Capítulo treinta y seis

He cumplido la promesa que le hice a Muñoz de asistir a clase de historia (una clase que me ha resultado mucho más incómoda a mí que a él), pero como no les había prometido nada de eso al resto de los profesores, me salto las demás y me dirijo a la tienda.

Mis pensamientos se centran en Damen mientras circulo por la autopista de la costa, y lo veo con tanta claridad que se manifiesta en el asiento que hay a mi lado. Me mira con esos ojos oscuros y abrasadores, con los labios entreabiertos y seductores, mientras deja un ramo de tulipanes rojos sobre mi regazo. El dolor que siento es tan palpable, tan intenso, que lo hago desaparecer antes de que tenga tiempo de desvanecerse. Porque sé que un Damen manifestado nunca me servirá. No cuando el verdadero está ahí fuera… en alguna parte… esperando a que terminen los tres meses de plazo.

Sin embargo, yo no puedo esperar. Me niego a esperar. La única manera de librarme de este vacío que siento dentro es conseguir que Damen vuelva. Y la única manera de lograr eso es arrebatarle el poder a Roman. Ponerle las manos encima a ese antídoto y acabar con todos mis problemas de una vez por todas.

Pero, si no es en su casa, no tengo ni la menor idea de dónde buscarlo. Al igual que Damen, se ha saltado los últimos días de clase.

Meto el coche en el callejón y reclamo el pequeño espacio que hay en la parte trasera. Entro por la puerta de la tienda con tal fuerza y velocidad que Jude levanta la vista perplejo. Me sitúo detrás del mostrador y cojo la agenda.

—Créeme, de haber sabido que te ibas a saltar las clases, habría apuntado a algunos clientes, pero como no lo sabía, no he dado cita a ninguno.

—No me he saltado las clases —murmuro, aunque ambos sabemos que eso no es cierto—. Vale, puede que lo haya hecho. —Encojo los hombros y lo miro de reojo—. Pero es la última semana de clase, así que en realidad no pasa nada. No se lo dirás a nadie, ¿verdad?

Descarta la idea con un movimiento de la mano y alza los hombros antes de decir:

—Pero me gustaría haberlo sabido de antemano. Me habría traído la tabla.

—Todavía puedes ir a buscarla. —Me acerco a las estanterías para colocar algunos libros. Quiero poner algo de distancia entre nosotros para evitar la seductora oleada de calma que me provoca su cercanía—. En serio —añado al ver que no se mueve—. Yo me encargaré de vigilar la tienda.

Me mira a los ojos.

—Ever… —empieza a decir.

Al mirarlo me doy cuenta de lo que va a decir, así que me apresuro a descartar sus miedos antes de que pueda expresarlos.

—No tienes que pagarme este tiempo —replico con los brazos cargados de libros—. No he venido a hacer horas extra. De hecho, me da igual que no me pagues por el trabajo en la tienda.

Me escruta con atención durante un par de segundos. Luego ladea la cabeza y me dice:

—Hablas en serio, ¿verdad?

Vuelvo a dejar los libros con aire indiferente, aunque me tomo un momento para alinearlos con mucho cuidado antes de responder.

—Sí, la verdad es que sí. —Me siento bien al dejar claras las cosas, da igual lo insignificantes que sean.

—¿Por qué trabajas aquí exactamente? —pregunta, y su voz tiene un matiz que no puedo pasar por alto—. ¿Por el libro?

Me doy la vuelta, y empiezo a ponerme nerviosa cuando nuestras miradas se cruzan.

—¿Tan evidente resulta? —Alzo los hombros y suelto una risotada forzada.

Me alivia ver que él también sonríe. Señala con el pulgar por encima del hombro y me dice:

—Adelante, pásalo bien. No le contaré a Damen lo que estás tramando.

Lo miro con seriedad para dejarle claro que estoy harta de las bromitas sobre Damen, pero me doy cuenta de que Jude ya no sonríe.

—Lo siento. —Hace un gesto de disculpa—. Pero es que me resulta bastante evidente que no pone mucho de su parte.

No pienso confirmarlo ni desmentirlo. No voy a hablar de Damen con él. Me dirijo a la oficina trasera y me siento frente al escritorio. Estoy a punto de abrir el cajón con la mente cuando me doy cuenta de que me ha seguido.

—Vaya, había olvidado que estaba cerrado —murmuro, y me siento falsa y ridícula cuando señalo el cajón. Sé que soy la peor actriz del mundo, pero no puedo evitarlo.

Él se apoya contra el marco de la puerta y me dirige una mirada que trasluce claramente que no se traga ni una palabra.

—Eso no pareció detenerte la última vez —señala con voz grave y tensa—. Ni la primera vez que te encontré en la tienda.

Trago saliva con fuerza. No sé qué decir. Admitir mis habilidades sería traicionar una de las reglas fundamentales de Damen. Siento el peso de la mirada de Jude sobre mí, así que contesto:

—No puedo… Yo…

Él arquea una ceja en señal de incredulidad.

—No puedo hacerlo delante de ti —concluyo. Habría sido una estupidez seguir con esta farsa.

—¿Esto te ayudaría? —Se cubre los ojos con las manos y sonríe.

Lo miro durante unos instantes con la esperanza de que no espíe a través de los dedos; luego respiro hondo y cierro los ojos para visualizar cómo se abre el candado antes de coger el libro. Lo dejo sobre el escritorio mientras él se sienta, inclina la cabeza a un lado y coloca el pie sobre la rodilla.

—Eres bastante especial, ¿lo sabías, Ever?

Me quedo helada, con los dedos paralizados sobre el libro antiguo. Mi corazón se ha desbocado.

—Lo que quiero decir es que tienes un don muy especial. —Me mira con los ojos entrecerrados y las mejillas ruborizadas antes de añadir—: Jamás he conocido a nadie con unas habilidades como las tuyas. Resulta increíble ver cómo obtienes información de los libros o de las personas… y sin embargo…

Se me hace un nudo en la garganta. Presiento que esto es el comienzo de algo que preferiría evitar.

—Y sin embargo… no tienes ni la menor idea de quién está a tu lado. Justo a tu lado, de hecho.

Dejo escapar un suspiro mientras me pregunto si es el momento que elegirá para declararse, pero él señala hacia un punto a mi derecha, sonríe y asiente, como si hubiese alguien más. No obstante, cuando me giro solo veo un espacio vacío.

—Al principio me dio la impresión de que habías venido a esta tienda a enseñarme. —Sonríe y añade al ver mi expresión—: Ya sabes que las coincidencias no existen… el universo es demasiado meticuloso para dejar las cosas al azar. Viniste aquí por una razón, tanto si eras consciente de ello como si no, y…

—Fue Ava quien me trajo aquí —le interrumpo. Me incomoda la dirección que está tomando esto, y quiero que acabe—. Y regresé para ver a Lina, no a ti.

Él se limita a hacer un gesto afirmativo, sin amilanarse en absoluto.

—A pesar de todo, volviste en un momento en que Lina no estaba aquí, y eso hizo posible que me conocieras.

Cambio de posición en la silla y me concentro en el libro, ya que no me atrevo a mirarlo. No después de lo que acaba de decir. No después de mi viaje a Amsterdam con Damen.

—¿Has oído alguna vez el dicho «El maestro aparece cuando el estudiante está preparado»?

Me encojo de hombros y lo miro por un instante antes de volver a bajar la vista.

—Conocemos a la gente que se supone que debemos conocer cuando llega el momento apropiado. Y aunque estoy seguro de que tengo mucho que aprender de ti, me encantaría enseñarte algo, si tú me lo permites… si estás dispuesta a aprender.

Puedo sentir su mirada, penetrante e intensa, y sé que tengo pocas opciones, así que vuelvo a alzar los hombros. Él asiente y dirige la mirada hacia un punto a mi derecha. Inclina la cabeza, como si de nuevo hubiera alguien ahí.

—¿El nombre de Riley significa algo para ti?

Me cuesta tragar saliva y me siento incapaz de hablar. Mi mente vuelve al pasado, repasa todas las conversaciones que hemos mantenido en busca de un momento en que pudiera haberle hablado de eso.

Jude espera con paciencia. Sin embargo, me limito a asentir; no estoy dispuesta a decirle nada más.

—Ella dice que es tu hermana… Tu hermana pequeña. —No me da tiempo a replicar y añade—: Ah, y ha traído a alguien con ella… o mejor dicho… —Sonríe y se aparta los mechones de la cara, como si quisiera ver mejor—. Mejor dicho a un animal… Es un perro… un perro dorado…

—Un labrador —señalo, casi sin querer—. Es nuestro perro…

—Butterball. —Realiza un gesto de asentimiento.

—«Cup». Se llama Buttercup. —Lo miro con suspicacia; me pregunto cómo es posible que se haya equivocado de nombre si Riley está de verdad a su lado.

Aun así, Jude continúa:

—Dice que no puede quedarse mucho tiempo porque últimamente está muy ocupada, pero quiere que sepas que está contigo, mucho más de lo que crees.

—¿De verdad? —Cruzo los brazos y me apoyo en el respaldo de la silla—. Entonces, ¿por qué no se me aparece a mí? —Frunzo el ceño y dejo a un lado la promesa de guardar silencio para desahogar la frustración que siento—. ¿Por qué no hace algo para que sepa que es ella?

Jude esboza una leve sonrisa.

—Me está enseñando una bandeja de… —hace una pausa, entorna los párpados y continúa—: de brownies. Quiere saber si te gustaron.

Me quedo helada al recordar los pastelitos de chocolate que horneó Sabine hace unas semanas; el más pequeño de todos estaba marcado con mi inicial, y el más grande con la de Riley… una de las cosas que hacía mi hermana cuando mi madre los cocinaba…

Miro a Jude, pero tengo la garganta tan reseca que no me salen las palabras. Me esfuerzo por recomponerme mientras él prosigue:

—También quiere saber si disfrutaste de la película… de la que te mostró en…

Summerland. Cierro los ojos para contener las lágrimas. Me pregunto si la bocazas de mi hermana piensa hablarle de «eso», pero él se limita a encogerse de hombros y deja la frase ahí.

—Dile… —empiezo a decir con una voz tan áspera y ronca que me veo obligada a aclararme la garganta—. Dile que la respuesta a ambas cosas es sí. Y dile… dile que la quiero… y que la echo de menos… que salude a mamá y a papá de mi parte… y que tiene que ayudarme a descubrir una forma de poder volver a hablar con ella… porque necesito…

—Ahí es donde intervengo yo —me interrumpe en voz baja mientras sus ojos buscan los míos—. Quiere que yo sea vuestro intermediario, ya que no puede hablar directamente contigo… al menos, fuera de tus sueños. No obstante, quiere que sepas que ella siempre puede oírte.

El escepticismo me invade una vez más. ¿Nuestro intermediario? ¿De verdad Riley querría algo así? ¿Significa eso que confía en él? Y de ser así, ¿a qué se debe? ¿Acaso mi hermana está al tanto de nuestro pasado? ¿Y a qué se refiere con eso de los sueños? La última vez que apareció en uno de mis sueños fue más bien una pesadilla. Una pesadilla llena de acertijos de la que no saqué nada en claro.

Vuelvo a mirar a Jude y me pregunto si puedo confiar en él… ¿Se habrá inventado todo este asunto? Tal vez las gemelas le hablaron del tema… Tal vez buscara en Google lo del accidente y…

—Se marcha —me dice al tiempo que sonríe y se despide con la mano de mi supuesta hermana invisible—. ¿Te gustaría decirle algo antes de que se vaya?

Me aferro a los brazos de la silla y clavo la vista en el escritorio mientras me esfuerzo por respirar. La estancia me parece de pronto demasiado pequeña, demasiado reducida, como si el techo hubiera descendido y las paredes hubieran avanzado hacia el interior. No sé si puedo confiar en él, no sé si Riley está aquí, no sé si algo de esto es real.

Lo único que sé es que necesito salir de aquí.

Tomar el aire.

Jude pronuncia mi nombre cuando salgo corriendo de la oficina y atravieso la puerta a toda velocidad. No sé adonde voy, pero espero que sea un lugar abierto y lejos de él.