Capítulo cuarenta y seis

Después del tercer intento fallido, Miles renuncia a conseguir que me tire a la piscina y sale del agua.

—Oye, ¿qué es lo que pasa? —me pregunta—. Sé que tienes puesto el biquini… ¡Te veo los tirantes! —Se echa a reír mientras me obliga a levantarme y me abraza con fuerza—. ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que te quiero, Ever? ¿Te lo he dicho?

Sacudo la cabeza y me aparto un poco. Miro a Holt, que está justo detrás de él; el chico pone los ojos en blanco y empieza a tirar del brazo de Miles para convencerlo de que me deje en paz y no me moje aún más.

Pero Miles no se lo permite. Tiene algo que decirme y no parará hasta que lo haya hecho. Coloca su brazo empapado sobre mis hombros y se agacha para chapurrearme al oído:

Habljo muy en serio, Ever. Antes de que tú vinierras al instituto solo ejtábamos Haven y yo. Pero luego… cuando te sentajste en nuestra mesa… nos convertimos en un grupo de trejs: Haven, tú y yo. —Mueve la cabeza de arriba abajo mientras intenta enfocar la mirada. Se agarra a mí con más fuerza para mantener el equilibrio.

—Vaya… eso sí que ha sido… «profundo». —Echo un vistazo a Holt. Los dos contenemos la risa mientras cogemos a Miles de los brazos y lo conducimos hasta la cocina para darle un poco de café.

Acabamos de sentarlo junto a la barra del desayuno cuando entra Haven, acompañada de sus tres amiguitos inmortales.

—¿Os vais ya, chicos? —pregunto al ver que han vuelto a ponerse la ropa y que llevan toallas húmedas en la mano.

Haven hace un gesto afirmativo con la cabeza.

—Misa y Rafe trabajan mañana, y Roman y yo tenemos un compromiso.

Miro a Roman a los ojos. ¿Cómo es posible que se marche si aún no me ha dado lo que quiero? ¿Si todavía no ha empezado a arrastrarse, a suplicar y a pedirme perdón, como he visualizado durante el conjuro?

¿Cómo es posible que se marche si eso va en contra de mis planes?

Los sigo hasta la puerta con el corazón en un puño. Me fijo en la inclinación de su barbilla, en el brillo de su mirada… y me doy cuenta de que la cosa no va bien. Algo ha salido mal. Terriblemente mal. Aunque he realizado el hechizo exactamente como decía el libro, no tengo más que ver la expresión de sus ojos y la mueca de sus labios para saber que tanto la diosa como la reina me han fallado.

—¿Adónde pensáis ir? —Entorno los párpados en un intento por estudiar su energía, pero no consigo nada.

Haven enmarca las cejas y le sonríe. Roman le pasa el brazo sobre los hombros y contesta:

—A una fiesta privada. Pero hay sitio para ti, Ever. Quizá quieras pasarte un poco más tarde, cuando acabes aquí.

Le sostengo la mirada hasta que no puedo soportarlo más. Luego vuelvo a concentrarme en Haven y, aunque había prometido que no lo haría, atravieso su aura y penetro en su mente, impaciente por ver lo que se cuece allí, lo que está pasando en realidad. Sin embargo, no he llegado muy lejos cuando choco contra un muro de ladrillos que alguien ha colocado en mi camino.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Roman, que me mira con suspicacia mientras abre la puerta—. Pareces un poco… «chafada».

Respiro hondo. Estoy a punto de replicar cuando aparece Jude.

—Alguien acaba de vomitar sobre la alfombra —anuncia a modo de advertencia.

Y aunque solo distrae mi atención durante un instante, es tiempo suficiente para que los demás se vayan. Roman me dice por encima del hombro:

—Siento dejarte plantada, Ever, pero seguro que nos vemos más tarde…