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Eduard sintió que alguien le daba golpecitos en el hombro. Cuando abrió los ojos, comenzaba a amanecer.

—Es mejor que vayan al refugio del ayuntamiento —le indicó el guardia—. Si continúan aquí se quedarán congelados.

En una fracción de segundo, él recordó todo lo que había sucedido la noche anterior En sus brazos había acurrucada una mujer.

—Ella… ella está muerta.

Pero la mujer se movió y abrió los ojos.

—¿Qué pasa? —preguntó Veronika.

—Nada —respondió Eduard, levantándola—. O mejor, un milagro: un día más de vida.