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Veronika dejó de tocar el piano por un instante y vio a Mari allá afuera, afrontando el frío nocturno con escaso abrigo; ¿querría suicidarse?

«No. Quien quiso hacerlo fui yo».

Volvió al piano. En sus últimos días de vida había plasmado finalmente su gran sueño: tocar con alma y corazón, como y cuanto quisiera. No tenía importancia que su único auditorio fuese un muchacho esquizofrénico; él parecía entender la música, y era eso lo que importaba.