Capítulo cuarenta y ocho

Echo a correr.

Dejo atrás coches, casas, gatos y perros extraviados. Mis piernas se mueven y mis músculos se contraen para llevarme hacia delante sin apenas pensarlo. Mi cuerpo se comporta como un motor bien engrasado con piezas nuevas y resplandecientes. Y aunque apenas han pasado unos segundos, a mí me parecen horas.

Horas desde la última vez que he visto a Haven.

Horas hasta que vuelva a verla.

En el instante en que llego a su casa, lo veo. Llega al mismo tiempo que yo.

El mero hecho de tenerlo cerca hace que todo se desvanezca… Todo pierde importancia ahora que lo tengo justo delante de mí.

Mi corazón se desboca y se me seca la boca. Me abruma tanto el anhelo que no puedo pronunciar palabra. Contemplo a mi dulce y maravilloso Damen… más deslumbrante que nunca a la luz de las farolas. El sonido de mi nombre en sus labios, tan intenso, tan cargado, me dice que él siente lo mismo.

Avanzo hacia él mientras las emociones reprimidas se elevan hasta la superficie. Tengo tantas cosas que decirle, tanto que contarle… Pero las palabras se desvanecen cuando me acerco a él y mi cuerpo se ve invadido por una oleada de hormigueos y calidez. Lo único que quiero es derretirme sobre él, no volver a alejarme de su lado nunca…

Me coloca la mano en la espalda para acercarme más, y justo en ese instante, Roman abre la puerta.

—Ever, Damen… —dice con una sonrisa—, me alegro mucho de que lleguéis a tiempo.

Damen se abalanza hacia la puerta e inmoviliza a Roman contra la pared mientras yo me cuelo en el interior de la vivienda y me dirijo a la sala de estar. Busco a Haven con la mirada y la encuentro tumbada en el sofá. Está pálida, inmóvil y, por lo que puedo ver, apenas respira.

Corro hacia ella y me arrodillo a su lado para cogerle las muñecas. Busco su pulso con los dedos, igual que hice una vez con Damen.

—¿Qué le has hecho? —Clavo la vista en Ava, que permanece acurrucada al lado de mi amiga. Sé que trabaja para Roman, que están en el mismo equipo—. ¿Qué… le has… hecho? —repito enfatizando cada palabra. Tengo la certeza de que un golpe en el chakra raíz, el centro de la vanidad y la avaricia, acabaría con ella en un instante si las cosas se pusieran feas. Me pregunto si Damen ya ha hecho lo mismo, si ha enterrado su puño en el chakra sacro de Roman.

Pero la verdad es que me da igual.

Después de lo que le han hecho a mi amiga, me da igual lo que le ocurra.

Ava me mira. Su rostro parece muy pálido en contraste con su cabello caoba; sus grandes ojos castaños tienen una expresión asustada y suplicante… Y eso me recuerda algo… algo en lo que no puedo pararme a pensar ahora.

—No he hecho nada, Ever —asegura—. Te lo juro. Sé que no me crees, pero es la verdad…

—Tienes razón, no te creo. —Vuelvo a concentrarme en Haven y coloco la palma de la mano sobre su frente, sobre su mejilla. Tiene la piel fría y seca, y su aura se desvanece, se vuelve más oscura a medida que su energía vital desaparece.

—No es lo que crees… Me habían pedido una cita para una consulta… Dijeron que era para una fiesta… y cuando he llegado… me he encontrado con esto… —Señala a Haven y niega con la cabeza.

—Pero ¡has venido, por supuesto! Después de todo, te lo había pedido tu queridísimo amigo Roman. —Observo a Haven en busca de señales de abuso, pero no encuentro ninguna. Parece serena, inconsciente, ajena al hecho de que ya no pertenece a este mundo. Está de camino al siguiente, a Summerland… a menos que yo haga algo para impedirlo.

—He intentado ayudar… He intentado…

—¿Por qué no lo has hecho, entonces? ¿Por qué no has llamado a emergencias en lugar de a Jude? —La fulmino con la mirada mientras estiro el brazo para coger el teléfono de mi bolso, pero recuerdo demasiado tarde que no lo he traído. Acabo de manifestar uno nuevo justo cuando Roman entra en tromba en la sala.

Busco a Damen tras él, y me da un vuelco el corazón cuando no lo encuentro.

Roman se echa a reír y sacude la cabeza.

—Es un poco más lento que yo. Es más viejo, ¿sabes? —Me quita el teléfono de las manos con un golpe rápido y añade—: Créeme, encanto, ya no hay tiempo para eso. Parece que tu amiga se ha tomado una buena taza de té de belladona… —Apunta con el dedo hacia una elegante taza de porcelana que hay sobre la mesa cuyo contenido se ha consumido hace poco—. Esa planta también es conocida como «bella dama letal», por si no lo sabías, y Haven ha tomado tal cantidad que se encuentra fuera del alcance de cualquier tipo de ayuda médica. No, la única que puede salvarla aquí eres tú.

Lo miro con suspicacia, sin saber qué quiere decir. De pronto, Damen aparece tras él y me observa con expresión preocupada. Sé que trata de decirme algo, enviarme un mensaje telepático que soy incapaz de recibir. Percibo el eco de un sonido apagado, pero no logro distinguir las palabras que lo forman.

—Ya está, Ever. —Roman sonríe—. ¡Ha llegado el momento que estabas esperando! —Extiende los brazos y señala a Haven, como si mi amiga fuera el gran premio final.

Miro primero a Roman y luego a Damen. No he dejado de intentar recibir su mensaje, pero sigo sin entender nada.

Los ojos de Roman me recorren de arriba abajo lentamente, deteniéndose en mis pies desnudos, en el vestido húmedo, que se me pega a la piel.

—La cosa es muy sencilla, querida —dice después de humedecerse los labios—, lo bastante sencilla para que hasta alguien como tú pueda entenderla. ¿Recuerdas el día que viniste a mi casa y hablamos sobre el precio?

Miro a Damen y veo su expresión de alarma, de incredulidad, de dolor… Solo dura un instante, pero la veo.

—¡Huy! —Roman se encoge de hombros y se tapa la boca con la mano—. Lo siento. Olvidé que tu visita no autorizada era nuestro pequeño secreto. Supongo que tendrás que perdonar mi indiscreción, dadas las circunstancias de vida o muerte en las que nos encontramos. Bueno, os pondré al día… —añade dirigiéndose a Damen y a Ava—. Ever se pasó por mi casa con la intención de hacer un trato. Al parecer, está desesperada por acostarse con el guapetón de su novio.

Se echa a reír y mira a Damen mientras se acerca a la barra. Saca una copa de cristal tallado y la llena de elixir mientras Damen se esfuerza por conservar la calma.

Yo respiro hondo y me quedo donde estoy. Sé que da igual que Roman viva o muera; de todas formas, seguirá teniendo el control. Es su juego. Son sus reglas. Y no puedo evitar preguntarme durante cuánto tiempo lo ha planeado… cuánto tiempo me he engañado diciéndome que hacía progresos, cuando en realidad solo lo seguía a ciegas. Al igual que en la visión que me mostró en el instituto, todos estamos bajo su control.

—Ever… —Puesto que la telepatía no funciona, Damen se ve obligado a decir lo que piensa en voz alta—. ¿Es eso cierto?

Trago saliva con dificultad y aparto la vista.

—Ve al grano —digo.

—Siempre con prisas… —Roman chasquea la lengua—. En serio, Ever, para alguien con tiempo de sobra, no tiene ningún sentido. Pero está bien, seguiré adelante. Dime, ¿tienes alguna idea, alguna pista de hacia dónde nos lleva esto?

Miro a Haven. Mi amiga apenas respira, su vida casi se ha extinguido. No tengo ganas de admitir que no sé lo que quiere, que no tengo ni idea de lo que ocurre.

—¿Recuerdas el día que viniste a verme a la tienda?

Damen cambia, puedo sentir cómo se altera su energía, pero me limito a negar con la cabeza y replico por encima del hombro para aclarar las cosas.

—Fui a ver a Haven y dio la casualidad de que tú estabas allí.

—Detalles… —Roman descarta la aclaración con un movimiento de la mano—. Solo quiero llegar a la parte del acertijo. ¿Recuerdas el acertijo que te planteé?

Dejo escapar un suspiro y aprieto la mano de Haven, que está fría, inmóvil, sin vida… Una mala señal.

—«Dale a la gente lo que quiere.» ¿Recuerdas que te dije eso? —Se queda callado, a la espera de que yo diga algo. Sin embargo, al comprender que no voy a hacerlo, añade—: La cuestión es la siguiente: ¿qué significa eso, Ever? ¿Qué es exactamente lo que quiere la gente? ¿Alguna idea? —Arquea una ceja y aguarda. Luego asiente y continúa—: Intenta por un instante ver las cosas desde fuera, desde una perspectiva más populista. Adelante, dale vueltas, a ver si las piezas encajan. No se parece en nada al punto de vista elitista que tenéis Damen y tú, eso te lo aseguro. Yo no acaparo mis dones… los comparto con libertad. Al menos con aquellos a quienes considero merecedores de ello.

Me giro hasta tenerlo cara a cara. En ese momento empiezo a comprender…

—¡No! —exclamo con voz ronca y apenas audible.

Miro primero a Roman y luego a Haven. Comienzo a entender cuál es su objetivo, el precio que ha impuesto.

¡No!

Clavo la mirada en Roman mientras Ava y Damen guardan silencio, ajenos a lo que ocurre.

—No pienso hacerlo —le digo—. Y no puedes obligarme.

—Ni soñaría con hacerlo, encanto. ¿Dónde estaría la diversión entonces? —Sonríe de manera lenta y perezosa, como el gato de Cheshire—. Al igual que tú no puedes obligarme a hacer tu voluntad con ese patético intento de conexión mental y la ayuda de las fuerzas oscuras a las que has invocado hace un rato. —Se echa a reír y me apunta con el dedo—. Has sido una chica muy mala, Ever. Has jugado con magia que no comprendes. Cuando vendí ese libro hace tantos años, jamás imaginé que acabaría en tus manos. ¿O sí lo hice? —Sacude la cabeza—. Quién sabe…

Lo miro a los ojos mientras asimilo lo que acaba de decirme. Jude. ¿Fue él quien le vendió el libro a Jude? Y, si eso es cierto, ¿significa que están en esto juntos?

—¿Por qué haces esto? —pregunto con recelo. Ya me da igual que Damen se haya enterado de mi larga lista de traiciones, o lo que pueda pensar Ava acurrucada en su rincón. Lo único que importa somos él y yo… como si estuviéramos solos en esta horrible estancia perdida de la mano de Dios.

—Bueno, en realidad es bastante sencillo. —Sus labios se curvan en una sonrisa—. Siempre te empeñas en trazar límites, en distanciarte… Bueno, pues esta es tu oportunidad para dejar las cosas claras; esta es tu oportunidad para demostrar que no te pareces en nada a mí. Y, si lo consigues, si puedes demostrar más allá de toda duda que no somos iguales, te entregaré lo que quieres. Te daré el antídoto del antídoto, la cura de la cura, y Damen y tú podréis marcharos a una suite a disfrutar de vuestra luna de miel. Es con eso con lo que siempre has soñado, ¿verdad? Es lo que llevas planeando todo este tiempo. Y ahora lo único que tienes que hacer para conseguirlo es dejar que tu amiga muera. Si permites que Haven muera, el «felices para siempre» será tuyo. Una satisfacción garantizada… más o menos.

—No. —Niego con la cabeza—. ¡No!

—¿No al antídoto o al final feliz? ¿A qué te refieres? —Consulta su reloj y luego mira a Haven con una sonrisa—. Tictac… ha llegado el momento de tomar una decisión.

Me acerco a Haven y compruebo que su respiración se ha vuelto superficial e irregular. Ava continúa sentada a su lado, y Damen (mi amor eterno, mi alma gemela, el chico al que he fallado de tantas formas) me suplica con la mirada que no ceda a la tentación.

—Si vacilas durante demasiado tiempo, morirá. Y si la traes de vuelta… Bueno, esto puede liarse un poco, ya lo sabes. Pero si la salvas ahora, si le das a beber el elixir… se despertará sintiéndose bien. Mejor que bien. Y lo más curioso es que siempre estará así. Y eso, después de todo, es lo que quiere la gente, ¿no te parece? Juventud y belleza eternas. Salud y vitalidad durante toda la vida. Nada de envejecer, ni de enfermedades, ni de miedo a la muerte. Un horizonte infinito sin límites visibles. Bien, ¿qué va a ser, Ever? Aférrate a tu punto de vista pretencioso, egoísta y elitista, demuestra que no te pareces a mí, sigue acaparando tus dones, despídete de tu amiga… y el antídoto será tuyo. O… —me mira a los ojos y sonríe— salva a tu amiga. Concédele la posibilidad de acceder al tipo de fuerza y belleza con el que solo se ha atrevido a soñar. Dale lo que siempre ha deseado, lo que todo el mundo desea. No tienes por qué decirle adiós. Todo depende de ti. Pero, como ya he dicho, la luz del día se acerca, así que tienes que darte prisa.

Me fijo en la cara pálida y frágil de Haven. Sé que soy la responsable de esto. Que todo es culpa mía. Apenas soy consciente de que Damen se sitúa a mi lado.

—Ever, cariño, escúchame, por favor… —me suplica—. No puedes hacerlo. No puedes salvarla. —Soy incapaz de mirarlo cuando continúa—: Tienes que dejarla ir… Esto no tiene nada que ver con nosotros… Nada que ver con el hecho de si estaremos juntos o no… Encontraremos una forma, eso te lo prometo. Pero sabes el riesgo que esto conlleva… sabes que no puedes hacerlo… No después de experimentar lo que es estar en Shadowland —susurra—. No puedes condenarla a eso.

—¡Uuuh! Eso de Shadowland… ¡suena aterrador! —Roman suelta una carcajada y hace un gesto negativo con la cabeza—. No me digas que sigues meditando, colega… ¿Sigues subiendo al Himalaya en busca de respuestas?

Trago saliva con fuerza y decido ignorarlos a ambos. Mi mente está llena de argumentos, tanto a favor como en contra.

—Ever, Damen tiene razón —interviene Ava.

Miro con furia a la mujer que me traicionó de la peor de las maneras posibles. Dejó a Damen vulnerable e indefenso después de prometerme que cuidaría de él, y se convirtió en la aliada de Roman.

—Sé que no te fías de mí, pero las cosas no son como tú te piensas. Escúchame, Ever, por favor… No tengo tiempo para explicártelo, pero si no quieres hacerme caso a mí, escucha a Damen. Él sabe lo que dice. No puedes salvar a tu amiga, tienes que dejar que se vaya…

—Hablas como una auténtica renegada… —señalo con repugnancia al recordar que se llevó el elixir. Y no me cabe ninguna duda de que se lo bebió.

—No es lo que crees… —me dice—. No es nada de eso.

Sin embargo, ya he dejado de prestarle atención. He vuelto a concentrarme en Roman, que ahora se encuentra a mi lado y me ofrece la copa de elixir. El líquido resplandece mientras lo hace girar en el interior de la copa. Me está avisando de que ha llegado el momento. Ha llegado la hora de que elija.

—Haven quería que le leyeran el futuro… ¿y quién mejor que tú para hacerlo, Avalon? Es una pena que Jude no esté aquí; entonces sí que tendríamos una buena fiesta… O un buen velatorio, depende de cómo salgan las cosas. ¿Qué ha ocurrido, Ever? Los dos parecíais muy unidos la última vez que os he visto…

Vuelvo a tragar saliva. La vida de mi amiga pende de un hilo… De un hilo que puedo cortar… o…

—Detesto tener que meterte prisa, pero ha llegado el momento de la verdad. Por favor, no decepciones a Haven. Ella tenía tantas ganas de que le leyeran el futuro… Bien, ¿qué le sucederá? ¿Qué dicen las cartas? ¿Vivirá… o morirá? Su destino está en tus manos.

—Ever… —dice Damen, que apoya su mano sobre mi brazo. El velo de energía que vibra entre nosotros es un recordatorio más de mis numerosos errores—. No puedes hacerlo. Por favor… Sabes que no está bien. Por difícil que te resulte, no tienes más remedio que decirle adiós…

—Bueno, lo cierto es que tiene otras opciones. —Roman agita la copa de nuevo—. ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar para mantener tus ideales intactos y conseguir lo que más deseas en el mundo?

—Ever, por favor… —Ava se inclina hacia mí—. Sería un error. Va en contra de las leyes de la naturaleza. Tienes que dejar que se vaya…

Cierro los ojos. Soy incapaz de reaccionar… incapaz de moverme. No puedo hacer esto. No puedo tomar esta decisión… No puede obligarme a hacerlo…

De pronto, la voz de Roman se alza sobre mí:

—Bueno, pues supongo que ya está. —Suspira y se aleja—. Bien por ti, Ever. Has demostrado que tenías razón. No te pareces a mí. En absoluto. Eres una persona noble de encumbrados ideales… ¡Y encima ahora también podrás acostarte con tu novio! ¡Bien hecho! Y pensar que solo te ha costado la vida de tu amiga… De esa pobre amiga tuya que solo quería lo que todo el mundo… algo que tú ya posees y que estás en disposición de compartir… Debo felicitarte, ¿verdad?

Roman se vuelve hacia el pasillo mientras yo permanezco de rodillas junto a Haven. Las lágrimas se derraman por mis mejillas al contemplarla. Una chica triste, perdida y confundida; alguien que no se merecía nada de esto, que ha pagado un precio muy alto por ser mi amiga. Oigo los murmullos de Damen y Ava junto a mí, una letanía de promesas que me aseguran que lo superaré, que he hecho lo correcto, que todo saldrá bien.

Y es entonces cuando lo veo. Veo el hilo plateado que une el cuerpo al alma. Había oído hablar de él, pero jamás lo había visto hasta ahora. Observo cómo se extiende y se hace cada vez más fino. Está a punto de romperse y de enviar a mi amiga a Summerland…

Me pongo en pie de un salto, le arranco la copa de las manos a Roman y obligo a Haven a beber.

Permanezco impertérrita ante los gritos a mi alrededor, ante las exclamaciones de Ava, ante los ruegos de Damen o los aplausos y las horribles carcajadas de Roman.

Nada de eso me importa.

Solo me importa ella.

Haven.

No puedo dejar que se vaya.

No puedo dejar que muera.

No puedo decirle adiós.

Acuno su cabeza entre mis brazos y la obligo a beber. Sus mejillas recuperan el color de inmediato. Abre los ojos.

—¿Qué…? —Se sienta con cierta dificultad y mira a su alrededor. Entorna los párpados al vernos a todos juntos—. ¿Dónde estoy?

Abro la boca para responder, pero no se me ocurre qué decir. Imagino que Damen debió de sentir algo parecido cuando lo hizo conmigo, pero esto es mucho peor.

Él no sabía lo de la muerte del alma.

Y yo sí.

—Damen y Ever han decidido unirse a nosotros, querida… ¿Y sabes una cosa? ¡El futuro pinta mejor que nunca! —Roman se cuela por delante de mí y la ayuda a levantarse. Guiña un ojo antes de añadir—: No te sentías bien, así que Ever te ha dado un poco de zumo con la esperanza de que el «azúcar» te reanimara… y te aseguro que ha funcionado. Y ahora, Ava, pórtate bien y tráenos un poco de té, ¿quieres? Hay una tetera llena al fuego.

Ava se pone en pie y me insta a enfrentar su mirada mientras se dirige al pasillo. Pero no puedo hacerlo. No puedo. No puedo mirar a nadie. No después de lo que he hecho.

—Me alegra que te hayas unido al club, Ever. —Roman se detiene a escasos centímetros de la puerta—. Tú y yo somos iguales, tal y como te dije. Estamos conectados el uno al otro para toda la eternidad. Y no a causa del hechizo, querida… sino por nuestra fortuna… por el destino. Considérame tu otra alma gemela. —Se echa a reír y luego agrega en un susurro—: Vamos, vamos, encanto… No entiendo por qué pareces tan sorprendida… A mí no me sorprende en absoluto. No te has apartado del guión ni una sola vez. Al menos hasta el momento.