Capítulo 68

Cambió mi ritmo de sueño. Aunque pasaba gran parte del día descansando, pocas veces conseguía dormir más de una hora seguida, ni siquiera por la noche. Lo que me molestaba no era el movimiento incesante del mar ni el silbido del viento; uno se acostumbra a ello del mismo modo que uno se habitúa a los bultos en un colchón. Lo que me despertaba era la aprensión y la ansiedad. Todavía desconozco cómo me las apañaba con tan pocas horas de sueño.

Richard Parker no tenía problemas. Se proclamó campeón de las siestas. Pasaba la mayor parte del tiempo bajo la lona. Pero durante los días en los que el sol no abrasaba y en las noches tranquilas, se aventuraba a salir. Una de sus posiciones favoritas era estar tumbado de costado en el banco de popa con el estómago colgando por el borde y las patas delanteras y traseras extendidas por los bancos laterales. Era mucho tigre para caber en un banco relativamente estrecho, pero lo conseguía curvando mucho la espalda. Cuando estaba completamente dormido, reposaba la cabeza encima de las patas delanteras, pero cuando se sentía más activo, cuando prefería mantener los ojos abiertos y mirar a su alrededor, volvía la cabeza y apoyaba la barbilla en la regala.

Otra de sus posiciones predilectas era estar sentado de espaldas a mí, con la parte trasera apoyada en el fondo del bote y la parte delantera encima del banco, con la cara oculta en la popa y las patas delanteras al lado de la cabeza, como si estuviéramos jugando al escondite y a él le tocara contar. Cuando se colocaba en esta posición, solía permanecer completamente inmóvil, excepto para mover las orejas muy de vez en cuando, indicando que no estaba necesariamente dormido.