[1] Herber C. Kemball, en uno de sus sermones, aplica a sus cien esposas este cariñoso epíteto. (N. del A.) <<
[2] Patricia La Estrada (Gibraltar, 1940). Escritora. Nieta del famoso Inspector Lestrade, ha tenido en consideración enviarnos este poema, que ella misma nos confiesa permanecía inédito. Según sus propias palabras, «sería para mí un honor que este poema tuviera cabida en el volumen de obras completas que, según tengo noticias, están preparando». El honor sin duda es nuestro. <<
[3] De la misma manera que Sherlock Holmes dejó una nota para John Watson junto a su pitillera de plata en el abismo de Reichenbach, James Moriarty hizo lo propio para su colega Sebastian Moran. No es de extrañar, pues ambos eran hombres de honor y ambos tuvieron la deferencia de permitir a su oponente dejar unas líneas antes de entablar su duelo particular. Este documento ha permanecido inédito hasta hoy, aunque se sospechaba desde siempre su existencia. Hasta ahora ha estado en posesión de los herederos de Martha Hudson y, gracias al holmesólogo Nicholas Meyer, de reconocido prestigio mundial, al que se consultó para esta edición, ha podido llegar a nuestras manos. La traducción es de Jesús Úrceloy, y espera no haber concurrido en ningún error grave. <<
[4] Este poema es anónimo. Lo recibió Emilio Pascual, director de Cátedra, pocas horas antes de cerrar la edición. Por el estilo y el juego que establece entre rimas consonantes, alternando en este juego-soneto los versos endecasílabo y heptasílabo, así como el frecuente uso de los dos puntos, puede sospecharse de un autor español determinado, adscrito, casi con seguridad, al modernismo. También avalaría esta afirmación el conocimiento profundo de la obra holmesiana que delatan los versos y, más aún, el mismo título. Sin embargo, queremos respetar el deseo de este conocido autor (y de sus herederos) de permanecer incógnito, y aceptamos con agrado infinito su particular homenaje tanto a Holmes y Watson como a esta obra. <<