Capítulo 27

Esa misma noche, oí una conversación entre mis padres.

—¿Le has dicho que sí? —pregunto mi padre.

—Según tengo entendido, a ti te preguntó lo mismo y le dijiste que viniera a hablar conmigo —repuso mi madre.

—¿Eso dije?

—Pues sí.

—Mira, he estado muy ocupado…

—Ya, pero ahora no lo estás. De hecho, ahora mismo te veo cómodamente desocupado. Así que si quieres irrumpir en su habitación y ponerle la alfombra y el tema del bautizo cristiano sobre el tapete, adelante. No voy a ser yo quien te lo impida.

—No, no.

Por la voz de mi padre supe que se estaba arrellanando en el sillón. Hubo una pausa.

—Está atrayendo religiones como un perro atrae las pulgas —continuó—. No lo entiendo. Somos una familia india moderna; vivimos de forma moderna; la India está a punto de convertirse en una nación moderna y avanzada… y a nosotros nos sale un hijo que se cree la reencarnación de Sri Ramakrishna.

—Si la señora Gandhi representa lo moderno y lo avanzado, no sé si me gusta —dijo mamá.

—¡La señora Gandhi desaparecerá un día! El progreso es imparable. Es el ritmo al que todos tenemos que bailar. La tecnología ayuda y las ideas innovadoras se propagan: son dos leyes de la naturaleza. Si no dejas que la tecnología te ayude, si te resistes a las ideas innovadoras, te acabas condenando a una forma de vida prehistórica. Estoy completamente convencido de esto. La señora Gandhi y sus necedades desaparecerán. Entonces llegará la Nueva India.

(Efectivamente, desapareció y la Nueva India, o al menos una de sus familias, decidió emigrar al Canadá).

Papá siguió:

—¿Has oído cuando ha dicho lo de «Bapu Gandhi dijo que todas las religiones son ciertas»?

—Sí.

—¿Bapu Gandhi? ¿Desde cuándo tiene esta relación tan cariñosa con Gandhi? Ahora nos habla de papá Gandhi, pero a ver con qué nos va a salir más adelante. ¿El tío Jesús? ¿Y qué me dices de la última majadería? ¿Es cierto que se ha vuelto musulmán?

—Eso parece.

—¡Musulmán! Que sea un hindú devoto, vale, lo entiendo. Que además sea cristiano, bueno, ya no me parece tan normal, pero supongo que llegaría a aceptarlo. Después de todo, los cristianos llevan mucho tiempo aquí: santo Tomás, san Javier, los misioneros, etcétera. Le debemos unas buenas escuelas.

—Sí.

—Vale, pues hasta aquí más o menos llego. ¿Pero musulmán? Los musulmanes son algo completamente ajeno a nuestras tradiciones. Son intrusos.

—Hombre, también llevan muchos años aquí, y son cien veces más numerosos que los cristianos.

—Da igual. Siguen siendo intrusos.

—Es posible que Piscine esté bailando al ritmo de otro tipo de progreso.

—No, si encima defiéndelo. ¿Te da lo mismo que nuestro hijo ahora se crea musulmán?

—¿Y qué quieres hacerle, Santosh? Le hace ilusión, y tampoco está haciendo daño a nadie. Igual es una fase. Quizás también desaparezca, igual que la señora Gandhi.

—¿Por qué no puede tener los intereses normales de un chico de su edad? Fíjate en Ravi. Lo único que le importa es el criquet, las películas y la música.

—¿Y eso te parece mejor?

—No, no. Es que ya no sé ni qué pensar. Ha sido un día muy largo —suspiró—. Me pregunto dónde irá a parar con todo esto.

Mi madre se echó a reír.

—La semana pasada acabó un libro que se llama La imitación de Cristo.

—¡La imitación de Cristo! ¡Me vuelvo a preguntar dónde irá a parar con todo esto! —exclamó papá.

Se rieron.