contienen reservas de gas adicionales, «posibles». Dado que los soviéticos sólo explotaron a medias esos depósitos, poseen un gran potencial para aumentar la producción en el futuro. Además, el no disponer de la capacidad de traslado necesario del combustible mediante una red de gasoductos para entregarlo a clientes extranjeros, inhibe el uso pleno de las reservas de la región; sin embargo, de construirse esas tuberías, podrían constituir una nueva fuente energética para Europa, el subcontinente indio y el Lejano Oriente.14
El interés de los inversores se ha centrado sobre todo en cuatro países de la zona: Azerbaiyán y Kazajistán respecto al petróleo y al gas natural; Turkmenistán y Uzbekistán en lo tocante sólo al gas natural. También se cree que existen algunos otros depósitos más modestos de petróleo y de gas en los segmentos ruso e iraní del mar Caspio.15 Georgia, aunque posee poco petróleo y gas propios, ha llegado a desempeñar un papel importante como país de tránsito para la exportación de petróleo y gas del Caspio. (Véase la Tabla 5.1.)
Al principio los inversores se interesaron sobre todo en Azerbaiyán, que, después de todo, se había contado entre los principales productores de petróleo del mundo. Aunque los campos en tierra firme del país llevaban tiempo en decadencia, se pensaba que existían reservas importantes en su sector del mar Caspio. En 1994 un consorcio de BP, Chevron, Exxon Mobil y otras empresas firmó lo que algunos denominaron «el negocio del siglo» para explotar los yacimientos submarinos de Azeri, Chirag y Guneshli (ACG) en el mar Caspio. Juntos, se calculaba que estos tres yacimientos asociados albergaban unos 6.500 millones de barriles de petróleo, que prometían convertir el proyecto en uno de los más grandes del mundo. Hacia 2006 producían unos 400.000 barriles diarios, cifra que se prevé que alcance 1 millón de barriles en 2010, teniendo en cuenta el volumen de la producción azerbaiyaní. Hay otro campo submarino, el Shah Deniz, que se calcula que tiene grandes reservas de gas natural. Sin embargo, no se han detectado otras fuentes importantes de hidrocarburos en las aguas costeras de Azerbaiyán, lo cual ha inducido a algunos inversores a irse del país.16
A medida que la estrella de Azerbaiyán se eclipsaba, la de Kazajistán aumentaba su brillo. Aunque durante la era soviética no fue uno de los grandes productores, ha recibido un considerable interés de otros países, y hoy día se encuentra al borde de un aumento significativo de la producción. «Después de años de inversiones extranjeras en los sectores del petróleo y el gas natural del país [Kazajistán], ha empezado a darse cuenta de su tremendo potencial para la producción», informó el DoE en octubre de 2006.17 Se calcula que la producción de petróleo del país aumentará desde 1,3 millones de barriles diaKrios en 2005 hasta 3,5 millones de barriles en 2015, y considerablemente más en 2025. La producción de gas natural también se espera que pase de 0,57 billones de pies cúbicos [16.145 metros3] en 2005 a 1,84 billones [52.000 metros3] en 2015.18
Hay algunos yacimientos en tierra firme que explican el volumen de la producción actual de Kazajistán. Tengiz, el mayor de ellos, está situado en unas marismas junto a la costa norte del mar Caspio; este campo, controlado por un consorcio de Chevron, Exxon Mobil, KazMunaiGaz (propiedad del Estado kazajo) y Lukoil, una empresa rusa, en 2006 producía unos 450.000 barriles diarios, y se espera que alcance los 700.000 a finales de la década.19 Otros grandes depósitos en tierra firme incluyen Karachaganak, explotado por la italiana Eni, BG Group (antes British Gas), Chevron y Lukoil; y el campo de Aktobe, explotado por la China National Petroleum Corporation (CNPC).
No obstante, el máximo potencial de Kazajistán se encuentra en dos yacimientos submarinos, Kashagan y Kurmangazy. Kashagan, situado al norte del Caspio, cerca del núcleo petrolífero de Atyrau, se considera el yacimiento petrolífero más grande fuera de Oriente Próximo, con unas reservas que se calculan entre 7.000 y 13.000 millones de barriles de petróleo y gas natural convertido a líquido; un consorcio formado por Royal Dutch Shell, Exxon Mobil, ConocoPhillips, Eni, Total de Francia, Inpex de Japón y KazMunaiGaz explota este yacimiento, y se prevé que la producción comience en 2011.20 Sin embargo, a pesar de esta gran promesa, Kashagan ha padecido importantes demoras debido a las disputas legales entre los miembros del consorcio, y también a diversos problemas geológicos y ambientales.21 (El petróleo de Kashagan contiene grandes concentraciones de sulfuro de hidrógeno, un gas venenoso, y el mar Caspio alberga poblaciones de focas y esturiones, ahora amenazadas.) Kurmangazy plantea unos problemas igual de importantes, incluyendo el hecho de que solapa la frontera marítima entre Kazajistán y Rusia, de modo que sin duda su explotación tendrá que pasar por complejas negociaciones bilaterales. A pesar de todo esto, se espera que los dos campos aumenten significativamente el rendimiento neto de energía del país.22
Aunque son pocos los analistas que duden del potencial de Kazajistán, se han suscitado preguntas sobre la rapidez con que aumentará la producción el Gobierno y cómo abordará una serie de objetivos encontrados, entre ellos el beneficio económico a corto plazo frente al de largo plazo, el control estatal frente a la participación internacional, y el alto riesgo de perjuicios ambientales que conllevan estos proyectos. Al principio parecía que las normas que iban a prevalecer serían la participación extranjera y el desarrollo rápido, en vez de la protección ambiental y la planificación cuidadosa a largo plazo, pero en agosto de 2007 el Gobierno dejó entrever un posible cambio de rumbo. Suspendió un permiso para operaciones en el campo de Kashagan, sosteniendo que se daban violaciones del medio ambiente y demoras de construcción inaceptables; en septiembre se impusieron onerosas multas ecologistas a los explotadores del campo de Tengiz. Después de unas negociaciones prolongadas y en ocasiones tensas, ambas actuaciones dieron como resultado unos pagos más elevados al Gobierno y un papel más destacado para KazMunaiGaz, la compañía energética propiedad del Estado; después de lo cual, como había sucedido con el proyecto ruso de Sakhalin-2, los problemas ambientales se solventaron casi milagrosamente.23
Ni Turkmenistán ni Uzbekistán poseen cantidades importantes de petróleo, pero sus amplias reservas de gas natural tienen un gran interés para los productores extranjeros. BP sostiene que los dos países tienen unas reservas de gas demostradas de 167 billones de pies cúbicos [4.726 millones de m3], más o menos comparables a las que sabemos que tiene Argelia. También se cree que ambos países tienen reservas «posibles» que podrían, algún día, constituir más o menos la misma cantidad que la actual.24 La explotación ha avanzado lentamente, sobre todo debido a las dificultades de transportar el gas al mercado. Los únicos gasoductos existentes para la exportación están controlados por la empresa rusa Gazprom, que no ha tenido ninguna prisa para ver cómo los suministros de Asia central competían con las ventas de gas ruso en Europa. Sin embargo, si se construyen nuevos gasoductos, Turkmenistán y Uzbekistán podrían convertirse en los principales proveedores para Europa, el sur de Asia y China.25
La primera empresa energética extranjera que entró en la región en la era postsoviética fue Chevron Corporation (originariamente, la Standard Oil Company of California). En 1990 quiso adquirir una porción del gigantesco campo Tengiz, en Kazajistán; aunque obstaculizados por los burócratas soviéticos, que seguían siendo poderosos, la empresa llegó a un acuerdo rápido con los nuevos líderes de Kazajistán poco después de que el país declarase su independencia en 1991.26 En aquel momento el acuerdo representó la mayor inversión única de una empresa estadounidense en la antigua USSR, y sigue destacando incluso hoy día.27 Además, para llevar hasta el mercado el abundante petróleo del yacimiento, Chevron fue pionera en la formación del Caspian Pipeline Consortium (CPC), que al final construyó un nuevo conducto de exportación que iba desde Kazajistán, pasando por la costa norte del mar Caspio, hasta el puerto ruso de Novorossisk, en el mar Negro.28 Poco después llegaron a la región otras empresas estadounidenses, incluyendo Exxon Mobil y ConocoPhillips, buscando recursos propios en el Caspio. En 1994, Exxon se convirtió en un importante accionista en la Azerbaijan International Operating Company (AIOC), creada para explotar los campos ACG en el sector de Azerbaiyán del mar Caspio.
Aunque al principio el interés por el potencial energético de la zona estuvo motivado por los instintos comerciales de las petrolíferas estadounidenses, los altos mandos del Gobierno pronto empezaron a considerarla un asunto estratégico. Washington empezó enseguida a fomentar la aparición de Estados robustos, económicamente viables, en el espacio no ruso de la antigua Unión Soviética. Los políticos norteamericanos consideraban a estas naciones como un bastión contra un posible superpoder ruso futuro y también como una manera de reducir la dependencia estadounidense de los suministros petrolíferos de Oriente Próximo. Esos responsables políticos creían que, al contribuir a iniciar nuevos proyectos energéticos, las empresas estadounidenses podrían contribuir a generar nuevas fuentes de ingresos para los nuevos Estados del Caspio, que luchaban por desarrollarse, permitiéndoles así eludir la tenaza político-económica de Moscú, mientras, al mismo tiempo, aportaban nuevos suministros de petróleo y gas natural a los mercados internacionales. La administración Clinton defendió con un especial entusiasmo esta forma de hacer las cosas.29 Como explicó Bill Clinton al presidente Heydar Aliyev, de Azerbaiyán, en una reunión celebrada en la Casa Blanca en agosto de 1997, al respaldar las empresas energéticas de su país, «no sólo contribuimos a que Azerbaiyán prospere, sino también a diversificar nuestro suministro energético y a fortalecer la seguridad de nuestra nación».30
Siguiendo esta perspectiva, el Gobierno estadounidense asumió la responsabilidad directa de las negociaciones con las autoridades locales del Caspio sobre los proyectos petrolíferos futuros, y ayudó a las empresas norteamericanas a acceder a prometedores depósitos de petróleo y de gas. El propio presidente Clinton participó en estas empresas, telefoneando a menudo a los líderes de la región en beneficio de empresas estadounidenses, o invitando a personajes clave, como Aliyev de Azerbaiyán, a la Casa Blanca, donde les dispensaba recepciones de alfombra roja.31
«Hemos tenido mucho éxito para fomentar las visitas de alto nivel a la región y procedentes de ella», comentó Stuart Eizenstat, subsecretario de Estado para asuntos económicos, comerciales y agrícolas, durante un testimonio inusualmente revelador ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado en octubre de 1997. «El presidente de Georgia, Shevardnadze, el presidente de Azerbaiyán, Aliyev, y el presidente de Kirguizistán, Akayev, visitaron Washington este verano, [y] el presidente kazajo Nazarbayev lo hará en noviembre… La Primera Dama [Hillary Clinton] visitará Kazajistán, Kirguizistán y Uzbekistán en noviembre; nuestro nuevo embajador ante la NIS [nuevos Estados independientes de la antigua URSS], Steve Sestanovich, viajará a Asia central y al Cáucaso la semana que viene».32 Es evidente que este tipo de implicación directa de la Casa Blanca prevaleció durante toda la era Clinton, fomentando la presencia estadounidense en toda la región. Los Departamentos de Estado y de Defensa también tuvieron un papel esencial, ofreciendo cantidades sustanciales de ayuda económica y militar a los Gobiernos de la cuenca del Caspio, que cada vez se mostraban más amistosos.33
Hubo otras consideraciones estratégicas —dictadas en gran medida por las características geográficas distintivas de la zona—, que contribuyeron también a conformar la política estadounidense en la región. Para empezar, el mar Caspio está cerrado, de modo que las exportaciones de hidrocarburos de cualquier tipo deben viajar por tierra, mediante oleoductos, hasta los mercados extranjeros. La mayoría de los oleoductos existentes en la zona la construyeron los soviéticos durante la era de la Guerra Fría, de modo que pasan por Rusia en ruta hacia otros clientes. Aunque los dirigentes norteamericanos no se opusieron a que una parte de la energía procedente del Caspio se transportara hasta los mercados a través de esos oleoductos, querían asegurarse de que ni toda ella ni la mayor parte siguiera esta ruta en el futuro. Como resultado, tanto la administración Clinton como la administración Bush fomentaron vigorosamente rutas de exportación alternativas.
Sin embargo, da la casualidad de que la ruta alternativa más sensata para transportar la energía del Caspio a los mercados sería usando unos oleoductos que atravesarían Irán para llegar a sus instalaciones de exportación, bien afianzadas, en la costa del Golfo Pérsico. Por supuesto, incluso en los años noventa, la idea de fomentar la riqueza regional y el poder de Irán, de la forma que fuese, era un anatema absoluto para Washington. Enfrentándose a ese dilema, los dirigentes norteamericanos asumieron el liderazgo para planificar y supervisar la construcción del oleoducto Baku-Tiflis-Ceyhan (BTC), un conducto mucho más largo, complejo y caro, cuya principal ventaja era que evitaba tanto Rusia como Irán. Siguiendo unos planes que se trazaron durante la administración Clinton y que se concluyeron durante la del Bush más joven, hoy día la línea se extiende a lo largo de más de 1.600 km, desde Baku, en la costa del Caspio de Azerbaiyán, hasta Tiflis en Georgia, y luego hasta Ceyhan, en la costa mediterránea de Turquía, desde donde los petroleros llenan sus tanques de crudo del Caspio para su distribución por todo el mundo.34
Aunque ambas administraciones pregonaron los beneficios económicos del oleoducto BTC, desde el principio estuvo claro que Washington estaba motivado en gran medida por el deseo de reducir el papel de Rusia en el transporte de petróleo y de gas, de excluir a Irán de la participación en la explotación de la energía del Caspio, y de fomentar la presencia estadounidense en la región. «Esto tiene que ver con la seguridad energética de Estados Unidos, que depende de la diversificación de nuestras fuentes de petróleo y gas —declaró el que entonces era secretario de Energía, Bill Richardson, en una etapa crucial de la explotación del oleoducto—. También pretende evitar las incursiones estratégicas de aquellos que no comparten nuestros valores».35
George W. Bush se había mostrado muy crítico con la política extranjera de Clinton durante la campaña presidencial de 2000, pero una vez que llegó al poder rápidamente hizo suyas las técnicas estratégicas de su predecesor en la región del mar Caspio. Como Clinton, el nuevo presidente otorgó una gran importancia a la terminación del oleoducto BTC, así como a la explotación —con una participación estadounidense sustancial— de nuevos yacimientos de petróleo y de gas en Azerbaiyán y Kazajistán. También adoptó el principio de que las autoridades estadounidenses tuvieran un papel principal para garantizar la aprobación del Gobierno local de tales proyectos. Estas políticas, y otras relacionadas con ellas, se incorporaron a la Política Energética Nacional de la administración Bush en mayo de 2001, justo unos meses antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre.36
Dado que las redes de ºaida responsables de los ataques estaban basadas en el Afganistán gobernado por los talibanes y tenían vínculos con grupos islámicos violentos que operaban en los Estados de Asia central adyacentes, las relaciones estadounidenses con los países del Caspio se militarizaron notablemente debido al 11-S y a la consiguiente guerra mundial contra el terrorismo. Al cabo de unas semanas de los ataques, Washington solicitó la ayuda de Estados locales amistosos para realizar operaciones militares contra Al Qaida y los talibanes afganos.37 Por primera vez se garantizaron los derechos de vuelo de la aviación norteamericana por toda la región, y se crearon bases logísticas estadounidenses en el aeropuerto international de Manas, en Kirguizistán, y en la base aérea de Janabad, en Uzbekistán. El presidente Bush también buscó la ayuda de Moscú en las operaciones afganas y, sospechando que la intervención estadounidense en la zona aumentaría los disturbios en el Golfo Pérsico, pidió a los rusos que aumentasen sus propias exportaciones de petróleo. A su vez, la Administración dio su bendición al oleoducto que construyó Chevron y sus socios CPC para transportar el petróleo de Tengiz a través de Rusia y hasta el mar Negro.38
Durante un tiempo, la Casa Blanca intensificó su postura competitiva en la adquisición de energía del mar Caspio, en un intento de colaborar con Rusia y los Estados de Asia central para suprimir a Al Qaida y otras organizaciones extremistas. Pero los objetivos subyacentes en la estrategia estadounidense, incluyendo la disminución permanente de la influencia rusa sobre la región, siguieron siendo básicamente los mismos. En realidad, a medida que empezaba a diluirse la conmoción inmediata provocada por el 11-S y la lucha en Afganistán comenzó a reducirse (al menos por el momento), los objetivos básicos norteamericanos se reafirmaron con más fuerza que antes.
Cuando en 2002 la atención de Washington empezó a alejarse de las operaciones en proceso en Afganistán hacia una invasión posible de Iraq, muchos en la región llegaron a la conclusión de que Estados Unidos pretendía esencialmente cumplir sus propios intereses nacionales, y no fomentar la seguridad en la cuenca del Caspio. Tras la invasión que se produjo en marzo de 2003, el espíritu de cooperación posterior al 9 de septiembre que pudiera quedar en Asia central se esfumó en gran parte. Además, en aquel momento Rusia estaba decidida a desempeñar un papel mucho más activo en la región, manifestando una tolerancia cada vez menor frente a la presencia de bases militares estadounidenses en las antiguas repúblicas soviéticas de la URSS. Además de esto, China, que en realidad no había formado parte de la ecuación geopolítica del Caspio antes del 11-S, empezó a adquirir un papel más destacado. De repente, la administración Bush se encontró atrapada en una competición inesperada y tripartita por el poder y la influencia regionales, así como por el control sobre el flujo de petróleo y de gas, competición en la que los otros dos jugadores empezaban a trabajar de una forma muy parecida a una sociedad.39
Las empresas energéticas norteamericanas y la administración Bush siguieron decididas a desempeñar el papel decisivo en esta competición. Las gigantescas compañías estadounidenses ya ha-bían conseguido participaciones importantes en los tres campos más grandes de la región (los campos Kashagan y Tengiz en Kazajistán y el complejo ACG en Azerbaiyán), y tenían un papel esencial en muchos otros proyectos. Entretanto, la Casa Blanca lanzó una campaña para fomentar la construcción de nuevos conductos energéticos por el fondo del mar Caspio, que transportarían petróleo y gas natural de Kazajistán y Turkmenistán hacia el oeste por medio de la tubería BTC o por gasoductos paralelos.40 En 2005, Karen Harbert, secretaria asistente de energía para políticas y relaciones internacionales, dijo: «La Administración ha respaldado sistemáticamente el desarrollo de nuevos proyectos de conducción, sobre todo un pasillo de transporte este-oeste que saldría de Kazajistán y pasaría por Azerbaiyán, Georgia y Turquía para llegar al Mediterráneo».41 Además, tras la muerte del presidente vitalicio de Turkmenistán, Saparmurat Niyazov, en diciembre de 2006, la Administración lanzó una ofensiva diplomática en toda regla contra su sucesor, Gurbanguly Berdymujammedov, para construir un gasoducto para gas natural por el fondo del Caspio que llegase a Azerbaiyán, y que conectara con un nuevo gasoducto que se estaba construyendo junto a la línea petrolífera BTC.42
Sin embargo, la creciente resistencia por parte de Moscú supuso un dolor de cabeza tras otro para la administración Bush, que había llegado a considerar a una Rusia recién surgida como un impedimento grave e inesperado. En una de las manifestaciones más drásticas de la determinación de la Casa Blanca para contrarrestar las incursiones rusas en la zona, el vicepresidente Cheney voló a Kazajistán en mayo de 2006 para convencer al presidente Nazarbayev de que exportase con urgencia el petróleo de Kashagan a través de un oleoducto que atravesara el Caspio y del oleoducto BTC, en lugar de usar los oleoductos que atravesaban Rusia.43 El presidente Bush también hospedó a los líderes de Azerbaiyán y Kazajistán en la Casa Blanca, en un intento ulterior de fomentar la influencia norteamericana en la región.44 Pero éste es el tipo de juego al que Putin demostró que sabía jugar con gran habilidad y con unas ventajas innegables en las antiguas repúblicas soviéticas.45
Poco después de que Chevron y otras empresas con sede en Estados Unidos empezaran a intentar acceder a las reservas de petróleo y de gas del Caspio, Moscú empezó a interesarse considerablemente por esta región. Al principio las autoridades rusas parecían interesarse sobre todo por la llamativa presencia de las compañías estadounidenses —y quienes las respaldaban desde el Gobierno— en una zona que había formado parte integral de la antigua Unión Soviética y que Moscú aún consideraba que formaba parte de su esfera de influencia. «En Rusia no hemos pasado por alto que determinadas fuerzas extranjeras intentan debilitar nuestra posición en la cuenca del Caspio, para meter una cuña entre nosotros y otros Estados de la zona», observó Andrei Y. Urnov, ministro de Asuntos Exteriores ruso y director del grupo de trabajo en el mar Caspio.46 Tras esto se produjeron varios intentos agresivos por parte de los rusos para frustrar los objetivos estadounidenses, algunos evidentes y otros ocultos.47 No obstante, con el paso del tiempo esta postura dio paso a otra más pragmática, destinada a maximizar la participación rusa en la extracción del petróleo y el gas del Caspio y en su transporte a los mercados de Europa o de otros lugares.
En 1994, Moscú suspendió su oposición a que la AIOC [Azerbaijan International Operating Company] desarrollase los oleoductos transcaucásicos destinados a exportar el crudo azerbaiyaní a través de Georgia, después de que a una empresa rusa, Lukoil, se le concediera una participación del 10 por ciento en el consorcio. Moscú también suavizó su crítica de la participación de Chevron en el campo de Tengiz, en Kazajistán, una vez que las empresas rusas consiguieron un papel significativo en el transporte de su petróleo por medio del Caspian Pipeline Consortium, y que una empresa conjunta ruso-estadounidense, LukArco, recibiera una participación de un 5 por ciento en el propio campo. En esa época Lukoil también recibió una participación del gigantesco yacimiento de Karachaganak, y de algunos depósitos más pequeños en Kazajistán.48
A medida que los líderes rusos comprendían los beneficios económicos y geopolíticos de participar en los proyectos energéticos del Caspio, se esforzaron en aumentar las oportunidades para las empresas rusas. Una consecuencia notable de esto fue una brusca inversión en la postura moscovita sobre la demarcación de los límites marítimos en el mar Caspio, que es el fundamento legal para cualquier proyecto de extracción submarina. Antes de la ruptura de la URSS, la explotación de los recursos submarinos estaba gobernada por un tratado de 1921 entre Irán y la Unión Soviética. Pero con la aparición en 1991 de tres nuevos Estados litorales —Azerbaiyán, Kazajistán y Turkmenistán— había que establecer un marco legislativo alternativo.
Una vez que comenzaron las negociaciones sobre un nuevo tratado del Caspio, Moscú favoreció inicialmente una versión modificada del acuerdo de 1921, concediendo a cada uno de los cinco Estados litorales una zona costera exclusiva, pero dejando la mayor parte de las aguas profundas bajo una jurisdicción compartida, una postura que habría dado a Rusia poder de veto sobre cualquier plan respaldado por Estados Unidos para extraer petróleo y gas en las aguas profundas de Azerbaiyán.49 Pero cuando las empresas rusas empezaron a fijar la vista en prometedoras zonas de exploración en las aguas que estaban contiguas a la propia costa rusa del Caspio, Moscú cambió de actitud. En lugar de ello apoyó la postura que favorecían Azerbaiyán y Kazajistán, que daba a todo Estado litoral el control sobre todas las aguas costeras que se extendían hasta la línea media que los separaba. En mayo de 2003, Rusia firmó un acuerdo con esos dos Estados, dividiendo el mar Caspio del norte en tres zonas económicas exclusivas, mediante el cual cada signatario obtenía una parte más o menos proporcional a la longitud de su línea de costa.50
Entonces Rusia actuó agresivamente para desarrollar proyectos energéticos en sus propias aguas costeras, montando el escenario para la explotación conjunta de las reservas de hidrocarburos que estaban sobre la frontera marítima ruso-kazaja. En enero de 2006, Lukoil, que en 1995 obtuvo el derecho de explorar la zona costera de Rusia, anunció el descubrimiento de un importante yacimiento de petróleo y gas. Este campo, bautizado como Filanovsky, se calcula que contiene 600 millones de barriles de petróleo y 1,2 billones de pies cúbicos [34.000 m3] de gas natural.51
Además, mediante una serie de movimientos bien sincronizados, el Gobierno (en combinación con Gazprom, Rosneft y otras empresas estatales) concluyó acuerdos de miles de millones de dólares con productores clave del Caspio o con Estados de paso para la compra, el transporte y la reexportación de su energía a clientes adinerados de Europa y otros lugares. El primero de estos acuerdos se cerró en abril de 2006 con el presidente Nazarbayev de Kazajistán. Permitía un aumento sustancial de la capacidad del oleoducto CPC para transportar el petróleo de Tengiz al puerto ruso de Novorossisk, en el mar Negro. Cuando termine su ampliación, este oleoducto podría transportar unos 67 millones de toneladas anuales, un tremendo aumento respecto a los 28 millones de toneladas que transportaba en 2006.52
Luego los rusos centraron su atención en el transporte de gas de Asia central. En septiembre de 2006, el presidente de Gazprom, Alexei Miller, firmó un acuerdo con Turkmenistán para la compra de 50 mil millones de metros cúbicos de gas natural cada año hasta 2009, por un precio de 100 dólares los mil metros cúbicos. Aunque esta cantidad es considerablemente superior a los 65 dólares que Gazprom había pagado a Turkmenistán, la media era aún muy inferior a los 235 dólares o más que Gazprom cobraba a sus clientes de Europa occidental. El trato también proporcionaba a la compañía una fuente garantizada de suministros para el mercado doméstico ruso y ucraniano, liberando más gas ruso para su exportación a Europa a un precio mayor, y disparando así los beneficios de la empresa (junto con los ingresos del Estado ruso).53
En 2007 dio comienzo un proyecto ruso incluso más ambicioso. En su primera fase, los presidentes Putin y Nazarbayev acordaron establecer una empresa conjunta para transportar gas natural desde el gigantesco campo de Karachaganak hasta la planta procesadora de Gazprom en Orenburg, Rusia, para exportarlo a los clientes europeos mediante el gasoducto de Gazprom.54 Putin y Nazarbayev se unieron después al presidente Berdymujammedov, de Turkmenistán, para anunciar la construcción de un nuevo gasoducto para gas natural que transportaría el gas turkmeno a Rusia pasando por Kazajistán. Este gasoducto, que se construiría a lo largo de la costa este del mar Caspio, transportaría inicialmente 20.000 millones de metros cúbicos anuales (cantidad que más tarde aumentaría a 30.000 millones).55 Inmediatamente después, los tres jefes de Estado indicaron que un cuarto, el presidente Islam Karimov, de Uzbekistán, se había unido a ellos comprometiéndose a modernizar y ampliar el gasoducto de la era soviética que seguía la ruta Turkmenistán-Uzbekistán-Kazajistán-Rusia (conocido también como la línea Asia central-Centro), para permitir el aumento de la exportación de gas de Turkmenistán y Uzbekistán a Rusia.56
Este trío de acuerdos, si se ponen en práctica, concederán a Rusia el control sustancial de la distribución del gas natural de Asia central durante bastante tiempo. Aún están en proyecto otros planes para su transporte mediante otras rutas y a otros destinos, incluyendo propuestas de gasoductos que irían hacia China, al este, y al oeste por el fondo del mar Caspio, hasta Azerbaiyán, Georgia y Europa; pero éstos, a principios de 2008, no pasaban de ser en gran medida proyectos sobre el papel.57
En su búsqueda de un estatus como coloso energético, Rusia también ha intentado extraer más uranio de la región, para alimentar su creciente batería de centrales nucleares. Tras ver cómo se agotaban en gran medida muchas de sus propias minas, Rosatom, la Agencia Federal Rusa de la Energía Atómica, ha desarrollado planes para aumentar su importación de uranio de Kazajistán, Kirguizistán y Uzbekistán.58 Kazajistán, que posee en torno al 20 por ciento de todas las reservas de uranio del mundo, es un objetivo primordial para el impulso importador ruso. En mayo de 2007, los dirigentes de Rusia y Kazajistán acordaron crear empresas conjuntas para acelerar la extracción de uranio kazajo y establecer una planta internacional de enriquecimiento de uranio en Angarsk, Rusia.59 El país también posee las mayores reservas de carbón de Asia central, y también éstas se están extrayendo a un ritmo acelerado para exportarlas a Rusia.60
A medida que han ido creciendo los intereses energéticos y económicos rusos, también lo ha hecho su participación política en la cuenca del mar Caspio. Bajo el paraguas de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y su rama militar, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO), el presidente Putin y otros altos dirigentes rusos forman parte de un torbellino regular de diplomacia en esa región, reuniéndose frecuentemente con sus homólogos de Asia central y participando en empresas conjuntas y diversas con ellos. Es raro que pase una semana sin que surja alguna noticia sobre una reunión entre Putin (o uno de sus altos representantes) y diversos potentados del Caspio. Algunos de esos encuentros son meras oportunidades para sacarse una foto; otros conllevan una negociación dura —y, sin duda, la aplicación de técnicas coercitivas— sobre acuerdos comerciales, rutas de oleoductos y gasoductos, votos en las Naciones Unidas, etc.61
En su lucha por obtener ventajas políticas en este campo de juegos tan crucial, Moscú y Washington han aportado a esta competición una dimensión militar que no puede ignorarse. Ambos países han establecido importantes vínculos militares con los Estados del Caspio, y ambos han establecido (o conservado) bases en esa zona: Estados Unidos en Afganistán, Kirguizistán y (durante un tiempo) Uzbekistán; Rusia en Armenia, Azerbaiyán, Georgia (que protestó), Kirguizistán y Tayikistán. Los líderes de ambos países afirman que esos proyectos representan una respuesta prudente a amenazas específicas de seguridad, en especial las procedentes de Al Qaida, los talibanes y otros movimientos extremistas. Pero está claro que sirven como símbolos importantes de la presencia en la zona, como lo hacen los envíos necesarios de armas, los ejercicios militares y los sistemas de alianzas.
Cuando se inició la lucha por obtener la ventaja geopolítica en la cuenca del Caspio en los años noventa, parecía una competición bilateral entre Estados Unidos y Rusia. Sin embargo, recientemente ha surgido otro jugador importante: la República Popular de China, que ha empezado a buscar sus intereses estratégicos en la región. A menudo, ha parecido que Pekín se ha puesto de parte de Moscú, dando pie a que en Washington se hablara adustamente de un eje chino-ruso en Asia central. No obstante, cuanto más nos acercamos al punto donde está la acción, más complejo parece este baile tripartito y potencialmente letal, en el que China, por lo general, sigue un derrotero destinado a maximizar su propia seguridad energética.62
La primera vez que China intentó conseguir una presencia importante en Asia central fue después de la disgregación de la Unión Soviética en 1991. Con la repentina aparición de cinco Estados en su periferia, Estados que nadie había puesto a prueba y algunos de los cuales albergaban grupos étnicos que tenían parientes en China, Pekín se inquietó por la posibilidad de que se produjera una inestabilidad regional. Al principio intentó erradicar la posibilidad de que cualquiera de esos países pudiera servir como santuario para separatistas uigures que luchaban por establecer un Estado musulmán independiente («Turkestán Oriental») en la remota región autónoma de Xinjiang. De modo que los dirigentes chinos empezaron a fomentar la cooperación regional en el campo de la protección fronteriza y el antiterrorismo, un impulso que condujo, en 1996, al establecimiento de «Los Cinco de Shanghái», un consorcio que incluía a China, Kazajistán, Kirguizistán, Rusia y Tayikistán, con el objetivo inicial de combatir el extremismo y el separatismo.63 En 2001 esta entidad se amplió convirtiéndose en un cuerpo regional a gran escala, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), y Uzbekistán se añadió a su lista de miembros.64
Pero aunque las consideraciones sobre fronteras y seguridad interna dominaron las primeras relaciones entre China y las nuevas repúblicas de Asia central, inevitablemente el tema de la energía se colocó en primer plano. Desde que China empezó a depender parcialmente del petróleo importado, en 1993, había estado con la vista puesta en las reservas de petróleo y de gas de la cuenca del Caspio, e intentando construir oleoductos desde esa región hasta su propio territorio. En realidad, Hu Jintao ha convertido el aumento de la adquisición de energía del Caspio en una prioridad gubernamental central, ya desde que se convirtió en presidente en 2003, y ha asumido la responsabilidad personal de ampliar los vínculos entre su país y esta región.
La estrategia «hacia el oeste» de China ha estado motivada, por encima de todo, por la pura necesidad. Las amplias reservas vírgenes de petróleo y gas no podían por menos que atraer la atención de Pekín.65 No obstante, aparte de esa necesidad, hay otros dos motivos energéticos que impulsan a China. El primero es la geografía. Como los Estados de Asia central están situados en la periferia de China, sus reservas de petróleo y gas pueden enviarse directamente a territorio chino y luego transportarse mediante oleoductos domésticos a las áreas urbanas e industriales por todo el país. Aunque las distancias son considerables, aún existe un atractivo evidente en la proximidad relativa. Además de esto, los líderes chinos esperan que la energía del Caspio contribuya a incitar el desarrollo económico en Xinjiang y en otras provincias occidentales, que en gran medida no han logrado beneficiarse del crecimiento espectacular del resto del país, lo cual ha generado un descontento social y político.66
Otro motivo específico de la zona del Caspio es la seguridad energética. «A los líderes chinos les incomoda que Estados Unidos sea el poder dominante en Oriente Próximo, la región que proporciona a China la mayor parte de sus importaciones petrolíferas —explica Erica Downs, de la RAND Corporation—. Actualmente China no posee la capacidad naval necesaria para defender sus envíos marítimos de petróleo y, en consecuencia, considera que su paso por aguas dominadas por la Marina estadounidense… es una vulnerabilidad estratégica clave.»67 Esta vulnerabilidad se puede reducir hasta cierto punto, según creen los estrategas chinos, si aumentan los envíos energéticos por tierra, en especial desde Rusia y la región del Caspio.68
Buena parte del esfuerzo chino se ha centrado en Kazajistán, que ha recibido una atención inagotable por parte de los líderes chinos.69 El cortejo ávido a que ha sometido China a Kazajistán empezó en 1997, cuando Pekín ofreció 4.300 millones de dólares por una participación importante en el campo petrolífero de Aktobe, y prometió otros 3.500 millones para construir un oleoducto de 3.000 km (uno de los más largos del mundo) desde ese yacimiento hasta la frontera china. Aunque la empresa estatal china CNPC adquirió una participación del 88 por ciento en el campo de Aktobe, poco después de llegar a la presidencia Hu Jintao visitó Kazajistán y reafirmó el compromiso de Pekín con el oleoducto, «un indicio importante —declaró a los periodistas en aquel momento— de que China presta mucha atención y confiere una gran importancia al desarrollo de relaciones amistosas con Kazajistán».70 La construcción del primer tramo del oleoducto, que conecta el campo de Aktobe con el centro petrolífero de Atyrau cerca de la costa del Caspio, se acabó en 2003; el segundo segmento, que mide 990 km y va de Atasu, en Kazajistán central, hasta Alashankou, en la frontera chino-kazaja, se concluyó en diciembre de 2005. El tercer y último segmento, que conectará los otros dos, se prevé que se concluirá en 2011.71
Para llenar de crudo este nuevo oleoducto, China ha estado adquiriendo campos petrolíferos por todo Kazajistán. En 2003, CNPC compró una participación del 50 por ciento en el campo de Buzachi norte, que se cree posee entre 1.000 y 1.500 millones de barriles de petróleo. Luego CNCP se unió a Sinopec para pujar por el 16,67 por ciento que tenía British Gas (ahora Grupo BG) en la gigantesca reserva de Kashagan, cuando esa empresa decidió vender su participación; sin embargo, a las dos empresas las bloquearon otros miembros del consorcio Kashagan, que usaron sus derechos contractuales para adquirir la participación de BG.72 Frustrados, los directivos de CNPC compraron entonces PetroKazakhstan, la empresa con sede en Canadá y con importantes activos en Kazajistán, por la que pagaron 4.200 millones de dólares en agosto de 2005, obteniendo así el control del campo de Kumkol Sur y una parte de la propiedad de los campos Kumkol Norte y Kazgermunai.73 (Para satisfacer a las autoridades kazajas, CNPC se vio obligada a vender una parte de sus nuevas propiedades a una empresa estatal kazaja, KazMunaiGaz.74) Si bien ninguna de estas reservas puede compararse en tamaño con los dos campos más grandes de Kazajistán, Tengiz y Kashagan, proporcionan a China una batería de reservas que, juntas, representarán un día una fuente de energía considerable.
Aunque CNPC y Sinopec fueron la cabeza visible del impulso chino, el Gobierno central tuvo un papel esencial en la búsqueda de reservas kazajas. El propio presidente Hu tomó parte activa en las negociaciones, reuniéndose en diversas ocasiones con su homólogo kazajo, Nursultan Nazarbayev, para garantizar el trato de favor para las compañías chinas. En julio de 2005, Hu y Nazarbayev llegaron incluso a declarar una «sociedad estratégica» entre los dos países, centrándose especialmente en estrechar los vínculos energéticos entre ellos.75 Aunque no se ha dado mucha publicidad a los detalles, se piensa que este acuerdo conlleva la adquisición de más campos kazajos por parte de empresas chinas, así como la expansión del incipiente sistema de oleoductos y gasoductos chino-kazajos.76
Pekín también ha andado buscando petróleo y gas en otras repúblicas de Asia central. Por ejemplo, en Uzbekistán las empresas energéticas chinas han barrido el país buscando adquisiciones posibles, mientras los líderes chinos hacían la corte al gobernante autocrático del país, el presidente Karimov. Después de la general condena por parte de Occidente de la brutal represión de Karimov de una insurgencia civil en la ciudad de Andizhan, en mayo de 2005, que dejó muertos a varios cientos de manifestantes desarmados,77 China invitó al presidente uzbeko a una visita oficial de gala. Mientras estaba en Pekín, Karimov firmó un contrato por 600 millones de dólares para la explotación conjunta de campos petrolíferos en torno a Bujara por parte de CNPC y de la compañía estatal de Uzbekistán, Uzbekneftegaz. «Respaldamos los esfuerzos realizados por el Gobierno uzbeko para estabilizar su situación doméstica y su compromiso con el desarrollo pacífico de su país», declaró un alto cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores chino en aquel momento; una señal poderosa, aunque expresada con palabras demasiado anodinas.78
Los chinos han invertido grandes esfuerzos para conquistar a los líderes de Turkmenistán, un país que actualmente vende la mayor parte de su gas natural a Rusia. Pekín tiene la esperanza de acceder a las amplias reservas de ese país una vez que se construya un gasoducto que ya se ha planificado y que cruzará por Asia central para llegar a China. Durante una visita oficial a Pekín en abril de 2006, el autoritario presidente de Turkmenistán, Saparmurat Niyazov, firmó un acuerdo con Hu Jintao comprometiéndose a acelerar las obras de construcción.79 Cuando Niyazov falleció en diciembre de 2006, su sucesor, Gurbanguly Berdymujammedov, prometió rápidamente respetar los compromisos de su predecesor. Pero dado el enorme coste del proyecto y los derechos previos de Gazprom al gas de Turkmenistán, es improbable que ese gasoducto llegue a ser una realidad en un corto plazo de tiempo.80
No es probable que todos los proyectos que persiguen los líderes chinos se conviertan en realidad, pero sí lo es que al final toda la región estará cruzada por óleo y gasoductos que transportarán petróleo y gas del Caspio a China. Con el tiempo, es probable que otros tipos de energía fluyan en la misma dirección. Por ejemplo, se dice que Pekín planea construir una central eléctrica de 4.000 millones de dólares en Kazajistán para convertir las abundantes reservas de carbón del país en electricidad destinada a las provincias occidentales de China.81 De hecho, prácticamente todas las fuentes de energía concebibles —incluyendo la red fluvial sin explotar de la región— son objetivos para Pekín, que las considera posibles fuentes de electricidad.82
No menos que los estadounidenses y los rusos, los chinos se han esforzado para proteger sus inversiones energéticas en la región estableciendo vínculos militares con los poderes locales. En lugar de proyectar una imagen claramente agresiva, Pekín ha optado por extender su poder por medio de la OCS. Es evidente que los rusos esperan que las aspiraciones geopolíticas de Pekín se puedan canalizar mediante el consorcio de seis países, pero tanto Moscú como Washington temen que Pekín llegue a prescindir de este artificio e intente conseguir sus intereses de una forma muchísimo más directa. Mucho más pronto de lo previsto, es probable que China emerja como un actor principal en la cuenca del mar Caspio, y los resultados prometen ser espectaculares.83
Como si las campañas multifacéticas y destinadas a la explotación por parte de China, Rusia y Estados Unidos no fueran suficiente, hay una serie de otros países que persiguen también los recursos del Caspio, incluyendo India, Japón, Corea del Sur, Turquía y varios países europeos, todos los cuales contribuyen a la explotación sistemática de las reservas energéticas de la zona. Además, todos ellos respaldan esfuerzos internacionales para construir redes adicionales de transporte de energía para facilitar la extracción y exportación del petróleo y gas del mar Caspio. (Véase la Tabla 5.2.)
Las empresas europeas y japonesas pronto siguieron a las estadounidenses en la cuenca del Caspio, a principios de los años noventa. British Petroleum (hoy BP) adquirió claramente el liderazgo en la Azerbaijan International Operating Company, explotadora del depósito Azeri-Chirag-Guneshli, y manifestó un interés sustancial en el campo de gas natural de Shah Deniz, también situado en el sector de Azerbaiyán del mar Caspio. Para transportar el petróleo y el gas extraídos de estos campos y llevarlo al mercado occidental, BP dirigió la construcción del oleoducto BTC, y contribuyó a formar el consorcio que actualmente construye un gasoducto para gas natural que va de Baku a Turquía, siguiendo la ruta del oleo
ducto BTC. Diversas empresas europeas y japonesas se han asociado con BP en estos proyectos, incluyendo Statoil, de Noruega; Total, de Francia; e Inpex e Itochu, de Japón.84
Los europeos y los japoneses se han hecho también un hueco sustancial en algunos de los principales depósitos de Kazajistán, incluyendo Karachaganak y Kashagan. Eni-Agip, una empresa italiana (hoy Eni), y British Gas (hoy BG Group), tienen una participación considerable en el campo de Karagachanak; Eni, Total, Royal Dutch Shell e Inpex son participantes clave (junto con Exxon Mobil y ConocoPhillips) en el consorcio de Kashagan.85 Corea del Sur, que cada vez tiene más necesidad de energía, también ha estado activa en la región del Cas
pio; en noviembre de 2006, una empresa estatal, Korea National Oil Corporation, adquirió una participación del 25 por ciento en el campo petrolífero Egizkara de Kazajistán, y una parte más reducida de otros bloques.86
A los europeos también les interesa la construcción de oleoductos adicionales para transportar el petróleo del Caspio hasta su puerta, si puede ser sin cruzar Rusia. Actualmente, el petróleo del campo de Tengiz en Kazajistán, por ejemplo, se traslada mediante el oleoducto CPC hasta el puerto ruso de Novorossisk, y luego se transporta en petroleros que, luego de atravesar el mar Negro, pasan por el estrecho y congestionado Bósforo (que divide el Estambul europeo de su lado asiático) antes de llegar al Mediterráneo. Para evitar esto, diversos consorcios europeos están desarrollando planes para construir oleoductos que nazcan en la costa occidental del mar Negro y atraviesen el sudeste de Europa para llegar a puertos del Egeo o del Adriático.87 También se ha formado un consorcio de naciones de Europa del Este y del Báltico para extender un oleoducto ya existente haciendo que atraviese Ucrania (la línea Odesa-Brody) hasta Gdansk, en Polonia, y al final hasta Lituania, para transportar el petróleo suministrado por Azerbaiyán.88
Se están trazando planes incluso más ambiciosos para el envío futuro por barco del gas natural del Caspio a Europa sin atravesar Rusia. Con este propósito se han formado diversos consorcios multinacionales. Uno de ellos, Nabucco, goza de un poderoso respaldo por parte de la Unión Europea, y llevaría gas desde el campo Shah Deniz, de BP, en la costa de Azerbaiyán, pasando por Georgia, Turquía, Bulgaria, Rumanía y Hungría, finalizando en Baumgarten, Austria. Los socios de esta empresa de muchos miles de millones de dólares incluyen a la empresa de gasoducto turca Botas, la operadora de gasoducto búlgara Bulgargaz, la rumana Romgaz, la húngara MOL y la austriaca OMV.89 Otro proyecto, White Stream, es incluso más aventurado. Consistiría en absorber el gas de las últimas fases del proyecto Shah Deniz y trasladarlo mediante un gasoducto que iría por el lecho marino del mar Negro hasta Ucrania o Rumanía, para luego distribuirlo entre los clientes de toda Europa.90 Dado el elevado coste de estas empresas y las complejas negociaciones que conllevan, no queda claro si verán la luz o cuándo lo harán; sin embargo, no cabe duda de que en Europa existe el deseo de aumentar su suministro de gas natural y reducir su dependencia de Rusia.
Todas las tuberías existentes o proyectadas de petróleo y de gas natural desde el Caspio discurren actualmente hacia el norte (a Rusia), el oeste (el mar Negro y el Mediterráneo) o el este (a China). Pero los líderes de India y Pakistán pretenden cambiar la situación construyendo oleoductos o gasoductos que vayan al sur, hacia sus propios países necesitados de energía. Tanto a Nueva Delhi como a Islamabad les gustaría acceder a las reservas de gas natural del cercano Turkmenistán mediante la construcción de un gasoducto que cruzase Afganistán y llegara a Pakistán, pasando luego hasta India; ésta es una empresa que durante mucho tiempo se ha visto imposibilitada debido a una guerra civil inacabable y a los conflictos étnicos en Afganistán, así como a la animosidad histórica entre las dos grandes potencias del sur de Asia. Sin embargo, con la expulsión en 2001 del régimen talibán en Afganistán y el establecimiento de relaciones más amistosas entre India y Pakistán, todas las partes interesadas han iniciado las negociaciones sobre la ruta y la financiación del conducto propuesto; aunque hasta que Afganistán esté menos convulsionado por la violencia, este proyecto no pasa de ser un sueño.91
Por el momento, India es un participante a pequeña escala en la búsqueda de la energía del Caspio, pero sin duda Nueva Delhi anhela poner sus manos en esta fuente de energía relativamente cómoda. En 2005, la empresa estatal india Oil and Natural Gas Corporation (ONGC) hizo una oferta sustancial por PetroKazakhstan, pero la compañía china CNPC pujó más alto que ellos.92 ONGC y Gas Authority of India Limited también han buscado participar en el proyecto de gas natural Shah Deniz, en el sector del mar Caspio que pertenece a Azerbaiyán.93 No cabe duda de que éstas y otras compañías indias buscarán adquisiciones parecidas en los años venideros, a medida que crezca la necesidad de India de recibir energía.
¿Qué supondrán todos estos intentos de explotar las reservas energéticas de la cuenca del Caspio para la propia región? A corto plazo, la producción de petróleo y de gas natural aumentará, así como las exportaciones, y las cuentas corrientes de las empresas participantes y de los dirigentes locales que controlan la distribución de los ingresos procedentes de este campo recibirán enormes fortunas. Según un cálculo, los beneficios que obtendrá Azerbaiyán en 2010 sólo por la exportación de petróleo serán el doble de su producto nacional bruto en 2005.94 Si este dinero se invirtiera con prudencia en la educación, las infraestructuras y la creación de empleos, los ciudadanos de esos países podrían tener la esperanza de recibir considerables beneficios, pero la mayoría de analistas desconfían de que las élites del Caspio y sus amigos se muestren más interesadas en distribuir los ingresos procedentes de la energía que cualquiera de esos «petro-estados» repartidos por el mundo… con resultados predecibles. Edward Chow, del Carnegie Endowment for International Peace [Fundación Carnegie para la Paz Internacional], resumió la situación típica en su testimonio ante el Congreso: «El incremento de los ingresos derivados del petróleo ha coincidido con un gobierno más autocrático, respaldado por la capacidad que tiene el gobernante de sobornar temporalmente a sectores de la élite compartiendo parte de su riqueza, y ha permitido el aplazamiento de reformas económicas y políticas que se necesitan desesperadamente».95
Como era de esperar, el hedor de la corrupción ya está por todas partes en Azerbaiyán, donde el presidente Ilham Aliyev ejerce el control último sobre la economía. Antes de suceder a su padre, Heydar Aliyev, como presidente en 2003 —en unas elecciones que se consideraron amañadas—, Ilham dirigía la empresa petrolífera estatal, SOCAR, y sigue conservando fuertes vínculos con la industria energética de la nación.96 Según Guy Chazan, del Wall Street Journal, la industria de la energía y otras esenciales están «dominadas por turbios monopolios estatales dirigidos por los compinches del presidente».97 En noviembre de 2005 se dio publicidad a una nueva ronda de elecciones parlamentarias diciendo que cumplían el compromiso de que el Gobierno diera cuentas más claras de sus actos, y el partido del presidente se quedó con la mayoría de los escaños disponibles.98 «Este parlamento será incapaz de controlar los ingresos del petróleo —dijo sin tapujos a Chazan un hombre llamado Ali Kerimli, líder del partido de la oposición Azadlik (Libertad)—. El presidente lo decidirá todo.»99
La situación no es muy distinta en Kazajistán, donde otra dinastía, encabezada por Nursultan Nazarbayev, monopoliza eficazmente el poder estatal. Como sucede en Azerbaiyán, hay sectores clave de la economía —y especialmente de la industria energética— que están dominados por los monopolios estatales, que a su vez están controlados por los amigos y los parientes de Nazarbayev.100 «Siguen formulándose extendidas acusaciones de soborno, corrupción y desvío de fondos, así como sobre las propiedades crecientes y la influencia política del presidente, los miembros de su familia y sus socios más cercanos», escribieron en Oil & Gas Journal dos expertos en la industria petrolífera de Kazajistán, Mark J. Kaiser y Allan G. Pulsipher. Según se dice, las empresas estatales, como KazMunaiGaz, tienen que satisfacer un estándar de transparencia fiscal mucho menos riguroso que las empresas energéticas internacionales, lo cual, por supuesto, facilita mucho más el desvío de fondos a la familia de Nazarbayev y sus allegados.101
Por supuesto, los grandes perdedores son los ciudadanos de a pie, quienes, si la historia nos enseña algo, seguirán viéndose excluidos de la mayoría de los beneficios de la riqueza energética instantánea. Este tipo de exclusión, a su vez, incita la aparición de movimientos antigubernamentales y, en determinadas zonas, de organizaciones islámicas radicales. Por el momento, las élites gobernantes de los Estados situados en Asia central y en torno al Caspio han podido contener las expresiones más contundentes del descontento popular mediante la represión sistemática y, cuando ha sido necesario, la aplicación brutal de la fuerza letal; pero esta estrategia conlleva un riesgo inherente.102 Como ha quedado demostrado en tantos otros lugares donde la acumulación rápida de riqueza generada por el petróleo se ha concentrado en pocas manos, la incapacidad para satisfacer las aspiraciones crecientes de las masas empobrecidas pueden conducir a los disturbios civiles, el separatismo o la revuelta armada.103
Quizás el mayor peligro en esta región de mayoría musulmana sea que los oponentes a los regímenes dominantes en la zona del Caspio se verán atraídos por movimientos islamistas radicales, como forma de expresar su ira contra las élites corruptas y que se autoperpetúan, y que, según parece, hasta el momento son los beneficiarios casi exclusivos del auge energético en el Caspio. Teniendo en cuenta que el proceso electoral se considera poco más que una farsa y que la mayor parte de las instituciones religiosas establecidas están sujetas al férreo control del Estado, el único desafío para la autoridad gubernamental en muchos de esos países procede de movimientos religiosos prohibidos o clandestinos, como el Grupo del Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU) y el Hizb ut-Tahrir (Partido de Liberación), una organización militante panislámica con presencia en cuarenta países, incluyendo Gran Bretaña. A los miembros de estos grupos y de otros parecidos se los ha acusado de planificar o llevar a cabo ataques contra el Gobierno en Kazajistán, Kirguizistán y Uzbekistán, y se cree que mantienen vínculos con Al Qaida y otras organizaciones extremistas que operan en la zona.104 Aunque el MIU y Hizb ut-Tahrir aún no constituyen una amenaza para los Gobiernos existentes, estos movimientos —u otros análogos— podrían crecer en número y en fuerza, a medida que los beneficios prometidos de la riqueza petrolífera no logran mejorar la situación de las masas.
Otro peligro relacionado con la energía y que afecta a la estabilidad interna en los Estados del Caspio es la posibilidad de que las principales potencias externas adopten bandos opuestos en disputas locales o regionales para proteger sus inversiones, y que colisionen militarmente entre sí. Esto no es inverosímil teniendo en cuenta las fuerzas armadas rusas y estadounidenses repartidas por la zona. China también podría entrar en liza algún día. El hecho de que estas tres potencias estén invirtiendo en armamento y equipamiento militar en el área como medio de obtener ventajas geopolíticas no hace más que contribuir al riesgo de conflagraciones futuras.
Todos estos riesgos —corrupción, autoritarismo, inestabilidad e intervenciones foráneas— son peligros a corto o medio plazo. Pero, ¿y a largo plazo? ¿Qué perspectivas de futuro tienen las personas que habitan en esta región? La respuesta es: probablemente, degradación del medio ambiente y, en su mayor parte, una pobreza que nadie mitigará.
Es cierto que el Departamento de Energía estadounidense afirma que la cuenca del mar Caspio alberga muchos depósitos de petróleo y de gas que aún no se han descubierto o de los cuales no se tienen mapas completos, lo cual sugiere que esta región seguirá siendo productiva durante muchos decenios. Pero la mayor parte de los analistas industriales se muestra mucho más pesimista, señalando que la fecundidad energética del Caspio no durará probablemente mucho más allá de un cuarto de siglo.105 Según una evaluación de Julia Nanay, de PFC Energy, una consultoría de Washington, los principales campos de Azerbaiyán alcanzarán el punto máximo de su producción en torno a 1,2 millones de barriles de petróleo diarios en 2009, se mantendrán a este nivel durante quizás un decenio, y luego se reducirán a poco más de 200.000 barriles al día en el año 2021; apenas lo suficiente para satisfacer las necesidades domésticas del país.106 Las perspectivas para Kazajistán sólo son un poco más halagüeñas, dado que la producción de petróleo en 2020 seguirá excediendo, potencialmente, en unos cuantos millones de barriles al día, pero bastante antes de mediados de siglo se prevé un brusco descenso de la producción.107 La producción de gas natural del Caspio seguramente alcanzará su punto álgido más tarde, pero éste llegará inevitablemente, y luego la producción decaerá.
Actualmente uno puede pasear por las calles de Baku, Astana o Almaty y maravillarse frente a los elevados perfiles de los nuevos hoteles de lujo y oficinas de empresas. Los centros energéticos del Caspio disfrutan todos de un auge temporal de actividad económica a medida que el dinero fluye a esta región y los ejecutivos de las compañías petroleras llegan cada día para celebrar reuniones con altos funcionarios del Gobierno. Es un momento que recuerda, de forma sobrecogedora, a la década de 1890, cuando los Nobel y los Rotschild construyeron sus mansiones en Baku e iniciaron un auge parecido de la industria del petróleo. Aquellas mansiones antiguas —que en su mayoría fueron abandonadas hace mucho tiempo— complementan las plataformas de extracción que quedaron del periodo anterior, y que hoy día no son más que torres huecas y retorcidas. Dentro de algunas décadas, cuando se haya arrebatado a la tierra la mayoría de las reservas de petróleo y de gas, las nuevas instalaciones que se están construyendo se unirán a esos despojos metálicos. Una vez más, como dijo Guy Chazan al hablar del paisaje anterior al boom energético, el Caspio estará rodeado de torres de perforación de petróleo que se oxidarán en medio de charcas de lodo negro.