FUEGO

Los muertos vivientes no temen el fuego. Mover una llama de fuego ante la cara de un gul no conseguirá que ande más despacio ni le impedirá avanzar. Los zombis que han cogido fuego no lo notan ni reaccionan a las llamas que los envuelven de ninguna forma. ¡Demasiados humanos se han encontrado con la tragedia por no comprender que el fuego no disuade a los zombis!

Como arma, sin embargo, el fuego sigue siendo el mayor aliado de la humanidad. La completa incineración es el mejor modo de destruir a un zombi para siempre. Quemarlos no sólo elimina el cuerpo, sino también cualquier rastro de Solanum.

Sin embargo, no creas que un lanzallamas o varios cócteles molotov son la solución a todos tus problemas. En el combate real, el fuego puede resultar ser tan mortalmente una amenaza como es un protector.

La carne (humana, de un no muerto, o cualquier otra) tarda mucho tiempo en quemarse. En los minutos u horas antes de que un zombi en llamas fallezca, se convierte en una antorcha andante, o para ser más precisos, renqueante. Se han registrado varios casos en los que gules en llamas han causado más daños, incluso provocado más muertes, que sólo con sus uñas y dientes.

El fuego no es fiel. Considera la naturaleza combustible de tus alrededores, la posibilidad de inhalación de humo, la posibilidad de que las llamaradas actúen como un faro para los otros zombis, etc. Todos estos factores deben ser considerados antes de que un arma tan potente e impredecible se desate.

Por este motivo, el fuego se considera principalmente un arma de ataque o de escape y pocas veces se usa en la defensa estática.

1. CÓCTEL MOLOTOV

Este término se aplica a cualquier recipiente lleno de líquido inflamable con una mecha casera. Es una forma barata y efectiva de matar a múltiples zombis de una vez. Si la situación lo permite: por ejemplo, huyes de una horda de zombis que se aproximan hacia ti; despeja una estructura a prueba de fuegos o destruye una construcción inflamable con muchos zombis atrapados dentro. Sobre todo, consiste en bombardear gules hasta que no quede más que ceniza.

2. ROCIAR

El acto de rociar consiste, simplemente, en llenar un cubo de líquido inflamable (gasolina, queroseno, etc.), vaciarlo sobre uno o varios zombis, encender una cerilla y echar a correr. Si hay sitio para escapar y no hay peligro de dañarse con los residuos del fuego, el único inconveniente que acarrea este método es la proximidad que requiere empapar por completo al enemigo.

3. EL SOPLETE

El soplete común, que consiste en un tanque de propano unido a una boquilla, no tiene ni la fuerza ni el suministro de combustible suficiente para quemar el cráneo de un zombi. Pero puede servir para iniciar un fuego de manera fácil si los no muertos en cuestión ya están empapados en líquido inflamable.

4. EL LANZALLAMAS

Este artilugio, quizá más que cualquier otro, es visto por la gente como el eliminador de zombis definitivo. Una corriente de llamas, de sesenta metros de largo, compuesta de gasolina gelatinosa, puede convertir una multitud de zombis en una gimiente pira funeraria. ¿Por qué no adquirir uno entonces? ¿Por qué no renunciar al resto de armas por este dragón que escupe fuego hecho por el hombre? Las respuestas son tan realistas como numerosas. El lanzallamas fue desarrollado específicamente como arma militar y ya no se utiliza en el ejército de los EEUU y el Cuerpo de Marines. Sería complicado encontrar algún modelo, y más uno que funcionara como es debido. Adquirir el combustible es incluso más difícil que el lanzallamas. Pero asumiendo que puedas encontrar los dos, debes tener en cuenta su uso práctico. ¿Para qué acarrear con treinta y dos kilos de equipo sobre la espalda cuando sólo un puñado de gules anda suelto? El peso de un lanzallamas lo convierte en un incordio si estás en movimiento. A menos que estés en un puesto fijo o tengas acceso a un transporte motorizado, la extenuación total será tan peligrosa como la amenaza de los muertos andantes. El sentido común sugeriría que el lugar de un lanzallamas en el campo de batalla es contra cantidades aplastantes, enjambres de no muertos que se cuentan por cientos si no miles. Si hordas como esta existieran, Dios no lo quiera, cabe la posibilidad de que se enfrentaran a una fuerza de gobierno mucho mayor y mejor equipada que un simple ciudadano y su digno de confianza (y no olvidemos que ilegal) lanzallamas.