Me cago en la hostia.
Sólo hemos salido a tomar una rápida. Esto es pura y jodidamente demencial.
«¿Has visto eso? No se puede consentir», dice Tommy.
«No, tío, pasa, joder. No te metas por medio. No sabes lo que hay», le digo.
Yo lo he visto, sin embargo. Claro como la luz del día. Le ha pegado. No un puto bofetón o algo semejante, sino un puñetazo. Era horrible.
Me alegro de que sea Tommy el que está sentado junto a ellos y no yo.
«¡Porque lo digo yo, joder! ¡Por eso!» El chico le está gritando otra vez. Nadie se inmuta. Un tipo enorme en la barra, el pelo rubio largo y rizado y un careto colorado, mira para acá y sonríe, y después se vuelve para mirar la partida de dardos. Ni uno de los chicos que están jugando a los dardos se da la vuelta.
«¿Eso es eighty?»[25] Señalo el vaso casi vacío de Tommy.
«Sí.»
Cuando llego a la barra ya han vuelto a empezar. Les oigo. El camarero y el capullo del pelo rizado, también.
«Venga. Hazlo otra vez. ¡Venga!» Ella está provocándole. Su voz es como la de un espectro que grita y tal, pero sus labios no parecen moverse. Sólo se sabe que es ella porque el sonido viene de allí. Además, el jodido pub está casi vacío. Podríamos habernos sentado en cualquier parte. De todos los sitios disponibles.
Él le da un puñetazo en la cara. De su boca brota la sangre.
«Pégame otra vez, jodido gran hombre. ¡Venga!»
Lo hace. Ella suelta un alarido, y entonces empieza a llorar, y se sujeta la cara con las manos. Él se sienta, a unos centímetros de ella, mirándola fijamente, los ojos encendidos, la boca colgándole abierta.
«Pelea de novios», sonríe el capullo del pelo rizado, mirándome a mí. Yo le devuelvo la sonrisa. No sé por qué. Será que siento que me hacen falta amigos. Nunca le diría esto a nadie, pero sé que tengo problemas con la priva. Cuando uno está así, sus colegas tienden a evitarle, a menos que ellos también tengan problemas con la priva y todo eso.
Miro hacia el camarero, un tío mayor con pelo gris y bigote. Sacude la cabeza y dice algo por lo bajini.
Me llevo las pintas. Nunca jamás le pegues a una chica, me decía a menudo mi padre. Los que hacen eso son los de la peor calaña, hijo, decía. Este cabrón que le ha estado pegando a la chica encaja con esa descripción. Tiene el pelo negro y grasiento, una delgada cara blanca y un bigote negro. Un pequeño borde con cara de hurón.
No quiero estar aquí. Yo sólo he salido a tomar una copa tranquilamente. Sólo un par, le he prometido a Tommy para que me acompañara. Tengo la priva bajo control. Sólo pintas, nada de chupitos. Pero este tipo de cosas le hacen a uno querer un whiskito. Carol está en casa de su madre. No vuelvo, dice. He venido a por una pinta, pero puede que acabe ciego.
Tommy respira pesadamente y parece tenso cuando yo me siento.
«Te lo juro, Secks…», dice haciendo rechinar los dientes.
La chica tiene el ojo muy hinchado y se le cierra. La mandíbula también la tiene hinchada, y sigue sangrando por la boca. Es una chica delgada y tiene aspecto de ir a romperse en pedazos si le pega otra vez.
Con todo, ella dale que te pego.
«Ésa es tu respuesta. Ésa es siempre tu respuesta», escupe entre sollozos, encolerizada y sintiendo al mismo tiempo lástima de sí misma.
«¡Que te calles! ¡Te lo advierto! ¡Que te calles de una puta vez!» Él está casi ahogándose de rabia.
«¿Qué vas a hacer?»
«Jodida…» Parece a punto de pegarle otra vez.
«Ya basta, colega. Déjalo. Te estás pasando», le dice Tommy al tío.
«¡No es asunto tuyo! ¡Tú no te metas!» El chico le apunta con el dedo a Tommy.
«Ya está bien. ¡Venga ya!», grita el camarero. El capullo del pelo rizado sonríe y un par de los chicos de los dardos miran para acá.
«Acabo de convertirlo en mi asunto. ¿Qué coño vas a hacer al respecto? ¿Eh?» Tommy se inclina hacia adelante.
«Me cago en la hostia, Tommy. Tranquilo, hombre». Le cojo sin mucha convicción por el brazo, pensando en el camarero. Se libera con una rápida sacudida.
«¿Quieres que te parta la boca?», dice el chico.
«¿Crees que voy a quedarme aquí sentado para que lo hagas? ¡Jodido bandarra! Venga para fuera, cabrón. ¡Veennnnggaaa!», canturrea Tommy de modo más o menos provocador.
El chico se caga. Tiene motivos. El cabrón de Tommy está bastante cachas.
«No es asunto tuyo», dice, y ya no parece tan chulo.
Entonces la mujer le grita a Tommy:
«¡Éste es mi hombre! ¡Éste al que le estás hablando es mi hombre!» Tommy está demasiado pasmado para pararla cuando ella se estira y le clava las uñas en la cara.
Después de eso ha pasado de todo. Tommy se ha levantado y le ha dado un puñetazo en la boca al chico, el tío se ha caído de la silla hasta dar con el suelo. Yo estaba arriba y me he ido directo a por el capullo del pelo rizado que estaba en la barra. Le he sacudido en la mandíbula y lo he sujetado por los jodidos rizos, manteniéndole la cabeza abajo y dándole un par de patadas en la cara.
Creo que ha parado una con las manos, y dudo que la otra le haya hecho daño al cabrón, porque llevo zapatillas de deporte. Sacude los brazos, rompiendo mi presa. Entonces retrocede, con la cara roja y una expresión confusa. Pensaba que el cabrón me zurraría entonces, podría haberlo hecho fácilmente, pero se limita a quedarse allí y abrir las manos.
«¿Qué coño pasa?»
«A ti te parece muy gracioso, ¿eh?», digo yo.
«¿De qué hablas?» El capullo parece auténticamente perdido.
«¡Llamaré a la poli! ¡Fuera de aquí o llamo a la poli!», dice el camarero, cogiendo el auricular para dar efecto.
«Nada de bullas aquí dentro, ¿eh, chicos?», dice amenazadoramente un capullo grande y gordo del equipo de dardos. Aún tiene los dardos en la mano.
«No tiene nada que ver conmigo, colega», me dice el capullo de pelo rizado.
«Quizá me haya equivocado, oye», le digo.
La mujer y su hombre, los que han causado todo el jodido problema, nosotros sólo habíamos salido a tomar una copa tranquilamente, estaban largándose por la puerta.
«Jodidos hijos de puta. Éste es mi hombre», nos grita mientras se marchan.
Siento la mano de Tommy sobre el hombro.
«Venga, Secks. Vámonos de aquí», dice.
El capullo gordo del equipo de dardos que lleva una camiseta roja con el nombre del pub, un penacho del tablero de dardos y «Stu» escrito debajo, aún tiene muchas cosas que decir.
«No vengas aquí a crear problemas, amigo. Éste no es tu local. Conozco vuestras caras. Vosotros sois colegas de ese capullo pelirrojo y de ese Williamson, el de la coleta. Esos cabrones son escoria traficante. No queremos esa jodida basura aquí dentro.»
«Nosotros no nos dedicamos al tráfico de drogas, amigo», dice Tommy.
«Ya. Desde luego que en este pub no», sale el capullo gordo.
«Venga, Stu. No es culpa de esos chicos. Es ese cabrón de Alan Venters y su chica. Ésos están más metidos en drogas que ningún otro capullo que haya por aquí. Tú lo sabes», dice otro tío con pelo claro.
«Deberían tener ese tipo de discusiones en casa, no en un pub», dice otro tío.
«Disputa doméstica. Eso es lo que es. No deberían molestar con todo eso a la gente que sólo ha salido a tomar una copa», asiente Peloclaro.
Lo peor es salir fuera. Yo me estoy cagando encima pensando en que nos sigan. Camino con rapidez, mientras que Tommy remolonea.
«Párate un momento», dice.
«Vete a la mierda. Vámonos de aquí.»
Vamos bajando la calle. Miro para atrás, pero nadie sale del pub. Vemos a la pareja demencial delante de nosotros.
«Quiero tener unas palabras con ese cabrón», dice Tommy, dispuesto a salir detrás de ellos. Veo un autobús acercándose. Un 22. Ése nos vale.
«A la mierda, Tommy. Aquí viene un bus. Venga.» Corremos hasta la parada y nos subimos al bus. Vamos arriba y nos sentamos al fondo, aunque sólo estamos a unas pocas paradas.
«¿Cómo llevo la cara?», me pregunta Tommy cuando nos sentamos.
«Como siempre. Un desastre. Esa tía la ha mejorado», le digo.
Se mira en el cristal de la ventana.
«La puta guarra», maldice.
«El par de putos guarros», digo yo.
Ha sido genial que Tommy le pegara al tío y no a la tía, aunque ha sido ella la que le ha pegado a él. Yo he hecho montones de cosas en mi vida de las que no estoy orgulloso, pero nunca le he pegado a una tía. Lo que dice Carol es una mierda. Ella dice que usé la violencia con ella, pero yo nunca le pegué. Sólo la sujeté para que pudiéramos hablar. Ella dice que retener es como pegar, sigue siendo violencia contra ella. Yo no lo veo. Sólo quería retenerla para poder hablar.
Cuando le conté esto a Rents, dijo que Carol tenía razón. Dijo que ella tiene derecho a ir y venir como le parezca. Pero eso es una mierda. Yo sólo quería hablar. Franco estuvo de acuerdo conmigo. Es distinto cuando uno está en una relación, le dijimos a Rents.
Me he sentido asqueado y nervioso en el bus. Quizá Tommy se sintiera igual, porque ya no hemos vuelto a hablar. Pero por la mañana estaremos en algún garito con Rents, El Pordiosero, Spud, Sick Boy y todos ésos, soltando baladronadas.