Damen se inclina hacia mí. Su mirada es como una caricia sobre el brazo: cálida e incitante, seductora.
—Ever, por favor. Mírame… —me ruega.
Sin embargo, yo no aparto la vista del océano. Las aguas son tan negras que apenas se ven.
Un océano negro, la oscuridad de la luna nueva y una amiga que gracias a mí se encamina hacia Shadowland, la tierra de las sombras.
Salgo del coche y me acerco al borde del acantilado para contemplar la oscuridad que reina más abajo. Siento el magnetismo de su energía cuando Damen se sitúa detrás de mí. Apoya la mano sobre mi hombro y me acerca a su pecho para abrazarme.
—Superaremos esto… ya lo verás.
Me doy la vuelta. Necesito verlo y saber cómo puede decir algo así.
—¿Cómo? —Mi voz suena tan frágil que no parece la mía—. ¿Cómo lo haremos? ¿Le fabricarás un amuleto e insistirás en que se lo ponga todos los días?
Niega con la cabeza y me mira a los ojos.
—¿Cómo voy a convencer a Haven si ni siquiera he conseguido que tú te pongas el tuyo? —Desliza los dedos por mi cuello y mi pecho para acariciar el lugar donde deberían estar los cristales—. ¿Qué ha ocurrido?
Vuelvo a girarme. No quiero que piense peor de mí de lo que ya lo hace. No quiero explicarle por qué me lo he quitado. No quiero decirle que me sentía tan segura después de mi torpe intento de conjuro que lo he desestimado.
—¿Qué voy a decirle a Haven? —murmuro—. ¿Cómo voy a explicarle lo que he hecho? ¿Cómo se le puede decir a alguien que le has otorgado la vida eterna pero que, si llega a morir, su alma estará perdida?
Los labios de Damen se posan sobre mi oreja.
—Encontraremos una manera… —susurra—. Encontraremos…
Hago un gesto negativo con la cabeza y me alejo de él para contemplar el horizonte negro y vacío.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes…?
Se sitúa de nuevo detrás de mí, y su mera presencia me reconforta.
—¿Cómo puedo… qué?
Me esfuerzo en tragar saliva. Soy incapaz de decirlo, de expresar con palabras lo que he hecho. Dejo que me estreche entre sus brazos, que me apriete contra su pecho. Desearía acurrucarme en su interior, cerca de su corazón, y quedarme allí para siempre. Es el refugio más seguro que jamás encontraré.
—¿Cómo puedo perdonar a una chica que ama tanto a su mejor amiga que no soporta la idea de perderla? —Me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja y me alza la barbilla para obligarme a mirarlo—. ¿Cómo puedo perdonar a una chica que sacrifica lo único que ha deseado… durante muchísimos años? ¿Cómo puedo perdonar a alguien que ha renunciado a la que por el momento es nuestra única esperanza de estar juntos para que su amiga siga con vida? ¿Me preguntas cómo puedo perdonarte? —Me mira a los ojos—. Porque es muy sencillo. ¿No tomé yo una decisión muy parecida cuando te obligué a beber la primera vez? A pesar de todo, lo que tú has hecho ha sido mucho más noble, ya que estaba motivado tan solo por el amor. Mis razones no fueron tan puras. Me interesaba mucho más aliviar mi sufrimiento. —Niega con la cabeza—. Me convencí de que lo hacía por ti, pero lo cierto es que siempre me he comportado de un modo egoísta, siempre he interferido en tu vida y te he privado de la oportunidad de elegir. Te traje de vuelta por mí… Ahora lo tengo claro.
Desearía poder creer lo que dice… lo de que mi decisión ha sido noble. Pero mi caso es diferente. Lo que he hecho ha sido muy diferente. Yo conocía Shadowland, y él no.
—Todo irá bien hasta que ella vuelva a meterse en problemas. Entonces, la muerte de su alma recaerá sobre mí.
Damen pierde la mirada en la distancia, en el océano invisible que no deja de enviar olas hacia la orilla. Ambos sabemos que no hay nada más que decir. Ninguna palabra puede remediar esto.
—No era… —Hago una pausa. Me siento estúpida por sacar este tema con todo lo que ha pasado, pero quiero que lo sepa—. No era lo que piensas… Cuando nos viste a lude y a mí… el otro día en la playa… —Rechazo la idea con un gesto—. No era lo que parecía. —Su mandíbula se tensa y sus brazos se aflojan, pero lo estrecho con fuerza, porque tengo muchas más cosas que decirle—. Creo que es un inmortal. Un renegado, como Roman. —Damen me mira con los ojos entrecerrados—. He visto su tatuaje, el que lleva en la parte baja de la espalda… —Al darme cuenta de cómo suena eso, de que acabo de dejar claro que me encontraba en una situación que permitía que viera esa parte de su espalda, añado—: Estábamos en el jacuzzi, y él llevaba puesto el bañador… —Vuelvo a negar con la cabeza. Así no conseguiré arreglar nada—. Estábamos en la fiesta de despedida de Miles y.. • bueno… cuando ha llamado Ava, se ha girado para coger el teléfono y lo he visto. He visto la serpiente que se muerde la cola. El uróboros. Igual que el que tenía Drina, igual que el que Roman lleva en el cuello. El mismo tatuaje.
—¿Es idéntico al de Roman?
Entorno los párpados. No entiendo qué quiere decir.
—¿Parpadea? ¿Se mueve? ¿Aparece y desaparece?
Le digo que no con la cabeza, aunque no entiendo qué importa eso. Lo cierto es que solo lo he visto durante unos segundos, aun así…
Damen suspira y se aleja de mí para sentarse en el capó del coche.
—Ever, el uróboros no es algo maligno en sí mismo —dice—. Todo lo contrario. Roman y su tribu han tergiversado su significado. En realidad es un antiguo símbolo alquímico que representa la creación tras la destrucción, la vida eterna… ese tipo de cosas. Mucha gente tiene ese tatuaje, así que eso solo significa que a Jude le gustan las expresiones artísticas corporales. Las expresiones artísticas… y tú.
Me acerco a él. Quiero que sepa que el sentimiento no es recíproco. ¿Cómo podría serlo si tengo a Damen a mi lado?
Me doy cuenta de que me ha leído el pensamiento cuando me abraza con fuerza y me susurra al oído:
—¿Estás segura? ¿No fueron el coche y los trucos de magia los que te conquistaron?
Niego con la cabeza y le froto el cuello con la nariz. Soy consciente del velo que nos separa, pero me emociona que nuestra comunicación telepática funcione de nuevo. Temía que se hubiera estropeado de algún modo en aquella sala de estar.
—Por supuesto que vuelve a funcionar —piensa—. El miedo separa… hace que nos sintamos solos… desconectados. Con el amor. El amor logra todo lo contrario. El amor une.
—Siempre has sido tú. —Necesito pronunciar las palabras en voz alta para que ambos podamos oírlas—. Solo tú. Nadie más que tú. —Lo miro a los ojos con la esperanza de que nuestra separación haya llegado a su fin, de que los tres meses estén olvidados.
Damen acuna mi rostro entre las manos y aprieta sus labios contra los míos. La calidez de su presencia es la única respuesta que necesito. La única respuesta que quiero.
Sé que debemos hablar de muchas más cosas (Roman, Haven, las gemelas, Jude, el Libro de las sombras, el regreso de Ava…), pero también que todo eso puede esperar. En estos momentos lo único que me apetece es disfrutar del hecho de estar a su lado.
Le rodeo el cuello con los brazos cuando él me sienta sobre su regazo. Clavamos la mirada en un punto indefinido, oscuro, vasto, infinito y eterno. Ambos sabemos que está ahí… a pesar de que ni siquiera podemos verlo.