Al día siguiente me dirijo al trabajo como si no hubiera pasado nada, decidida a olvidar el extraño abrazo en la playa y a no mencionar el pasado compartido. Jude no se acuerda de nada, y de todos modos las cosas no llegaron a más por una razón.
Una razón llamada Damen.
Aunque me apresuro, Miles y Haven consiguen adelantarse, ya que me los encuentro inclinados sobre el mostrador, coqueteando con Jude.
—¿Qué estáis haciendo? —pregunto esforzándome por mantener el pánico a raya. Los miro a los tres y veo la expresión triunfal de Haven, los ojos brillantes de Miles y el gesto divertido de Jude.
—Contando tus secretos, exagerando tus defectos y… ah, invitando a Jude a mi fiesta de despedida, por si te habías olvidado de hacerlo —explica Miles antes de echarse a reír.
Miro de reojo a Jude con las mejillas sonrojadas, sin saber que decir. No he apartado la vista de él cuando Haven añade:
—Y por suerte, ¡está libre ese día!
Rodeo el mostrador como si no pasara nada, como si me importara un comino que el chico con quien al parecer me he enrollado en los últimos siglos (el mismo chico con quien, según mi alma gemela, tengo un asunto pendiente) vaya a venir a la fiesta que se celebra en mi casa dentro de unos días.
Haven coge uno de los folletos de publicidad de la clase de Desarrollo Psíquico de Jude y lo agita delante de mi cara.
—¿Y por qué nunca has mencionado esto? —Frunce el ceño—. Esto me viene al pelo. Sabes que me encantan estas cosas. —Se gira hacia Jude con una sonrisa.
—Lo siento, pero la verdad es que no lo sabía. —Dejo el bolso bajo el mostrador antes de coger el taburete que está al lado de Jude. Me niego a aceptar algo que no es ni remotamente cierto, y me pregunto cuánto tardaré en convencerlos de que deben irse.
—Bueno, pues me encantan. Desde hace bastante tiempo. —Arquea una ceja, retándome a refutarlo, pero no pienso hacerlo—. Por suerte, Jude ha dicho que intentaría hacerme un hueco —añade con una sonrisa burlona.
Fulmino a Jude con la mirada, pero él se limita a encogerse de hombros antes de dirigirse a la oficina trasera. Regresa un momento después con la tabla debajo del brazo y se despide de nosotros tres con un gesto de la mano mientras camina con tranquilidad hacia la puerta.
—¡No puedo creer que mantuvieras a ese tío en secreto! —exclama Miles en el momento en que mi jefe sale por la puerta—. ¡Eso es egoísmo puro y duro! ¡Sobre todo cuando tú ya tienes a un tío bueno!
—¡Y yo no puedo creer que mantuvieras en secreto esto! —dice Haven, que no ha soltado el folleto—. ¡Tienes suerte de que me haya dejado apuntarme!
—¿Tengo suerte? ¿En serio? —Niego con la cabeza. Lo último que necesito es que Haven desarrolle cualquier posible habilidad psíquica latente, porque últimamente ya intuye demasiadas cosas… al menos en relación con Damen y conmigo—. Además, las clases ya han empezado, y esa es la razón de que Jude dijera que «intentaría» hacerte un hueco. —Voy a hacer cuanto esté en mi mano para que ese «intentar» se convierta en «impedir»—. ¿Y qué pasa con tu trabajo? ¿No te vendrá mal?
Haven me mira con los ojos entrecerrados. El hecho de que yo me oponga hace que se muestre más decidida aún.
—No, son muy flexibles con el horario… No será ningún problema.
—¿«Son»? ¿Quiénes? —La miro un instante antes de coger el libro de citas y ponerme a hojearlo. Quiero parecer despreocupada, aunque lo cierto es que ya he entrado en alerta roja.
—Las autoridades. —Se echa a reír sin quitarme los ojos de encima—. Mis jefes, si lo prefieres así.
—¿Roman es uno de tus jefes? —La miro de soslayo antes de pasar la página.
—Hummm… ¿Hola? Roman está en el instituto, ¿recuerdas? —Hace un gesto negativo e intercambia una mirada con Miles que prefiero no interpretar.
—Me pasé por allí ayer. —La observo con atención y contemplo su aura, su energía… Aunque me detengo un momento antes de penetrar en su cabeza—. Roman me dijo que no estabas.
—Lo sé, me lo comentó. Supongo que no coincidimos por poco —responde con aire indiferente—. Pero, aunque creas que hemos cambiado el tema de conversación, no lo hemos hecho. Así que dime, ¿qué pasa contigo y con esta clase? —me pregunta con desconfianza al tiempo que clava una uña pintada de morado en el folleto—. ¿Por qué no quieres que vaya? ¿Es porque te gusta Jude?
—¡No! —Por los rostros de mis amigos me doy cuenta de que he contestado muy rápido, con demasiada vehemencia, y que solo he conseguido despertar sus sospechas—. Todavía salgo con Damen —añado. Sé que no es del todo cierto, pero ¿cómo voy a admitirlo delante de ellos cuando ni siquiera estoy dispuesta a hacerlo ante mí misma?—. El mero hecho de que él no vaya a clase no significa que… —Me callo y niego con la cabeza. Sé que es mejor dejar la cosa ahí—. Pero para que lo sepas: Honor se ha apuntado, así que supongo que no querrás asistir a clase con ella. —Espero que eso sirva de algo.
—¿En serio? —Miles y Haven me miran con la boca abierta.
—¿Y Stacia? ¿Y Craig? —pregunta Haven, dispuesta a olvidar por completo las clases si toda la camarilla se ha apuntado.
Y aunque siento la tentación de mentir, sacudo la cabeza y le digo:
—No, solo ella. Raro, ¿eh?
El aura de Haven fluctúa y se ondula mientras sopesa los pros y los contras que supone desarrollar sus habilidades psíquicas al lado de alguien como Honor. Estudia con atención el interior de la tienda antes de hablar.
—Bueno, ¿qué es lo que haces aquí exactamente? ¿Lees el futuro y esas cosas?
—¿Yo? ¡No! —Tenso la mandíbula y cojo la caja de recibos. Empiezo a contarlos sin otro motivo que evitar su mirada penetrante.
—Entonces, ¿quién es esa tal Avalon? ¿Es buena?
Me quedo paralizada ante ambos, muda.
—¿Hola? La Tierra llamando a Ever… El cartel que tienes detrás dice: «¡PlDE UNA CITA CON AVALON HOY MISMO!». —Hace un gesto negativo con la cabeza—. Vaya, parece que te has quedado pillada.
—¡Apúntame! —exclama Miles—. Me encantaría que esa Avalon me leyera el futuro. Tal vez pueda decirme por dónde salen los tíos buenos en Florencia. —Se echa a reír.
—Apúntame a mí también —dice Haven—. Siempre he querido hacer esto, y la verdad es que en estos momentos me vendría muy bien. ¿Está aquí? —Observa a su alrededor.
Noto la garganta reseca. Debería haber sabido que ocurriría algo así. Damen me advirtió sobre esta situación.
—¿Hola? —Haven agita la mano e intercambia otra miradita con Miles—. Nos gustaría pedir cita para una consulta con Avalon, por favor. Tú trabajas aquí, ¿verdad?
Meto la mano bajo el mostrador, saco el libro y paso las hojas a tal velocidad que las fechas y los nombres se convierten en una masa informe de letras negras sobre papel blanco. Lo cierro de golpe y vuelvo a guardarlo antes de decir:
—Tiene la agenda llena.
—Vale… —contesta Haven con recelo. No se lo traga ni por asomo—. Entonces, ¿qué tal mañana?
Sacudo la cabeza.
—¿Y pasado mañana?
—Sigue llena.
—¿La semana que viene?
—Lo siento.
—¿El año que viene?
Me encojo de hombros.
—¿Qué narices te pasa? —pregunta con suspicacia.
Mis amigos me miran fijamente, convencidos de que o bien les oculto algo, o bien he perdido la cabeza. O quizá ambas cosas. Necesito que dejen de pensar así, de modo que les digo:
—No creo que debáis malgastar vuestro dinero. No es tan buena. Hemos recibido algunas quejas.
Miles sacude la cabeza y me mira antes de decir:
—Vaya forma de hacer negocios, Ever…
Sin embargo, Haven inclina la cabeza en un gesto afirmativo y añade:
—Bueno, estoy segura de que este no es el único lugar donde te leen el futuro. Y por alguna razón… por una razón extraña y desconocida… ahora estoy más decidida que nunca a que me lean el futuro. —Se cuelga la mochila a la espalda y coge la mano de Miles antes de tirar de él hacia la puerta—. No sé lo que te pasa, pero te comportas de una manera muy extraña. Más extraña de lo habitual. —Me mira por encima del hombro con una expresión que prefiero no interpretar—. En serio, Ever, si te mola Jude, dilo y ya está. Aunque quizá deberías decírselo primero a Damen… Se merece ese detalle, ¿no crees?
—No me gusta Jude. —Intento parecer calmada, relajada, pero no lo consigo ni de lejos. Además, da lo mismo, porque mis amigos ya están convencidos de que miento. Todo el mundo está convencido. Todo el mundo menos yo—. Y, creedme, no me pasa nada… Solo pienso en aprobar los exámenes finales, preparar la fiesta de Miles y… en los rollos de siempre… —Mi voz se apaga. No he logrado engañar a nadie, ni a ellos ni a mí.
—Entonces, ¿dónde está Damen? ¿Por qué ya nunca sale con nosotros? —pregunta Haven mientras Miles asiente a su lado. Me da unos segundos para responder y luego añade—: ¿Sabes? Se supone que la amistad es un camino de doble sentido. Un toma y daca basado en la «confianza». Pero, por alguna razón, tú crees que necesitas ser perfecta siempre. Como si nada pudiera salir mal en tu hermosa vida perfecta. Como si nada te molestara ni te deprimiera. Pues voy a decirte algo: Miles y yo te seguiríamos queriendo aunque te encontraras en un momento de imperfección. Aunque tuvieras un día imperfecto, nos sentaríamos contigo durante el almuerzo y te enviaríamos mensajes de texto cuando estuvieras en clase. Porque, créeme, Ever, no nos tragamos tu actuación perfecta ni por un instante.
Respiro hondo y asiento. Es lo único que puedo hacer. Tengo un nudo gigantesco en la garganta que no me deja pronunciar ni una palabra.
Sé que ambos esperan junto a la puerta, dispuestos a quedarse si les pido que lo hagan, así que trato de reunir el coraje para sincerarme, para confiar en ellos y desahogarme de una vez.
Pero no puedo hacerlo. No sé cómo reaccionarían, y ya tengo bastantes cosas a las que enfrentarme.
Así que sonrío, me despido con la mano y prometo llamarlos más tarde. Intento no venirme abajo cuando veo que ponen los ojos en blanco y se marchan.