Cuando regresa Jude, estoy en la piscina observando a Roman (su piel bronceada, su cuerpo perfecto, su cabello rubio…), que chapotea en el agua e invita a todo el mundo a unirse a él.
—¿Eres una de sus fans? —dice Jude, que se sienta a mi lado y me estudia con atención.
Frunzo el ceño al ver que el aura de Haven estalla como los fuegos artificiales del 4 de Julio cuando se aferra a su espalda y él se hunde bajo el agua. No sabe que su cita no tiene nada que ver con los motivos que ella cree. Soy yo quien lo ha traído aquí. Ahora está conectado a mí.
—¿Te preocupa tu amiga o se trata de… otra cosa?
Jugueteo con la pulsera con forma de herradura que llevo en la muñeca, la que Damen me regaló aquel día en las carreras. La giro una y otra vez mientras entorno los párpados. Me pregunto por qué está tardando tanto. Si el hechizo ha funcionado de verdad (y sé que así ha sido), ¿por qué no tengo el antídoto en las manos? ¿A qué espera Roman?
—Bueno… ¿las gemelas están bien? —pregunto antes de apartar la vista de la piscina para centrarme en Jude.
—Puede que Damen tuviera razón cuando dijo que el libro era demasiado avanzado para ellas.
Aprieto los labios. Espero que Damen no sepa que he interferido en su plan de estudios a sus espaldas.
—No te preocupes. —Jude asiente al leer mi expresión—. Tu secreto está a salvo. Ni siquiera se lo he mencionado.
Suelto un suspiro de alivio.
—¿Has visto a… Damen? —Siento un nudo en la garganta y el corazón desbocado. La mera mención de su nombre me derrite por dentro. Imagino lo que habrá sentido al ver que su enemigo durante muchas vidas, el mismo tipo que me abrazaba en la playa, aparecía en su porche, con Romy y Rayne a su lado.
—No estaba cuando hemos llegado, pero las gemelas estaban tan histéricas que he esperado a que regresara. Menuda casa tiene…
Me muerdo los labios al imaginar lo que debe de haber pensado si las gemelas le han enseñado la casa, si la habitación especial de Damen ha sido restaurada.
—Creo que le ha sorprendido verme frente al televisor de su sala de estar, pero una vez que le he explicado las cosas, todo ha ido bastante bien.
—¿Bastante? —Alzo una ceja.
Me mira de una forma tan directa, tan abierta… que parece el abrazo de un amante.
Eso me impulsa a darme la vuelta.
—Bueno, ¿y cómo le has explicado las cosas? —pregunto con voz trémula.
Siento su aliento fresco sobre la mejilla cuando se inclina hacia mí para susurrar:
—Le he dicho que me las había encontrado en la parada del autobús y que había decidido llevarlas hasta allí en coche. Una excusa bastante buena, ¿no crees?
Respiro hondo y me concentro en Roman. Observo cómo sube a Haven sobre sus hombros para que ella pueda luchar con Miles. Juegan y salpican, y a simple vista no hacen más que pasarlo bien… Pero solo hasta que Roman se gira y el tiempo parece detenerse. Sus ojos se clavan en los míos con una expresión burlona, como si supiera lo que he hecho. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, está jugando otra vez, así que en realidad no sé si he visto lo que me ha parecido ver.
—Sí. Bastante buena. —Siento un terrible dolor en las entrañas y me pregunto qué es lo que he desatado…