Creo que, en un momento dado, todo autor de relatos de terror debe abordar el tema del entierro prematuro, aunque solo sea porque se trata de un miedo universal. Cuando tenía unos siete años, la serie televisiva más espeluznante que daban era Alfred Hitchcock presenta, y el episodio más aterrador, en ello estábamos de acuerdo mis amigos y yo, fue aquel en el que Joseph Cotten daba vida a un hombre herido en un accidente de tráfico. De hecho, estaba tan grave que los médicos lo dan por muerto, porque ni siquiera le encontraban los latidos. Cuando estaban a punto de practicarle la autopsia, es decir, de rajarlo mientras seguía vivo y gritaba en silencio, derramaba una sola lágrima para hacerles ver que no había muerto. Fue conmovedor, pero lo conmovedor no suele formar parte de mi repertorio. Cuando me puse a pensar en el tema, se me ocurrió un medio de comunicación más… llamémosle moderno, y este relato es el resultado de ello. Una última cosa por lo que respecta a la serpiente. Dudo mucho que exista una serpiente llamada boomslang peruana, pero en una las aventuras de la señorita Marple, la señora Agatha Christie menciona una boomslang africana. Me gustó tanto la palabra (me refiero a boomslang, no a africana,) que no pude por menos de incluirla en la historia.