Quienes me conocen saben que he trabajado intensamente y durante mucho tiempo para que este libro fuera una realidad. A los muchos que me han visto trabajar les ha debido parecer que era, en el fondo, una tarea solitaria, que cuando mejor se hace es alejado del resto del mundo. Pero si bien es cierto que en ocasiones tenía necesidad de atrincherarme en mi remoto y pequeño estudio para componer los párrafos, nunca hubiera acabado esta obra sin el apoyo y el ánimo que me han proporcionado numerosas personas. Esta es la sección en la que deseo reconocer su trabajo y expresar mi gratitud a toda esa gente maravillosa.
Mi primera expresión de gratitud va destinada a las dos personas más importantes a la hora de llevar este libro a la imprenta: mis editores Sara Bershtel, de Metropolitan Books, y Tom Engelhardt. He tenido el inmenso privilegio de haber trabajado con ellos durante muchos años, y no podría haber elegido un mejor equipo de colaboradores. Sara me proporcionó el apoyo esencial para este proyecto en todas las fases del mismo, y le estoy profundamente agradecido por estar siempre, incondicionalmente, de mi parte. A Tom lo elegí desde el principio, de modo que me alegro muchísimo de que hayamos concluido con éxito el proyecto. Ambos me proporcionaron consejos cruciales en todos los aspectos del libro, desde la estructura general hasta sugerencias para los títulos de los capítulos y la elección de palabras, de modo que, en muchos sentidos, su instinto y su perspicacia quedan reflejados en las páginas de este libro; aquí quiero expresarles la alta estima que les profeso.
También quiero dar las gracias a los demás colaboradores de Henry Holt y Metropolitan Books, que trabajaron con Sara Bershtel para llevar este libro a la imprenta; a algunos los conozco, a otros no. En primer lugar agradezco a Megan Quirk, la ayudante de Sara, que me ayudó de muchas maneras importantes. Entre los colegas de Sara en Holt a los que he conocido en persona y a quienes deseo expresar mi gratitud figuran Riva Hocherman, Richard Rhorer de marketing, mi publicista Kate Pruss Pinnick y, por último, Kathy Andre, que siempre tenía una sonrisa para mí. Hay muchos otros a los que he visto por los pasillos que, de alguna manera esencial, han contribuido al éxito de este libro; son personas a las que no conozco, pero soy muy consciente de sus contribuciones, y les doy las gracias.
Hay muchas otras personas que desempeñaron un papel importante para permitirme escribir este libro, contribuyendo en la investigación, proporcionándome documentos o información, o sugiriendo maneras de expresar determinadas ideas. Quiero agradecer especialmente a Daniel Volman, por ayudarme con el capítulo sobre África. Daniel posee un conocimiento enciclopédico de los acontecimientos en ese continente, y fue muy generoso al ponerlos a mi disposición cuando me puse a analizar la competición por los recursos energéticos de África. Gracias también a Ed Connelly, por proporcionarme un aluvión incesante de recortes de prensa, informes y comentarios sobre la lucha global por los recursos petrolíferos; muchas de esas aportaciones me han sido de tremenda utilidad. También me fueron de gran ayuda dos periódicos online publicados por buenos amigos y colegas: Japan Focus (www.japanfocus.org), publicado por Mark Selden; y TomDispatch (www.tomdispatch.com), publicado por Tom Engelhardt. Obtuve muchas ideas valiosas de artículos que aparecieron por primera vez en estas publicaciones. También quiero reconocer la aportación de dos buenos amigos, Jerry Epstein y Laura Reed, de la Universidad de Massachussets en Amherst, que a menudo me escucharon pacientemente mientras les exponía conceptos esenciales de este libro, y que siempre me manifestaron ánimo y una reacción positiva.
En la dedicatoria he dado las gracias a los alumnos del Hampshire College y a los otros miembros del consorcio Five College: Amherst College, Mount Holyoke College, Smith College, y la Universidad de Massachussets en Amherst. Durante los tres últimos años, he dado clases sobre «política mundial de los recursos» y «asuntos de seguridad asiáticos» en estas maravillosas instituciones, y he tenido la oportunidad de exponer mis ideas delante de alumnos inteligentes, interesados y comprometidos. Puede resultar difícil transmitir qué emoción (y qué tortura) conlleva que prueben de este modo tus ideas: recibir tanto la afirmación deque son razonables para jóvenes de suyo escépticos, como la desaprobación, manifestada en ceños fruncidos y preguntas agudas, cuando no parecen tenerlo. Pero quiero decir que este libro se ha beneficiado tremendamente por esa aportación, y que estoy profundamente agradecido a todos los alumnos que participaron en los cursos o que, de otro modo, contribuyeron de una u otra forma al éxito de este proyecto.
Por último, y especialmente, quiero agradecer el respaldo cariñoso de mi esposa, Andrea Ayvazian, y de nuestro hijo Sasha Klare-Ayvazian. Incluso cuando estaba a solas trabajando en ese pequeño estudio en la parte trasera de la casa, era consciente de su amor y su solidaridad; y sin ellos, no hubiera podido seguir perseverando. A medida que Sasha ha ido creciendo (ya es alumno de primero en Oberlin College), también me he beneficiado de nuestras conversaciones sobre el estado del mundo, y de su aportación a mis ideas. Os doy las gracias a los dos desde lo más hondo de mi corazón.