Estoy sentado en un café del centro, un poco después, cavilando. Acabo de pasar casi toda la tarde con él. Cada vez que nos encontramos, me doy cuenta del hastío que me produce la satisfacción monótona que caracteriza mi vida. ¿Cuáles fueron aquellas palabras que dijo que tanto me impactaron? Ah sí: «facultad árida y ázima», «la historia preferible». Saco papel y bolígrafo y escribo: Palabras de conciencia divina: exaltación moral; sensaciones duraderas de elevación, euforia, dicha; una aceleración del sentido moral, que uno estima más importante que la comprensión intelectual de las cosas; la alineación del universo en líneas morales, no intelectuales; el darse cuenta de que el principio fundamental de la existencia es lo que llamamos amor, que a veces no se manifiesta de forma clara, ni limpia, ni inmediata, pero siempre de forma ineluctable.
Me detengo. ¿Y el silencio de Dios? Reflexiono. Añado:
Un intelecto desconcertado, no obstante una sensación confiada de presencia y de ánimo supremo.