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park

Eleanor se apartó los rizos de la cara uno a uno, como tratando de ordenar sus pensamientos.

—Tengo que irme —dijo.

Ahora hablaba con más coherencia y lo miraba a los ojos, pero Park aún tenía la sensación de que alguien había puesto el mundo boca abajo para agitarlo después.

—¿Por qué no hablas mañana con tu madre? —propuso él—. Todo se ve distinto por la mañana.

—Ya viste lo que me escribió en los libros —repuso ella—. ¿De verdad quieres que me quede en casa?

—No… es que no quiero que te vayas —reconoció Park—. ¿Adónde vas a ir? ¿A casa de tu padre?

—No, él no me quiere allí.

—Pero si le explicas…

—No me quiere.

—Y entonces… ¿adónde?

—No lo sé —Eleanor inspiró profundamente e irguió los hombros—. Mi tío me propuso que pasara el verano con él. A lo mejor no le importa que vaya a Saint Paul un poco antes.

—Saint Paul, Minnesota.

Eleanor asintió.

—Pero…

Park miró a Eleanor a los ojos y ella dejó caer las manos en la mesa.

—Ya lo sé —sollozó Eleanor, desplomándose hacia delante—. Ya lo sé…

No había espacio para que Park se sentara junto a ella, así que se arrodilló en el polvoriento suelo de linóleo y la atrajo hacia sí.

eleanor

—¿Cuándo te vas? —preguntó Park. Le apartó el pelo de la cara y se lo sostuvo a la altura de la nuca.

—Esta noche —contestó Eleanor—. No puedo volver a casa.

—¿Y cómo vas a llegar hasta allí? ¿Has llamado a tu tío?

—No. No sé. Pensaba coger un autocar.

Iba a hacer autoestop.

Tenía previsto caminar hasta la interestatal y luego sacar el pulgar cuando viera una camioneta o un monovolumen. Coches familiares. Si no la violaban o la asesinaban —si no la vendían para trata de blancas—, llamaría a su tío para cuando llegara a Des Moines. Él iría a buscarla, aunque solo fuera para llevarla de vuelta a casa.

—No puedes coger un autocar tú sola —dijo Park.

—No tengo un plan mejor.

—Yo te llevaré —se ofreció él.

—¿A la estación de autobuses?

—A Minnesota.

—Park, no, tus padres no te dejarán.

—Pues no les pediré permiso.

—Pero tu padre te matará.

—No —repuso Park—, solo me castigará.

—De por vida.

—¿Y crees que eso me importa lo más mínimo? —Park rodeó la cara de Eleanor con las manos—. ¿Crees que me importa algo que no seas tú?