DIEGO VELÁZQUEZ
Sala 12. Cat. P1174. Hacia 1656. Óleo sobre lienzo. 318 cm × 276 cm.
Pese a que el maestro nunca habló con Sierra sobre Velázquez, es oportuno enunciar una teoría alejada de la triste ortodoxia que reduce Las meninas o La familia de Felipe IV a un mero retrato real, a la mera plasmación de un instante en la corte de Madrid. De hecho, el propio Sierra dedicó un fascinante capítulo de su obra La ruta prohibida a esta pintura.
La obra más famosa del Museo del Prado y una de las obras maestras de la pintura mundial fue profusamente estudiada por el ingeniero y académico de Bellas Artes Ángel del Campo y Francés, que llegó a formular su propia y original explicación del cuadro. Del Campo descubrió que existía relación entre la constelación Corona Borealis y la disposición de los personajes en el cuadro: los mejor iluminados —el autorretrato del pintor, la menina Sarmiento, la infanta Margarita, la menina Isabel de Velasco y el hombre de la puerta del fondo, el aposentador de la reina, José Nieto— siguen el orden de las estrellas de esa constelación, cuya mayor estrella se llama, precisamente, Margarita Coronae, como la infanta protagonista del lienzo.
Según Ángel del Campo, aún hay otro símbolo astrológico más: si se cierra el círculo imaginario que conforman los personajes de Corona Borealis y se extraen de él dos trazos más que unan, por un lado, las cabezas de los dos personajes del fondo —Marcela de Ulloa, dama de compañía de la infanta, y Diego Ruiz de Ancona, que charla con ella—, y por otro a los enanos Maribárbola y Nicolasito, junto al mastín, el dibujo resultante es el símbolo astrológico de Capricornio. Este signo alude de forma inequívoca a la reina Mariana de Austria, que en ese momento estaba embarazada tras haber sufrido varios abortos o parido hijos que murieron prematuramente. De que tuviese un hijo varón dependía en ese momento la continuidad de la dinastía de los Austrias. De ahí que Las meninas deba verse como un talismán protector para favorecer la continuidad de la corona y no como un mero pasatiempo pictórico.
Ángel del Campo estudió incluso la prodigiosa luz del cuadro y, sabiendo exactamente en qué sala fue pintado —en la esquina sudeste de la planta baja del antiguo Alcázar de Madrid—, pudo averiguar qué día y qué hora representa: el 23 de diciembre de 1656, a las 17 horas… ¡El momento exacto del cumpleaños de la Reina!
Queda así demostrado que el cuadro funcionaba como un talismán que garantizase la victoria en la lucha entre la vida y la muerte, simbolizadas en la jarra de agua de la menina —símbolo de Hebe, diosa de la vida y la juventud— y el caballero en el umbral de la puerta, símbolo del paso al otro mundo.
Por desgracia, sabemos que este «sortilegio pictórico» no sirvió de mucho, ya que el heredero que consiguió Felipe IV no sería otro que Carlos II el Hechizado, el último de los Austrias que reinaron en España.