Capítulo 87

Uno de mis métodos favoritos de evadirme consistía en algo que venía a ser lo mismo que asfixiarme de forma suave. Utilizaba un pedazo de paño que corté de los restos de una manta. Lo llamé el trapo de los sueños. Lo mojaba con agua del mar para que estuviera empapado, pero no chorreando. Buscaba una posición cómoda encima de la lona y me tapaba la cara con el trapo de los sueños, adaptándolo a mis rasgos. Caía en un profundo sopor. No me resultaba difícil teniendo en cuenta el estado de letargo avanzado que ya llevaba encima. Pero el trapo de los sueños daba una calidad especial al sopor. Supongo que se debía a que me limitaba el paso del aire. Me venían unos sueños, trances, visiones, pensamientos, sensaciones y recuerdos extraordinarios. Y el tiempo pasaba mucho más deprisa. Cuando me sorprendía un tic o un grito ahogado y el trapo se caía, recobraba el sentido por completo, encantado de que hubiese transcurrido tantas horas. La prueba era que el trapo ya estaba seco. Pero más que eso, notaba que el momento actual era diferente al momento actual anterior.