Cuanto más ascendía Langdon, más inestable le parecía el andamio. No obstante, la vista panorámica de Roma mejoraba a cada paso. Continuó subiendo.
Repiraba con más dificultad de la esperada cuando llegó al último peldaño. Se izó sobre la plataforma superior, sacudió el yeso de su ropa y se puso en pie. La altura no le afectaba. De hecho, era tonificante.
La vista resultaba impresionante. Como un océano en llamas, los tejados rojos de Roma se extendían ante él, resplandecientes bajo el ocaso escarlata. Desde aquel lugar, por primera vez en su vida, Langdon vio las antiguas raíces de Roma, más allá del tráfico y la polución: la Città di Dio.
Examinó los tejados, en busca de la aguja de una iglesia o un campanario. Pero pese a que podía ver hasta el lejano horizonte, no encontró nada. Hay cientos de iglesias en Roma, pensó. ¡Tiene que haber una al suroeste de aquí! Si la iglesia es todavía visible, se recordó. ¡Si la iglesia sigue en pie!
Repitió su inspección, esta vez con mayor lentitud. Sabía que no todas las iglesias tendrían agujas visibles, en especial los santuarios más pequeños y apartados. Además, Roma había experimentado un cambio radical desde el siglo XVII, cuando las iglesias eran por ley los edificios más altos permitidos. Ahora, sólo veía edificios de apartamentos, rascacielos, torres de televisión.
Por segunda vez, Langdon peinó el horizonte con la mirada sin ver nada. Ni una sola aguja. A lo lejos, en los límites de Roma, la enorme cúpula de Miguel Ángel ocultaba el sol. La basílica de San Pedro. Ciudad del Vaticano. Langdon se preguntó qué estarían haciendo los cardenales, y si el registro de la Guardia Suiza habría permitido localizar la antimateria. Algo le decía que no… y que no lo conseguirían.
El poema estaba resonando de nuevo en su cabeza. Lo repitió, línea a línea. Desde la tumba terrenal de San y en el agujero del demonio. Habían encontrado la tumba de Santi. Cruzando Roma esos místicos / cuatro elementos se revelan… Los elementos místicos eran Tierra, Aire, Fuego, Agua, La senda de luz, prueba secreta. El Sendero de la Iluminación formado por las esculturas de Bernini. Que ángeles guíen tu elevada búsqueda.
El ángel señalaba al suroeste…
—¡Escalera central! —exclamó Glick, señalando a través del parabrisas—. ¡Algo está pasando!
Macri desvió la cámara hacia la entrada principal. Algo estaba pasando, sin la menor duda. Al pie de la escalera, el hombre de aspecto militar había acercado un Alfa Romero al pie de los peldaños y abierto el maletero. Estaba examinando la plaza como si buscara curiosos. Por un momento, Macri pensó que el hombre los había localizado, pero sus ojos continuaron su exploración. Al parecer satisfecho, sacó un walkie-talkie y habló por él.
Casi al instante, dio la impresión de que un ejército salía de la iglesia. Como un equipo de futbol norteamericano en desbandada, los soldados formaron una línea recta en lo alto de la escalera. Empezaron a descender como una muralla humana. Detrás de ellos, casi escondidos por la pared, cuatro soldados parecían cargar con algo. Algo pesado. Incómodo de transportar.
Glick se inclinó hacia adelante.
—¿Han robado algo de la iglesia?
Chinita utilizó el teleobjetivo para examinar la muralla de hombres, en busca de una abertura. Una fracción de segundo, rezó. Un solo fotograma. Es lo único que necesito. Pero los soldados se movían como un solo hombre. ¡Venga! Macri insistió, y obtuvo la recompensa. Cuando los soldados intentaron depositar el objeto en el maletero, Macri encontró su abertura. Por una ironía, fue el hombre mayor quien cometió el error. Sólo un instante, pero suficiente. Macri consiguió su fotograma. De hecho, fueron diez.
—Llama a redacción —dijo Chinita—. Tenemos un cadáver.
Muy lejos, en el CERN, Maximilian Kohler entró en el estudio de Leonardo Vetra sentado en su silla de ruedas. Empezó a registrar los archivos de Vetra con eficiencia mecánica. Al no encontrar lo que buscaba, se trasladó al dormitorio del científico. El cajón superior de la mesita de noche estaba cerrado con llave. Kohler lo forzó con un cuchillo de cocina.
Dentro encontró justo lo que estaba buscando.