¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?
Génesis, 4-9
¿Qué os parece? Sí un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada?
Mateo, 12-12
Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja!
Mateo, 12-12
En el nombre de Dios, el Benéfico, el Misericordioso…, el que salve la vida de uno será como si hubiera salvado la vida de toda la humanidad.
El Corán. Sura V. 32
Cada año ganamos un poco. Hay que mantener el sentido de la proporción.
—La hora, señor.
Mi oficial más joven bajo instrucción, Candidato o «tercer teniente» Bearpaw (Garra de Oso) estaba justo ante mi puerta. Tenía un aspecto terriblemente joven, y era casi tan inocente como cualquiera de sus antepasados, los cazadores de cabelleras.
—De acuerdo, Jimmie. —Yo ya llevaba el traje acorazado. Ambos nos fuimos a la sala de bajadas y le dije mientras caminábamos—: Una cosa más, Jimmie. Pégate a mí pero no te entrometas en mi camino. Pásatelo bien y gasta todas las municiones. Si por casualidad me matan, tú eres el jefe, pero si eres listo, dejarás que tu sargento de pelotón dé las señales.
—Sí, señor.
Cuando entramos, el sargento de pelotón los puso firmes a todos y me saludó. Le devolví el saludo y dije: «Descansen», empezando a recorrer la primera sección mientras Jimmie lo hacía con la segunda. Luego inspeccioné la segunda sección también, comprobándolo todo en cada hombre. Mi sargento de pelotón es mucho más cuidadoso que yo, de modo que no encontré nada erróneo. Jamás lo encuentro. Pero los hombres se siente mejor si el Viejo lo examina todo… Y además, es mi deber.
Luego avancé hasta el centro.
—Otra caza de Chinches, muchachos. Esta es un poco distinta, como sabéis. Puesto que aún retienen prisioneros de los nuestros no podemos utilizar la bomba nova en Klendathu, de modo que esta vez bajamos, nos quedamos, nos hacemos fuertes y les arrebatamos su posición. No bajará una nave a recogernos; en cambio, nos enviarán más municiones y raciones. Si os cogen prisioneros, mantened la cabeza bien alta y seguid las reglas, porque tenéis a todo el equipo que os apoya, y a toda la Federación a vuestras espaldas. Iremos y os rescataremos. De eso dependen los muchachos del Swamp Fox y el Montgomery. Los que aún están vivos siguen esperando, sabiendo bien que apareceremos. Y aquí estamos. Ahora hemos de rescatarles.
»No olvidéis que recibiremos ayuda de todos lados, incluso de encima de nosotros. Sólo hemos de preocuparnos de nuestra pequeña parte, para realizar nuestro papel como lo hemos ensayado.
»Una última cosa. Recibí una carta del capitán Jelal justo antes de que saliéramos. Dice que sus nuevas piernas le funcionan estupendamente. Pero también me pidió que os dijera que piensa en vosotros… ¡y que espera que vuestros nombres reluzcan!
»Y yo también. Cinco minutos para el Padre.
Sentí que empezaba a temblar. Fue un alivio cuando de nuevo pude ponerlos firmes y añadir:
—Por secciones…, a babor y estribor…, ¡preparados para la bajada!
Ya me encontraba bien entonces, cuando empecé a vigilar cómo entraba cada hombre en su cápsula, por un lado, mientras Jimmie y el sargento de pelotón lo hacían por el otro. Luego metimos a Jimmie en la cápsula número 3 de la línea central. Una vez su rostro quedó cubierto, el temblor se apoderó de mí.
El sargento de pelotón me pasó el brazo sobre los hombros, ya con armadura.
—Sólo es un ejercicio, hijo.
—Lo sé, papá. —Dejé de temblar en seguida—. No es más que la espera; eso es todo.
—Comprendo. Cuatro minutos. ¿Nos metemos, señor?
—Por supuesto, padre. —Le di un rápido abrazo y dejé que la tripulación me metiera en la cápsula. Ya no volvieron los temblores. Pronto fui capaz de informar—: ¡Puente! Los Rufianes de Rico… ¡dispuestos a bajar!
—Treinta y un segundos, teniente. —Y ella añadió—: ¡Buena suerte, muchachos! Esta vez los cogeremos.
—De acuerdo, capitana.
—Comprobemos. ¿Un poco de música mientras esperan? —y la puso en marcha.
«A la gloria eterna de la infantería…».
FIN