XV

Unos diez días después de instalarme en la casa tuve otro tipo de sueño. No lo recuerdo bien, pero supongo que fue bueno, porque me desperté sonriendo. Sentía la sonrisa en la cara, una sonrisa radiante, feliz, como el día en que desperté con la idea del perro de la señora Bukowski. Sí, casi exactamente igual.

Me puse unos vaqueros, entré en el estudio, puse en marcha el ordenador y abrí el menú de HERRAMIENTAS. Contenía un programa llamado EL CUADERNO DE DINKY. Lo seleccioné, y ahí estaban todos mis símbolos. Círculos, triángulos, yapuos, fodres y míreos y cientos más. Miles. Tal vez millones. Era lo que había dicho el señor Sharpton, un mundo nuevo, y yo estoy en la costa del primer continente.

Lo único que sé es que de repente lo tenía ahí, un estupendo Macintosh en lugar de un pedazo de tiza rosa, y lo único que tenia que hacer era escribir las palabras de los símbolos y aparecían en pantalla. Qué alucine. Joder. Era como un río de fuego ardiendo en medio de mi cabeza. Escribí, saqué símbolos y usé el ratón para arrastrarlo todo a su lugar. Y cuando terminé tenía una carta. Una carta especial.

Pero ¿dirigida a quién?

¿Adónde?

Y entonces comprendí que no importaba. Con un par de toques para personalizarla, podía enviarla a muchas personas… aunque aquella iba destinada más a un hombre que a una mujer. No sé cómo lo sabía, pero lo sabía. Decidí empezar por Cincinnati porque fue la primera ciudad que se me ocurrió. Podría haber sido Zurich (Suiza), o Waterville (Maine), pero no.

Intenté abrir un programa de HERRAMIENTAS llamado DINKYMAIL, pero antes el ordenador me indicó que encendiera el módem. Una vez en marcha este, el ordenador me pidió un prefijo telefónico. El 312 corresponde a Chicago e imagino que, para la compañía telefónica, todas las llamadas efectuadas desde el ordenador proceden de la sede central de TransCorp. En cualquier caso, no me importaba; era asunto suyo. Por mi parte, yo había encontrado mi asunto y me disponía a ocuparme de él.

Con el módem en funcionamiento y conectado a Chicago, el ordenador me mostró las palabras

DINKYMAIL LISTO

Hice clic en la palabra LOCALIZAR. Por entonces llevaba tres horas en el estudio, con una sola interrupción para mear, y olía a tigre. Sin embargo, me daba igual. Me gustaba el olor. Me lo estaba pasando en grande. De puta madre.

Escribí CINCINNATI e hice clic en EJECUTAR.

NINGÚN RESULTADO CINCINNATI

Repuso el ordenador. Vale, no pasaba nada. Probé con Columbus, que de todos modos estaba más cerca de casa. Y entonces, ¡sí, señor! Bingo.

DOS RESULTADOS COLUMBUS

Había dos números de teléfono. Hice clic en el primero, picado por la curiosidad y un poco asustado por lo que pudiera averiguar. Pero no apareció un expediente, un perfil ni, menos mal, una fotografía. La pantalla mostraba una sola palabra:

MUFFIN

¿Cómo?

Pero entonces lo supe. Muffin era la mascota del señor Columbus, con toda probabilidad un gato. Recuperé la carta especial, trasladé dos símbolos y eliminé un tercero. Luego añadí la palabra «Muffin» en la parte superior junto a una flecha que señalaba hacia abajo. Perfecto.

¿Me pregunté acaso quién era el dueño de Muffin o qué habría hecho para merecer la atención de TransCorp o qué iba a ocurrirle? Pues no. Y en ningún momento se me ocurrió que la preparación recibida en Peoria podía ser en parte responsable de tanta indiferencia. Estaba haciendo mi trabajo, nada más. Haciendo mi trabajo y más contento que unas pascuas.

Marqué el número que aparecía en el monitor. Tenía encendido el altavoz del ordenador, pero no me respondió ninguna voz, solo el chirrido estridente de apareo de otro ordenador. Mejor, la verdad. La vida es más sencilla cuando eliminas el factor humano. Entonces te pasa como en esa película, Almas en la hoguera, sobrevolando Berlín en tu querido B-25 con el ojo pegado a tu querida mira Norden en espera del momento idóneo para apretar tu querido botón. Ves chimeneas y tejados de fábricas, pero no seres humanos. Los tipos que lanzaban bombas desde los B-25 no se veían obligados a oír los gritos de las madres cuyos hijos quedaban descuartizados por las explosiones, y yo ni siquiera me veía obligado a oír la respuesta de un ser humano al otro lado de la línea. Genial.

Sin embargo, al poco apagué el altavoz de todos modos. Me distraía.

MÓDEM LOCALIZADO

comentó el ordenador antes de añadir

BUSCAR DIRECCIÓN DE CORREO ELECTRÓNICO S/N

Escribí «S» y esperé. Esta vez la espera fue más larga. Creo que el ordenador regresó a Chicago para recoger lo que necesitaba a fin de descifrar la dirección de correo electrónico del señor Columbus. Pese a ello, al cabo de menos de treinta segundos me anunció

DIRECCIÓN DE CORREO ELECTRÓNICO ENCONTRADA

ENVIAR DINKYMAIL S/N

Escribí «S» sin vacilación alguna. El ordenador dijo

ENVIANDO DINKYMAIL

y luego

DINKYMAIL ENVIADO

Y eso fue todo. Sin fuegos artificiales ni nada.

Pero me pregunto qué le pasaría a Muffin.

Ya saben, después de.