10. ALEMANIA Y CARRANZA, 1917-1918

LOS OBJETIVOS POLÍTICOS, ECONÓMICOS Y MILITARES DE ALEMANIA EN MÉXICO

Después de que Carranza rechazó todas las proposiciones de alianza, había dos posibilidades para la política alemana. Por una parte, podía simplemente seguir persiguiendo su objetivo principal de fomentar una guerra mexicano-norteamericana. Tal política hubiera tenido escasas perspectivas de éxito, pero hubiera conducido inevitablemente a un rompimiento seguro con Carranza y hubiera hecho imposible toda expansión económica y política en México.

La segunda posibilidad consistía en que Alemania se fijara como objetivo principal obtener una neutralidad benévola de México. Esto significaba, en términos militares, el mantenimiento de importantes fuerzas norteamericanas a lo largo de la frontera mexicana y la adquisión de bases de sabotaje; en el aspecto político, el fortalecimiento del bloque neutral en América Latina, cuyos miembros más importantes eran, junto con México, la Argentina, Chile, Colombia y Venezuela; en el aspecto económico, por último, evitar la expulsión del capital alemán de la economía mexicana. Una neutralidad benévola de México era la condición necesaria para una ambiciosa expansión alemana en ese país. Si el gobierno alemán quería tomar este camino, tenía que cultivar buenas relaciones con Carranza, que favorecía tal política, y tendría que limitar sustancialmente las actividades de sabotaje en México y en la cercana frontera mexicano-norteamericana.

Para Eckardt, México representaba ante todo un objetivo para la expansión del imperialismo alemán. Parece ser que era partidario de la Liga Pangermánica. Poco antes de su salida hacia México se reunió con un representante de la Liga, Petzold, y le pidió que le enviara a México todas las publicaciones de la Liga, particularmente la declaración de Class sobre los objetivos de la guerra. En un informe dirigido a Class, Petzold se manifestó muy satisfecho de su conversación con Eckardt.1 Eckardt escribió en noviembre de 1917:

Berlín es el centro de atracción. México se halla orientado […] hacia Berlín. El legado de Hernán Cortés, que se extiende mucho más allá del Ecuador, se halla en venta. Humboldt describió su valor. Aprovechemos la oportunidad. Ataquemos, intervengamos suspendiendo […] la vigencia de la ley del vecino fuerte y del débil […] como hicimos en el Bosforo.2

En un informe dirigido al Canciller del Reich el 7 de agosto de 1918, Eckardt fue muy preciso en cuanto a sus objetivos:

Como todo alemán, cuento con un feliz desenlace de la guerra y extraigo de ello la conclusión de que el Reich alemán tendrá que seguir una política transoceánica hacia Latinoamérica, excluyendo la idea de un avenimiento con los Estados Unidos a costa de México.3

Es claro que una guerra mexicano-norteamericana hubiera hecho imposible la expansión alemana en México. Por ello es creíble la declaración de Eckardt a un periodista norteamericano en 1932, según la cual él se había opuesto a la nota de Zimmermann. Cuando la segunda proposicio;n alemana para establecer una alianza llegó a México en agosto de 1917, Eckardt le dijo a su portador Delmar, que

por el momento considero inoportuno hacer estallar una guerra, dado que el país está insuficientemente preparado tanto militar como financieramente y por ello es inevitable una rápida derrota, lo cual sería sumamente desfavorable tanto para nuestros intereses presentes como futuros.4

Hasta agosto de 1917, el Ministerio de Relaciones Exteriores en Berlín había perseguido como objetivo principal el desencadenamiento de una guerra mexicano-norteamericana. A pesar de ello, había considerado la posibilidad de una expansión alemana en México después de la guerra, en caso de que los planes de alianza no llegaran a realizarse. En las instrucciones del 8 de febrero, en que se pedía a Eckardt que se entrevistara de inmediato con Carranza para concluir una alianza, se decía:

En caso de que el Presidente se niegue por temor a futuras represalias, usted está autorizado a ofrecerle una alianza definitiva para después de la guerra, si México logra comprometer en esto al Japón.5

En abril-mayo de 1917 esta posición se había modificado sustancialmente. Se le ofreció a Carranza, entre otras cosas, como incentivo para la segunda proposición de alianza, el envío de instructores militares, suministros de armas, desarrollo de la telegrafía inalámbrica, renegociación de las deudas, crédito para la reconstrucción del país, modificación del tratado comercial y apoyo diplomático en las negociaciones sobre concesiones petroleras y mineras.6 No se volvió a mencionar la participación del Japón como condición para la realización de estos planes. No es claro, en todo caso, si en abril-mayo de 1917 el Ministerio de Relaciones Exteriores concebía ya como meta principal de estas proposiciones una expansión alemana en México, o si por lo pronto sólo trataba de mantener neutral a Carranza mediante promesas para el periodo de posguerra. En todo caso, después de agosto de 1917, el Ministerio de Relaciones Exteriores no tomó ninguna medida para desencadenar una guerra mexicano-norteamericana. Después de los primeros meses de 1918 dio prioridad a los futuros esfuerzos en favor de la expansión alemana en México.

Eckardt desarrolló múltiples actividades para hacer de México un objetivo de la expansión imperialista alemana. Primero pidió un informe económico sistemático para facilitar una penetración intensificada del capital alemán en México. El informe debía concentrarse en cuatro renglones: la minería, el petróleo, los ferrocarriles y otros extensos proyectos y concesiones, y sobre “el tipo cambiario en Nueva York y Alemania”.7 Al mismo tiempo, Eckardt sometió a Berlín un memorándum redactado en términos sumamente agresivos por Eugen Motz, comerciante alemán radicado en México. Éste exhortaba al capital y al gobierno alemanes a que consideraran a México como un objetivo de expansión de primer orden.

Los campos petroleros de Tampico podrían y deberían estar casi totalmente en manos alemanas […] Lo importante en estos asuntos es que actuemos rápidamente y aceptemos riesgos, especialmente allí donde los intereses patrios están en juego, antes de que el gran capital inglés y norteamericano se hagan dueños de la situación. Entonces se haría necesario comprar discretamente algunos de los grandes fundos agrícolas de la costa, bajo el pretexto de explotaciones forestales y similares, a fin de disponer en caso de guerra de bases de apoyo para nuestra marina, esté o no esté ello de acuerdo con el derecho internacional. En tales puntos podrían instalarse una o más industrias con instalaciones de maquinaria, a fin de justificar el almacenamiento de grandes cantidades de carbón y víveres.8

Eckardt le sugirió a los dirigentes del Reich la inclusión del petróleo mexicano en los objetivos de guerra alemanes.

En el caso de que al terminar la guerra Alemania tuviera una importante necesidad de petróleo, habría posibilidad de satisfacerla forzando al gobierno inglés a ceder sus derechos derivados del contrato con el consorcio Doheny o, en caso de que no tenga parte en el contrato, a influir con tal fin sobre sus ciudadanos que sí la tengan.9

Con la enérgica colaboración de Eckardt, se fundó una compañía petrolera germano-austríaca (Deutsch-Österreichische Petroleum AG) que se fijó la meta “de emancipar a […] Alemania […] de la Standard Oil, que ejercía ya un monopolio […] para asegurar también a nuestra patria el lugar bajo el sol que le corresponde en esta esfera”.10 Al mismo tiempo, Eckardt solicitó apoyo a un proyecto de De Lima, director del Banco de Comercio e Industria. De Lima proponía que el Deutsche Bank se hiciera cargo del Banco de Comercio e Industria. Después de describir la devastación de la economía mexicana, De Lima escribía:

Esta difícil situación y la necesidad de ayuda financiera que pronto tendrá que reconocerse, deben favorecer a las filiales de fuertes instituciones bancarias extranjeras. Si Alemania tiene interés en procurarse una fuerte posición económica en México, debería considerar el establecimiento de un fuerte banco extranjero, bajo la forma de una filial, como punto central de todos los intereses económicos alemanes. Como es sabido, México tiene muy poca industria y es un buen comprador de los países exportadores, pero también es extraordinariamente rico en materias primas […], petróleo, así como maderas de todas clases.11

Una segunda proposición, aún más explícita que Eckardt formuló a través del secretario de la legación, Magnus, integró a México, si bien sólo indirectamente, con los objetivos de guerra alemanes. Magnus explicó que sin un préstamo concedido por el extranjero para su reorganización, México jamás

podría pensar en la liquidación de las reclamaciones extranjeras y ni siquiera podría llegar a restablecer la normalidad en su situación interna […] Esto significaría, obviamente, el establecimiento de controles financieros extranjeros, y éstos tendrían que ser muy amplios habida cuenta de las costumbres de los funcionarios mexicanos. La obtención de los créditos necesarios para tal empréstito no será fácil después de una guerra mundial que ha causado tanta destrucción. Precisamente por ello, la potencia que a pesar de todo sea capaz de procurar este dinero—y Alemania podría obtenerlo de las reparaciones de guerra— podrá dominar a México económica y en consecuencia politicamente.12

La proposición de Magnus fue pensada para el periodo de posguerra. Seis meses más tarde, Eckardt elaboró un plan para alcanzar este objetivo aun antes del término de la guerra. Se refirió a la intención del gobierno mexicano de fundar un banco estatal y explicó:

Se necesitan cerca de 300 millones de marcos, y el que los proporcione dominará a México. A pesar de los riesgos, recomiendo proporcionar el dinero en caso de que nuestros objetivos actuales y futuros en materia comercial y política requieran el logro de la independencia de México frente a los Estados Unidos y estemos decididos a hacerla posible.13

Hasta finales de 1917, estas propuestas de Eckardt tuvieron un éxito, limitado. Recibieron, por supuesto, el apoyo entusiasta de los comerciantes alemanes en México y de los directores de las filiales locales de las empresas alemanas. Sin embargo, las oficinas centrales en Alemania se mostraron mucho menos interesadas. Las razones de esta reserva pueden hallarse no tanto en las “cargas de la guerra mundial” cuanto en las esperanzas de obtener concesiones similares, sin costo alguno y con mayor seguridad, en otras partes del mundo más seguras que México, gracias a los éxitos en la guerra mundial. Los objetivos de guerra del imperialismo alemán incluían anexiones en Bélgica y Francia, en los Balcanes, en el Cercano Oriente, en Rusia y en África. Hasta que los Estados Unidos entraron en la guerra, América Latina era considerada por Alemania primordialmente como una región a la que debería extender su penetración económica. Esto lo expresó muy claramente Otto Hoetzsch en un memorándum sobre los objetivos de la guerra redactado a fines de 1914. Después de descubrir los extensos objetivos de guerra de Alemania en otras partes del globo, Hoerzsch se refirió con mucha parquedad a “Centro y Sudamérica, donde la expansión colonial debe limitarse al comercio”.14 Después que los Estados Unidos entraron en la guerra, el kaiser Guillermo formuló algunos objetivos de guerra alemanes tocantes a América Latina. Así, exigió respectivamente del Brasil, Cuba y Bolivia 12 000 millones de marcos en indemnización, los cuales no habían de pagarse en dinero sino en especie. De los Estados Unidos exigió reparaciones por un valor de 30 millones de dólares.15 Es posible que haya pensado cobrar una parte de esta suma no sólo en forma de materias primas, sino también en forma de concesiones norteamericanas en América Latina.

El gran capital alemán no mostró en general sino un interés limitado por estos planes hasta fines de 1917. Quería tener sus fuentes de materias primas a su fácil alcance y no al otro lado del océano, donde las comunicaciones podrían ser interrumpidas por potencias marítimas hostiles. Pero los obstáculos a una fuerte penetración alemana en México durante la primera guerra mundial provenían también de la situación en México y de la política de los Estados Unidos.

La obtención de concesiones por parte de las empresas alemanas también fue dificultada por el hecho de que los mexicanos que vendían o rentaban sus propiedades a los alemanes, se exponían al peligro de ser boicoteados por los Estados Unidos y por todas las empresas aliadas. El motivo de ello era la Ley de Comercio con el Enemigo, aprobada poco después de la entrada de los Estados Unidos en la guerra, que prohibía las relaciones comerciales y económicas con comerciantes y empresas de las Potencias Centrales. Para hacer efectiva la prohibición, se habían elaborado listas negras.16 Con todo, esta dificultad podía evadirse parcialmente con la compra por parte de Alemania de concesiones del gobierno mexicano.

Mucho más difícil para los consorcios alemanes era el problema del uso práctico de las concesiones mineras y petroleras. La maquinaria necesaria sólo podía comprarse en los Estados Unidos, pues los exportadores alemanes difícilmente hubieran podido romper el bloqueo británico; México mismo no poseía ninguna industria de producción de maquinaria digna de mención. Existía desde luego la posibilidad del contrabando, y algunas cosas podían obtenerse a través de intermediarios, pero estos métodos eran muy costosos y sumamente inseguros. A ello se añadía el problema de las ventas. El mercado mexicano tenía muy poca capacidad de compra. La mayor parte de estas materias primas tenían que exportarse, pero los únicos países a donde era posible exportar eran los Estados Unidos y los países aliados, a los que la mayoría de las empresas alemanas no podían ni querían exportar. Estas circunstancias tuvieron que afectar la disposición del gobierno mexicano a otorgar concesiones. Las principales fuentes de ingresos de México eran los impuestos al petróleo y a la minería. Pero las concesiones que no se utilizaban no producían ingresos. Naturalmente esto no fue impedimento para que los mexicanos otorgaran cierto número de concesiones a los alemanes como una reserva para la posguerra. Pero una ofensiva económica en gran escala hubiera sido muy difícil para las empresas alemanas en 1917. Por ello resulta tanto más notable la rápida penetración en México del consorcio Merton, la Frankfurter Metallgesellschaft.

EL TRUST ALEMÁN DEL METAL Y MÉXICO

El consorcio Merton era una de las empresas alemanas que realizaban muy importantes operaciones con materias primas en el extranjero. La mayor parte de sus propiedades se hallan directamente en la esfera de control de otras potencias imperialistas: en Australia, en diversas colonias británicas y en los Estados Unidos. La constante posibilidad de tensiones o guerra entre estos países y Alemania, y el deseo de poder recurrir dado el caso, a la ayuda de los gobiernos de estos países, pudieron haber inducido al consorcio Merton a desarrollar, entre otras medidas, un ingenioso sistema de simulación y ocultamiento. Este sistema se manifestó muy claramente en las modalidades de propiedad de la subsidiaria de la Frankfurter Metallgesellschaft en los Estados Unidos, la American Metal Company. Sólo el 49% de las acciones eran propiedad directa de la Frankfurter Metallgesellschaft; 13% pertenecían a una filial del consorcio en Australia, y el resto se encontraba en manos de diversos capitalistas norteamericanos.17 Lo mismo sucedía con las empresas mexicanas del consorcio Merton. Las más importantes de éstas eran la Compañía Minera de Peñoles y la Compañía de Minerales y Metales de México, que poseían importantes minas de cobre y de plomo. En parte pertenecían directamente a la Frankfurter Metallgesellschaft, en parte a la American Metal Company y a capitalistas norteamericanos; parecen haber estado registradas como empresas alemanas y norteamericanas al mismo tiempo.18 El enmascaramiento internacional de la verdadera propiedad favoreció en cierto grado al consorcio Merton durante la primera guerra mundial. Con todo, no impidió que los ingleses pusieran bajo control británico las filiales del consorcio en Australia y en los territorios británicos.19 Sin embargo, la Frankfurter Metallgesellschaft consiguió salvar una parte de su capital y transferirlo a México.

En 1916 la Frankfurter Metallgesellschaft inició un ambicioso programa de expansión en México. Tan sólo en el estado de Chihuahua se invirtieron más de 10 millones de dólares en la compra de minas.20 Sus filiales empezaron a superar en amplitud y alcance al consorcio norteamericano Guggenheim, que hasta entonces ejercía casi un monopolio en la minería mexicana. Las autoridades norteamericanas mostraron la más profunda inquietud por este desarrollo, y tanto los cónsules norteamericanos como los agentes secretos especialmente seleccionados del Departamento de Estado y del ejército llevaron a cabo amplias investigaciones. Además, el gobierno norteamericano ordenó a todos sus cónsules en México en cuyas zonas se desarrollaban las actividades de la Metallgesellschaft, que presentaran informes detallados.21 El resultado de estas investigaciones y los informes de los cónsules no mitigaron en modo alguno los temores de las autoridades norteamericanas. El cónsul en Coahuila declaró que la Metallgesellschaft quería dominar la minería mexicana.22 Su colega en Monterrey habló del poder monopolístico de la compañía en extensas regiones de México.23 Estos temores los formuló de la manera más drástica el funcionario aduanal norteamericano Zachary Cobb, quien también desempeñaba un importante papel en el servicio secreto del Departamento de Estado. “La política mexicana puede cambiar —escribió—, y los políticos mexicanos pueden ir y venir, pero si el trust metalúrgico de Alemania gana la supremacía mexicana, entonces el dominio industrial de México por los alemanes durará para siempre.”24

¿Cómo pudo la Frankfurter Metallgesellschaft lograr un ascenso tan rápido? El factor más importante fue sin duda el carácter multinacional del consorcio Merton. Por una parte, sus subsidiarias en los Estados Unidos y en México cumplían sus “tareas patrióticas”. Diariamente se telegrafiaban informaciones propagandísticas alemanas a la legación alemana en la ciudad de México a través de la subsidiaria norteamericana de la compañía, las cuales eran retransmitidas a las autoridades alemanas.25 La Compañía Minera de Peñoles obtuvo el reconocimiento especial de Eckardt por su patrocinio de una escuela alemana.26 Por otra parte, las subsidiarias del consorcio Merton vendían abiertamente, y a los precios más altos, minerales de importancia bélica a los ingleses, que consideraban a la compañía como “norteamericana”. Las ganancias producidas por estas transacciones. servían para comprar nuevas empresas en México.27

La entrada de los Estados Unidos a la guerra complicó la situación de la compañía y dio lugar a una vigilancia intensificada por parte de las autoridades norteamericanas. Las subsidiarias mexicanas del consorcio, cuyas oficinas se encontraban hasta entonces en los Estados Unidos, se trasladaron entonces a México y se presentaron como empresas mexicanas neutrales.28 Para recalcar esta “neutralidad”, se prohibieron en sus instalaciones las discusiones políticas sobre la guerra.29 El presidente de la American Metal Company declaró al gobierno norteamericano que su compañía era puramente norteamericana, y pidió que se enviara un representante que tomara parte en todas las reuniones.30 El futuro crecimiento de la compañía dependía en ese momento de las medidas que tomara el gobierno norteamericano. Si ponía a las subsidiarias norteamericanas o mexicanas de la empresa en la lista negra o si entregaba la administración de la American Metal Company a un fideicomiso como propiedad enemiga, el mercado de ventas norteamericano quedaría casi totalmente perdido para Metallgesellschaft.

Los norteamericanos, sin embargo, procedieron con suma cautela. Las acciones de la American Metal Company que pertenecían a la Frankfurter Metallgesellschaft fueron entregadas a un custodio de propiedades enemigas, quien únicamente nombró algunos directores para el consejo de administración de la empresa. La mayor parte de las acciones quedó, sin embargo, en manos de los antiguos propietarios, quienes de tal suerte siguieron controlando la empresa.31 Tampoco la dirección de la compañía sufrió ningún cambio. Esta “benignidad” del gobierno norteamericano no fue ninguna casualidad. Sabía que si ponía a la American Metal Company bajo inspección gubernamental, ciertamente controlaría a sus propietarios norteamericanos, pero no dominaría a las subsidiarias mexicanas en las que el consorcio Merton participaba directamente y cuyos suministros eran de gran importancia para la industria de guerra norteamericana. Las subsidiarias mexicanas, por su parte, tampoco pensaron ni por un momento en suspender los suministros a los enemigos de Alemania, sino que les vendieron metales importantes en cantidades cada vez mayores, que contribuyeron decisivamente a aumentar el ritmo de la producción de armas norteamericanas.

Esté acuerdo tácito entre los norteamericanos y el consorcio Merton tuvo su confirmación formal en abril de 1918, cuando un director de la American Metal Company recibió permiso para reunirse en “territorio neutral” con un representante del consorcio Merton de Alemania.32 Se concertaron acuerdos sobre los cuales, por desgracia, no se conocen mayores detalles. Uno de los resultados parece haber sido el despido de muchos de los empleados alemanes del consorcio en México.33 Además, la American Metal Company fue oficialmente elogiada por su apoyo al gobierno norteamericano.34

Pese a toda la “cooperación” que los norteamericanos le brindaron en general a la Metallgesellschaft en México, no vacilaron en dejar de lado toda moderación cuando en 1917 la compañía intentó afianzarse en la región petrolera de México y adquirió amplias concesiones del sector privado. La Huasteca Oil Company expresó la protesta más enérgica y los geólogos petroleros alemanes Boese y Pusch fueron acusados de espionaje por los representantes norteamericanos en Tampico y se vieron obstaculizados en su trabajo.35 La afirmación de que Boese y Pusch eran espías parece haber sido una invención, pues ambos regresaron de allí. En los Estados Unidos no fueron procesados ni privados de su libertad. Sin embargo, la Metallgesellschaft entendió la advertencia y renunció a sus esfuerzos por penetrar en la industria petrolera.36

Si bien el consorcio Merton sacó ventajas de su “etiqueta” norteamericana, supo presentarse como alemán cuando las circunstancias lo exigieron. Así, por ejemplo, las empresas industriales de la Metallgesellschaft en el norte de México afirmaron en 1916 su carácter alemán para no ser objetos de ataques por parte de Villa en un momento en que éste les estaba creando las mayores dificultades a las compañías norteamericanas.37 Estos elementos se manifestaron más claramente aún en sus relaciones con Carranza. Cuando a principios de 1917 éste necesitó urgentemente expertos en finanzas para la reorganización de su administración, no pudo recurrir a los alemanes porque ello hubiera provocado fuertes protestas en los Estados Unidos. Carranza no quería emplear norteamericanos ni ciudadanos de los países aliados. ¿Qué mejor solución pues, que utilizar norteamericanos que mantuvieran estrechos vínculos con Alemania? Así, seguramente no fue accidental que algunos de los principales expertos que contrató fueran empleados de la American Metal Company, como por ejemplo Henry C. Bruere, un director de la compañía. El gobierno norteamericano se mostró preocupado por esta contratación. Polk escribió al secretario del Interior, Lane: “Como usted probablemente recordará, Henry C. Bruere fue a México a […] resolver los problemas del país. El servicio secreto del Departamento de Estado y el ejército están muy preocupados por la actividad de la empresa para la que él trabaja”.38 El gobierno intervino la corresporaciones transnacionales para las cuales las lealtades nacionales son de Además, es improbable que él estuviera envuelto en alguna conspiración. Las esperanzas de Carranza y los temores del gobierno norteamericano de que Bruere apoyara el nacionalismo mexicano debido a las conexiones alemanas de su compañía resultaron completamente infundados.39

La American Metal Company fue una precursora de las modernas corporaciones transnacionales para las cuales las lealtades nacionales son de importancia secundaria. Las filiales del consorcio Merton trabajaron con igual entusiasmo y decisión para abastecer a ambos bandos durante la primera guerra mundial. Representaban la línea “internacionalista” de la Metallgesellschaft, que deseaba mantener las mejores relaciones con todos sus compradores. La Frankfurter Metallgessellschaft fue, como hemos dicho, la única compañía alemana que intentó lograr avances sustanciales en México. Según los informes norteamericanos, contó para ello con el fuerte respaldo financiero del Deutsche Bank y del Disconto-Gesellschaft.40

LAS ACTIVIDADES DEL ESPIONAJE ALEMÁN EN MÉXICO

A pesar de todos los obstáculos a que se enfrentó la expansión económica alemana en México en 1917, Eckardt aumentó sus esfuerzos en este sentido. En mayo de 1917 propuso un espionaje económico de gran envergadura:

Dado que las acciones de las principales empresas industriales como las de algodón, lana, petróleo, minerales (hierro, plata, oro, cobre, plomo), cemento, dinamita, etcétera, están casi exclusivamente en manos de los aliados podemos obtener información fidedigna sobre el desarrollo de estas industrias mediante la adquisición de acciones, lo cual nos daría acceso a las asambleas generales de accionistas. Para evitar el conflicto de intereses privados para ser completamente neutrales, queda excluida la utilización a modo de préstamo de las acciones que se encuentran bajo propiedad privada o bancaria. Por ello recomiendo enfáticamente, a pesar de la novedad del procedimiento, que se autorice a adquirir paulatinamente, después de consultar con comerciantes y banqueros, pequeños paquetes de acciones de empresas que de otra manera serían inaccesibles.41

Todos estos planes de Eckardt y del Ministerio de Relaciones Exteriores estaban en aguda contradicción con los de la Sección Política del Estado Mayor, el servicio secreto militar, que dirigía la mayor parte de la actividad de sabotaje alemán en el extranjero. Los agentes de la Sección Política en México habían intentado desarrollar un extenso programa de sabotaje y de diversionismo sin tomar en cuenta sus consecuencias políticas, o sea el inevitable rompimiento con Carranza. A principios de 1917, los antagonismos entre el Ministerio de Relaciones Exteriores y la Sección Política se hicieron cada vez más importantes. En febrero de 1917 la Sección Política había exigido de la Tesorería del Reich la remisión de una gran suma de dinero hacia México para sus actividades allí. Después de consultar con el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Tesorería declaró que en lo referente a futuras remesas con destino a México, deseaba “ser informada por el Ministerio de Relaciones Exteriores sobre las finalidades y el empleo del dinero”; esto evitaría “dejar mano libre al Estado Mayor, dado que las experiencias en este sentido no eran de ninguna manera alentadoras”.42

Dos meses más tarde, estos antagonismos hicieron erupción en México. Uno de los más importantes agentes de la Sección Política en los Estados Unidos, Fred R. Hermann, había recibido órdenes de incendiar los campos petroleros de Tampico. A principios de 1917 Hermann se dirigió a México con un agente llamado Raoul Gerdts, al que había reclutado para cumplir la misión. Dado que no tenía dinero buscó a Eckardt y le pidió su ayuda. Pero Eckardt lo recibió con gran desconfianza.

Hermann (rubio, delgado, alemán con acento norteamericano) —telegrafió Eckardt a Berlín— pretende haber sido comisionado antes de fin de año por el Estado Mayor y nuevamente en enero de este año por Hilken para incendiar los campos petroleros de Tampico, y quiere realizar ahora tal proyecto. Me pregunta si debe hacerlo; ¿no debía responderle que no tengo comunicación con Berlín? El señor von Verdy [representante diplomático alemán en Cuba] piensa que él y su acompañante Raoul Gerdts son espías norteamericanos o ingleses. Solicito rápida respuesta cablegráfica.43

La Sección Política confirmó las declaraciones de Hermann: “Proyecto sabotear Tampico militarmente importante. Si incendio no es posible, cuando menos desorganicen operaciones de embarque y capacidad de abastecer aliados con petróleo. Facilitar dinero a Hermann para esto”. Al mismo tiempo dejó en manos de Eckardt la decisión sobre la forma en que debía realizarse el plan, “dado que aquí no se puede calibrar el efecto político”.44 Alemania todavía abrigaba la esperanza de que Carranza declarara la guerra a los Estados Unidos, de manera que en ese momento aun los representantes del Estado Mayor querían evitar cualquier cosa que pudiera provocar un rompimiento con Carranza. El Ministerio de Relaciones Exteriores tradujo la comunicación del Estado Mayor al lenguaje diplomático. La palabra “incendio” en particular, fue sustituida por el término más elegante de “inmovilización”. Luego se transmitió el comunicado a Eckardt con la adición: “Por favor no tolerar nada que pueda poner en peligro las relaciones con México”.45 Eckardt entendió la alusión y ordenó a Hermann que suspendiera su actividad. Telegrafió al Ministerio de Relaciones Exteriores: “Inmovilización debe posponerse mientras México no esté preparado para la guerra”.46

Eckardt también frustró por propia iniciativa otro proyecto de Hermann. Éste se había dirigido a Sonora con la intención de alquilar allí un barco y dotarlo de una tripulación alemana; probablemente se trataba de marineros de barcos mercantes alemanes que se hallaban internados en Baja California. Este barco debería sobre todo apresar cargueros norteamericanos. Si Hermann hubiera podido realizar este plan, probablemente hubiera tenido lugar una inmediata intervención norteamericana en México. Cuando las instrucciones procedentes de Berlín le dieron la posibilidad de controlar la actividad de Hermann, Eckardt ordenó suspender esta operación e hizo regresar a Hermann de Sonora.47

En el caso de Hermann, quien al fin y al cabo sólo era un agente subordinado del Estado Mayor, Eckardt no tuvo que esforzarse mucho para imponer su voluntad. Fue más difícil para él cuando, en el verano de 1917, los agentes de la Sección Política del Estado Mayor y del Almirantazgo alemán encargados de las actividades de sabotaje en los Estados Unidos, Anton Dilger alias Delmar y Kurt Jahnke, se establecieron en México. Ambos eran totalmente independientes de Eckardt y sólo eran responsables ante sus superiores. Desde el principio Eckardt mantuvo una excelente relación con Jahnke, quien dirigía la Inteligencia Naval alemana, y siguió manteniéndola en todo momento.48 Con Delmar, sin embargo, no tardó en chocar, aun cuando en un principio los dos hombres habían llegado a un acuerdo.49

LA NEGOCIACIÓN FINANCIERA GERMANO-MEXICANA

A fines de 1917 todos los agentes alemanes dejaron de lado sus diferencias cuando el gobierno alemán pareció perder todo interés en México.50 Las negociaciones germano-mexicanas sobre un préstamo en 1917 fueron una expresión de esta pérdida de interés. Eckardt consideraba la concesión de un préstamo a Carranza como una de las medidas más importantes para el fortalecimiento de la influencia alemana en México. Este préstamo debía atar a Carranza a Alemania y al mismo tiempo ponerlo en condiciones de resistir las presiones norteamericanas.

Después de que Eckardt fue informado en abril de 1917 por el Ministerio de Relaciones Exteriores de que se hacían preparativos “para enviar […] sumas considerables”, le ofreció a Carranza un préstamo alemán. Carranza, quien después de la publicación de la nota de Zimmermann temía una intervención norteamericana, rechazó la oferta.51 El representante diplomático austriaco en México opinó: “El apoyo financiero ofrecido en abril por Alemania no fue aceptado, obviamente para no crear problemas con los Estados Unidos. También las cambiantes opiniones de este gobierno sobre el resultado de la guerra lo inducen por lo pronto a no comprometerse tanto con Alemania”.52

Carranza en realidad esperaba obtener tal préstamo en los Estados Unidos. Sin embargo, se vio obligado a abandonar esta esperanza porque las exigencias norteamericanas de que renunciara a la neutralidad mexicana y a importantes artículos de la nueva Constitución, le eran inaceptables.

Eckardt consideró entonces que había llegado el momento de hacer fracasar definitivamente las negociaciones mexicano-norteamericanas. El lo. de junio de 1917 telegrafió a Berlín: “Situación muy complicada […] se espera replanteamiento de cuestión financiera en unos cuantos días. ¿Se dispone de 100 millones de pesos para la fundación del banco estatal? Éste es el uso más apropiado del dinero aquí; la comisión del gobierno está elaborando planes para el proyecto.”53

Las proposiciones de Eckardt fueron una desagradable sorpresa para el Ministerio de Relaciones Exteriores, pues éste no había previsto ningún préstamo a México. La “sustancial” ayuda financiera prometida generosamente a Carranza en la nota de Zimmermann había de sumar únicamente 30 millones de marcos, según acuerdo entre el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Alto Mando militar.54 El Ministerio cablegrafió a Eckardt:

Imposible conceder préstamo o sumas suficientes para fundar un banco durante la guerra, telegramas 29 y 39 se referían a dinero para sobornos.55 En caso de apropiado uso político, sugiera oferta confidencial de suma similar. Ofrezca apoyo sustancial para fines económicos en periodo posguerra.56

Eckardt no se resignó. Comprendió que en una situación en la que un préstamo parecía decisivo para la existencia del gobierno, los sobornos serían necesariamente inútiles y sólo un préstamo de importancia podría conseguir el efecto deseado. Por ello telegrafió nuevamente: “Urge dinero aquí. Washington ofrece un préstamo inicial de 50 millones de dólares y presiona nuevamente para que se rompa con nosotros. Suplico se me autorice hacer oferta específica —cuando menos 100 millones de pesos— comunicándome cuándo puede llegar aquí parte de esa suma en oro”.57 El 18 de junio fue más claro aún: “Mi apreciación es que neutralidad de México, en vista de comprobados efectos en Estados Unidos, tiene tal importancia que 100 millones de pesos podrían sacarse del fondo de guerra en caso necesario. Dado enorme impacto nota de alianza, todo México estimulado, soborno innecesario”.58

La advertencia de Eckardt no dejó de tener efecto en Berlín. Un rompimiento de las relaciones de México con Alemania hubiera desacreditado totalmente, entre otros, a Zimmermann, quien por entonces aún se hallaba en funciones. El 16 de julio, aun antes de que llegara la segunda advertencia de Eckardt, se le ordenó “asegurar por favor al presidente nuestra total disposición a apoyar a México financiera y económicamente de la mejor manera posible. Solicitar nos transmita directamente proposiciones detalladas respecto al envío del dinero, posiblemente a través de emisarios especiales”.59

El gobierno mexicano, sin embargo, no inició ninguna negociación con Alemania. No había renunciado a la esperanza de obtener un préstamo, si no del gobierno norteamericano, cuando menos de fuentes privadas norteamericanas. A finales de junio de 1917, el secretario de Hacienda, Luis Cabrera, anunció el comienzo de las negociaciones a este fin con banqueros norteamericanos. Declaró que no se dirigía al gobierno norteamericano porque México quería mantener su neutralidad.60

Las negociaciones se prolongaron y finalmente fracasaron porque los banqueros norteamericanos pusieron las mismas condiciones que su gobierno. El lo. de noviembre de 1917 Cabrera dio a conocer el fracaso de las negociaciones mexicano-norteamericanas sobre el préstamo.61

Eckardt parece haber contribuido a este resultado por medio de promesas al gobierno mexicano. Se apoyó para ello en la aceptación expresada el 16 de junio por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania respecto a las negociaciones sobre el préstamo. Tres semanas más tarde, el 9 de julio, la situación pareció desarrollarse más favorablemente para Eckardt. Delmar llegó a México como representante del Estado Mayor y le manifestó a Eckardt que el Alto Mando militar había aprobado un préstamo de 100 millones de pesos a Carranza.62 En septiembre, cuando ya se había hecho evidente el fracaso de las negociaciones con los Estados Unidos, el gobierno mexicano parece haber considerado por primera vez la opción de un préstamo alemán. El 8 de septiembre, Eckardt telegrafió a Berlín: “Yo podría debilitar ahora permanentemente influencia norteamericana si tuviera aquí 100 millones de pesos y los pudiera ofrecer en caso urgente”.63 Pero de Berlín no llegó ni el dinero ni ninguna comunicación correspondiente. Por desgracia para la diplomacia alemana, la comunicación a través de la Argentina y de la embajada sueca se hallaba interrumpida. Carranza perdió cada vez más la confianza en la diplomacia alemana. “Sin embargo, crece paulatinamente el peligro de que el presidente se sienta obligado a aceptar dinero de Norteamérica.”64

Para salvar la situación, Eckardt y Delmar, que aún no recibían ninguna respuesta de Berlín, se decidieron a hacer nuevas promesas a Carranza. El 26 de septiembre Eckardt entregó a Carranza las proposiciones del Ministerio de Relaciones Exteriores referentes a una colaboración en el periodo de posguerra, y un escrito de Delmar en el que —como él mismo comunicó— “ofrecí armas e instructores alemanes en caso de guerra. Aludí verbalmente a que pronto llegaría dinero procedente de Argentina”.65

Carranza les dio a entender claramente a los representantes alemanes que de ninguna manera deseaba una guerra con los Estados Unidos. Les indicó que “desearía tener armas en caso de una guerra, pero que quería evitar esa guerra”.66 Obviamente trataba de evitar todo lo que pudiera ser interpretado por los Estados Unidos como pretexto para una intervención. Finalmente exigió el cumplimiento de las muchas promesas alemanas. Dado que Eckardt lo había entretenido durante meses con promesas generales, mientras que Delmar podía brindar proposiciones concretas, pensó que el Alto Mando militar, a diferencia del Ministerio de Relaciones Exteriores, se hallaba realmente interesado en México. Carranza le manifestó a Delmar que “él tenía confianza total en el Alto Mando, pero ya no en el Ministerio de Relaciones Exteriores, exceptuado personalmente el ministro”. Por ello empezó a negociar con Delmar. Primero le pidió “planes, etcétera, para una fábrica de fusiles Mauser de 7 mm con una producción diaria de 200 fusiles […], así como personal técnico y finalmente especialistas en construcción de aviones”.67 El 10 de octubre, cuando las negociaciones con los Estados Unidos estaban por romperse y su situación se hacía cada vez más difícil, Carranza le pidió a Delmar “de inmediato 10000 fusiles, 15 ametralladoras, 4 millones de cartuchos como muestra consignada a la administración de telégrafos”.68

Después que las negociaciones con los Estados Unidos fracasaron definitivamente, Carranza se dirigió a Delmar y solicitó “un préstamo de 50 millones de pesos para la fundación de un banco estatal. Otros 50 millones se obtendrían en México mismo. Además, nos piden 20 millones de pesos para necesidades perentorias inmediatas”.69

Delmar consideraba que este préstamo era esencial para conservar la neutralidad en México, pero además como un medio de convertir al país en una semicolonia militar y política de Alemania. Esto lo manifestó sin rodeos en las negociaciones con el ministro de Hacienda mexicano. Exigió específicamente, como condición de tal préstamo, que el gobierno diera seguridades de “que el país no entrará de ninguna manera en guerra contra nosotros, que el dinero se empleará para determinados fines y estará bajo control alemán, que se concederán ventajas comerciales para el periodo de posguerra, que los pertrechos militares serán proporcionados únicamente por nosotros”.70

Según las palabras de Delmar, estas exigencias “fueron aceptadas incondicionalmente, con la posibilidad adicional de una futura influencia alemana en la formulación de la política exterior”.71

En vista de la importancia de estas negociaciones, Delmar envió a Madrid a un agente del Estado Mayor, el doctor Gehmann, con el encargo de hacer un llamamiento urgente a Berlín. Gehmann informó que Eckardt había perdido la confianza de Carranza; además llevó consigo un mensaje de Eckardt en el que éste declaraba inevitable un préstamo de 100 millones de pesos, “Estamos convencidos de que nosotros […] habremos agotado definitivamente nuestras opciones si se pone en peligro la situación en México por un retraso en la aprobación de los créditos solicitados.”72 El agregado militar en Madrid, Kalle, apoyó esta petición. Señaló la verdadera importancia de México como base para las actividades de sabotaje en los Estados Unidos y como conexión para agentes alemanes en camino a la India. Solicitó ayuda militar y política para México, pues “las tropas mexicanas junto a la frontera norteamericana […] limitan la transportación de tropas norteamericanas a Europa”. Además, todavía esperaba que la ayuda financiera y militar a México provocaría una guerra mexicano-norteamericana, que podría conducir a un cambio en la actitud japonesa.

El rompimiento con los Estados Unidos de un México fortalecido por nosotros tendría tal vez como consecuencia la intervención del Japón en América, y seguramente su benévola neutralidad hacia México. Si los Estados Unidos llegan a un acuerdo con México, podrían hacer lo mismo con el Japón.73

La respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores fue ambigua. Por una parte se le comunicó a Eckardt: “Apoyo material solicitado para el presidente técnicamente imposible”, pero por otra parte se le pidió a Carranza “transmitir proposiciones pertinentes a través de Almaraz, cuyo regreso se desea”.74 Ante todo los alemanes intentaron dar esperanzas a Carranza para el periodo de posguerra. Se le indicó a Eckardt “asegurar en todo caso fuerte apoyo económico después de firmada la paz, siempre que México permanezca neutral”.75 Hasta finales de 1917, todos los intentos de obtener un préstamo para México fracasaron. En una carta dirigida al conde Ródern, el secretario de Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores manifestó “que por el momento no es posible proporcionarle a México cantidades ni siquiera cercanas a la suma que se requiere para nuestros propósitos”.76

¿Cómo se explica la actitud ambivalente del gobierno alemán respecto al préstamo destinado a México? ¿A qué debe atribuirse el hecho de que Alemania primero estuvo dispuesta a conceder un préstamo, pero más tarde se negó?

Después que se decidió enviar la nota de Zimmermann, tanto el Ministerio de Relaciones Exteriores como la Sección Política del Estado Mayor habían estudiado las distintas posibilidades de enviar dinero y armas a México. En febrero de 1917 la Sección Política propuso que el presidente de la Deutsche Ozeanreederei en Bremen, Lohmann, quien antes del estallido de la guerra había sido enviado a los Estados Unidos para vender todas las propiedades que pertenecían al gobierno alemán, transfiriera 9 millones de dólares a México. El Reichsbank dijo que podía enviar a México 1.9 millones de dólares. El Deutsch-Südamerikanische Bank estaba dispuesto por su parte a entregar a Eckardt de 3 a 4 millones de marcos a través de su filial en México.77 Finalmente, el Deutsche Bank declaró que podía girar a Eckardt de 6 a 8 millones de marcos a través del Banco de Comercio e Industria de México. Sin embargo, no podía garantizar esta transacción. El Banco de Comercio e Industria pertenecía al Deutsche Bank y a la casa bancaria norteamericana Speyer. El director, De Lima, pasaba por germanófilo, pero no se tenía seguridad de que “cumpliría instrucciones de corte antinorteamericano’.78

Todos estos planes fueron rechazados por el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se consideró que había un plan mejor, que movilizaría mayores recursos y no afectaría las reservas de divisas. De la misma manera que se había utilizado a los norteamericanos para transmitir la nota de Zimmermann, Alemania se proponía ahora hacerlos pagar ellos mismos el dinero que debía ser utilizado principalmente en su contra. Este plan se caracterizó por la misma mezcla de cinismo, ingenuidad, petulancia e ineptitud que se había manifestado en el asunto de la nota de Zimmermann.

Unas empresas alemanas habían comprado en la Argentina grandes cantidades de lana que no pudieran ser enviadas a Alemania a causa de la guerra mundial. La lana se hallaba almacenada en Buenos Aires y debía ser embarcada hacia Alemania al finalizar la guerra. El plan del Ministerio de Relaciones Exteriores consistía en vender esta lana a un barco neutral. El banco obtendría entonces un préstamo en Nueva York ofreciendo la lana como garantía y pondría ese dinero a disposición del servicio secreto alemán. El banco que se había elegido para esta transacción era el Banco de Castilla, español, que tenía estrechas relaciones comerciales con el Deutsch-Südamerikanische Bank, y cuyo director, Klimsch, era alemán.79 Si este plan hubiera tenido éxito, se hubiera dispuesto de recursos financieros por valor de 15 a 20 millones de marcos. Pero esta suma no se acercaba a los 100 millones de pesos que Eckardt estaba pidiendo. Por ello no está claro en qué se basaba Delmar cuando hablaba de 100 millones que debían proceder de la “transacción argentina”.80 ¿Había planes para ampliar esta transacción o el Alto Mando no se había ni siquiera informado con exactitud? No se puede comprobar nada más preciso sobre este asunto.

El plan, en todo caso, fracasó. El banco español se declaró incapaz de realizar tal transacción, dado que desde hacia tiempo se encontraba en la “lista negra francesa”.81 El director Klimsch comprendió que los norteamericanos se darían cuenta rápidamente de la naturaleza de tal transacción y nunca la aprobarían.

Tras el fracaso de este plan, las posibilidades de conseguir dinero para México se vieron muy restringidas. En la medida en que se obtuvieron créditos hasta finales de 1917, éstos no fueron destinados al gobierno mexicano sino a la legación y a los servicios secretos. Así, el 18 de mayo se asignaron 200 000 marcos para el espionaje y los servicios de inteligencia.82 Las transacciones monetarias desde los Estados Unidos que se consideraron originalmente, no pudieron efectuarse a consecuencia de la declaración de guerra de los Estados Unidos a Alemania y de las drásticas medidas norteamericanas contra las empresas alemanas. A esas alturas, sólo quedaban dos caminos abiertos. Se podía tratar de que los comerciantes alemanes en México y otros países latinoamericanos pusieran dinero a disposición de la legación alemana, si se les reponía el equivalente en marcos en Alemania. La segunda opción era la remisión de dinero desde los países neutrales hacia México.

La primera opción fue utilizada para cubrir los grandes gastos de la legación en propaganda, sabotaje, sobornos, etcétera. La continua devaluación del dinero en México y la insegura situación de los bancos habían llevado a los comerciantes alemanes de México a depositar gran parte de su dinero en bancos norteamericanos. Cuando los fondos alemanes que se hallaban depositados fueron confiscados al entrar los Estados Unidos en la guerra, los comerciantes alemanes se vieron obligados a buscar otros medios para asegurar sus recursos financieros. El representante diplomático alemán les ofreció abonarles en marcos en Alemania el equivalente de lo que entregaran en pesos mexicanos. Muchos comerciantes alemanes aportaron inmediatamente grandes sumas que ascendieron a un total de 2 759 679 marcos.83 Este dinero fue suficiente para cubrir los gastos corrientes de la legación, pero no para un préstamo al gobierno mexicano.

A finales de 1917 el Ministerio de Relaciones Exteriores parece haber renunciado totalmente al plan de hacer un préstamo a México. La improcedencia de la vía que se había elegido para remitir el dinero a México puede no haber sido la única razón de este cambio en la actitud del gobierno alemán. Después de que Zimmermann fue derrocado en agosto de 1917, Kühlmann fue designado como su sucesor. Éste apoyó, si bien con titubeos, un arreglo en el oeste y en consonancia con ello puede haber favorecido una política de moderación en México. Esta actitud se manifestó, por ejemplo, cuando en octubre de 1917 en una circular confidencial el Ministerio de Relaciones Exteriores calificó súbitamente la publicación de la nota de Zimmermann como algo que había tenido un efecto devastador en la opinión pública norteamericana:

Las actividades difamatorias de la prensa se vieron extraordinariamente facilitadas por la divulgación del telegrama dirigido a la legación del kaiser en México. Este telegrama hizo un daño insólito a la causa alemana en los Estados Unidos, al convencer a amplios sectores de la legitimidad de la causa del gobierno norteamericano. En los círculos germano-norteamericanos se deploró mucho el telegrama. Esta actitud, sin embargo, se mezcló con amargos reproches contra las autoridades alemanas que no supieron ocultar mejor este peligroso secreto.84

Respecto a México, Kühlmann resintió en pequeñas proporciones lo que después experimentó en grande: el papel determinante de los militares en la política exterior alemana. Cuando a finales de 1917 todavía no llegaba dinero a México, el mismo Delmar se dirigió a Madrid para hacer desde allí un último intento de obtener un préstamo para México a través del Alto Mando. Le comunicó a la Sección Política:

Si Carranza cayera por falta de fondos y si Díaz llegara al poder con ayuda de los aliados, habríamos perdido para siempre. La opinión general es que un rompimiento con México se vería seguido por el rompimiento con la Argentina y Chile. Por ello es indispensable hacer algo por México. El representante diplomático y yo pedimos urgentemente una pronta respuesta y, finalmente, lucidez.85

La advertencia de Delmar no fue desoída. El Estado Mayor transmitió su comunicado al Canciller del Reich, añadiendo: “El confinamiento de tropas norteamericanas en la frontera sur de los Estados Unidos es importante también para el Alto Mando. Por ello el general Ludendorff estaría agradecido si tal situación fuera promovida por nosotros”.86

Un día después de recibirse la decisión del Alto Mando, el secretario de Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores telegrafió a Eckardt que el gobierno mexicano debía enviar de inmediato un representante a Alemania para negociar un préstamo y ventas de materias primas.87

PLANES ALEMANES PARA LA PENETRACIÓN ECONÓMICA EN MÉXICO

Las instrucciones de Ludendorff pusieron en marcha una activación de la política alemana para México. El año de 1918 constituyó el climax de los esfuerzos expansionistas alemanes en México y en la lucha germano-norteamericana por la hegemonía en el país. Esta lucha se desarrolló en tres planos: en la economía, el espionaje y la actividad del servicio secreto, y la propaganda.

En la esfera económica se operó un cambio en la actitud de importantes círculos del gran capital alemán. Por primera vez desde el estallido de la guerra, los capitalistas alemanes empezaron a manifestar un activo interés por México. A muchos industriales y banqueros se les hizo cada vez más evidente que los ambiciosos objetivos de guerra alemanes no podrían alcanzarse en su totalidad y que sus esperanzas de obtener de las posesiones alemanas todas las materias primas importantes estaban destinadas a seguir siendo una quimera. Por ello empezaron a buscar fuentes de materias primas, sobre todo en los países neutrales. En ello se tuvo particularmente presente a México, que no sólo era sumamente rico en materias primas, sino que también ofrecía buena acogida al capitán alemán. Este cambio en la actitud del capital alemán fue cálidamente apoyado y estimulado por las autoridades civiles y militares. El Ministerio de Relaciones Exteriores le indicó a Eckardt que hiciera todos los preparativos para la compra de materias primas en México en el periodo de posguerra. En vista de la difícil comunicación con la legación en México la expansión en el país fue apoyada también activamente a través del departamento militar-comercial de la embajada alemana en Berna. En la primavera de 1918, esta embajada consiguió reclutar como agente al cónsul general mexicano en Berna, Domínguez, de cuya “germanofilia, así como de su capacidad para tratar problemas económicos, no se puede dudar”.88 Domínguez pensaba viajar a México en julio-agosto de 1918. Se declaró dispuesto “a encargarse de todas las cuestiones de naturaleza económica referentes a Alemania, en parte mediante sus propios conocimientos, en parte por experiencias que adquiriría durante su próxima estancia en México”.89 Se proponía investigar sobre todo las posibilidades de compras y obtención de concesiones de materias primas. El departamento militar-comercial informó a los grandes consorcios alemanes sobre este proyecto y les pidió dar a conocer sus deseos.

Cuando ya se habían hecho todos los preparativos para el viaje de Domínguez, el 30 de julio de 1918 tuvo lugar una importante reunión en el edificio de la Unión Central de Industriales Alemanes, para tomar decisiones fundamentales sobre la expansión alemana en México y darle encargos concretos a Domínguez. Participaron en la reunión 38 representantes de destacadas asociaciones y empresas económicas alemanas, bajo la presidencia de Rótger, dirigente de la Unión Central de Industriales Alemanes.

El secretario de Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores y antiguo representante en México, Paul von Hintze, envió un mensaje a los participantes. En él expresó la esperanza de que la conferencia mostrara “la disposición de la industria y del comercio” a establcer relaciones comerciales con México y a ampliar y consolidar las ya existentes.90 El Ministerio de Economía del Reich y el Ministerio de la Guerra se manifestaron en sentido similar. El secretario de Estado del Ministerio de Economía del Reich aprovechó la ocasión para expresar su particular interés en el petróleo mexicano: “Desde un punto de vista económico, vería con sumo placer que Alemania pudiera hacerse de un lugar en la prometedora producción petrolera de México”.91 El Ministerio de la Guerra subrayó la importancia de esta reunión con la siguiente advertencia: “La administración del ejército considerará decisivamente importante el abastecimiento de Alemania con materias primas para el periodo de posguerra, y por ello solicita apoyar por todos los medios los esfuerzos que contribuyan a ello”.92

El representante del departamento militar-comercial de la embajada alemana en Berna, Nólting, pronunció el discurso introductorio. Recalcó la disposición del gobierno de Carranza a hacer concesiones y declaró: “Una enérgica actividad económica de nuestra parte en México constituiría un apoyo para el gobierno de Carranza contra las fuertes presiones del norte por obtener concesiones que, si se concedieran, harían que el país cayera gradualmente bajo completa influencia norteamericana”.93

Nólting aludió entonces a las discusiones que sobre estos asuntos se desarrollaban en altos círculos financieros.

Muchos círculos alemanes —explicó— mantienen el punto de vista de que las compras de materias primas en México no tienen ningún sentido, pues o bien lograremos una paz como la que necesitamos, y entonces obtendremos todas las materias primas, o bien alcanzaremos una paz in-satisfactoria y entonces tendremos que volver nuestra atención hacia el Este. Otros dicen que las compras de materias primas serían muy buenas si tan sólo se supiera cuánto durará la guerra, pues de otra suerte los réditos, los gastos de almacenamiento y de seguros encarecerían mucho más las mercancías. Otros piensan, sin embargo, que la escasez de materias primas, con toda probabilidad, se hará sentir cada vez más en los Estados Unidos y que éstos se verán obligados a acudir al mercado mexicano. Las fuertes presiones de los norteamericanos para obtener concesiones en México confirman esta opinión.94

Nólting apoyó inequívocamente la penetración en México. En su opinión, “los aliados se proponen obtener el control de todas las materias primas, e intentarán cerrarnos todas las fuentes. Si llega a realizarse una paz de transacción, tal vez nos permitirán oficialmente comprar sin restricciones lo que necesitamos. Pero entonces todas las fuentes de materias primas se hallarían en realidad bajo su firme control. Es de dudar, sin embargo, que después de firmarse la paz, los aliados estén dispuestos a proporcionarnos las materias primas necesarias. Si nuestras compañías en el extranjero no impiden tal situación asegurando a tiempo todos los materiales accesibles y deseables, así como la producción continua de los mismos, difícilmente quedaría algo para nosotros después de la firma de la paz”.95 Nólting propuso proveer a Domínguez de una clave secreta. Él debía telegrafiar de inmediato a Alemania acerca de las concesiones y materias primas que podría obtener, y los círculos económicos deberían por su parte comunicarle de inmediato sus decisiones se gana, para que él pudiera actuar sin retardo.96

Rótger resumió los resultados de la reunión de la siguiente manera:

1. El problema de los costos no tiene importancia frente al interés nacional, y por lo que toca a los intereses particulares, las compañías participantes deberán contribuir a los gastos.

2. Es preciso informar a las autoridades que el comercio y la industria tienen un mayor interés en la reanudación de las relaciones comerciales con España y México.

3. El restablecimiento práctico de los vínculos comerciales con México más allá de simples declaraciones e informes beneficia al poderío económico del Reich alemán. Por ello se debe informar al Ministerio de Economía y a la Junta de Directores del Reichsbank que, en lo que concierne a la evaluación de nuestras cuentas pendientes y al problema del tipo de cambio, recomendamos un procedimiento comparable con la práctica inglesa, es decir, la adquisición de materias primas sin consideración a la magnitud de las inversiones.

4. Debe aclararse la cuestión en qué medida el Ministro de Economía del Reich está dispuesto a conceder a las firmas alemanas la libre disposición de las materias primas adquiridas.97

A muchos comerciantes y banqueros alemanes no parecieron adecuadas estas medidas. Algunos días después de la reunión, el 3 de agosto de 1918, importantes bancos y empresas comerciales de Hamburgo sometieron un memorándum al Ministerio de Relaciones Exteriores. En él subrayaban la gran importancia que tenía la neutralidad de México para las empresas alemanas. Si los norteamericanos, escribieron, lograban arrastrar a México a la guerra mundial, “el resultado sería no sólo un considerable fortalecimiento de nuestros enemigos durante la guerra, sino que también se perdería la influencia alemana en la posguerra en una región cuya importancia sobrepasa con mucho el marco de intereses del comercio alemán”.98 De tal suerte, pidieron un crédito de 200 a 300 millones de pesos para Carranza. Afirmaron, para apoyar su petición: “El gobierno de Carranza debe obtener el dinero en un futuro próximo para poder seguir manteniendo al país en condiciones seguras. Lo puede obtener de los países aliados, sobre todo de los Estados Unidos de América, pero al precio de renunciar a la neutralidad frente a Alemania y las Potencias Centrales”. A cambio del préstamo, propusieron, entre otras cosas: “a] el suministro de productos y minerales esenciales para Alemania mediante contratos de aprovisionamiento para el periodo de posguerra, bajo garantía del gobierno mexicano y de grupos próximos a éste; b] preferencias aduanales, durante un periodo a ser determinado, para ciertos productos de exportación importantes que, como en el caso del guayule, cuando se comparan con los bajos precios del hule, México ya no podría exportar sin una reducción aduanal; c] el otorgamiento de concesiones en la producción petrolera y en la adquisición de derechos sobre la producción de minerales de importancia para Alemania”.99

Los círculos financieros alemanes centraron su atención en el petróleo mexicano. La compañía Erdól AG, vinculada a la Disconto-Gesellschaft, mostró —según las palabras del secretario de Estado del Ministerio de Economía del Reich— “vivo interés” en los recursos petroleros mexicanos y tenía intención de enviar privadamente a México “a un geólogo suizo digno de confianza para continuar el estudio de la situación”.100 El Ministerio de Economía del Reich también estableció contacto con la Deutsche Petroleum AG. Esta compañía vinculada al Deutsche Bank, se mostró menos interesada. El Deutsche Bank obviamente esperaba poder reanudar su colaboración con empresas norteamericanas después de la guerra. Pero no quería abandonar totalmente el campo a la Disconto-Gesellschaft. Por lo tanto propuso inversiones en el renglón petrolero mexicano por una cantidad de medio millón a un millón de marcos.101 Esta actitud del Deutsche Bank hizo que el Ministerio de Economía del Reich concediera a la Disconto-Gesellschaft un papel importante en, las inversiones en el petróleo mexicano. El secretario de Estado del Ministerio de Economía escribió:

Estoy dispuesto a conceder a la Deutsche Erdöl AG una participación mayor que la de cualquier otro miembro, en la constitución de tal grupo, y asegurar que los gastos en que incurra la Deutsche Erdöl AG por el envío de un geólogo, u otros que yo haya aprobado, sean sufragados por el grupo en su conjunto.102

Ninguno de estos planes para la expansión de Alemania se realizó jamás. Aun antes de su derrota en la primera guerra mundial fueron abandonados, por diversas razones. La opinión de un sector importante del gran capital, mencionada por Nólting, de que “entonces tendremos que volver nuestra atención hacia el Este”, se puso en práctica de hecho. Los alemanes esperaban asegurar allí, sin cargas financieras, las materias primas necesarias para el “periodo de transición”. El 27 de agosto de 1918 se impusieron a la Rusia soviética onerosos tratados suplementarios que preveían suministros soviéticos a Alemania por valor de 6 000 millones de marcos.103 Los recursos necesarios para una expansión de gran envergadura en México ya no estaban a disposición de Alemania en los últimos meses de la guerra. En este como en otros casos se manifestó aquí de forma particularmente crasa la contradicción entre los deseos y las posibilidades del imperialismo alemán.

Hubo también una serie de factores menores. El viaje de Domínguez se pospuso cuando surgió la sospecha de que estaba al servicio de los aliados.104 La Disconto-Gesellschaft empezó a dudar de la germanofilia de Carranza y por ello postergó sus planes de inversión en México. El 19 de octubre de 1918 el secretario de Estado del Ministerio de Economía del Reich escribió:

El Director General Nöllenburg, tras las noticias que han llegado entretanto sobre el comportamiento del gobierno de Carranza frente a los intereses petroleros norteamericanos y japoneses, duda que sea aconsejable que en este momento el gobierno alemán tome medidas oficiales en relación con el gobierno mexicano. Yo no puedo simplemente desechar estos escrúpulos por infundados […]105

La discrepancia tan característica de Alemania, entre sus deseos y las posibilidades reales, se manifestó con particular claridad en las negociaciones sobre el préstamo alemán a México en 1918.

El anuncio hecho a principios de enero de 1918 por el Ministerio de Relaciones Exteriores, según el cual se le estaba pidiendo al gobierno mexicano que enviara a Berlín un representante con el fin de negociar el préstamo, despertó en Eckardt la esperanza de que el Reich estuviera finalmente dispuesto a satisfacer sus peticiones cada vez más urgentes. A finales de 1917 había telegrafiado una vez más que la situación era “sumamente crítica”. Habló de un

importante cambio en la opinión pública, provocado por una hábil campaña de prensa de los aliados. Como resultado de esta campaña se ha difundido la peligrosa opinión de que la situación económica, empeorada por una mala cosecha de maíz, requiere la ayuda inmediata del exterior y que la ayuda ofrecida por los Estados Unidos ha sido frustrada hasta ahora sólo por las vacuas promesas de Alemania.106

La decepción de Eckardt debe haber sido tanto mayor cuando a finales de febrero se le informó que la suma destinada a México montaba a 10 millones de pesetas españolas, o sea 5 millones de pesos mexicanos, una vigésima parte de lo que él había indicado como necesario para cubrir las necesidades más apremiantes del país. Esta suma estaba depositada en un banco español en una cuenta a nombre del Ministerio de Relaciones Exteriores. Oficialmente, el crédito lo debía conceder no el Ministerio de Relaciones Exteriores, sino Bleichróder, quien había firmado un contrato a tal efecto con el Ministerio. El préstamo debía acreditarse a la cuenta de México en España; tendría una duración de tres años, con un 6½ por ciento de intereses y comisiones.107

No hay en los documentos ningún indicio de que Eckardt haya comunicado alguna vez al gobierno mexicano la suma propuesta. Obviamente temía que, de hacerlo, los mexicanos no enviaran ningún representante a Berlín, y tal vez abrigó la esperanza de que el gobierno alemán cambiara su actitud durante las negociaciones en Berlín. Así pues, sus esfuerzos se encaminaron tanto a convencer al gobierno mexicano de que enviara un representante cuanto a persuadir al gobierno alemán de que hiciera mayores concesiones. En estas gestiones también fue apoyado por Delmar, quien escribió a mediados de marzo:

El secretario mexicano de Hacienda, Nieto, me dijo que él podía obtener un préstamo interno de 50 millones de pesos sin el concurso de las casas bancarias alemanas. Con la contribución de las casas alemanas, esta suma se podría aumentar considerablemente según mi opinión. Es muy recomendable un mensaje por radio a México en este sentido.108

Cuando Eckardt, de acuerdo con las instrucciones recibidas, pidió a finales de enero al gobierno mexicano que enviara un delegado a Alemania para las negociaciones, los mexicanos se mostraron mucho más reservados de lo que podría haberse deducido de los informes de Eckardt y Delmar. Eckardt informó: “Probablemente recibiré respuesta al telegrama sobre el préstamo después que el ministro de Hacienda regrese de Washington. El presidente me ha dicho ya desde ahora que necesita autorización del Congreso para un préstamo, pero no para anticipos”.109

La clave para comprender la actitud del gobierno mexicano se encuentra probablemente en la primera parte de este telegrama, donde se menciona la presencia del secretario mexicano de Hacienda en Washington. El gobierno mexicano aparentemente aún tenía esperanzas de obtener un préstamo en los Estados Unidos. En julio de 1918 dirigió otra petición al gobierno norteamericano en este sentido. Según datos del departamento militar-comercial de la embajada alemana en Berna, los mexicanos pidieron “un préstamo de 300 millones de pesos oro”. Los Estados Unidos estaban dispuestos a conceder un préstamo de 100 millones de pesos, pero ponían las siguientes condiciones: “rompimiento inmediato de relaciones con Alemania, guerra comercial y después guerra con Alemania”.110 El gobierno mexicano rehusó. No se excluye que los mexicanos considerarán las negociaciones con Alemania como medio de presión para obtener un préstamo norteamericano, sin renunciar a la neutralidad y a la Constitución de 1917.

Este factor puede haber desempeñado también un papel considerable en el viaje que hizo a España en la primavera de 1918 Isidro Fabela, antiguo ministro de Relaciones Exteriores de Carranza y uno de sus colaboradores más cercanos. Según la versión de Eckardt, se le habían dado “plenos poderes para entablar negociaciones sobre un préstamo con Alemania”.111

Durante todo su viaje Fabela fue seguido por el servicio secreto norteamericano. En el viaje a España pasó por La Habana, donde funcionarios norteamericanos vigilaban a todos los viajeros de México a Europa que despertaban sus sospechas. En general los sospechosos eran detenidos por las autoridades cubanas, que entonces los entregaban a los norteamericanos. Con Fabela no se pudo emplear este procedimiento, pues tenía un pasaporte diplomático que lo protegía de tales controles. El mismo Fabela le contó al autor que desde el momento en que abandonó su barco, fue vigilado por agentes policiacos norteamericanos. Un diplomático europeo le comunicó que los norteamericanos habían planeado un incidente para tener pretexto de llevarlo a un comisariado de policía. Allí habrían de someterlo a un registro personal; los norteamericanos esperaban encontrar el proyecto de un supuesto tratado secreto mexicano-alemán. Fabela evitó este atentado permaneciendo en su hotel. Pero su equipaje fue robado. Fabela protestó enérgicamente ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba. Poco antes de la salida de su barco hacia Europa, el equipaje fue “hallado” por funcionarios cubanos, pero todas las cerraduras estaban rotas y las maletas revueltas.112

Fabela llegó a Madrid en mayo de 1918. Delmar, que se encontraba allí, quiso entrar en contacto con él, pero Fabela se negó a recibirlo.113 El embajador alemán escribió a Berlín que Fabela tenía “órdenes especiales para Berlín, donde debe actuar como ministro. Pide ser transportado por submarino”.114 Kühlmann apoyó esta petición ante el Almirantazgo:

Debido a las anteriores simpatías del gobierno mexicano por Alemania y a la importancia de esas simpatías para nosotros, sería del todo deseable políticamente acceder a la petición del representante. Pero para ello habría que tener el mayor cuidado con la susceptibilidad española. Más específicamente, sólo puede pensarse en la realización del plan si en base a un arreglo secreto se puede hacer que el individuo en cuestión sea recogido en alta mar por un barco mercante.115 [El Almirantazgo, sin embargo, se negó a ello:] Por desgracia no es practicable salir a su encuentro en un submarino sin violar los términos de la neutralidad española o sin exponer el submarino a la destrucción.116

Se aconsejó a Fabela dirigirse a Escandinavia en un barco neutral y viajar desde allí hasta Alemania o bien realizar su gestión a través del embajador alemán en Madrid.117 Fabela no hizo ninguna de las dos cosas, sino que pronto salió de España hacia la Argentina. Su conducta plantea la pregunta de si realmente tenía el encargo de entablar negociaciones sobre un préstamo. El mismo Fabela declaró al autor que no había tenido instrucciones de iniciar negociaciones sobre un préstamo con Alemania y que tampoco se había dirigido nunca a la embajada alemana. Es posible que el gobierno mexicano sólo haya querido utilizar la misión de Fabela como un medio más de presionar a los Estados Unidos y que no haya estado muy interesado en verdaderas negociaciones sobre un préstamo con Alemania.

Después de la partida de Fabela, Delmar decidió entrar en negociaciones directas con el representante diplomático mexicano en Madrid. Fue autorizado por Berlín “para hablar confidencialmente con el representante mexicano y preguntarle si sabía de una manera segura de remitir el dinero”.118 El representante le aseguró a Delmar que tenía mensajeros que podrían transportar el dinero con seguridad. Declaró además que había telegrafiado a Carranza que viniera de inmediato a Madrid para concluir los arreglos.119

El préstamo, sin embargo, nunca se hizo realidad. Las causas exactas, lamentablemente, no pueden precisarse. Pero es probable que el gobierno mexicano no estuviera muy interesado en un préstamo alemán que hubiera destruido todas sus esperanzas de llegar a un acuerdo financiero con los Estados Unidos sin obtener una ayuda digna de consideración. Dado que México no quería rechazar de plano a Alemania, a la cual todavía necesitaba como contrapeso frente a los Estados Unidos, nú es improbable que haya prolongado intencionalmente el asunto.

El 11 de octubre de 1918, el embajador alemán en Madrid pidió urgentemente los 10 millones de pesetas para las actividades de la embajada, dado que “en vista del desarrollo de los acontecimientos, la obtención de dinero a través del Banco de Castilla podría tropezar con dificultades insuperables”.120 El secretario de Estado suplente accedió, “dado que al parecer el ministro del kaiser en México no necesita el dinero o la remisión aparentemente no ha sido posible y nosotros tampoco tenemos ningún interés en darle dinero a México en este momento”.121 Así fracasó el intento por comprometer a México mediante un préstamo alemán.

Las autoridades alemanas jamás se mostraron dispuestas en 1918 a sobrepasar esta suma de 10 millones de pesetas. En marzo de ese año se le comunicó al Ministerio de Relaciones Exteriores que un agente alemán de nacionalidad suiza iba a viajar a México. El Ministerio le encomendó decirle a Carranza “que por desgracia Alemania no podía por el momento poner a disposición de México ninguna ayuda financiera de mayor monto”.122 pero que esperaba “estar en condiciones de poder satisfacer eventuales necesidades financieras de México después de la guerra”. No hay, sin embargo, ningún indicio de que el suizo haya ido realmente a México.

La propuesta de Delmar en el sentido de recabar el concurso de las empresas alemanas en México para concederle un préstamo a Carranza, fue mal interpretada intencionalmente. Delmar había escrito:

Mientras tanto, en México se ha guardado una gran cantidad de dinero en las cajas fuertes a causa de la incertidumbre general, y esto incluye a las empresas alemanas. Hay buenos motivos para suponer que éstas pondrían a disposición del gobierno mexicano una buena parte de su dinero si el ministro así lo solicitara, siempre y cuando el banco Bleichróder se hiciera cargo de las garantías.123

El gobierno alemán explicó que Bleichróder únicamente podría hacerse cargo de una garantía de 5 millones de pesos, es decir, los 10 millones de pesetas previstos, y añadió: “En caso de que México allegara recursos para un préstamo interno, consideraríamos políticamente aconsejable que las empresas alemanas participaran en el mismo siempre y cuando el gobierno ofreciera seguridades razonables”.124

¿Cuál fue la causa de la actitud reticente del gobierno alemán tanto ante las peticiones del gobierno mexicano, de Eckardt y de Delmar, como ante las amplias propuestas de las empresas alemanas en México el 3 de agosto? Parte de las causas la expresó sin duda el director de la oficina central del Deutsch-Südamerikanische Bank, W. Fricke, quien había vivido durante muchos años en México y quien en un memorándum125 sometido al Ministerio de Relaciones Exteriores se manifestó en contra de la proposición crediticia de los comerciantes alemanes en México.

Fricke expresó primero que “debido al circulante en existencia el Reichsbank no podía desprenderse de quinientos millones en oro”. Además no veía ningún medio de transferir el dinero a México, y “hacer un depósito en un país extranjero neutral probablemente no lograría el objetivo porque el papel moneda que se emitiera en México contra tal depósito no encontraría buena aceptación puesto que, por las experiencias de los últimos años, la gente desconfía en grado sumo de todo papel moneda”. Sostuvo que el gobierno mexicano difícilmente podía otorgar concesiones a Alemania “porque casi todo se encuentra ya en manos privadas”. Temía sobre todo que un préstamo alemán a Carranza pudiera causar su caída. “¿Qué se ganaría políticamente?”, preguntó. “Yo pienso: hostilidad abierta y ataques sin escrúpulos por parte de los aliados contra Carranza. Para ello no haría falta ni siquiera un gran esfuerzo de los aliados que fuera un alivio para nosotros […], y entonces habríamos logrado precisamente lo que tendríamos que haber evitado.” Contrariamente a los comerciantes, Fricke manifestó la opinión de que México no capitularía ante los Estados Unidos, aun sin el préstamo alemán.

En mi opinión no podemos esperar de México más de lo que le obligan a hacer sus intereses más inmediatos: la salvaguarda de su independencia frente a los Estados Unidos […] Carranza sabe cuán grandes servicios puede prestarle Alemania a México después de la guerra, si los aliados presentaran sus cuentas por los daños sufridos durante la revolución.126

La causa más importante de la “reserva” alemana durante el periodo en que el gran capital alemán mostró interés por México, fue la impotencia. Los ambiciosos planes de expansión fueron hechos a la sombra de la derrota inminente. El gobierno, aun cuando lo hubiese querido, difícilmente hubiera podido estar en condiciones de poner grandes sumas de dinero a disposición de México en ese periodo.

EL SERVICIO SECRETO ALEMÁN EN MÉXICO

Tras la entrada de los Estados Unidos en la guerra, los servicios secretos alemanes en Norteamérica trasladaron su cuartel general a México. Cuando en octubre de 1917 el agregado militar alemán en España, Kalle, resaltó la importancia que tenía México para Alemania, mencionó en primer término la posibilidad del “sabotaje en los Estados Unidos”.127 Tres organismos estatales participaban en esta actividad: la Sección Política del Estado Mayor, el Almirantazgo y el Ministerio de Relaciones Exteriores, cuyos representantes en México estaban profundamente implicados en el trabajo del servicio secreto.

El representante de la Sección Política en México y jefe de su red de agentes en ese país era Delmar, quien en realidad se llamaba Anton Dilger. Dilger, alias Delmar, un germano-norteamericano —su padre había emigrado a los Estados Unidos poco antes del estallido de la Guerra Civil norteamericana, y en el transcurso de la guerra había ascendido hasta general brigadier del ejército norteamericano—, nació en el año de 1884 en Port Royal, en el estado de Virginia. Estudió medicina, primero en la Universidad Johns Hopkins en Maryland, y más tarde en Heidelberg. Tras el estallido de la guerra mundial entró oficialmente al servicio de la Cruz Roja alemana, trabajó durante algún tiempo como médico en un hospital militar en Karlsruhe. Esta actividad “humanitaria” era compatible con su ciudadanía norteamericana; no así su actividad como agente, que ejerció para el servicio secreto alemán desde 1915. Por encargo de éste, se dirigió a los Estados Unidos donde libró una “guerra bacteriológica”: instaló laboratorios para el cultivo de bacilos con los que se debía infectar el ganado destinado a los aliados.

En enero de 1916 Delmar regresó a Alemania para continuar oficialmente sus actividades “humanitarias” con la Cruz Roja alemana. Pero ya en febrero de 1916 participó en una importante conferencia de la Sección Política del Estado Mayor General, en la que se elaboraron planes para la intensificación de las actividades de sabotaje en los Estados Unidos y México, y en junio de 1917 fue enviado a México como jefe del departamento de la Sección Política para norteamérica. Gracias a su ciudadanía norteamericana y a la cautela con que había actuado hasta entonces, pudo cruzar el Atlántico sin ser molestado y llegar a México, donde arribó a finales de agosto.128

La Sección Política designó a cierto individuo de nombre Hinsch como ayudante de Delmar. Éste era capitán del vapor Neckar, que fue utilizado para abastecer de carbón a los barcos de guerra alemanes. Al estallar la guerra mundial, el Neckar se encontraba en alta mar. Hinsch se dirigió de inmediato al puerto norteamericano de Baltimore donde se quedó. Muy pronto llegó a ser un miembro destacado del servicio secreto alemán y desempeñó un papel decisivo en dos de las principales acciones de sabotaje alemán en los Estados Unidos durante la primera guerra mundial, ayudando a incendiar el astillero Black Tom en Nueva York y la fábrica Kingsland en Nueva Jersey.129 En junio de 1917, cuando su situación se hacía cada vez más difícil en los Estados Unidos —Hinsch era ciudadano alemán y estaba expuesto a ser detenido o cuando menos vigilado— se trasladó a México, donde pasó a ser la mano derecha de Delmar.130

Aproximadamente en las mismas fechas llegó a México Kurt Jahnke para asumir la dirección del servicio secreto de la marina alemana en América del Norte. Fue esta agencia la que realizó la mayor parte de las actividades secretas de Alemania en México. Sommerfeld había sido reclutado por Boy Edd, el agregado naval de Alemania en Washington, y fueron expertos en sabotaje de la marina alemana quienes planearon la destrucción de los campos petroleros mexicanos. Mucho antes de que estallara la primera guerra mundial, la marina alemana ya había organizado la primera red de agentes secretos alemanes que abarcaba todo el continente americano. En los principales puertos y en muchas capitales del continente se estableció una Etappendienst der marine cuya principal tarea era la de suministrar carbón y otras provisiones a los buques de guerra alemanes en tiempo de guerra.131 Esta organización fue la espina dorsal del servicio de inteligencia naval alemana una vez iniciada la primera guerra mundial.

En términos generales, estos agentes navales no tuvieron gran éxito en sus actividades. Después que los Estados Unidos le declararon la guerra a Alemania se descubrió que Sommerfeld era agente alemán y fue detenido por las autoridades norteamericanas (que, por otra parte, jamás descubrieron su participación en un complot para que Villa atacara a los Estados Unidos). Los planes de la marina para sabotear los campos petroleros mexicanos no se realizaron y las actividades secretas del agregado naval alemán Boy Edd en Estados Unidos eran tan evidentes que el gobierno lo declaró persona non grata y lo expulsó del país.

Según un informe de von Knorr, dirigente del Etappendienst en los Estados Unidos, éste también sufrió una serie de fracasos debidos fundamentalmente a la incompetencia de su personal. El informe sobre las actividades de este servicio en México combina la descripción de una serie de peripecias grotescas con un lenguaje seco y burocrático.132

Varias semanas después del comienzo de la guerra, cuando los Estados Unidos todavía eran neutrales, llegó a San Francisco el crucero alemán Leipzig para reabastecerse de combustible. De acuerdo con las leyes norteamericanas de neutralidad las autoridades sólo le permitieron permanecer veinticuatro horas y recibir una cantidad limitada de carbón. En esta ocasión los agentes navales alemanes en San Francisco decidieron suministrarle subrepticiamente al Leipzig una cantidad adicional de carbón, para lo cual alquilaron el buque de vapor Mazatlán, que cargaron de carbón sin el conocimiento de las autoridades norteamericanas. Ésta fue una operación difícil ya que desde el principio los norteamericanos fueron sumamente hostiles a Alemania. Según von Knorr, dicha animadversión se debía fundamentalmente a la apariencia física del cónsul alemán en San Francisco, von Schack, y sobre todo al hecho de que éste “usaba monóculo y hablaba con el acento cortado de la guardia prusiana”.133

Con todo, fue posible cargar al Mazatlán de carbón sin atraer la atención de los norteamericanos. Para la travesía hasta el puerto mexicano de Guaymas, donde el Leipzig esperaba el carbón, los alemanes habían contratado a un joven alemán, el capitán Jelsen, a quien se conocía como un tipo “atrevido” y bien relacionado con “elementos dudosos en los Estados Unidos y México”. “Por desgracia”, comentó von Knorr, “Jelsen tenía una debilidad; su afición a las mujeres”. La partida del Mazatlán se demoró porque, en palabras de von Knorr, “Jelsen pasó la noche con unas amigas”. Mientras el capitán estaba así ocupado, estalló a bordo del Mazatlán un incendio que fue apagado por bomberos norteamericanos, y las autoridades norteamericanas descubrieron el cargamento del carbón que no había sido declarado. Se le advirtió al cónsul alemán que si dicho carbón se entregaba al Leipzig se le impondría una fuerte multa, a pesar de lo cual Jelsen se dirigió a Guaymas donde entregó el carbón al Leipzig. Por desgracia, no había tenido gran cuidado al escoger su tripulación; el telegrafista era un inglés con el que había tenido un pleito. Cuando el Mazatlán llegó a Guaymas, el telegrafista acudió inmediatamente al consulado británico y puso sobre aviso a la inteligencia naval británica en la cual observó la operación del traslado del carbón al Leipzig desde una colina. Al enterarse de esto los norteamericanos, se enfurecieron e impusieron una fuerte multa a las autoridades alemanas que habían alquilado el Mazatlán. Pero no se conformaron con eso. Según von Knorr, Jelsen había llevado en el viaje a “dos damas de dudosa reputación” y, en cuanto el barco regresó a San Francisco, el departamento de policía encargado de combatir el vicio en esa ciudad lo aprehendió por violar la ley contra la trata de blancas. Como resultado de estas actividades las operaciones del Etappendienst se vieron restringidas durante algún tiempo en los Estados Unidos.

Jahnke, el hombre que en 1918 asumió la dirección de las actividades secretas de la marina alemana en América del Norte, era de otro calibre. Era, probablemente, el más inteligente de todos los agentes alemanes. No sólo era un experto en sabotaje sumamente eficaz, sino que tenía además un talento especial para infiltrar organizaciones populares y utilizarlas para sus propios fines. Fue así como organizó redes de sabotaje en los Estados Unidos con la ayuda de sociedades irlandesas y sindicatos que se oponían a la guerra. Fue el único de los agentes alemanes en América que llegó a desempeñar un papel prominente en Alemania después de la primera guerra mundial. En la década de 1920 participó en numerosas conspiraciones organizadas por ciertos sectores del ejército alemán, el llamado “Reichswehr negro”. Después del ascenso de Hitler al poder, Jahnke se convirtió en asesor de Rudolf Hess para cuestiones de espionaje. Después que Hess se fue a Inglaterra, Jahnke se hizo miembro del Sicherheitsdienst de las SS y estrecho colaborador de sus más destacados dirigentes, Reinhard Heydrich y Walter Schellenberg.134 En 1945 fue capturado por las tropas rusas y es probable que haya muerto en cautiverio. Oficialmente trabajaba en San Francisco como detective privado, pero, según informes de los funcionarios aduanales norteamericanos, parece haber estado involucrado en otros negocios, especialmente el contrabando de armas y de opio. Mantenía un estrecho contacto con el consulado alemán en San Francisco y, poco después de que estallara la guerra mundial, Boy Edd, el agregado naval de la embajada alemana en Washington, lo reclutó para el servicio secreto.135

Poco después de la llegada de Jahnke y Delmar a México, tuvieron lugar fuertes tensiones entre Eckardt y Jahnke por un lado y entre Delmar y Hinsch por el otro. Los representantes de cada uno de los servicios secretos en México eran independientes y únicamente responsables ante sus superiores en Berlín. Dado que la comunicación con Alemania era frecuentemente lenta y difícil, los conflictos se suscitaban fácilmente. Estas disputas tenían sobre todo móviles políticos.

A finales de 1917 Delmar viajó a Madrid y le dejó a su suplente, el capitán Hinsch, instrucciones para una amplia actividad de sabotaje en México, incluyendo planes para provocar incendios en Tampico y para la organización de bandas en el norte de México, que debían atacar a los Estados Unidos.136 Al mismo tiempo, había tratado de fortalecer su posición mediante la sustitución de Jahnke por Hinsch que le era completamente adicto. Esto hubiera significado un decisivo debilitamiento de la posición de Eckardt, quien colaboraba muy estrechamente con Jahnke. Jahnke necesitaba el apoyo de Eckardt en su competencia con Delmar pero además compartía plenamente la posición de Eckardt respecto a una limitación de las actividades de sabotaje en México, pues le era indispensable un ambiente político tranquilo para la construcción de bases submarinas en México y como refugio desde el cual dirigir las actividades de sabotaje en los Estados Unidos. En diciembre, con el apoyo del agregado militar alemán en Madrid, Delmar logró obtener una directiva de Berlín que lo favorecía. Había criticado la falta de talento organizativo de Jahnke, “su vívida fantasía, su mentalidad norteamericana y su doble nacionalidad”, pero al mismo tiempo había recomendado no prescindir totalmente de Jahnke, dado que éste sabía demasiado y podría volverse contra Alemania. Cuando se le comunicó desde Berlín a Eckardt que Jahnke debía ser sustituido por Hinsch, respondió pasando al contraataque junto con Jahnke. En un informe al Almirantazgo, Jahnke calificó a Hinsch de incompetente. Hizo un recuento de sus propios logros, entre ellos el hundimiento de un barco japonés, uno británico y dos norteamericanos y la destrucción de la fábrica Dupont en Tacoma, y mencionó que había organizado redes de agentes en los Estados Unidos, la Argentina, Chile, Panamá, el Japón, las Filipinas, Hawai y Alaska.137 El mismo Eckardt se dirigió el 21 de febrero al Ministerio de Relaciones Exteriores:

La colaboración entre Jahnke y Hinsch es imposible debido a desconfianza mutua. El exitoso trabajo de Jahnke no puede ser interrumpido, y yo seguiré prestándole apoyo financiero. Con base en experiencias muy graves, solicito que se ponga formalmente bajo mi autoridad al doctor Delmar, a Hinsch y a Jahnke.138

Esta solicitud llegó a Berlín en un momento en que la dirección política estaba sometida al Alto Mando militar en todos los aspectos. Por ello, ni el Almirantazgo ni el Estado Mayor se hallaban dispuestos a subordinar a sus agentes en México al representante del Ministerio de Relaciones Exteriores. Pero eran conscientes del hecho de que el personal militar, que dada la difícil comunicación con México era problemático controlar desde Berlín, podía provocar fácilmente un rompimiento con México a través de operaciones independientes. Semejante rompimiento no hubiera coincidido ni militar ni económicamente con los planes del ejército o de la marina. A principios de 1918 Ludendorff declaró que la mayor utilidad de México para Alemania consistía en retener grandes contingentes de tropas norteamericanas en la frontera; en el aspecto económico, financieros del Ministerio de la Guerra empezaron a considerar a México como un abastecedor de materias primas para la posguerra a principios de 1918.

La respuesta a Eckardt tuvo en cuenta estos puntos de vista. El mando militar se negó a poner a sus agentes bajo sus órdenes (“no es deseable una subordinación directa de Jahnke y Delmar a Vuestra Excelencia”), pero de hecho le concedió un derecho de veto sobre la actividad de los agentes, quienes no podrían emprender “nada en México” sin su aprobación.139 En la comunicación definitiva del Ministerio de Relaciones Exteriores, “nada en México” fue simplemente sustituido por “nada”, y así se le concedió a Eckardt un mayor campo de acción.

La petición más importante de Eckardt, su insistencia en retener a Jahnke, fue atendida: “Jahnke único representante de la marina”.140 En la práctica, dado que Delmar se encontraba en España, Jahnke se convirtió en el agente secreto alemán más importante en México. No sólo puso bajo su mando la red de agentes de la marina, sino también parte de la red de la Sección Política del Estado Mayor.141

INTENTO DE ESTABLECER UNA ESTACIÓN INALÁMBRICA EN MÉXICO

Una de las más importantes condiciones para una actividad eficaz de los servicios secretos alemanes en México era el mantenimiento de una comunicación regular con su cuartel general en Alemania. Cuando se interrumpieron todas las comunicaciones por cable, a los agentes alemanes en México todavía les quedaron abiertas algunas posibilidades de comunicación con Alemania. La primera opción era la embajada alemana en los Estados Unidos. Al principio, la transmisión de comunicados a través de los Estados Unidos se efectuó virtualmente sin dificultad. Pero se hizo mucho más difícil, incluso imposible, cuando a mediados de 1915 las autoridades de la marina norteamericana sometieron a censura todas las transmisiones de comunicados desde la estación de Sayville hacia Nauen. Además, a finales de 1916 el gobierno norteamericano había permitido el uso de su propio cable transoceánico para la transmisión de “mensajes de paz” alemanes. Los acontecimientos en torno a la nota de Zimmermann mostraron en qué forma Alemania abusó de este privilegio.

La conexión norteamericana se suspendió totalmente después de la entrada de los Estados Unidos en la guerra en abril de 1917. Pero ya antes se había abierto una nueva posibilidad para la transmisión de comunicados hacia los Estados Unidos y México: a pesar de su neutralidad, el gobierno sueco se había declarado dispuesto a transmitir mensajes alemanes cifrados. La nota de Zimmermann, entre otras, había llegado a su destino de esta manera, y los informes de Eckardt a Berlín siguieron el mismo camino. Pero en septiembre de 1917 también quedó cerrada la ruta sueca. Los norteamericanos habían publicado un telegrama alemán captado por el servicio secreto británico en el que Eckardt proponía que se condecorara al ministro sueco en México, Folke Cronholm, por haber expedido incansablemente informes hacia Alemania.142 Cronholm confirmó estas imputaciones ante Fletcher, pero recalcó que sólo había seguido órdenes de su gobierno.143 En consecuencia, los aliados pusieron los telegramas suecos bajo vigilancia.

En Alemania se habían tomado medidas en previsión de tal contingencia. La censura norteamericana en la estación de Sayville, y las crecientes tensiones con los Estados Unidos habían inducido ya en 1916 a las autoridades alemanas a procurarse medios de comunicación independientes de los Estados Unidos. Con este objeto se había planeado una vasta red radiotransmisora en América Latina, principalmente para incluir estaciones receptoras con capacidad de transmisión de verdadera importancia, ya que no sólo debían servir para las comunicaciones diplomáticas y para transmitir instrucciones a los agentes, sino también para fines de propaganda. Tales instalaciones receptoras, que eran “de importancia inmediata para la guerra”, habrían de ser instaladas en México, Colombia, el Ecuador, el Perú, Chile, la Argentina, el Uruguay, el Brasil, Surinam y Venezuela.144 Este proyecto correspondía a un plan desarrollado ya desde antes de la guerra para la creación de una red de radio mundial y no había sido concebido en modo alguno sólo para su uso en tiempos de guerra. Se afirmó “que es […] absolutamente necesario hacer cuando menos el intento de establecernos en aquellas partes que tienen importancia para nuestra red mundial de radio y telegrafía”.145

Se decidió empezar por México. En mayo de 1916 Eckardt había telegrafiado al Ministerio de Relaciones Exteriores: “Deseo la instalación de conexión radiotelegráfica entre México y Alemania. En México se necesitaría una máquina de alta frecuencia con emisora”.146 En escritos dirigidos a la Oficina de Correos del Reich y al alto mando de la Marina el Ministerio de Relaciones Exteriores apoyó urgentemente esta proposición indicando que tal comunicación “nos haría independientes de las estaciones norteamericanas”.147

La Oficina de Correos del Reich se manifestó en contra de la proposición. Al dar a conocer su opinión al respecto, indicó que la estación de México estaría casi 3 000 kilómetros más lejos de Nauen que la estación norteamericana de Sayville y que tal instalación costaría millones, los que el gobierno del Reich difícilmente estaría dispuesto a conceder. Argumentó además que sería muy difícil enviar a México el equipo y los operadores necesarios.148 El Almirantazgo fue mucho más positivo frente a las proposiciones de Eckardt. Primero manifestó dudas sobre la conveniencia de construir la transmisora, dado que no podría estar en servicio antes de dos años en el mejor de los casos. “No se podrá sacar ya provecho de la instalación de una segunda radioemisora de gran capacidad en el continente americano para la guerra actual.” Pero el Almirantazgo juzgó necesario considerar todo el asunto “no sólo desde el punto de vista de nuestra situación en la guerra actual, sino en el contexto de un plan general para una futura red alemana de radio y telegrafía en escala mundial”. El Almirantazgo aprobó totalmente la construcción de una estación receptora sencilla. “Una receptora podría construirse fácilmente a bajo costo y en un tiempo relativamente breve [y] por medio de la cual podrían satisfacerse las necesidades más urgentes (informaciones generales de guerra, instrucciones del Canciller del Reich).”149

Sin embargo, los conflictos entre las diversas dependencias en torno a este asunto no cesaron. El 15 de julio la Oficina de Correos del Reich expresó una vez más su oposición a la construcción de cualquier tipo de instalación radial en México. Declaró que el equipo para tal estación no podría ser enviado desde Alemania hacia el continente americano y que un pedido a la filial de la Telefunken en los Estados Unidos, la Atlantic Communication Company, no tendría sentido pues “las exportaciones de los Estados Unidos a México no son posibles dadas las actuales relaciones políticas entre esos países”.150 El alto mando naval consultó entonces a la compañía Telefunken, la cual contradijo la opinión de la Oficina de Correos. Por consiguiente, el 9 de julio el alto mando naval intervino vigorosamente en contra de la Oficina Postal del Reich: “Sería posible obtener el equipo necesario sin mayores dificultades dado que sólo se requieren amplificadores receptores […]” No era difícil expedirlos desde los Estados Unidos. “En todo caso valdría la pena un intento dado el gran interés que tiene el ministro en México en recibir comunicados directamente desde Nauen, sin la intervención de la censura norteamericana, especialmente en vista de que los costos son mínimos.”151

La Oficina de Correos del Reich cedió entonces a la presión del Almirantazgo y del Ministerio de Relaciones Exteriores. Justificó su cambio de opinión diciendo que no sabía que existiera en Chapultepec, en la capital de México, una estación receptora construida por la Telefunken antes de la guerra, que quizá sólo requeriría una ampliación.152 Al mismo tiempo propuso una reunión de representantes de todos los ministerios interesados.

Esta conferencia tuvo lugar el 22 de julio entre los representantes de la Oficina de Correos, la Marina, el Ministerio de Relaciones Exteriores y la compañía Telefunken. El grupo apoyó la construcción de una estación receptora en México, y señaló que tal estación le permitiría al ministro alemán en México “recibir comunicados sin intervención de la censura norteamericana” por una parte, y que bajo ciertas circunstancias también se podrían enviar comunicados no censurados a la embajada alemana en Washington”.153 Los trabajos correspondientes se le confiaron a la compañía Telefunken.

La realización de este proyecto tropezó inicialmente con dos dificultades. La primera consistía en la obtención de los materiales. Éstos debían conseguirse en los Estados Unidos, con recomendaciones de disfrazar las intenciones alemanas “evitando cualquier participación visible de la embajada alemana o de la Atlantic Communication Company”. El pedido se haría desde México, a “un individuo designado por la Telefunken. Este individuo (un técnico) llevaría a México el equipo necesario, junto con un telegrafista experimentado, a través de los canales adecuados, e instalaría la estación receptora”.154 La segunda dificultad era de naturaleza financiera. El gobierno alemán realmente esperaba que el gobierno mexicano cargara con los gastos, pero estaba tan interesado en el proyecto que estaba dispuesto en caso necesario “a sufragar los costos con dinero del Reich”.155 La Tesorería del Reich se declaró dispuesta a pagar hasta 60 000 marcos por gastos incurridos en el proyecto.156

Cuando los planes para la construcción fueron llevados a los Estados Unidos en un submarino comercial, la compañía Telefunken puso manos a la obra de inmediato. Por intermedio del ingeniero holandés van de Woude, quien gracias a su condición de neutral provocaba menos sospechas y tenía mayor libertad de movimientos, el equipo necesario fue pedido a la firma norteamericana Frorupp por la subsidiaria mexicana de la Telefunken.157 El gobierno mexicano aportó 5 000 dólares para el pedido.158 Su gran interés en tales comunicaciones, que lo hacían independiente de los Estados Unidos, se manifestó en un memorándum dirigido al gobierno alemán en noviembre de 1916; el ministro mexicano en Alemania apoyó también tal conexión.

El equipo fue enviado a México el 28 de febrero, probablemente en un barco neutral.159 El embarque se hizo exactamente un día antes de que la nota de Zimmermann fuera publicada por los norteamericanos, los cuales probablemente aumentaron su vigilancia a consecuencia de ello. La mayor parte del equipo fue confiscada por barcos de guerra norteamericanos antes de que llegara a Veracruz.160 Con las partes no confiscadas y con otras que se encontraban en México, se comenzó de inmediato la construcción de la instalación. Por razones técnicas y de seguridad, ésta no se hizo en la ya existente estación gubernamental de Chapultepec, sino en el suburbio de Iztapalapa. Técnicamente se esperaba una mejor recepción si se separaba la emisora de la receptora; además los alemanes esperaban que la instalación escapara al conocimiento de los norteamericanos mediante este cambio de ubicación.161

El 9 de marzo se anunció en los Estados Unidos que la ciudad de México tenía ya comunicación inalámbrica directa con Nauen. El Almirantazgo informó inmediatamente al kaiser: “Se nos ha hecho saber que la estación receptora construida en México por iniciativa alemana y con ayuda financiera y material alemana ha empezado a funcionar. Todavía no se recibe confirmación de este informe”.162 El anuncio parece haberse adelantado un tanto a los acontecimientos, pues en abril el técnico responsable telegrafió desde México: “He estado intentando recepción desde el 6 de abril de las 4 de la mañaña a las 4 de la tarde tiempo centro europeo. Sin resultado”.163 Dos semanas más tarde se recibieron los primeros mensajes de Nauen, y desde entonces la comunicación operó regularmente.164 El prematuro anuncio norteamericano fue resultado de una falsa información de las agencias de inteligencia norteamericanas o, dado que se hizo una semana después de la publicación de la nota de Zimmermann, fue calculado intencionalmente para hacer más fuerte el impacto de la nota exagerando las intenciones alemanas.

La legación alemana y los agentes del servicio secreto recibieron en lo sucesivo sus instrucciones, y la propaganda alemana sus informes de guerra, a través de esta estación. Todo esto era transmitido por los funcionarios gubernamentales mexicanos encargados de la estación. Delmar informó el 10 de diciembre de 1917: “Los telegramas cifrados para mí y para el ministro nos son entregados por la estación gubernamental”.165 Eckardt escribió en agosto de 1918: “El director de Telégrafos, señor Mario Méndez, me envía diariamente los telegramas de guerra de Nauen por medio de un mensajero sirio”.166 Los alemanes, sin embargo, no querían depender totalmente del gobierno mexicano en esta operación. Por ello, la Sección Política del Estado Mayor parece haber instalado su propia estación receptora. Delmar informó el 9 de diciembre de 1917: “Dispongo de una estación de radio secreta que puede captar a Neuen”.167 Esta información fue confirmada por el servicio secreto norteamericano, el cual mencionó una estación de radio en la casa del ayudante de Delmar, Hinsch.168

En 1916, los funcionarios alemanes habían manifestado sus reservas en cuanto a la instalación de una estación en México en vista de los gastos y del largo periodo de construcción. A principios de 1917 esta actitud cambió debido al temor de que Alemania quedara completamente aislada por los aliados de los países neutrales de ultramar. Esta preocupación fue expresada el 14 de febrero en una reunión de representantes de la Oficina de Correos del Reich, el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Colonias, el Ministerio de Finanzas y el Ejército y la Marina, donde se discutieron los planes “para una red radiotelegráfica mundial”. Los participantes llegaron a la conclusión de que los antiguos cables alemanes tal vez no quedarían en manos alemanas después de la guerra; “además, necesitamos urgentemente comunicación radiotelegráfica directa con ciertos países con los que anteriormente sólo podíamos comunicarnos por cables bajo control extranjero. Sin estas comunicaciones radiotelegráficas, Alemania quedaría aislada del comercio mundial durante mucho tiempo”. También se señaló que los aliados tenían intenciones de acaparar todas las concesiones para instalaciones de radio. Se decidió que había que “ponerse a trabajar de inmediato en la construcción de máquinas aparatos, antenas, etcétera, para las tres grandes estaciones que habían de instalarse en México, en la China y en Sudamérica, ya fuera en el Brasil o en el Uruguay, independientemente de que pudieran ponerse en servicio durante la guerra o no”.169

Se llegó a un acuerdo entre la Oficina de Correos del Reich y la compañía Telefunken sobre la instalación de una emisora en México. La Telefunken propuso la construcción de una emisora provisional en México, “para que por lo menos puedan ser enviados hacia acá recibos, señales cortas y quizá también telegramas en circunstancias favorables”. Se mencionaron dos maneras de lograr este objetivo. La primera consistía “en instalar una estación inalámbrica de 50 a 80 kilovatios utilizando el sistema de descargador rotante”. La gran ventaja de tal estación sería “que no se necesitaría enviar nada desde aquí o desde Norteamérica”, pues se esperaba obtener en México la mayor parte del material necesario. La segunda propuesta consistía en hacer llegar a México en un submarino un transmisor de alta frecuencia que había sido construido para Austria pero que no había sido entregado aún. En todo caso, la Oficina de Correos del Reich debía aprobar el viaje a México del ingeniero alemán Reuthe, quien había trabajado en la estación norteamericana de Sayville pero había sido sacado de allí por las autoridades norteamericanas.170 La segunda propuesta fue rechazada porque la emisora era demasiado grande para un submarino; se optó por la primera opción. Reuthe recibió inmediatamente órdenes de trasladarse a México, a donde llegó poco después.171

Entretanto, sin embargo, habían surgido nuevas dificultades en México. El 17 de abril el Almirantazgo le comunicó a la Oficina de Correos del Reich que el gobierno mexicano se oponía a la construcción de la estación “por motivos políticos”.172 Esto concordaba con la política mexicana de reserva frente a Alemania en abril-mayo de 1917. Algunos meses más tarde parece haberse reanudado la construcción de la instalación, y en julio de 1918 Chapultepec comenzó a transmitir;173 con todo, estas emisiones no pudieron ser recibidas en Nauen sino hasta el final de la guerra. El fallo de esta emisora fue inexplicable para Eckardt. Agentes del servicio secreto norteamericano, que vigilaban la emisora muy cuidadosamente, informaron que las emisiones nunca podrían llegar a Alemania a causa de su longitud de onda.174 Los alemanes, sin embargo, no se limitaron a recibir mensajes de Alemania y a intentar emitirlos hacia allá, sino que también trataron de influir directa e indirectamente en los medios de información de América Latina. Así, por ejemplo, las noticias de guerra que llegaban regularmente desde Nauen eran radiadas hacia El Salvador, que había permanecido neutral en la guerra mundial.175

Mucho más importante aún fue el plan de instalar en México una radioemisora (probablemente se trataba de una radiorreceptora) para la Argentina.176 Los documentos alemanes no dan información específica sobre este proyecto. Pero es probable que el mismo estuviera relacionado con una petición del gobierno mexicano al argentino, interceptada por los norteamericanos en 1918, de permitir la entrada de técnicos a Argentina en un barco de guerra mexicano para equipar a las estaciones de radio argentinas de suerte que pudieran recibir transmisiones procedentes de México. El gobierno argentino autorizó la entrada de los técnicos, pero se opuso a que éstos viajaran en un barco de guerra mexicano.177 Los norteamericanos suponían, probablemente no sin razón, que se trataba de técnicos alemanes transportados en un barco de guerra para escapar al control de los buques del bloqueo norteamericano. Es posible que los planes alemanes incluyeran también el envío por este medio del equipo de radio a la Argentina, evadiendo así la vigilancia naval norteamericana.178 Dado que no se dispone de otros informes sobre el proyecto, es probable que éste haya fracasado.

La instalación de la estación receptora alemana en México hizo posible que las autoridades alemanas recibieran regularmente informes e instrucciones desde Berlín incluso después de haberse interrumpido la comunicaciones a través de Suecia. El problema de la transmisión de informes hacia Berlín fue resuelto con la ayuda de la España neutral. Los informes que llegaban allí eran transmitidos a Nauen por una emisora de la embajada alemana.179

La Sección Política del Estado Mayor, que se había hecho responsable de las comunicaciones de todos los agentes alemanes en México con Alemania, hizo primero el intento de enviar telegramas cifrados de firmas comerciales en México a hombres de negocios en España a través de los Estados Unidos. Pero el proyecto fracasó debido a la vigilancia de los censores norteamericanos.180 Mantuvieron la comunicación entonces mensajeros que viajaban en vapores españoles de Veracruz a España. Los norteamericanos tomaron las contramedidas correspondientes: pasajeros, tripulaciones y barcos eran minuciosamente registrados por agentes norteamericanos en La Habana, donde los barcos tenían que hacer escala.181 Cuando estas medidas resultaron insuficientes, los norteamericanos intentaron, no sin éxito, presionar a la dirección de la compañía naviera. Delmar informó en marzo de 1918: “Recientemente las comunicaciones con México han sufrido una grave interrupción debido a que, poco antes de la última salida del vapor Alfonso XII, nuestros contactos en la tripulación fueron transferidos súbitamente a la línea mediterránea. En consecuencia, nuestros últimos informes a México no salieron”.182

Pero aun estas medidas parecen haberles aportado un éxito limitado a los norteamericanos. Por ello se tomaron nuevas medidas. En abril de 1918 se le pidió al gobierno cubano que no suministrara carbón a los barcos españoles en ruta hacia México. El resultado en un principio fue que la comunicación entre México y España quedó interrumpida.183 Sin embargo, el gobierno mexicano no estaba dispuesto a aceptar sin protesta tal interrupción, que lo hacía totalmente dependiente de la comunicación a través de los Estados Unidos. Cuando el vapor Alfonso XII no pudo continuar su viaje hacia México, el gobierno mexicano envió un barco de guerra a La Habana para recoger allí la correspondencia y los pasajeros con destino a México.184 A pesar de su propia falta de carbón, México se declaró dispuesto a suministrar cantidades suficientes de carbón a los vapores españoles para que la comunicación pudiera reanudarse. De esta manera la conexión con Alemania nunca se interrumpió del todo.185

ACTIVIDADES DE SABOTAJE Y ESPIONAJE ALEMÁN EN MÉXICO

El servicio secreto alemán en México concentró su actividad en los Estados Unidos, el Lejano Oriente, América Central y el propio México.

El agregado militar alemán en Madrid, Kalle, había catalogado las operaciones en los Estados Unidos bajo el rubro de “sabotaje”.186 Según las instrucciones que recibió en mayo de 1918, Jahnke debía instigar una revuelta en el ejército norteamericano en la primavera de ese año, efectuar acciones de sabotaje en los Estados Unidos, en el Canal de Panamá y las posesiones norteamericanas, y sabotear barcos japoneses.187 Desafortunadamente no se conoce lo que efectivamente se hizo en este sentido. Hay un informe de Jahnke según el cual destruyó cuatro barcos aliados durante el año de 1917.188

Respecto a las actividades de sabotaje en los Estados Unidos, parece haber existido una división del trabajo entre Jahnke y Hinsch. En tanto que Hinsch dirigía su atención preferentemente a la costa oriental, Jahnke concentraba sus esfuerzos en la costa occidental del país.189 Según sus informes, entre sus agentes figuraban “irlandeses, sacerdotes, senadores estatales y otras figuras políticas”.190 Otro grupo de agentes de Jahnke, cuyos miembros fueron arrestados en 1918 por las autoridades norteamericanas, constituían la llamada Logia Secreta Irlandesa,191 que colaboraba con los alemanes por enemistad con Inglaterra. Nada se sabe sobre la efectividad de las actividades de Jahnke en los Estados Unidos.

El Asia oriental fue otro campo de operaciones para los agentes alemanes destacados en México. Kalle caracterizó la importancia de México respecto al Asia con las siguientes palabras: “Sólo desde México nos es posible influir en la situación en Asia; única conexión con los nacionalistas hindúes”.192

Entre los planes alemanes para aprovechar los movimientos revolucionarios durante la primera guerra mundial, figuraba la utilización del movimiento independiente hindú contra el colonialismo británico. Se planeó un levantamiento con ayuda alemana, y con este fin se constituyó en Berlín un “Comité Nacional Hindú”. Uno de los centros principales de estos esfuerzos eran los Estados Unidos, donde vivían muchos hindúes que habían tenido que huir de la India. Se había hecho un intento, por ejemplo, de enviar armas a los revolucionarios desde los Estados Unidos en un barco que supuestamente se dirigía a México, el Annie Larsen: pero el proyecto fracasó.193 Los norteamericanos arrestaron a la mayoría de los revolucionarios hindúes y los sometieron a proceso en San Francisco.194

Poco después de la entrada de los Estados Unidos en la guerra muchos de los hindúes que habían colaborado con las autoridades alemanas abandonaron los Estados Unidos y se dirigieron a México. El más importante de ellos fue M. N. Roy, alias Martin, quien había residido en los Estados Unidos desde 1916 con la esperanza de obtener allí, con ayuda alemana, armas para los revolucionarios hindúes.195 En junio de 1917 Roy tuvo que salir de los Estados Unidos. En México reanudó de inmediato su contacto con el servicio secreto alemán. A principios de 1917, Hilmi, un miembro prominente del Comité Nacional Hindú, quien hasta entonces había estado viviendo en Nueva York, también fue llamado a México. Allí debería acordar todos los demás detalles para la conspiración en la India con agentes del Estado Mayor y dirigirse luego a la China, donde se habían depositado 50 000 dólares a su nombre.196

Los agentes de la Sección Política del Estado Mayor responsables de los asuntos asiáticos eran Vincenz Kraft, un antiguo representante de Krupp, y un cierto doctor Gehmann.197 Éstos consiguieron mantener contactos con Asia. Sin embargo, los resultados de su actividad parecen haber sido sumamente escasos. Roy menciona como una de las causas de ello el que “muchos agentes alemanes, algunos de ellos en alta posición, estaban más interesados en ganar dinero que en ‘ayudar a la patria a ganar la guerra’. Dos de estos agentes, a quienes conocí en Java, se estaban dando la gran vida en México cuando llegué allí en el verano de 1917”.198

También el Japón le interesaba al servicio secreto alemán en México, si bien sólo indirectamente. Tras el fracaso de la nota de Zimmermann no se emprendieron más acciones diplomáticas ambiciosas para separar al Japón de los aliados con la ayuda de México. En diciembre de 1917, Eckardt había pedido instrucciones sobre “cómo debemos actuar frente a los intentos japoneses de aproximación. Carranza los apoya y quiere arreglarme un encuentro secreto con el ministro japonés”.199 Se le contestó rápidamente: “No se mezcle usted en los asuntos japoneses, porque las comunicaciones a través de usted son difíciles. Si los japoneses están obrando en serio, tienen suficientes representantes en Europa para estos fines”.200

Los alemanes, sin embargo, esperaban comprar armas en el Japón tanto para la planeada rebelión hindú como para México. Se le confió esta tarea a Kraft, en cuyo auxilio se envió a México a un agente japonés del servicio secreto alemán, Nakiao.201 En octubre de 1917, Kraft viajó al Lejano Oriente, con el fin de obtener armas del Japón para México.202 No se puede comprobar a dónde exactamente viajó Kraft. Es poco creíble que haya ido al Japón, que se encontraba en guerra con Alemania. Parece mucho más probable que haya estado en alguna parte de las Indias Orientales holandesas. Para la compra de armas, había escogido a dos miembros de la legación mexicana en Tokio, el agregado comercial Jiménez y su colega Vera. Pero Vera, a quien Kraft había entregado 100 000 dólares para comprar armas, informó a la embajada norteamericana el negocio planeado.203 Las autoridades militares británicas también se enteraron del asunto; incluso obtuvieron una lista de todos los participantes en la transacción.204 Es muy dudoso que en 1918 el Japón estuviera dispuesto a venderle armas a México. En todo caso, la divulgación de los planes ocasionó el fracaso de la operación. En julio de 1918 Delmar informó: “Según parece Kraft no llegó al Japón, y por lo tanto no será posible el envío de armas, tan urgentemente deseado por Carranza”.205

América Central parece haber sido otro campo de acción del servicio secreto alemán en México. El 21 de septiembre de 1918, el embajador alemán en Madrid telegrafió:

Embajador español en México informa intenciones de partidos descontentos en países centroamericanos de derrocar a sus gobiernos marcadamente pronorteamericanos y piden para ello ayuda del ministro del kaiser […] en México. Ministro alemán parece querer acceder petición si partidos en cuestión aseguran primero apoyo del gobierno mexicano.206

El servicio secreto alemán en México se concentró en cinco tareas: la instalación de bases submarinas, la infiltración en el gobierno y sobre todo en el ejército mexicano, la preparación de ataques contra los Estados Unidos, los contactos con los enemigos de Carranza y el contraespionaje contra los servicios secretos de los Estados Unidos y de los aliados.

Uno de los principales objetivos de la Marina alemana en México era la construcción de bases submarinas. Ya a finales de 1916 se habían hecho gestiones con este fin ante el gobierno mexicano, pero estos esfuerzos no se continuaron. A mediados de 1918 se le ordenó a Jahnke que hiciera todos los preparativos para la instalación de una base submarina en el golfo de México.207 En agosto de 1918 Eckardt informó que “se hacen preparativos para los submarinos que arriben”.208 Él y Delmar solicitaron repetidamente al gobierno del Reich que enviara submarinos al golfo de México y que atacara a los barcos norteamericanos que se encontraban frente a la costa mexicana, ya que el hundimiento de barcos de guerra norteamericanos hubiera dado un poderoso impulso a la propaganda alemana en México.209 Pero parece ser que ni aparecieron submarinos en el golfo de México ni el Almirantazgo intentó hacer llegar submarinos a la base preparada en México.

Las causas de esto último se hallaban tanto en México como en la misma Alemania. Según Eckardt, Carranza había aprobado a finales de 1916 la instalación de una base submarina en México. Pero esta aprobación había sido dada en un momento en que Carranza esperaba que una medida diplomática alemana en los Estados Unidos ocasionara el retiro de las tropas norteamericanas que estaban en México.210 La aprobación había sido concedida sobre todo porque los Estados Unidos todavía no estaban en guerra con Alemania. Una base alemana en México en 1917 o en 1918 hubiera provocado fácilmente una intervención norteamericana. “En caso de que submarinos [alemanes] entraran en puertos mexicanos, podría suscitarse una situación en la cual los Estados Unidos podrían exigirle enérgicamente a México que tomara medidas inmediatas para mantener su neutralidad”,211 recomendó Polk, consejero del Departamento de Estado, en un memorándum de julio de 1918 sobre la situación en México, dirigido a su superior Lansing. Como advertencia a México, Polk propuso concentrar abiertamente 6 000 infantes de marina norteamericanos en el puerto de Galveston. Carranza, por supuesto, no se enteró de este memorándum, pero sí sabía de las concentraciones de tropas norteamericanas en la frontera mexicana y en los puertos de Texas. Tenía que contar con drásticas medidas norteamericanas en caso de que se instalara una base submarina alemana en México.212 Por lo tanto, no es probable que Carranza estuviera dispuesto por propia iniciativa a conceder una base submarina a Alemania. Cuando en agosto de 1918 Eckardt notificó que se hacían preparativos para los submarinos, no mencionó a Carranza sino al secretario de Comunicaciones, Mario Méndez, quien supervisaba “todos los preparativos que él había hecho”.213 Es muy posible que Eckardt y Jahnke, junto con Méndez, que trabajaba para ellos, hayan hecho estos “preparativos” sin que Carranza lo supiera. Es igualmente posible que fueran movilizados los mismos militares a los que Eckardt había instado a oponerse a Carranza en caso de un rompimiento con Alemania. Habla en favor de esta hipótesis una información que un colaborador de Carranza proporcionó a las autoridades norteamericanas en Guatemala en septiembre de 1918. Según esta información, Carranza había aprobado sólo con la mayor renuncia una base submarina y había puesto como condición que los ataques no tuvieran lugar en el golfo de México, sino únicamente en el Atlántico.214

Los obstáculos en Berlín no fueron menos formidables. Por temor a una reacción virulenta en los Estados Unidos y a que los países latinoamericanos neutrales le dieran las espaldas a Alemania, la Wilhelmstrasse se mostró renuente a declarar la costa norteamericana zona de bloqueo. El ministro hanseático en Berlín informó en julio de 1917: “El gobierno ha decidido no bloquear los puertos norteamericanos con submarinos para no inquietar a los norteamericanos.”215

Los altos mandos de la marina y el ejército no estaban de acuerdo con esta moderación. En dos reuniones efectuadas en julio de 1918, afloraron graves discrepancias sobre este asunto entre las autoridades militares por un lado y el kaiser y el Ministerio de Relaciones Exteriores por el otro. La minuta de la primera reunión, el 2 de julio, informa lo siguiente:

Hindenburg plantea el problema del bloqueo.

Su Majestad: Aún no era posible una declaración del bloqueo contra Norteamérica por escasez de material. Nuestros anteriores acuerdos con Sudamérica justifican también la moderación. El clima de opinión en la Argentina y Chile no nos ha sido desfavorable hasta ahora. Tenemos que evitar que entreguen nuestros barcos por presión de Wilson. Mientras no tengamos suficientes submarinos, no podemos declarar el bloqueo […]

Hindenburg y Ludendorff recalcan el interés militar por la guerra submarina.

Diplomático von Rosenberg: El Ministerio de Relaciones Exteriores teme complicaciones con España.

Ludendorff: […] Espero un importante alivio como resultado de la actividad de los submarinos en aguas norteamericanas […]

Su Majestad: No lo creo. Según mi opinión, por el momento las ventajas militares esperadas no compensan las inevitables desventajas políticas.

Capitán von Rastorff: El Almirantazgo está por el bloqueo. Hay que aceptar las desventajas políticas.

Su Majestad: Soy de otra opinión y lo he decidido de otra manera.216

En la segunda conferencia, el 27 de julio, el almirante von Holzendorff planteó de nuevo el asunto. Apoyó la guerra submarina en la forma más vehemente, pues “la extensión de la zona de bloqueo aumentaría considerablemente la ya existente escasez de personal marítimo en Norteamérica, los norteamericanos también tendrían que tomar medidas defensivas en sus costas y el sistema de convoyes tendría que extenderse a todo el océano”.217

El secretario de Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hintze, se declaró decididamente en contra.

La navegación de cabotaje norteamericana está a cargo de barcos neutrales. ¡Los países neutrales seguirían distanciándose de las Potencias Centrales y se acercarían más a los aliados! La guerra está resultando demasiado larga para los neutrales. Motivo de su antipatía hacia Alemania: Alemania aislada del comercio con el extranjero, los aliados trabajaron la opinión pública ya desde antes de la guerra. Se teme el empeoramiento de la actitud de Escandinavia y la entrada de España en la guerra. Un nuevo realineamiento de los neutrales sería devastador para Alemania. Los nervios de nuestro pueblo han padecido tanto como los del enemigo, si no es que más.218

Se recalcó además que tales medidas serían “perjudiciales para el intento de abrir canales de comunicación con Wilson”.

Cuando Holzendorff volvió a manifestarse en favor de la declaración del bloqueo, Hintze le respondió que la diplomacia tenía que mantener abiertos los canales de comunicación con los enemigos aun durante la guerra. Tenía que evitarse que “una opinión pública dividida se convierta en un frente unido contra nosotros”.219 El kaiser decidió finalmente no anunciar un bloqueo de la costa norteamericana. Dio como razón que “sería seguro un deterioro en el clima de la opinión pública en los Estados Unidos. Una opinión pública en los Estados Unidos, unificada contra nosotros en Norteamérica también sería peligrosa por su repercusión en Sudamérica”.

También sentía que la atmósfera en Alemania se estaba haciendo gradualmente más cautelosa: “También hay que recordar que no estamos en el segundo, sino en el cuarto año de guerra y que por ello no podemos hacer todo lo que antes hicimos. La gente se está poniendo nerviosa”.220¡Asombrosas palabras en boca del kaiser!

Eckardt perseguía también el objetivo de infiltrar el ejército mexicano y crearse allí un aparato de poder propio. Cuarenta oficiales alemanes o germano-mexicanos que prestaban servicio en el ejército mexicano jugaban en esos esfuerzos un papel nada despreciable. El más conocido de ellos era el general Maximilian Kloss, hijo de un oficial prusiano y responsable de la producción de municiones.221 Entre los germano-mexicanos merece mención especial el coronel Krumm Heller, un médico.

Amoldo Krumm Heller se había unido a Carranza en 1913 y había enviado mensajes a las autoridades alemanas, que entonces apoyaban a Huerta, instándolas a tomar partido por Carranza. La respuesta no fue halagadora: las autoridades alemanas lo tildaron de delincuente y de loco,222 pero esto no le impidió llevar a cabo, una entusiasta propaganda germanófila inmediatamente después del estallido de la guerra mundial. Entre otras cosas tradujo y distribuyó el discurso de guerra pronunciado por Bethmann-Hollweg en el Reichstag. En 1916 fue nombrado por Carranza agregado militar mexicano en Berlín. Inmediatamente después de su llegada a Alemania se presentó en el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde ya había llegado una carta de recomendación de Eckardt. Krumm Heller, que había escrito un libro en el que se glorificaba tanto a Carranza como a Alemania, pidió al Ministerio de Relaciones Exteriores que lo ayudara a publicar su obra en Alemania.

En la Wilhelmstrasse, tanto su proyecto como el propio Krumm Heller fueron recibidos con cierta desconfianza.

Aun cuando, como dice el señor von Eckardt, el viaje de Krumm Heller tenga como propósito principal fomentar la tendencia germanófila que actualmente impera en México y disminuir la influencia de las potencias aliadas, no hay que excluir la posibilidad de que Krumm Heller, se proponga utilizar a Alemania contra los Estados Unidos en favor de México, y que la publicación del manuscrito en cuestión tenga por objeto servir a este propósito.

También había razones políticas para evitar dar a los Estados Unidos la impresión de que el gobierno alemán apoyaba las tendencias antinorteamericanas de México.223

Estas vacilaciones desaparecieron tras la publicación de la nota de Zimmermann y la entrada de los Estados Unidos en la guerra. El libro de Krumm Heller, Für Freiheit und Recht [Por la libertad y el derecho], no sólo fue publicado, sino que el Ministerio de Relaciones Exteriores aprobó, a pesar de algunas expresiones “vulgares” allí contenidas, su presentación al kaiser.224

Krumm Heller parece haberse dedicado en Alemania sólo en segundo o tercer término a los asuntos mexicanos. En un informe secreto de un funcionario del Ministerio de la Guerra que lo acompañó a inspeccionar un campo de concentración de prisioneros de guerra que Krumm Heller visitó con fines de propaganda, se dice: “Uno pierde de vista completamente el hecho de que él es oficialmente el representante de una potencia neutral debido a la fuerza con que expresa sus intereses en Alemania. El rasgo esencial de su carácter se manifiesta en su casi fanático odio a los ingleses y en su ilimitado entusiasmo por Alemania”.225 Esta actitud fue probablemente también la causa de que seis meses más tarde a Krumm Heller se le ordenara regresar a México. En una carta dirigida a Zimmermann, atribuyó su destitución al hecho de que el ministro mexicano en Berlín, que en un principio había sido proalemán, había cambiado su actitud. En vista del bloqueo británico, temía viajar a México y le ofreció a Zimmermann sus servicios como propagandista.226 Los temores de Krumm Heller no eran infundados, pues tanto las autoridades inglesas como las francesas estaban decididas a no dejarlo regresar a México.227 Zimmermann aceptó los servicios de Krumm Heller y lo colocó en la División de Inteligencia del Ministerio de Relaciones Exteriores.228 Allí parece haber colaborado activamente en la propaganda destinada a América Latina y haber sido reclutado para recabar informaciones confidenciales y secretas sobre México.

Los generales que Eckardt había reunido para conspirar contra Carranza en caso de que éste abandonara su neutralidad, eran de importancia decisiva para la realización de los planes de aquél. Pero Eckardt no se atuvo tan sólo a su colaboración, sino que estableció una extensa red de agentes que hubiera podido también representar una reserva en caso de que Carranza modificara su actitud frente a Alemania. Algunos de los informes de estos agentes, que Eckardt le dio a conocer en parte a Carranza, se han conservado en los archivos de la legación alemana en México. Así, cierto capitán Morán del ejército mexicano, informó a Eckardt acerca de una conspiración contra Carranza organizada por el general Robles Romínguez; finalmente pedía “cincuenta pesos para procurarme por lo menos ropa que me permita presentarme en público”.229 Otro informe contiene una lista de ciudadanos franceses residentes en México que hacían propaganda a favor de una intervención norteamericana en México.230

El principal agente alemán dentro del gobierno mexicano, que aparentemente también mantenía el contacto con Carranza cuando Eckardt no se reunía personalmente con él, era el secretario mexicano de Comunicaciones, Mario Méndez.231 Según informes norteamericanos, Méndez recibía de Eckardt 600 dólares, mensuales.232 Pero Eckardt trataba de mantener el contacto no sólo con Carranza, sino también con sus enemigos, aunque únicamente con los conservadores. Dos fuerzas entre estas corrientes despertaron especialmente su interés: el ejército del ex-general huertista Higinio Aguilar, que se encontraba en la región de Veracruz, y la Iglesia católica.

Se iniciaron negociaciones secretas con Higinio Aguilar. Un agente de Eckardt le aseguró que podría contar con ayuda alemana en caso de que Carranza se reconciliara con los norteamericanos.233 Pero esto no hubiera bastado por sí solo para interesar seriamente a Aguilar. Lo que Eckardt quería de él era algo mucho más concreto. El Almirantazgo había pensado en construir otra estación de radio alemana en Veracruz, y Eckardt tenía esperanzas de instalarla en la zona denominada por Aguilar y hacerla vigilar por sus tropas. Eckardt probablemente quería una segunda conexión con Alemania que no dependiera del gobierno mexicano, en caso de un viraje de Carranza. Aguilar manifestó su acuerdo.234 No se conoce el desarrollo de las relaciones entre Eckardt y Aguilar, y tampoco existen informes que indiquen que tal estación haya sido construida. Es improbable que Eckardt, dadas sus relaciones cada vez más estrechas con Carranza, quisiera fortalecer sus lazos con los enemigos de éste, los cuales, después de todo, eran considerados únicamente como una fuerza de reserva.

Con la Iglesia católica, sin embargo, que se oponía a Carranza, Eckardt mantenía relaciones públicas. Consideraba que ideológicamente era la única fuerza que podría “salvar” a México; su actitud antinorteamericana también la favorecía ante Eckardt. “Como me ha comunicado hace poco un destacado sacerdote, el clero católico es totalmente germanófilo.”235 Eckardt, por consiguiente, había intentado obtener una reconciliación entre Carranza y la Iglesia. Se prohibieron expresiones anticlericales en los periódicos subvencionados por la legación alemana; cuando hubo contravenciones, se retiró el apoyo.

El contraespionaje desempeñó un importante papel en la actividad del servicio secreto alemán. Uno de los proyectos más importantes en este sentido fue el robo de un plan, supuestamente norteamericano, para sabotear los pozos petroleros.236

En Tampico se están reclutando mexicanos para incendiar los pozos petroleros, y al mismo tiempo otros que después dirán que el fuego fue obra de los alemanes. La gente me está proporcionando información secreta sobre el plan Fletcher y las declaraciones se están haciendo ante notario. Fletcher enterado de esto, les ofrece 5 000 pesos por el documento, no sospechando que entretanto entregué al presidente todo el material probatorio, que deberá guardarse para el momento oportuno.237

No puede comprobarse en qué medida son ciertas estas afirmaciones. Tal plan está totalmente dentro de la esfera de lo posible, pues los norteamericanos sabían que las operaciones de sabotaje alemanas en la zona petrolera hubieran podido ocasionar un rompimiento entre Alemania y Carranza, quien dependía financieramente de los impuestos petroleros. Sin embargo, no se puede descartar la posibilidad de que todo el asunto haya sido fabricado por el mismo Eckardt, precisamente como una contramedida en caso de que los agentes de la Sección Política del Estado Mayor todavía realizaran sus planes de incendiar los campos petroleros de Tampico. Las denuncias que hizo Eckardt ante el gobierno mexicano sobre este plan norteamericano fueron tomadas muy en serio. El embajador mexicano en Washington informó de ello al gobierno norteamericano y presentó al mismo tiempo una enérgica protesta. El gobierno norteamericano desmintió inmediatamente tal acusación.238

Un segundo proyecto del contraespionaje alemán fue la “confusión” de los norteamericanos respecto a la estación de radio alemana. Eckardt informó

que un espía que aparentemente trabaja para el señor Fletcher, pero que en realidad trabaja para nosotros, me hizo saber que se le había ordenado descubrir dónde se encuentra la estación inalámbrica que se comunica con Nauen. Yo le pregunté al señor Aguilar qué debía responder el espía a los norteamericanos, haciéndoles creer que la información se la había dado un funcionario mexicano. El ministro me indicó un lugar en el estado de Hidalgo, situado en un desierto casi inaccesible que desde entonces es buscado por los norteamericanos.239

El éxito, sin embargo, fue solamente relativo, ya que los norteamericanos sabían exactamente dónde estaba la estación de radio en la ciudad de México.240

Los agentes de Eckardt informaron al gobierno mexicano sobre conversaciones sostenidas entre agentes norteamericanos y Félix Díaz en Oaxaca.241 Al mismo tiempo, parece ser que Eckardt consiguió ganarse a algunos empleados norteamericanos y mexicanos de oficinas norteamericanas. Un norteamericano, Gibsons, quien compartió su residencia con gente como Silliman, durante un tiempo agente especial de Wilson y más tarde cónsul norteamericano en Guadalajara, le daba regularmente informes a Eckardt.242 Según informes norteamericanos, Eckardt también había sobornado a varios empleados de los consulados norteamericanos en Veracruz y Nuevo Laredo.243 Aunque no se dispone de confirmación al respecto, las autoridades norteamericanas también sospecharon que agentes alemanes habían robado una de sus claves secretas.244

Entre los alemanes que trabajaban en México había unanimidad respecto a todas estas actividades pero no en cuanto a las operaciones de sabotaje en México y a los incidentes fronterizos, que constituyeron un constante motivo de conflicto entre Eckardt y los representantes del Estado Mayor.

Ya en mayo de 1917 Eckardt había manifestado su oposición a tales acciones,245 pero ello no impidió que Delmar preparara un ataque contra los Estados Unidos en el estado mexicano de Sonora con la ayuda del general Calles. Si bien es dudoso que las cifras proporcionadas por un agente del ejército norteamericano (según las cuales se había preparado a 900 alemanes y 45 000 mexicanos para el ataque) correspondieran a la realidad,246 no hay duda de que agentes alemanes estaban preparando un ataque a los Estados Unidos desde Sonora. En el verano de 1918 Delmar dio por concluidos todos los preparativos necesarios. El 8 de julio telegrafió a Berlín desde Madrid:

El hecho de que los transportes de tropas norteamericanos estén llegando a Francia sin ser molestados sustancialmente por los submarinos, me mueve a proponer, después de consultar con el agregado militar, que renunciemos al punto de vista que hemos mantenido hasta ahora respecto a nuestra política en México y que sacrifiquemos a este país y lo empujemos a una guerra con los Estados Unidos. Creo que puedo lograr esto haciendo que el general Calles, que tiene el mando en el estado de Sonora, ataque a los Estados Unidos. Si en Berlín se acepta esto, yo intentaría pasar a México a pesar de todas las dificultades.247

Delmar comenzó a dudar seis días más tarde. “Carranza dispone de más de 108 piezas de artillería de campaña y de 36 piezas de artillería de montaña. ¿Son imposibles nuevos envíos de armas o debemos actuar de acuerdo con el telegrama 2554 del 8 de julio?”248

La Sección Política del Estado Mayor presentó la proposición de Delmar al Ministerio de Relaciones Exteriores, que la rechazó:

En primer lugar parece cuestionable que nuestro agente tenga suficiente influencia para empujar a México a una guerra con los Estados Unidos, la cual tiene que parecerle perdida de antemano al gobierno mexicano. Hasta ahora han tenido lugar regularmente ataques fronterizos, sin que éstos hayan provocado una guerra con los Estados Unidos o dado lugar a acciones militares de importancia. Desde aquí no se puede juzgar si Alemania está en condiciones de proporcionar a México las armas necesarias para una guerra ofensiva. Según la opinión de todas las partes interesadas, queda excluido cualquier apoyo financiero concebible para estos fines. Concluyendo a partir de las propias declaraciones del agente, la posibilidad de hacer la guerra queda por lo tanto descartada. En un conflicto armado entre México y los Estados Unidos, nosotros tendríamos que suministrar armas tarde o temprano. La responsabilidad por el conflicto, así como por su resultado, nos sería atribuida en todo caso. Entonces no sólo se destruiría nuestra amistad con México, sino que le estaríamos dando a los Estados Unidos un pretexto para ocupar a México, y con éste a una de nuestras futuras e importantes fuentes de materias primas. Así pues, una guerra entre México y los Estados Unidos parece contraria a nuestros intereses, tanto desde el punto de vista político como económico. Las autoridades militares deberán juzgar qué ventaja militar hay que esperar de tal conflicto.249

Estas consideraciones son prácticamente todo lo contrario de las que habían motivado la nota de Zimmermann. Esto no sólo es atribuible a que Hintze conocía a México mejor que Zimmermann o a que comprendía mejor las realidades en cuestión. Lo que fue decisivo sobre todo en este caso fue el cambio operado en la relación de fuerzas. A principios de 1917 los alemanes sólo le habían echado una ojeada al ejército norteamericano, que era poco numeroso, y habían calculado mecánicamente que podían mantenerlo inmovilizado en México. Debido a las esperanzas que se habían puesto en la guerra submarina, los alemanes pensaban que bastaría con retener a las tropas norteamericanas durante algunos meses para alcanzar la victoria sobre Inglaterra. En vista de los ambiciosos objetivos de guerra, de cuyo logro nadie dudaba, las materias primas mexicanas se veían como algo puramente secundario. Sin embargo, en el verano de 1918 la situación cambió completamente. La guerra submarina no había conducido al éxito. En los Estados Unidos se habían movilizado poderosas fuerzas militares, de las que sólo una fracción hubiera tenido que ser empleada en una guerra con México. Finalmente, en el Ministerio de Relaciones Exteriores se había reconocido que los planes para allegarse todas las materias primas necesarias mediante conquistas militares y botines de guerra, no eran realizables, y por eso se pusieron entonces grandes esperanzas en México. Además, es dudoso que el Ministerio de Relaciones Exteriores deseara precisamente en ese momento complicaciones adicionales en las relaciones con los Estados Unidos.

La Sección Política adoptó los puntos de vista del Ministerio de Relaciones Exteriores. Se le ordenó a Delmar que abandonara sus planes en vista de la importancia de México para el “periodo de transición”. Estas instrucciones negativas representaron también el triunfo definitivo de la opinión de Eckardt sobre la de Delmar.250

Para sufragar los grandes gastos de la Sección Política en México, se asignaron en abril de 1917 200 000 marcos “para espionaje y actividades de inteligencia” de acuerdo con el Ministerio de Relaciones Exteriores.251 Al mismo tiempo se afirmó que esta suma probablemente no sería suficiente.252 Cuando el secretario de Estado de la Tesorería del Reich inquirió acerca del uso de este dinero, Kemnitz escribió que se había acordado que estos asuntos sólo serían tratados verbalmente.253 A fines de 1917, aparentemente se transfirieron otros 300 000 dólares de España a México para estas actividades.254 Una parte de los 2 759 679 marcos que los comerciantes alemanes habían depositado en la legación en México probablemente fueron utilizados también para estas actividades. Esto es tanto más probable cuanto que la legación administraba y distribuía los fondos destinados á los agentes de los servicios secretos militares en México.255

ACTIVIDADES DE LOS SERVICIOS DE ESPIONAJE ALIADOS EN MÉXICO

Los servicios secretos de los Estados Unidos y sus aliados desplegaron una vigorosa actividad para contrarrestar a los alemanes. Cinco diferentes servicios secretos norteamericanos operaban en México: el Departamento de Estado, el Ejército, la Marina, el Departamento del Tesoro y el Departamento de Justicia.256 No puede precisarse qué división del trabajo existía entre ellos, y es posible que ni ellos mismos lo supieran. En todo caso, el trabajo era dirigido por el agregado militar norteamericano y apoyado efectivamente por las autoridades de la censura norteamericana, que controlaban casi todas las cartas, telegramas, etcétera, de y hacia México.

Al igual que los alemanes, los distintos servicios secretos norteamericanos estaban en constante conflicto. El agente del Departamento de Estado, Cobb, que inició en 1916 una investigación sobre las filiales de la Frankfurter Metallgesellschaft en México se quejó continuamente de la actividad de agentes del ejército que estorbaban su trabajo. Exigió el retiro inmediato de los mismos lo cual se hizo después de la intervención del Departamento de Estado.257 El cónsul en Nuevo Laredo se quejó amargamente de que el servicio secreto del ejército le estaba ocultando pruebas de que un antiguo empleado de su consulado había colaborado con los alemanes.258 Así como varios agentes alemanes se habían servido de su actividad para su propio enriquecimiento, algunos agentes norteamericanos parecen haber hecho lo mismo. Cuando al cónsul norteamericano en Ensenada (Baja California), se le ordenó que comprobara si existía una emisora de radio secreta alemana en su jurisdicción, le confió las investigaciones a un detective privado norteamericano. Erdmann. Los funcionarios del Departamento de Estado consideraron que Erdmann no estaba de ninguna manera capacitado para esta tarea, pues no hablaba español y de hecho perseguía objetivos completamente distintos. A sabiendas del cónsul, trabaja al mismo tiempo para una empresa norteamericana y, como afirmó más tarde el Departamento de Estado, utilizaba su posición para comprar a bajo precio los barcos alemanes anclados en Baja California.259

Al mismo tiempo que los servicios secretos norteamericanos, estaban también activos en México los agentes ingleses. El director del servicio secreto de la Marina británica, Hall, envió a uno de sus mejores agentes, A. E. W. Mason, a México, donde éste organizó una amplia red de agentes. Otros agentes británicos fueron trasladados a México desde la India, para vigilar la actividad de los hindúes emigrados allí, así como los canales de comunicación de México hacia la India.260 También el servicio secreto francés parece haber estado muy activo en México.261

Entre las tareas más importantes de estos servicios secretos figuraba la lucha económica contra las empresas alemanas y la lucha política contra el servicio secreto alemán. Mientras que en la primera tarea los fracasos fueron mayores que los éxitos, la segunda tarea arrojó mejores resultados.

En el aspecto económico, los servicios secretos norteamericanos tenían a su cargo en colaboración con las autoridades legales del Departamento de Estado, el mantenimiento de las listas negras, es decir, la identificación de las empresas alemanas encubiertas y de los mexicanos y extranjeros que hacían negocios con ellas.262 Para ello tenían que afrontar la oposición del gobierno mexicano que prohibía el empleo de las listas en México. El gobernador del estado de Sonora, Calles, que simpatizaba con Alemania, llegó incluso a conceder exenciones fiscales a los comerciantes y empresas alemanas mencionados en listas negras.263

Los norteamericanos, sin embargo, no consiguieron expulsar a los comerciantes alemanes de México. Eckardt pudo informar en 1918 que éstos habían podido sobrevivir a la guerra sin grandes sacrificios, y que incluso habían mejorado sustancialmente su posición. Esto se debió en parte a la política del gobierno mexicano y en parte a la propia experiencia comercial de los alemanes y a sus múltiples relaciones, que siempre les permitieron encontrar nuevas posibilidades de camuflaje. Pero también se debió a que buena parte de los empresarios norteamericanos no estaban muy interesados en su expulsión, dado que dos terceras partes de las mercancías que los alemanes vendían en México antes de la guerra eran norteamericanas. Un informe del especialista en México de la Oficina del Asesor sobre Comercio Extranjero es característico de esta actitud.

En su informe, que casi era un alegato de defensa de los comerciantes alemanes, el autor aconsejaba a las autoridades que consideraran como “inofensivos” a los comerciantes alemanes y que no los equipararan con agentes.264 La finalidad y el propósito de esta moderación se hicieron muy claros después de la guerra, cuando los comerciantes alemanes recibieron importantes ofertas de franquicias de parte de los norteamericanos.265

La lucha contra el servicio secreto alemán, sin embargo, se libró no sólo con la mayor intensidad, sino en buena medida con verdadero éxito. El arma más importante de los aliados era su conocimiento de la clave secreta alemana. Estaciones receptoras británicas interceptaban tanto los mensajes enviados desde Nauen hacia México y España como los informes que llegaban a España desde México y eran retransmitidos a Alemania. Algunos de esos mensajes fueron entregados a los norteamericanos, aunque la colaboración británico-norteamericana no siempre transcurrió sin incidentes. El 15 de noviembre de 1917, cuando el Departamento de Estado le pidió a la embajada norteamericana en Londres que obtuviera con el servicio secreto británico los telegramas alemanes destinados a México, recibió la respuesta de que esta petición había tropezado con dificultades. No se dieron razones para ello; sin embargo, la embajada norteamericana le aseguró a Washington que seguiría ‘intentando obtener los informes pedidos, que de hecho fueron entregados a los norteamericanos poco tiempo después.266

Otras tensiones se debieron al temor británico de que ciertos materiales secretos pudieran ser conocidos en los Estados Unidos por personas no autorizadas. Para evitar esto, se limitó a un mínimo el círculo de los que tenían acceso a tales materiales. Según los británicos, ni el embajador británico ni el agregado militar en los Estados Unidos deberían saber nada acerca de los mismos. Cuando en marzo de 1918 el embajador británico en Washington súbitamente preguntó en el Departamento de Estado si los telegramas transmitidos por su gobierno habían llegado efectivamente, se le contestó que no se sabía nada de ello.267 Esta respuesta causó gran irritación en Inglaterra. ¿Acaso los informes británicos transmitidos a los Estados Unidos se quedaban sin ser usados en un cajón de algún escritorio? El Departamento de Estado contestó a una pregunta de los ingleses sobre el asunto que ciertamente había recibido los telegramas, pero que en la conversación con Lord Reading se había atendido a los deseos británicos de que su propio embajador no supiera nada al respecto.268 La desconfianza británica hacia los Estados Unidos, sin embargo no aminoró. Cuando a principios de 1918 se anunció que el especialista en asuntos mexicanos del Departamento de Estado, Canova, iba a ser despedido por diferencias con su superior, Hall le preguntó al embajador norteamericano en Londres si no existía el peligro de que Canova pudiera divulgar el secreto de la clave. Le aclaró a Page que tal vez se vería obligado a no enviar más informes a los Estados Unidos.269 Pero el Departamento de Estado le aseguró inmediatamente que Canova no sabía nada acerca de la clave.270

El secreto permaneció bien guardado, y las autoridades alemanas, sin abrigar la menor sospecha, siguieron usando su clave conocida por los ingleses. Parece ser que los mismos norteamericanos llegaron a adquirir una o varias claves alemanas en el transcurso de la guerra.271 Pero no lograron obtener la clave 0075, que los ingleses siempre se negaron a revelar a sus aliados.

El conocimiento de los telegramas alemanes les permitió a las autoridades aliadas conocer las tareas y los nombres de los más importantes agentes de los servicios secretos alemanes. Para obtener una visión general de la ejecución práctica de estas tareas y un conocimiento exacto de las redes de agentes, los servicios secretos aliados tuvieron que proceder de otras maneras. Para ello se sirvieron de un extenso sistema de vigilancia de los agentes alemanes y de la infiltración de espías en sus organizaciones. Estos esfuerzos resultaron sumamente efectivos, y los aliados se aprovecharon además de la falta de colaboración entre los diversos servicios secretos alemanes y de la ineptitud de algunos de sus agentes.

Estos factores se manifestaron de una manera particularmente grave en el caso de los agentes Hermann y Gerdts. Fred L. Hermann era un germano-norteamericano que había sido reclutado en junio de 1915 por el servicio secreto alemán en ocasión de una visita privada de aquél a Alemania.272 Su primer campo de acción fue Inglaterra, donde realizó trabajo de espionaje para Alemania durante unos meses. Más tarde llegó a ser uno de los agentes más importantes de la Sección Política en los Estados Unidos. Después que probó sus méritos en este terreno participando en el sabotaje a a la gran fábrica Kingsland en Nueva Jersey en enero de 1917, se le encargó la tarea de incendiar los campos petroleros de Tampico.273 Con este fin salió de Nueva York junto con el germano-colombiano Raoul Gerdts, a quien había reclutado, y se dirigió a Veracruz pasando por La Habana.

Los autoridades norteamericanas, que habían entrado en sospechas, lo hicieron vigilar constantemente por agentes del Departamento de Justicia.274 Pero no fueron tanto estos agentes como las propias acciones de Hermann las que lo delataron. Tan pronto como llegó a La Habana, se dirigió a la legación alemana. El ministro pensó que Hermann y Gerdts eran provocadores que se proponían realizar actos de sabotaje por encargo del servicio secreto inglés o norteamericano para comprometer a los alemanes. Le telegrafió a Eckardt en este sentido;275 y al mismo tiempo advirtió sobre las intenciones de Hermann y Gerdts al embajador mexicano en La Habana, quien transmitió de inmediato la noticia a su gobierno, el cual a su vez alertó al jefe de policía de Tampico.276 Éste, sin embargo, tenía estrechas ligas con los norteamericanos, a los que rindió un informe detallado.277 Los norteamericanos también obtuvieron pormenores de esta operación a través de Gerdts. Después que Gerdts se había negado a participar en actos de sabotaje en Tampico, Hermann lo despidió y lo despachó a Colombia sin darle ninguna compensación por sus trabajos.278 Para vengarse, aquél comunicó al cónsul norteamericano en Colombia todos los detalles de la acción planeada.279 Las actividades de Hermann en México fueron desde entonces vigiladas de cerca por los norteamericanos.

Con una sola excepción importante, los norteamericanos lograron a fin de cuentas mantener bajo constante vigilancia a todos los agentes alemanes importantes en México. Ya en julio de 1917, Cobb se había enterado de la llegada de Hinsch a México.280 En agosto de 1917, Hinsch, en compañía de un traductor —Hinsch no entendía el español— se dirigió a Chihuahua, en el norte de México, para hacer un registro de todos los alemanes residente allí. El traductor informó a un agente secreto norteamericano que los seguía sobre las tareas e intenciones de Hinsch.281 En marzo-abril de 1918 los norteamericanos descubrieron también el rastro de Jahnke y lo mantuvieron desde entonces bajo constante vigilancia.282

El único agente secreto alemán de importancia que nunca fue localizado en México, fue Delmar. En julio de 1917 regresó oficialmente a los Estados Unidos bajo su verdadero nombre. Los norteamericanos sospechaban que tenía algún tipo de relaciones con los alemanes, y lo hicieron interrogar por un agente del Departamento de Justicia. Sin embargo, no parecen haber encontrado pruebas concretas que confirmaran sus sospechas, pues no se tomaron medidas contra él.283 No fue sino en España donde se descubrió por primera vez que Dilger era el Delmar buscado por largo tiempo. El mismo Delmar advirtió muy pronto que había sido descubierto. El 15 de marzo informó a Berlín: “Aun cuando me encuentro aquí bajo el nombre de Albert Donde, el espionaje aliado ha logrado descubrirme en el hospital e identificarme con Delmar. Obviamente ha habido una indiscreción de parte del ministro mexicano de Hacienda o del Ministerio de Relaciones Exteriores mexicano”.284 Sin embargo, no había habido ninguna “indiscreción”, sino que el cónsul mexicano Barreiro sencillamente había denunciado la identidad de Delmar.285 A pesar de haber sido descubierto, Delmar tenía intenciones de regresar a México en el otoño de 1918, pero enfermó de gripe española y murió el 12 de noviembre de 1918. El embajador francés en Washington informó al gobierno norteamericano: “Acabo de recibir una nota de mi gobierno acerca de este espía alemán, Delmar, que deseaba viajar a México con fines destructivos. La nota me informa que ha hecho otro viaje, el viaje del que nadie regresa. En esta ocasión, la gripe española no se atuvo a la neutralidad”.286

Se inició entonces una pugna entre alemanes y norteamericanos por el cadáver de Delmar y sus pertenencias, pugna que duró hasta después del armisticio. La Sección Política del Estado Mayor había costeado los gastos del entierro de Delmar y las autoridades alemanas reclamaron sus pertenencias.287 El 25 de enero de 1919, cuando los norteamericanos comprobaron la identidad de Delmar con Dilger, ordenaron a su embajada en España que exigiera la entrega de sus pertenencias, dado que se trataba de un ciudadano norteamericano.288 El embajador alemán declaró por lo contrario que Delmar era ciudadano alemán. Entonces los norteamericanos intentaron comprobar la ciudadanía norteamericana de Dilger mediante una fotografía de éste, a fin de obtener así sus pertenencias. Pero nadie pudo ya identificar inequívocamente a Dilger a base de su retrato.289

¿Qué pretendían los norteamericanos? Difícilmente se trataba de las pertenencias de Delmar. Si entre ellas había habido algún documento secreto o comprometedor, las autoridades alemanas tuvieron tiempo sobrado de hacerlo desaparecer. Los norteamericanos probablemente estaban interesados en una identificación clara y oficial de Delmar, que hubiera podido explotarse con fines propagandísticos.

El agente norteamericano Cobb, que prestaba sus servicios en la frontera mexicano-norteamericana como empleado de aduanas, fue particularmente eficaz al vigilar a un agente alemán. El cónsul alemán en Ciudad Juárez tenía un amigo íntimo, un norteamericano, al que confiaba todos sus secretos. Cobb consiguió reclutar a este hombre para el servicio secreto norteamericano, de manera que se enteró hasta en sus menores detalles de todo lo que revelaba el confiado cónsul.290 Para asegurarse de obtener todos los secretos del cónsul, Cobb sobornó además a un empleado de la oficina mexicana de telégrafos en Ciudad Juárez, el cual le entregaba copias de todos los telegramas que enviaba y recibía el cónsul.291

Además de vigilar a los agentes alemanes, los aliados habían intentado, una vez más, infiltrar a su propia gente no sin éxito en la red de agentes alemana. El más conocido de estos infiltrados fue un austriaco apellidado Altendorf. Éste consiguió ganarse la confianza de Jahnke y entrar en el servicio secreto de la Marina. Según un informe del Ministerio alemán de Relaciones Exteriores, de esta manera pudo “enterarse de algunas cosas”.292 Uno de sus mayores éxitos fue haber entregado a uno de los más importantes agentes de Jahnke, Lothar Witzke, alias Waberski, a los norteamericanos. Witzke, quien ya tenía una amplia experiencia en actividades de sabotaje en los Estados Unidos, había recibido el encargo de realizar nuevas operaciones allí en colaboración con Altendorf.293 Altendorf alertó a las autoridades norteamericanas y Witzke fue arrestado al cruzar la frontera. A continuación reveló todo lo que sabía sobre el servicia secreto alemán.294 A pesar de ello fue condenado a muerte, luego indultado y finalmente liberado algunos años más tarde.295

Otro agente que trabajaba para el servicio secreto británico, identificado únicamente con la letra “Y”, parece haber estado al servicio del Estado Mayor y haber sido responsable de las relaciones con el Japón. James, el biógrafo de Hall, cuenta que Eckardt le había perdido la confianza. Para que la recobrara, los servicios secretos británicos y norteamericanos hicieron llegar a las autoridades alemanas en Berlín informes sobre supuestas actividades de sabotaje de “Y” en los Estados Unidos. Cuando “Y” llegó a México como sobrecargo en un barco francés, parece haber sido recibido por Eckardt con los brazos abiertos.296 ¿Era realmente Kraft el agente “Y”? No puede responderse categóricamente a esta pregunta. Es digno de mención, sin embargo, el hecho de que Kraft fuera responsable de los contactos con el Japón y de que los norteamericanos hicieran esfuerzos por enterarse de lo que el servicio secreto alemán sabía acerca de Kraft.297 Los informes norteamericanos también mencionan a un infiltrado en las filas alemanas, al que sólo se designa como “N”. Tampoco aquí puede saberse definitivamente si “N” e “Y” son la misma persona.298 Tampoco se sabe con certeza si el intento de los aliados de infiltrar a un agente de nombre Monck en la red de espionaje alemán tuvo éxito.299

Varios alemanes ofrecieron sus “servicios” o sus “documentos” a los norteamericanos a cambio de una suma adecuada. Así por ejemplo, un empleado alemán en Nuevo Laredo, Brand, le dijo al cónsul norteamericano en esa ciudad que estaba dispuesto a dar información sobre el servicio secreto alemán por 25 000 dólares.300 Las autoridades norteamericanas, sin embargo, no estaban seguras de que se tratara de informaciones valiosas o de que Brand sólo quisiera presentar historias inventadas para conseguir dinero. El jefe del servicio secreto norteamericano en Laredo propuso como la más fácil solución secuestrar a Brand.301 Por desgracia no se sabe nada sobre el desenlace del asunto. Al cónsul norteamericano en Veracruz varios alemanes le ofrecieron un plan para la construcción de bases para submarinos alemanes en México, que supuestamente había sido sustraído del consulado alemán en la capital.302 Los alemanes pedían una gran cantidad de dinero. El cónsul creía que el ‘plan era auténtico, pero no estaba dispuesto a pagar más de 1 000 dólares por él, pues suponía que, tras de descubrir el robo, los alemanes cambiarían sus planes.303

Los servicios secretos aliados no se limitaron a observar la actividad de sus colegas alemanes. Una de sus operaciones más importantes fue el intento de destruir la receptora de radio alemana. Primero se intentó sabotear el aprovisionamiento de bulbos detectores de la estación. El 13 de julio, Eckardt se había dirigido a Berlín con la petición urgente de que se le enviaran vía Madrid cinco docenas de bulbos detectores, que eran de gran importancia para la estación de radio.304 El Almirantazgo le ordenó al agregado naval en Madrid que consiguiera los bulbos de inmediato. El agregado naval, sin embargo, informó un mes más tarde que no había podido obtener los bulbos, pero que “intentaría conseguirlos en Inglaterra o Francia, lo que requeriría tiempo”.305

Estos mensajes fueron interceptados por el servicio secreto británico. Hall envió en seguida a Mason a México, con la tarea de localizar la estación de radio alemana y al mismo tiempo comprar todos los bulbos detectores disponibles.306 Haciéndose pasar por investigador científico, Mason viajó por México, descubrió la estación de radio de Iztapalapa, compró todos los bulbos detectores que pudo y regresó a Inglaterra. Hall le encargó entonces inutilizar la estación. La manera como contó haberlo hecho podría haber sido tomada de una de sus numerosas novelas de aventuras. Según su versión, organizó una red de agentes dirigida por “un prominente oficial de la policía secreta de Madero […], el jefe de policía de Huerta”, y un ladrón. Con su ayuda, invitó a comer al comandante de la fuerza mexicana que custodiaba la estación y emborrachó a los soldados. Mientras tanto, los hombres de Mason se colaron en el edificio de la radiorreceptora y se robaron los bulbos detectores.

Mason estaba convencido de que con esta acción había puesto a Iztapalapa fuera de servicio. Después de haber observado la estación durante un largo periodo, telegrafió el 12 de octubre a Londres: “Está comprobado que no se han recibido comunicaciones en Iztapalapa después del accidente que las autoridades, según se dice, atribuyen a los Estados Unidos”.307 También el servicio secreto norteamericano informó el 21 de julio de 1918 que Mason había destruido la instalación. Cuatro semanas más tarde Eckardt escribió su informe definitivo, en el que no sólo no mencionaba que la estación hubiese sido inutilizada, sino que incluso afirmaba haber recibido cada día los telegramas alemanes de guerra.308 Aquí hay que aclarar tres cuestiones: ¿Había después de todo una segunda estación de radio alemana? ¿Fracasó el golpe de Mason? ¿O no dijo Eckardt toda la verdad? Muchos indicios favorecen la última hipótesis. Sobre todo un informe de Magnus apunta en esa dirección. A principios de 1919 le informó al Ministerio de Relaciones Exteriores que durante los últimos meses de la guerra sólo llegaban “de vez en cuando escasas noticias procedentes de Alemania”.309

Si se quiere valorar en su conjunto la actividad del servicio secreto alemán en México, hay que hacerse las siguientes preguntas: ¿En qué medida consiguió mantener su actividad en secreto? ¿En qué medida pudo alcanzar los objetivos que se propuso?

El conocimiento por parte de los aliados de las claves secretas alemanas y la infiltración de la red alemana de agentes, muestran cuán escasamente se logró el primer objetivo. Esto se advierte muy claramente cuando se compara un informe de Eckardt sobre la efectividad del servicio secreto alemán con la realidad de las cosas. Eckardt escribió en agosto de 1918:

A pesar del enorme espionaje que se practica en toda la República, para el cual se emplearon 200 000 dólares semanales, en la Casa Blanca se ignora que hubo conversaciones sobre el préstamo con el señor Carranza, que Fabela fue enviado a España con el objeto de continuar su viaje hasta Berlín, que tenemos una comunicación inalámbrica con Nauen, que se han hecho preparativos para cualesquier submarinos que lleguen, que casi a diario le llegan al presidente informes escritos que nosotros recibimos ya sea oficialmente o por otras vías de distintas partes del país sobre la situación interna (rebeldes, administración, etcétera), y que los mexicanos están informados por nosotros sobre la actividad norteamericana de espionaje (entre otras cosas, con el fin de comprobar de qué armas, existencia de municiones y pertrechos de guerra de toda clase dispone el ejército mexicano).310

De hecho, los Estados Unidos, tan sólo por su conocimiento de los telegramas alemanes, habían podido seguir las negociaciones sobre el préstamo en todos sus detalles, y cada fase de estas negociaciones fue asentada en los archivos norteamericanos.311 El establecimiento de una comunicación por radio con Nauen fue descubierto y registrado por los norteamericanos, aunque los aliados en este caso incurrieron temporalmente en una serie de juicios falsos. Así, por ejemplo, el agregado militar norteamericano le escribió a su embajador que los alemanes no podían encontrar piezas para una estación de radio en México (en realidad, las piezas habían sido traídas a México por los alemanes).312 También se comprobó que eran falsas las informaciones sobre una transmisora alemana cuyas emisiones podrían captarse en Alemania. Pero el secreto más importante de Eckardt en este aspecto, la existencia de la estación receptora en Iztapalapa y la participación alemana en ella, había sido descubierto por los aliados. Fabela había sido vigilado durante todo su viaje. Los norteamericanos también estaban al tanto de la proyectada base submarina, aun cuando no conocían su ubicación exacta. Sobre lo que probablemente tenían menos información, porque ello no se había discutido en ninguna comunicación por radio con Alemania, era la composición y los agentes subordinados del aparato de espionaje alemán. Pero aun en este terreno habían logrado éxitos importantes infiltrando a sus propios agentes y sustrayendo una serie de documentos alemanes.

Naturalmente es más difícil estimar los resultados concretos de la actividad de los servicios secretos alemanes. En esta esfera como en su intento de mantener en secreto la ubicación de la estación de radio, los alemanes parecen haber sufrido un fracaso tras otro. Casi no se conoce nada, en este periodo, sobre disturbios o acciones de sabotaje en los Estados Unidos (lo que de ninguna manera queda excluido, pues muchas cosas fueron ocultadas conscientemente por las autoridades norteamericanas). Lo mismo puede decirse sobre las ambiciosas operaciones de sabotaje en el Canal de Panamá. Tampoco tuvo lugar el levantamiento hindú planeado e inspirado por los alemanes. No se instalaron bases submarinas en México. No se llevó a cabo la transmisión de noticias de México hacia Alemania a través de una emisora de radio. Sin duda el servicio secreto alemán tuvo su mayor éxito en la infiltración del ejército mexicano, pero aun en ese caso las esperanzas puestas en la empresa eran irreales. La idea alemana de poder dominar a México se basaba en una crasa sobreestimación de la propia fuerza, en un menosprecio similar de la fuerza de los norteamericanos y en un desconocimiento total de la dinámica de la revolución mexicana.

LA PROPAGANDA ALEMANA EN MÉXICO

Una de las características más dignas de mención de la primera guerra mundial fue la abundante y distintiva propaganda que desarrollaron ambos bandos. Ésta fue dirigida tanto a los enemigos como a los países neutrales. Cada bando hacía aparecer la política imperialista del otro en términos a veces exagerados, pero que con frecuencia correspondían a la verdad. En los países neutrales o beligerantes en los que se había conocido como opresor a alguno de los dos bandos (como por ejemplo en las regiones eslavas de la monarquía austrohúngara o en Irlanda), esta propaganda aludió a una realidad.

Las autoridades alemanas atribuyeron gran importancia a la propaganda en los países de América Latina. Perseguían con ello dos objetivos principales. En primer lugar querían asegurarse de que estos países permanecieran neutrales. Este objetivo tenía una gran importancia para el imperialismo alemán, sobre todo después de la entrada de los Estados Unidos en la guerra. En segundo lugar, los alemanes trataban de consolidar o al menos mantener las posiciones alcanzadas por Alemania antes de la guerra. Esto era tanto más importante cuanto que el bloqueo británico había interrumpido totalmente el comercio alemán con América Latina, al mismo tiempo que el comercio de los aliados con estos países y la penetración económica de los Estados Unidos aumentaban constantemente.

El trabajo de propaganda alemán se realizaba esencialmente bajo los auspicios del Ministerio de Relaciones Exteriores, que colaboraba muy estrechamente en ello con el Ministerio del Interior y con las autoridades militares, sobre todo con el Departamento de Inteligencia del Ejército, bajo el mando del comandante Nicolai. El departamento de inteligencia del Ministerio de Relaciones Exteriores que estaba bajo la dirección del mayor Deutelmoser era responsable de la propaganda para el extranjero. Estaba subdividido en la sección B del consejero de embajada Hahn, a cargo de las publicaciones alemanas en el extranjero, y en la sección militar bajo el teniente coronel von Haeften. También había una oficina de información del extranjero en el Ministerio de Relaciones Exteriores, que era responsable de la transmisión de comunicados al exterior.

El año de 1916 las funciones de estos departamentos fueron definidas con mayor precisión. En el Ministerio de Relaciones Exteriores había tres departamentos para la propaganda en el extranjero: primero el departamento de propaganda política bajo el cónsul general Thiel, quien se desempeñó provisionalmente como director administrador de la oficina central para el servicio extranjero; el departamento de propaganda militar bajo el teniente coronel von Haeften, y el departamente de propaganda económica, que dirigía Freihen von Braun, a quien también estaba subordinada la oficina de inteligencia del Ministerio del Interior.313

Después del estallido de la guerra fueron creados dos órganos para la propaganda en los países extranjeros neutrales y especialmente en ultramar. La oficina central del servicio extranjero fue creada el 14 de octubre de 1914 a iniciativa del Ministerio de Relaciones Exteriores. Era el centro superior de censura y coordinación de todas las publicaciones de propaganda destinados a los países neutrales. Estas publicaciones eran elaboradas en parte directamente por la oficina central, en parte por otras organizaciones bajo su supervisión. La oficina central estaba encabezada por el embajador retirado Mumm von Schwarzenstein, al que asesoraba un comité integrado por representantes del servicio de inteligencia del Ministerio de la Marina, del departamento de prensa del Estado Mayor y del departamento de inteligencia del Ministerio de Relaciones Exteriores. Pertenecía también a este comité el diputado Erzberger quien era el responsable de la propaganda católica.314

La oficina central editaba por sí misma una serie de publicaciones, entre ellas una Crónica de Guerra, el Calendario de Guerra 1914-15, un libro Alemania ante la faz del mundo, panfletos sobre el antagonismo germano-británico, escritos sobre el tema La guerra alemana y el catolicismo y una revista ilustrada, La gran guerra en imágenes, destinada sobre todo a los países de lengua española.315 Al mismo tiempo movilizaba a las más diversas organizaciones económicas y culturales para la propaganda en América Latina. Éstas incluían grupos como el Comité de Guerra de la Industria Alemana, que enviaba sobre todo folletos y comunicados a las empresas alemanas en América Latina.316 También participaba en esta campaña la Asociación Económica Alemana para Centro y Sudamérica, que publicaba su propia revista en español y portugués.317

La Asociación Iberoamericana de Hamburgo, fundada en 1916, enviaba extensos artículos propagandísticos a los países latinoamericanos.318 En 1918 se le dio una especial importancia a este grupo. Su director, el profesor Schádel, y uno de sus miembros principales, Specht, fueron llamados a la embajada alemana en Berna, donde fundaron el llamado grupo Specht. Este grupo desarrolló una labor particularmente activa con el fin de consolidar las posiciones alemanas en América Latina para el “periodo de transición”.319 La Asociación Iberoamericana era al mismo tiempo responsable de la información suministrada a los funcionarios alemanes sobre América Latina. Publicaba un boletín que evaluaba las noticias más importantes de América Latina recogidas en Suiza o que llegaban a través de Suiza.320 Había una división del trabajo entre esta asociación y el Instituto Germano-Sudamericano, fundado en 1912 como un “servicio alemán de información en Sudamérica”,321 el cual tenía su sede en Aquisgrán y más tarde en Colonia. En tanto que la actividad principal de la asociación hamburguesa consistía en enviar al extranjero artículos redactados por alemanes, el instituto se concentraba en la publicación de artículos latinoamericanos de propaganda favorables al imperialismo alemán. Así, por ejemplo, el antiguo agregado militar peruano en Berlín, comandante Guerrero, redactó una crónica de guerra, La guerra europea mirada por un sudamericano.322

Otra organización incorporada a la campaña de propaganda en América Latina fue el servicio de Información para los Países de Lengua Española y Portuguesa, que tenía su sede en Francfort del Meno y cuyo propósito era “ser un vínculo […] entre la vigorosa patria alemana y aquellos pueblos de ascendencia española y portuguesa que, de acuerdo con su glorioso pasado, han sabido apreciar el heroísmo de toda una nación […]”323 Los escritos del servicio de información estaban destinados principalmetne a clubes y organizaciones apolíticas: por eso sus noticias tenían un tono más “apolítico y objetivo”.324

También se le daba gran importancia a la oficina del diputado Matthias Erzberger, a cargo de la propaganda católica para América Latina y que se proponía, no sin éxito, ganarle adeptos a Alemania sobre todo en los círculos católicos.325 En la oficina de Erzberger se publicaban también artículos especiales sobre el papel de los católicos en Alemania, así como una Katolische Korrespondenz.326

Además de la propaganda general (enaltecimiento de los ejércitos alemanes, presentación de la guerra como una “justa guerra defensiva”, ataques contra la “pérfida Albión y la decadente Francia” y más tarde contra la “hipocresía de Wilson”, presentando a Alemania como un Estado modelo) los alemanes se concentraron en tres puntos en relación con América Latina. En primer lugar, se elogiaba a la industria alemana y se realzaban sus “cualidades especiales”. Así, Alemania esperaba compensar cuando menos en parte la interrupción de las relaciones comerciales con América Latina. En segundo lugar, se presentaba a las potencias aliadas como países expansionistas, al mismo tiempo que se negaba toda intención imperialista en América Latina por parte de Alemania.327 Cuando el germano-mexicano W. Fink, en un folleto sobre los alemanes en América Latina, demandó la instalación de bases carboneras alemanas en México, Ecuador y Chile, el Ministerio de Relaciones Exteriores dispuso la eliminación de este pasaje indicando que multiplicaría el recelo contra Alemania en toda América Latina.328 En tercer lugar, se subrayaba en general el papel de los católicos alemanes y del catolicismo en Alemania. Con ello los alemanes esperaban alcanzar grandes éxitos en la América Latina católica.329

El número, las ambiciones y los fines de las organizaciones de propaganda alemanas para América Latina estaban en proporción inversa a las posibilidades de hacer llegar su material de propaganda a esos países. Si bien en los primeros meses la transportación era relativamente fácil a través de los países neutrales, sobre todo Italia y Escandinavia, ésta pronto se hizo cada vez más difícil.330 La entrada de Italia en la guerra, la intensificación del bloqueo británico, que condujo a un control cada vez más estricto de los barcos neutrales, y finalmente la entrada de los Estados Unidos en la guerra detuvieron virtualmente el envío de esta literatura hacia América Latina. Mientras que en los primeros meses de guerra los materiales de propaganda alemana eran enviados por millares hacia América Latina —la oficina central para el servicio extranjero tenía un fichero con un total de 116 000 direcciones—,331 su número se redujo de mes en mes. Pronto fue literalmente imposible pasar de contrabando todo lo que no fuera ejemplares aislados que luego eran multicopiados y editados localmente.

Las dificultades para enviar materiales impresos hacia América Latina confirieron verdadera importancia a otra empresa alemana: la Transozean GmbH. Ésta procedía del Deutscher Überseedienst (Servicio Alemán de Ultramar), que había sido fundado por el gran capital alemán poco antes del estallido de la guerra mundial, en la primavera de 1914. Trece empresas industriales habían participado en su formación, entre otras, la Vereinigte Stahlwerke Kóln-Deutz (Acerías Unidas de Colonia-Deutz), la AG für Anilinfabrikation Berlin (Sociedad Anónima para la Fabricación de Anilina de Berlín) y la Deutsche Übersee-Elektrizitútsgesellschaft (Compañía de Electricidad Alemana de Ultramar) y otras diez empresas y organizaciones comerciales, entre ellas la Cámara de Comercio de Hamburgo y Bremen, los tres grandes bancos alemanes (Deutsche Bank, Dresdner Bank y Disconto-Gesellschaft) y las compañías navieras Norddeutscher Lloyd, Hapag y Deutsche Dampfschiffahrts-Gesellschaft Kosmos. El presidente del Consejo de Administración del Deutcher Überseedienst era el secretario de la Unión Central de Industriales Alemanes, Rótger.332 Este servicio transoceánico, dirigido principalmente a los países del continente americano, y que se proponía efectuar allí una propaganda de gran amplitud, indicaba el creciente interés del gran capital alemán en la América Latina. Los estrechos vínculos de este proyecto con la política oficial alemana se manifiestan, por ejemplo, en el hecho de que el Deutscher Ueberseedienst, ostensiblemente independiente recibió desde antes del comienzo de la guerra una subvención anual de 250 000 marcos del Ministerio de Relaciones Exteriores.333 La organización estaba encargada de supervisar todos los envíos de información, por telégrafo o por correo, de Alemania hacia los países del hemisferio americano. La importancia del trabajo de esta empresa fue resumida por el Ministerio de Relaciones Exteriores con las siguientes palabras: “La expansión del trabajo de la compañía y su utilización para la política exterior exige la constante colaboración y atención de los representantes del kaiser en los países de ultramar […]”334 Pertenecían al Consejo de Administración de las Transozean GmbH, entre otros, el director del Deutsche Bank, Arthur von Gewinner, el director del Dresdner Bank, Hjalmar Schacht, el director de la Hapag, Hudermann, y el dicertor de la AEG, Deutsch.335

Mediante un tratado secreto con el gobierno, la Transozean recibía un subsidio anual de un millón de marcos, que eran parte de los 40 millones de marcos que la Tesorería del Reich había puesto a disposición del Ministerio de Relaciones Exteriores para fines secretos.336 A cambio de ello, el Ministerio tenía derecho a supervisar los telegramas de la Transozean.337 Los despachos diarios de ésta eran transmitidos desde Nauen hacia Sayville y Tuckerton en los Estados Unidos. Los mensajes destinados a América Latina eran transmitidos directamente desde la oficina de la Transozean en los Estados Unidos hacia los países vecinos, sobre todo hacia México, o bien eran enviados a una distribuidora en Panamá, que luego los retransmitía hacia América Latina.338

A medida que el bloqueo británico ganaba efectividad el envío de publicaciones alemanas hacia el continente americano se hacía más difícil, aumentó la importancia del servicio de la Transozean. La entrada de los Estados Unidos en la guerra, que puso fin a la comunicación Nauen-Estados Unidos, fue sin embargo un golpe demoledor para la Transozean. Tras el rompimiento de las relaciones germano-norteamericanas en febrero de 1917, Bernstorff había esperado poder mantener el servicio en “forma puramente comercial”. Escribió:

En periodos anteriores de nuestras relaciones con los Estados Unidos […] yo ya me había puesto en contacto con todas las organizaciones a las que se les distribuía el servicio de la Transozean desde Washington, a fin de evitar una interrupción de nuestro servicio de información en caso de un rompimiento con los Estados Unidos. Se había acordado que llegado el caso, estas organizaciones debían solicitar diariamente cierto número de palabras al señor Klaessig, el representante de la oficina Wolff en Nueva York. Para mantener el asunto sobre una base puramente comercial, que no estuviera ligada a ninguna actividad propagandística, era necesario que los destinatarios pagaran por las noticias al señor Klaessig y cubrieran ellas mismas los costos telegráficos […]339

Para financiar este servicio informativo, Bernstorff había transferido grandes sumas a las representaciones diplomáticas alemanas en América Latina, entre ellas las de Buenos Aires (400000 dólares), Guatemala (64 000 dólares), Bogotá (48 000 dólares), México (96 000 dólares) y La Habana (32 000 dólares).340 Pero cuando los Estados Unidos entraron en la guerra la mayoría de los países latinoamericanos ya no pudieron recibir noticias directamente desde Alemania. México fue una excepción.

La propaganda alemana en México había empezado a mediados de 1915, después de la llegada de Eckardt. Pueden distinguirse tres etapas en el proceso. La primera va de mediados de 1915 hasta el verano de 1916, la segunda desde el verano de 1916 hasta la entrada de los Estados Unidos en la guerra, y la tercera desde abril de 1917 hasta el fin de la guerra.

En la primera etapa la propaganda alemana tuvo un efecto muy limitado. Sus divulgadores eran casi exclusivamente miembros de la colonia alemana en México, que habían constituido en 1915 la Unión de Súbditos Alemanes en México. De ésta surgió el Servicio Alemán de Información, que se encargó de la propaganda alemana.341 El funcionario de propaganda más importante en esta etapa fue el redactor del periódico alemán en México, el doctor Schumacher, representante de la Transozean en México.342 Tenía colaboradores en las ciudades grandes y medianas del país, en su mayoría los cónsules honorarios del Reich alemán; en Torreón había asumido esta función el gerente de la subsidiaria del Deutsch-Südamerikanische Bank.343

La actividad propagandística alemana en México consistió esencialmente en este periodo en la distribución del material de propaganda procedente de Alemania, la publicación de materiales de propaganda producidos localmente y finalmente la inserción de propaganda alemana en la prensa. Después de la consolidación del bloqueo británico, muy pocas publicaciones alemanas llegaron a México. Tras la entrada de Italia en la guerra, el material propagandístico procedente del exterior se imprimió en parte en los Estados Unidos y en parte (en la medida en que podía burlar el bloqueo) era traído de España. En México mismo se intensificó la publicación de materiales locales. El periódico alemán local publicaba una edición semanal en español.344 Al mismo tiempo se crearon nuevos boletines, como las Noticias Inalámbricas, que publicaban los partes de guerra del ejército alemán,345 y un periódico especial en la ciudad petrolera de Tampico, El Noticiero Europeo, que recibía subsidios especiales de la Transozean. La Transozean declaró que sería conveniente, en vista de “la importancia de la ciudad, que tiene con toda probabilidad un gran futuro en la explotación del petróleo mexicano […], poder hacer algo ahora en favor de los intereses alemanes a través de este tipo de apoyo al periódico”.346 La colonia alemana en Mérida publicaba el Boletín de la Guerra.347

La publicación de materiales en la prensa mexicana fue muy abundante. Se trataba tanto de los telegramas de la Transozean como de artículos sobre la situación en Alemania y los logros de los alemanes, sobre ideales culturales y objetivos políticos. “El público —escribió Schumacher—, que recibe con justificado escepticismo la literatura de pura propaganda se dejará ganar más rápida y fácilmente por los méritos del intelecto alemán”.348 Al mismo tiempo, en las empresas y edificios alemanes se exponían casi a diario los informes de guerra. Con todo, esta propaganda sólo podía llegar a quienes sabían leer y escribir, o sea a una minoría de la población. Por ello los alemanes recurrieron a otros medios. En octubre de 1915, Schumacher recomendó “la distribución de fotografías informativas a los periódicos gráficos, exposiciones de buenas ilustraciones alemanas, etcétera”.349 Al mismo tiempo propuso organizar exhibiciones regulares de películas alemanas.350 También se esperaba tener mucho éxito entre los estratos más pobres del pueblo mediante la construcción de un hospital alemán. “La profunda significación de este proyecto para los fines de la propaganda no necesita mayor explicación.”351 Se organizaron cursos de alemán para los intelectuales, a los que asistían cerca de doscientas personas.352 La firma Julio Albert escribió a Eckardt: “Cualquiera que aprenda alemán es una ganancia para nosotros, no sólo en el aspecto ideológico, sino también porque se interesará en las mercancías alemanas, visitará Alemania, dejará allí dinero […]”353

Los éxitos de la propaganda alemana fueron relativamente escasos hasta mediados de 1916, a causa, según los informes de Eckardt,354 de que la prensa mexicana favorecía a los aliados; había además el problema de que el servicio de la Transozean era bastante caro. Dado que los alemanes atribuían una gran importancia a su propaganda y a la demanda de la misma, estaban convencidos de que la prensa mexicana seguiría pagando por tales informaciones. Eckardt incluso propuso “que se utilice una clave para los despachos, de suerte que su contenido sólo pueda ser conocido por los representantes locales. De otra manera los periódicos obtendrán las informaciones mediante sobornos y las publicarán”.355 Parece ser, sin embargo, que los periódicos mostraron inicialmente poco interés tanto por la propaganda gratuita como por los telegramas ofrecidos en venta.

Esta situación cambió un tanto cuando, según Eckardt, la prensa recibió instrucciones de permanecer neutral.356 Tales instrucciones, sin embargo, no parecen haber sido acatadas siempre por la prensa. En los archivos mexicanos se encuentran reiteradas protestas de la legación alemana en los años 1915 y 1916 contra una política informativa supuestamente parcial en favor de los aliados. Así, por ejemplo, Eckardt protestó el 26 de septiembre de 1916 contra un artículo del diario oficioso El Pueblo, según el cual 150 socialdemócratas alemanes, muchos de ellos viejos y enfermos, habían sido enviados al frente de batalla por orden del kaiser.357 El secretario de Relaciones Exteriores, Aguilar, pidió en consecuencia a El Pueblo, que observara suma “cautela” en la publicación de noticias de guerra, en consideración a la neutralidad de México.358 Un día más tarde, el periódico se disculpó ante el gobierno diciendo que había tomado el informe de una agencia de noticias norteamericana sin haberlo leído. Se comprometió a ejercer mayor vigilancia en lo futuro.359

El viraje decisivo se produjo en junio de 1916, después que las tensiones mexicano-norteamericanas se exacerbaron a causa de la expedición punitiva norteamericana y del intento de Carranza de hallar apoyo en la Alemania imperial. Eckardt informó en aquel entonces que Carranza había ordenado a los diarios más importantes que adoptaran una actitud proalemana.360 El director del periódico El Demócrata, Rafael (Rip Rip) Martínez, cuenta que Carranza lo llamó a su despacho y le pidió que asumiera una actitud proalemana en bien de la neutralidad.361 El Demócrata debía contrarrestar la influencia de los periódicos que habían optado por los aliados.

El Demócrata se convirtió en el vocero de la legación alemana, que lo apoyó vigorosamente. Eckardt telegrafió a Berlín:

Nos hemos ganado al diario independiente más importante, El Demócrata, de por lo menos 50 000 ejemplares diarios, hasta ahora favorable a los aliados. Dado que perdió de inmediato todos sus muy lucrativos anuncios franceses, sin perspectivas de obtener anuncios alemanes, y de que los precios del papel están aumentando enormemente el periódico pide una subvención mensual de 800 dólares americanos. Solicito se me den facultades para el pago mientras dure la guerra.362

Parece ser que se concedió la petición, pues dos meses más tarde Eckardt expresó gran satisfacción por la difusión de El Demócrata, el cual

trabaja lealmente a nuestro favor. La publicación es por ahora el más barato de los principales diarios, opera sin apoyo financiero del gobierno y por ello tiene también que luchar económicamente. He tomado medidas para asegurarle al periódico una difusión aún mayor, sobre todo en el interior del país, y le he suministrado las reservas de papel necesarias, que son sumamente difíciles de obtener.363

Se hicieron arreglos para la compra de cables de la Transozean con los periódicos gubernamentales El Pueblo, El Nacional, El Occidental de Guadalajara y La Vida Nueva de Puebla.364

En 1917, agentes norteamericanos lograron robarse un informe de la oficina de propaganda alemana.365 Según este informe, probablemente auténtico, El Demócrata recibía papel y 8 000 pesos mensuales, el periódico Minerva de Puebla 200 pesos mensuales, El Día de Monterrey 2 000 pesos, La Opinión de Veracruz 750 pesos, La Reforma de Tampico 3 500 pesos y La Gaceta de Guaymas 750 pesos mensuales. Además se le estaba suministrando papel a La Opinión, La Reforma y La Gaceta. Correspondientemente creció también el aparato propagandístico y las sumas pedidas por Eckardt a Alemania. Se nombró un nuevo jefe de propaganda, el teniente coronel Stapelfeld, pagado por la legación.366 Se le asignó a Schumacher un sueldo mensual de 200 pesos, además de gastos de representación.367 En enero de 1917 Eckardt había pedido a Alemania 2 000 dólares mensuales para fines de propaganda.368 Esta suma parece haber aumentado considerablemente en poco tiempo. Los norteamericanos calculaban los gastos mensuales de los alemanes para propaganda y servicio secreto en 25 000 dólares.369 Este cálculo no dista mucho del que hicieran los comerciantes alemanes en México.

Los alemanes trataron de pasarle una parte de los gastos a los austríacos. “Favor informar por cable si puedo gastar 2 500 dólares para poder participar en la amplia propaganda alemana a partir del 1.7. de este año”,370 telegrafió a Viena el ministro austriaco en México. El Ministerio de Relaciones Exteriores austríaco hizo que su embajador en Berlín se informara sobre la propaganda alemana en México, lo cual proporcionó una detallada descripción de la red de propaganda alemana en México. Viena comprendió muy exactamente los objetivos de fondo de esta propaganda y rechazó la participación, “dado que la propaganda alemana persigue fines exclusivamente alemanes. No nos parece oportuna nuestra participación financiera en la propaganda alemana”.371 Puesto que el telegrama fue transmitido a través de Suecia y los austríacos temían que la primera parte del mismo, antialemana, pudiera caer en manos de los alemanes, se la eliminó del texto y se envió únicamente la negativa a México.372

El contenido de la propaganda alemana consistía sobre todo en la exaltación de las “victorias” alemanas y de la “excelencia” alemana, así como en ataques a Inglaterra y Francia. Las noticias antinorteamericanas, por supuesto, de acuerdo con la política del gobierno carrancista, podían encontrarse en los periódicos, pero los alemanes, por su parte, procuraron, hasta 1917, no atizar demasiado esta tendencia.373 En 1916, cuando el conflicto mexicano-norteamericano se agudizaba cada vez más, los alemanes evitaron despertar en los Estados Unidos la impresión de que Alemania estaba detrás de estas tensiones.

Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, la situación de la propaganda alemana cambió en muchos aspectos. Sus tareas se hicieron mucho más grandes y también crecieron enormemente los obstáculos a que se enfrentaba. Sus objetivos principales eran evitar el alineamiento de México con los aliados y preparar el terreno para una expansión posterior. Los esfuerzos para ganarse a la prensa se intensificaron considerablemente. Eckardt informó:

Ganamos creciente influencia sobre la prensa local y provincial mediante amplia inversión de dinero y esfuerzo —en las ciudades principales los periódicos asumieron una actitud proalemana, y se instó a los periódicos proaliados a adoptar una actitud neutral o cuando menos a no atacarnos.374

Eckardt procedió sin duda muy hábilmente en su propaganda cuando intentó utilizar para sus propios fines los sentimientos antimperialistas del pueblo mexicano.

Mientras que al principio sólo asumimos una actitud defensiva que refutaba las mentiras del enemigo, desde la declaración de guerra de los Estados Unidos he venido atacando agresivamente a los Estados Unidos y a los aliados, especialmente a la Gran Bretaña. No podíamos limitarnos a fomentar la ya existente simpatía de los mexicanos por una política alemana que apenas conocían, ni podíamos contentarnos con mantener viva la disposición momentáneamente favorable a nosotros que podría cambiar muy pronto. No, la política de neutralidad formulada por Carranza para su gobierno tenía que apoyarse en la única base sólida del odio a los gringos, del odio que arde en el corazón de cada mexicano por el tradicional enemigo del norte. La amistad hacia Alemania, que aun los jefes rebeldes me comunicaban a través de sus emisarios a pesar de mi hostilidad hacia ellos, sólo podía desarrollarse, y se desarrolló, como un resultado secundario de ese odio. Los ataques despiadados contra el presidente Wilson, insertados continuamente por nosotros en la prensa y a través de folletos, entre los que debo elogiar especialmente los del secretario de la legación, Freihen von Schoen, tuvieron el efecto deseado. El pueblo mexicano maldice al enemigo que hace setenta años le robó ricas provincias, y que hasta el día de hoy no lo deja vivir en paz; ese pueblo considera cada victoria alemana como suya y festeja cada revés de los “punitivos”, como se les dice a las tropas de Pershing enviadas a Europa, aludiendo a su expedición contra Villa en 1916.375

Eckardt combinó la propaganda antinorteamericana con una glorificación del imperialismo alemán. Los ejércitos alemanes eran presentados como invencibles, la industria alemana como la mejor del mundo, el seguro social alemán como una culminación del desarrollo humano.376 Sin embargo, este tipo de propapanda era tan burda, que a veces lograba lo contrario de lo que se proponía. De vez en cuando estas noticias eran repudiadas por los mismos propagandistas alemanes. En julio de 1915 el representante de la Transozean en la Argentina, Schmersow, escribió a Berlín que a partir de la publicación de algunos telegramas de la Transozean “habían salido a la luz varios errores […] que fueron reconocidos inmediatamente como equivocaciones y que son calificados aquí con la expresión de ‘plancha’ “. Declaró que “cosas así […] no deben pasársele a una agencia oficial, ya que de otra manera […] el daño sería irreparable”, y advirtió sobre una “tendencia excesiva a exaltar los éxitos alemanes”.377 En México se publicaron artículos sobre la destrucción de Nueva York, una rebelión en el ejército norteamericano, la rendición de Inglaterra, etcétera.378

Eckardt desarrolló también un amplio programa de conferencias.

En la ciudad de México y en el interior estoy organizando conferencias con buenos oradores. Éstos hablan en teatros o salas repletas sobre el problema de la neutralidad, la seguridad social para los trabajadores, las industrias alemanas (Krupp, Zeiss), con la ayuda de diapositivas que hemos producido aquí. Al final se muestran retratos de Su Majestad el Kaiser y de sus más famosos generales; los aplausos son atronadores.379

Los norteamericanos consideraban al director de Noticias Inalámbricas, Manuel León Sánchez, como el más eficaz de estos oradores.380 Desempeñó un papel especial en la propaganda alemana el escritor argentino Manuel Ugarte, el cual en ocasión de una visita a México, recalcó que, en contraste con el imperialismo británico y norteamericano, “los alemanes jamás han intentado inmiscuirse arrogantemente en los asuntos de la América Española, sino que se han limitado a la actividad pacífica”. El propósito de tal actividad era de “refutar la creencia” de que Alemania “pretendía ganar influencia en las repúblicas sudamericanas por medio de su propaganda”.381 En el ejército, los generales que se habían comprometido a rebelarse contra Carranza en caso de que México abandonara su neutralidad, hacían “propaganda para nosotros, distribuyendo folletos que he escrito con este objeto”.382

Eckardt informó que en 1917 se había vendido un total de 56 000 publicaciones de propaganda. La propaganda era tan “efectiva, que sus mismos distribuidores en México se la creían”. Todavía en agosto de 1918 Eckardt escribió: “Como todo alemán, cuento con un desenlace feliz de la guerra”.383 Cuando el 11 de noviembre llegaron las primeras noticias sobre un armisticio en Europa, Eckardt hizo publicar un desmentido en los periódicos: “Alemania ha rechazado las propuestas aliadas para un armisticio”.384

Para conservar el favor del gobierno mexicano, se les indicó a los periódicos que apoyaran incondicionalmente a Carranza.

Había que cuidar la susceptibilidad nacional. Las quejas con que los aliados inundaban el Ministerio de Relaciones Exteriores debían evitarse en lo posible; había que evitar toda crítica que pudiera interpretarse como una intromisión en los asuntos internos. Era preciso convencer a Carranza de que nosotros creemos en la sinceridad de su patriotismo, de que estimamos en todo su valor su política proalemana, de que nosotros vemos en él a un estadista superior a los presidentes de los demás países latinoamericancs. Dos veces se me agradeció enfáticamente un artículo publicado por iniciativa mía en nuestro órgano, las Noticias Inalámbricas.385

Hubo sin embargo un punto en el que el apoyo de Eckardt a la política del gobierno sufrió un tropiezo: la cuestión eclesiástica. Esto se manifestó muy claramente en el caso del periódico El Occidental de Guadalajara, subvencionado por los alemanes. El diario, fuertemente apoyado mediante anuncios por diversas empresas alemanas, había lanzado una vigorosa campaña anticlerical en consonancia con la política interna del gobierno carrancista. La Iglesia, que se hallaba firmemente arraigada en Guadalajara, reaccionó con extrema violencia. Su órgano, La Época, no sólo atacó a El Occidental, sino que comenzó a publicar una “lista negra” que incluía todas las empresas que se anunciaban en El Occidental, e hizo un llamado a los católicos de Guadalajara para que boicotearan esos negocios.386

Si bien esta acción afectó gravemente a los comerciantes alemanes de Guadalajara, representó un golpe más fuerte aún en el aspecto político. El clero de Guadalajara se había distinguido por una particular germanofilia. Los intentos alemanes de persuadir a la dirección de El Occidental de que suspendiera su propaganda anticlerical, parecen no haber tenido éxito. Eckardt se dirigió entonces al cónsul alemán en Guadalajara preguntándole por qué los alemanes no se habían anunciado también en La Época, y le indicó al cónsul que tomara medidas en ese sentido.387 El cónsul contestó que La Época no tenía ningún interés en los anuncios, lo cual probablemente se debía a que estaba subvencionado por la Iglesia.388

Eckardt le ordenó entonces al cónsul que iniciara pláticas sobre las listas negras “con los directores de La Época, o en caso de que por cualquier motivo esto no sea posible, con personas influyentes del Partido Católico que apoya a La Época”. El cónsul debía hacer claro en estas conversaciones que El Occidental era proalemán en su política internacional, pero que no expresaba la opinión alemana con su orientación radical en cuanto a la política nacional.

No tenemos ni queremos tener nada que ver con la política interna mexicana. Por eso debemos oponernos enérgicamente a los intentos de los católicos de utilizar la política interna para minar los ingresos por concepto de anuncios de un periódico proalemán que por otra parte es anticatólico. Si los católicos de Guadalajara quieren sacar la conclusión de que son anticatólicas las empresas que se anuncian en El Occidental entonces nosotros podemos con mucho mayor derecho concluir que ellos son antialemanes a juzgar por los métodos de La Época y sus partidarios, tan parecidos a los métodos de nuestros enemigos anglosajones. En vista de ello, debemos considerar el boicot de La Época como inamistoso e ingrato.389

En caso de que los católicos persistieran en su campaña, el cónsul debía amenazar con intervenir ante el gobierno mexicano.390

La “gratitud” de los católicos no fue tan grande como Eckardt había esperado. La Época no se dejó persuadir y los comerciantes alemanes se vieron obligados a retirarle sus anuncios a El Occidental, que poco después suspendió su publicación.391El Occidental ha muerto, ojalá perezcan sus colegas de una muerte similar”,392 informó en son de triunfo el cónsul norteamericano en Guadalajara. Entonces El Demócrata intentó distanciarse de la lucha contra la Iglesia y culpó a las medidas de boicot de los aliados por la desaparición de El Occidental.393

Hay ciertos indicios de que en el seno del gobierno mexicano existían diferencias de opinión en cuanto a la propaganda alemana en la prensa del país. El 13 de abril de 1918, Aguilar envió una nota a todos los periódicos mexicanos en la que en nombre del presidente les pedía evitar todo ataque contra funcionarios o ciudadanos de aquellos países con los que México mantenía “relaciones amistosas”. Fundaba esta petición en la “susceptibilidad de los gobiernos extranjeros […] y las muy tensas relaciones internacionales”.394 El 24 de abril, Manuel Andrade, director del periódico proaliado El Universal, contestó que en la Secretaría de Gobernación se elaboraban diariamente boletines de prensa que contenían artículos proalemanes. Algunos de esos artículos, dijo, eran redactados por el secretario particular del ministro.395 No se sabe si después de este incidente se suspendio la entrega del boletín a la prensa. Es muy posible que la nota de Aguilar haya sido únicamente una reafirmación propagandística de la neutralidad de México. También puede haber sido un esfuerzo de Carranza por limitar un tanto la amplia propaganda alemana.

Para influir en las clases altas y en los intelectuales, Eckardt hizo traducir el Werther y el Fausto de Goethe, así como el Kapitán Kónigs Fahrt der “Deutschland”, a los que menciona como si pertenecieran a una misma categoría.396 Se instituyeron cursos de alemán en las universidades y se ampliaron las escuelas alemanas.397 A causa de su orientación antinorteamericana, la propaganda alemana pudo apuntarse en general considerables éxitos en México. El cónsul norteamericano en Coahuila calculaba que el 72% de la población allí era germanófila.398 Según la opinión del cónsul norteamericano en Piedras Negras, el 80% se inclinaba por Alemania.399 Aún más pesimista era el Departamento de la Guerra de los Estados Unidos, que calculaba en un 90% la parte de la población mexicana que tenía sentimientos antinorteamericanos.400 Informes similares emanaron de Tabasco y Baja California.401 El cónsul en Piedras Negras expresó muy claramente las causas de estos éxitos alemanes. Explicó que El Demócrata era el periódico más difundido en México.

Su director ha sabido ejercer una gran influencia en esta parte de México, sobre todo entre las clases bajas […] La hostilidad hacia los Estados Unidos, que este periódico ha suscitado entre sus lectores, crece constantemente y no es posible exagerarla. Entre las clases bajas, que constituyen la mayor parte de la población, cada palabra es tomada al pie de la letra y despierta sus resentimientos más amargos contra los Estados Unidos.402

LA RESPUESTA ALIADA A LA PROPAGANDA ALEMANA EN MÉXICO

Hasta la entrada de los Estados Unidos en la guerra, las medidas tomadas por los aliados para impedir la propaganda alemana sólo tuvieron un efecto limitado. Se redujeron a obstruir el envío de los materiales de propaganda de Alemania hacia México y a presentar protestas ocasionales ante el gobierno mexicano contra los artículos germanófilos en los periódicos mexicanos. Después de la entrada de los Estados Unidos en la guerra, se iniciaron tremendos esfuerzos para poner fin a la propaganda alemana. Los aliados utilizaron cinco métodos en esta campaña: interrupción del flujo de información; obstrucción del suministro de materiales, sobre todo de papel, a los periódicos favorables a Alemania; impedimentos al transporte y venta de periódicos germanófilos; presiones sobre las autoridades mexicanas; y por último presiones sobre los comerciantes que publicaban anuncios en los periódicos germanófilos.

En los Estados Unidos se había esperado que tras el estallido de la guerra con Alemania, los periódicos proalmanes de México no tendrían ya posibilidad de recibir información. Se había interrumpido la comunicación inalámbrica con Nauen y las oficinas alemanas de propaganda en los Estados Unidos fueron cerradas. Además las agencias noticiosas de los aliados se negaron a proporcionar sus noticias a los periódicos germanófilos. Pero estas esperanzas resultaron ser ilusorias, pues la propaganda alemana circunvino las contramedidas de los aliados, en primer lugar mediante la instalación de una estación receptora en México. “El director de Telégrafos […] me envía diariamente los telegramas de guerra de Nauen por medio de un mensajero sirio”,403 explica Eckardt. Estos despachos eran luego publicados en los periódicos proalemanes como noticias procedentes de los Estados Unidos. Parece ser, además, que las noticias de las agencias de prensa aliadas eran proporcionadas a los periódicos proalemanes por el secretario de Comunicaciones, Mario Méndez, por lo menos durante un tiempo.404 Sin embargo, Méndez, negó esto enérgicamente cuando El Universal publicó una información al respecto, pero en vista de sus conexiones con el servicio secreto alemán, la acusación tal vez no haya sido del todo infundada. Parece ser que también se encontraron medios para pasar de contrabando periódicos norteamericanos a través de la frontera, cuyas noticias eran “pirateadas” y publicadas luego en versión modificada.405

Un peligro mucho más grande para la propaganda alemana fue el intento norteamericano de privar de papel a los alemanes. Este plan que perjudicaba los intereses de una gran empresa norteamericana, la National Type and Paper Company, tardó mucho en llevarse a la práctica. Ya el 19 de abril de 1917, el cónsul norteamericano en Veracruz se había quejado de que los periódicos proalemanes recibían papel norteamericano. El Departamento de Estado no reaccionó ante esta queja, sino que advirtió al cónsul que no había ninguna ley que prohibiera la exportación de papel de los Estados Unidos.406 Un mes más tarde, la embajada británica en Washington protestó ante el Departamento de Estado. Confirmó que la National Type and Paper Company vendía a los periódicos proalemanes papel procedente del Canadá.407

Siete semanas más tarde, Fletcher también intervino en esta discusión y solicitó que se suspendiera la venta de papel norteamericano a los periódicos proalemanes.408 Antes había tenido una conversación al respecto con el representante en México de la National Type and Paper Company, el cual se negó a cooperar. Alegó que otras compañías hacían lo mismo y que además el gobierno mexicano disponía de amplias reservas de papel, que podría poner a disposición de los alemanes en caso de necesidad.409 La compañía papelera, que temía perder sus grandes ganancias en México a causa de la actitud de Fletcher —los precios del papel habían experimentado una enorme alza—, defendió su punto de vista en una petición al Departamento de Estado. Señaló que en México había suficientes fábricas como para producir papel periódico localmente en caso de un embargo norteamericano. Esas fábricas no producían papel en ese momento porque sus productos eran más caros que el papel norteamericano y por ello no podían hacerle la competencia.

En esta petición, la National Type and Paper Company expresó las razones de fondo de su firme resistencia a un embargo sobre los suministros de papel para periódicos proalemanes. En caso de tal prohibición, la compañía temía perder no sólo sus clientes germanófilos, sino todo el mercado mexicano. El gobierno mexicano había derogado los impuestos sobre la importación de papel para promover la elaboración de periódicos y libros, y ello le había permitido a la National Type and Paper Company desplazar del mercado a las fábricas de papel mexicanas, que producían más caro. “No hay duda —escribió la cempañía—, de que en caso de un embargo sobre papel periódico el gobierno considerará necesario imponer un nuevo y más alto impuesto sobre la importación de papel periódico, a fin de proteger la industria nacional. Y este impuesto estaría vigente durante muchos años”.410

La Naticnal Type and Paper Company propuso al gobierno norteamericano que se centralizara la venta de papel a México. De esta manera, los periódicos próalemanes no quedarían totalmente privados de papel, sino que lo recibirían “según sus necesidades inmediatas”. Pero se les debía hacer ver que “no debían agitar en favor de la fabricación de papel periódico en fábricas nacionales” (!).411 Así pues, los norteamericanos no debían pedirles que se abstuvieran de seguir publicando materiales antinorteamericanos. Según el modo de ver de la compañía, toda la fuerza de la economía norteamericana y de su diplomacia en México debería utilizarse, no contra la propaganda alemana, sino contra el surgimiento de una industria papelera mexicana.

Once días más tarde, Lansing también se manifestó contra un embargo sobre el papel, si bien con otros argumentos. Le escribió a Fletcherr “Tal embargo podría ser atacado fácilmente en México y América Latina como un intento de parte del gobierno norteamericano de influir automáticamente en la opinión pública”.412 Lansing propuso como alternativa presionar económicamente a los periódicos proalemanes, haciendo que los comerciantes de las naciones aliadas les dieran muchos anuncios a esos periódicos para después obligarlos a abandonar su actitud proalemana bajo la amenaza de retirarles los anuncios. El mismo Lansing parece haber tenido ciertas dudas sobre la realización de este plan, pues preguntó si los periódicos proalemanes no estarían apoyados financieramente de tal manera que la influencia de otros comerciantes fuera sólo de escasa importancia.413

Fletcher se opuso enérgicamente a las sugerencias de su jefe. Calificó como irrealizable el proyecto de Lansing de proporcionar anuncios aliados a los periódicos proalemanes para luego presionarlos, en vista de los subsidios que éstos recibían de los alemanes. Se manifestó de nuevo a favor de un embargo sobre el papel y declaró: “No comparto el temor del Departamento de Estado de que una restricción de los suministros de papel tendría en México y América Latina las consecuencias que usted menciona”. Los periódicos neutrales como El Pueblo deberían seguir recibiendo papel, y sólo las publicaciones agresivamente proalemanas no recibirían ninguno. Se opuso a “la titubeante y superescrupulosa consideración de la susceptibilidad latinoamericana”. Concluyó:

La elección, a mi manera de ver, consiste por una parte en la ayuda y el apoyo a la propaganda antinorteamericana, que al mismo tiempo facilitaría ciertas ventajas limitadas a las exportaciones norteamericanas, y por otra parte, en el control del suministro de papel norteamericano a México que dificultaría los calumniosos y malignos ataques contra los Estados Unidos.414

A causa de estas considerables divergencias de opinión, el problema le fue remitido a Wilson, quien apoyó inequívocamente el punto de vista de Fletcher. El 3 de agosto le escribió a Lansing: “Me parece que las proposiciones de Fletcher son más que interesantes. Son importantes, y hasta donde yo puedo interpretar su posición según este borrador, hay que obrar de acuerdo con eso”.415 En consecuencia, Lansing dispuso una semana más tarde un embargo de papel para todos los periódicos proalemanes. La embajada norteamericana en México había de decidir a quién se vendería papel en lo futuro.416 A la National Type and Paper Company no le quedó más remedio que plegarse a esta decisión, junto con todas las demás empresas papeleras norteamericanas.417

Muy pronto se vio que la National Type and Paper Company no estaba del todo equivocada respecto a la limitada efectividad del embargo. Varias fábricas de propiedad alemana empezaron de inmediato a producir papel periódico.418 Sin embargo, esta producción no cubría las necesidades de los periódicos proalemanes. Por ello se intentó hacer que una fábrica de papel de propiedad francesa abasteciera a los periódicos proalemanes; y el director noruego de la fábrica, que según informaciones norteamericanas abrigaba simpatías por Alemania, se declaró también dispuesto a ello. De inmediato Fletcher pidió a las autoridades francesas que hicieran todo lo posible para que los accionistas de la fábrica, que vivían en Francia, suspendieran estas ventas.419 No puede comprobarse en qué medida tuvieron éxito estos intentos.

El gobierno mexicano resistió enérgicamente este control externo de la prensa mexicana. Puso sus reservas de papel a disposición de los periódicos proalemanes y al mismo tiempo decretó un impuesto a la importación para papel que debía ser pagado no en dinero, sino en papel. Parte de éste se entregaba a los periódicos proalemanes.420 Éstos no escribieron nada sobre la procedencia de su papel o siguieron el ejemplo de La Reforma de Tampico, que pretendía recibir regularmente papel transportado en submarinos alemanes. El gobierno mexicano también intentó comprar papel periódico en el Japón. Los primeros intentos en este sentido fueron rechazados por las autoridades japonesas. Un nuevo intento durante el verano de 1918, vinculado con la promesa de que el papel estaría destinado a los periódicos gubernamentales, tuvo éxito, pues una empresa japonesa obtuvo permiso para suministrar papel. Sin embargo, el proyecto fue severamente atacado en la prensa japonesa.421 No se sabe si los embarques de papel llegaron a efectuarse.

En general, el boicot norteamericano al papel sólo tuvo un éxito parcial. Algunos periódicos germanófilos de provincia tuvieron que suspender total o temporalmente su publicación, pero el órgano principal de la propaganda alemana, El Demócrata, no fue afectado. Eckardt escribió en agosto de 1918:

Muchos comerciantes alemanes reciben en secreto mercancías de sus viejos amigos españoles; pero esto se hace cada día más difícil, en particular la obtención de papel procedente de los Estados Unidos para satisfacer las necesidades de nuestra prensa y de nuestros amigos periodistas. El gobierno, cada vez más hostigado a este respecto, nos ayuda cuanto puede y dos fabricantes de papel alemanes fabrican lo indispensable, utilizando materia prima nacional improvisada.422

Las otras contramedidas norteamericanas tuvieron una eficacia igualmente limitada. Cuando la compañía norteamericana Sonora News Company, que tenía un contrato con la administración de los Ferrocarriles Mexicanos para la venta exclusiva de periódicos en los andenes, se negó a vender El Demócrata, el contrato fue cancelado por el gobierno mexicano.423 Las medidas norteamericanas para impedir la transportación de periódicos proalemanes a través del territorio norteamericano fueron algo más efectivas. Muchas provincias mexicanas en el occidente del país, sobre todo Baja California, eran de muy difícil acceso desde la capital. Una parte del correo llegaba allí a través de los Estados Unidos, y otra parte por mar, donde los barcos norteamericanos ejercían un monopolio virtual. Esto permitió a los norteamericanos limitar el envío de periódicos proalemanes a tales regiones.

Igualmente efectivas, si bien dentro de un margen muy limitado, o sea sólo para ciertas publicaciones de provincia, fueron las sanciones económicas de los aliados. En Progreso (Yucatán) los alemanes publicaban el Boletín de Guerra que se distribuía gratuitamente. El cónsul alemán en Yucatán escribió:

Por la constante persecución de que es objeto el Boletín desde hace muchos meses por parte del cónsul norteamericano en Progreso, los anuncios han sido retirados uno tras otro; y mediante la presión sistemática sobre las distintas imprentas bajo la amenaza de las listas negras, los norteamericanos están logrando que se nieguen a continuar imprimiendo el Boletín.424

El cónsul norteamericano en Yucatán anunció triunfalmente la desaparición del periódico.425 En Torreón, en el estado de Coahuila, cuyo gobernadcr era simpatizante de los aliados, los ingleses en particular lograron por medio de presiones y ofertas de dinero convertir el periódico proalemán La Opinión en una publicación favorable a los aliados.426

El mismo Departamento de Estado había propuesto cambiar la orientación de los periódicos a través de anuncios (posiblemente con dinero del gobierno norteamericano),427 pero rechazó sugerencias tendientes a sobornar directamente a los editores de los periódicos. En aquellos casos en que los representantes norteamericanos emplearon con éxito tales métodos, no se les reprendió. El recurso del soborno sólo hubiera tenido un éxito limitado en lo tocante a la prensa dado que en última instancia los periódicos no eran independientes y —con excepción de algunas publicaciones de provincia— habían adoptado su posición fundamentalmente por indicaciones del gobierno. El director en cuestión simplemente hubiera sido despedido en tal caso, y el intento de soborno hubiera sido utilizado como propaganda contra les norteamericanos.428

El cine fue el escenario de una lucha similar a la que se libró por el control de la prensa. En 1916 Bernstorff había firmado un contrato con un comerciante alemán apellidado Camus para proyectar películas de guerra alemanas en México y en los Estados Unidos. Bernstorff propuso enviar las películas desde Alemania a los Estados Unidos por medio de submarinos comerciales y remitirlas luego desde allí hacia la América Latina. Zimmermann estuvo de acuerdo y prometió enviar al consulado alemán en Nueva York las películas destinadas a México.429 No se sabe cuántas películas fueron enviadas de tal manera; en todo caso, la entrada de los Estados Unidos en la guerra frustró también este proyecto.

Camus. sin embargo, no renunció a sus esfuerzos. Por medio de intermediarios españoles intentó llevar películas alemanas de guerra a México a través de España; por otra parte, una serie de películas antialiadas producidas en los Estados Unidos antes de que éstos entraran en la guerra, fueron pedidas y proyectadas en México.430 La reacción norteamericana frente a esta iniciativa fue muy fuerte y quizá también efectiva. Su servicio secreto logró descubrir a los intermediarios españoles de Camus e interrumpir el envío de películas alemanas a través de España. Fue aún más fácil impedir el envío de películas norteamericanas a Camus. El método más efectivo fue una amenaza de boicot de los norteamericanos a todas las salas de cine que proyectaran películas proalemanas; se les dejó saber a las salas que no recibirían comedias norteamericanas, lo cual las habría desplazado prácticamente del negocio.431

Los aliados, por su parte, desplegaron también una propaganda sumamente activa. Tras la entrada de los Estados Unidos en la guerra se inició en todo el mundo una ofensiva propagandística de gran evergadura. El órgano principal de esta campaña fue el Comité de Información Pública encabezado por Georges Creel. Esta institución publicaba abundantes materiales ricamente documentados e ilustrados, y junto con las agencias de noticias de los Estados Unidos y de sus aliados, suministraba información a la prensa proaliada de México. El más importante periódico proaliado era el diario El Universal, dirigido por un colaborador ocasional y compañero de lucha de Carranza, Félix Palavicini. Éste era apoyado por los aliados por medio de anuncios y papel barato.432

Aunque El Universal dirigía severos ataques al imperialismo alemán y ensalzaba a los norteamericanos, no tuvo que enfrentar al principio a ninguna medida hostil de parte del gobierno mexicano. Carranza quería demostrar su neutralidad con la existencia de dos periódicos tan contrapuestos como El Universal y El Demócrata. Además, a pesar de su cooperación con los alemanes, no debe de haber deseado un monopolio alemán de la prensa. El Universal apoyaba generalmente a Carranza. Sin embargo, a medida que las relaciones mexicano-norteamericanas se deterioraron, el periódico asumió una posición cada vez más adversa al gobierno. Esta actitud y la presión de Eckardt hicieron que la Secretaría de Gobernación expulsara a Palavicini de México. Eckardt comentó en tono triunfal:

El Secretario de Gobernación, Aguirre Berlanga, un incondicional de Carranza, pero muy ambicioso, y por lo mismo un político no muy digno de confianza, tiene el gran mérito de haber obligado a abandonar el país al editor de El Universal, Félix Palavicini, que está a sueldo de los norteamericanos. Este periódico, que nos calumniaba diariamente de la manera más vulgar y exigió durante meses mi deportación, ha perdido desde entonces su importancia.433

El Universal, en realidad, no abandonó su actitud proaliada, pero disminuyó la intensidad de sus ataques a Alemania.

La propaganda fue, sin lugar a dudas, el terreno donde el imperialismo alemán obtuvo uno de sus mayores éxitos en México. El Comité de Información Pública comprobó retrospectivamente: “Con la posible excepción de España, la propaganda alemana no se desarrolló en ningún otro país con tal decisión y malévola agresividad, como en México”.434

La base de este éxito consistió en la profundamente arraigada antipatía del pueblo mexicano por los Estados Unidos y en su falta de experiencia directa con el imperialismo alemán, al que hasta entonces sólo había conocido en forma velada.