Capítulo treinta y dos

En el momento en que doblo la esquina, echo a correr. Mis pies se mueven a toda velocidad, como si quisieran dejar atrás a Damen, la galería y todo lo demás. Los adoquines se transforman primero en asfalto y luego en hierba. Paso junto a todos mis sitios favoritos de Summerland, decidida a crear un lugar que sea solo mío… un lugar al que Damen no pueda ir.

Me abro camino hacia las gradas más altas de mi antiguo colegio, frente al marcador que dice «¡Ánimo, Osos!» y me siento en el rincón derecho, donde fumé mi primer cigarrillo (y el último), donde besé a mi ex novio Brandon por primera vez, y donde mi vieja amiga Rachel y yo reinamos en su día, riendo y coqueteando con nuestros trajes de animadora, ajenas por completo a lo complicada que puede llegar a ser la vida.

Apoyo los pies en el banco que hay justo delante de mí, y la cabeza sobre las rodillas y me echo a llorar mientras intento encontrarle algún sentido a lo que acaba de ocurrir. Hago aparecer un puñado de pañuelos de papel para sonarme la nariz antes de contemplar el campo de fútbol, lleno de jugadores sin rostro y sin nombre que corren para realizar sus pruebas de entrenamiento mientras sus novias cotillean y coquetean desde la banda. Esperaba que una escena tan familiar, tan normal, me proporcionara algo del consuelo que necesito… pero la hago desaparecer al darme cuenta de que solo consigue que me sienta peor.

Esta ya no es mi vida. Ya no es mi destino.

Mi futuro es Damen. De eso no me cabe ninguna duda.

Es cierto que me pongo nerviosa y un poco acelerada siempre que Jude está cerca, y es innegable que ocurre «algo» cada vez que nos encontramos… pero eso no significa nada. No significa que él sea «El Elegido». No es más que el efecto de la familiaridad que compartimos en otras épocas; un reconocimiento inconsciente, nada más.

El mero hecho de que haya formado parte de mi historia no significa que vaya a jugar un papel importante en mi futuro. No es más que el jefe de un trabajo de verano que he aceptado para que Sabine no me obligara a trabajar en su oficina. ¿Qué culpa tengo yo? Esto no es más que una extraña coincidencia, una molesta parte de mi pasado que, sin tener en cuenta lo que yo quiera, se niega a desaparecer.

No puede decirse que lo haya estado buscando… ¿verdad?

¿A que no?

Sin embargo, aunque mi corazón sabe la verdad, no puedo evitar preguntarme qué significamos en su momento el uno para el otro.

¿De verdad salí del agua de un lago sin preocuparme por el hecho de que él pudiera verme desnuda? ¿O ese retrato no fue más que el resultado de una imaginación hiperactiva?

Y eso solo me lleva a más preguntas… a preguntas que prefiero pasar por alto. Preguntas del tipo:

«¿Acaso no he sido virgen durante los últimos cuatrocientos años, como yo pensaba?».

«¿De verdad me acosté con Jude y no con Damen?»

«De ser así, ¿por eso me siento tan tímida y extraña siempre que él se acerca?»

Contemplo el campo vacío que hay delante de mí y lo convierto en el Coliseo romano, en las Pirámides de Egipto, en la Acrópolis de Atenas, en el Gran Bazar de Estambul, en el Opera House de Sidney, en la plaza de San Marcos de Venecia, en la Medina de Marruecos… Observo cómo cambia la escena para transformarse en todos los lugares que espero poder visitar algún día, aunque solo sé una cosa con seguridad.

Tengo tres meses por delante.

Tres meses sin Damen.

Tres meses sabiendo que está ahí fuera, en alguna parte, y que no puedo tocarlo, acercarme a él, estar con él de nuevo.

Tres meses en los que aprenderé la magia suficiente para poder solucionar nuestros problemas y recuperarlo para siempre.

Si hay algo que sé con seguridad, con más certeza que ninguna otra cosa en mi vida, es que Damen es mi futuro, mi destino. Da igual lo que ocurra hasta entonces.

Vuelvo a concentrarme en el escenario: el Gran Cañón se transforma en el Machu Picchu, que a su vez se convierte en la Gran Muralla china. Sé que tendré mucho tiempo para todo esto más tarde, ahora debo regresar.

Tengo que volver al plano terrestre.

Debo regresar a la tienda.

Espero pillar a Jude antes de que cierre, porque necesito que me enseñe de una vez por todas a leer ese maldito libro.