—Así que al final te lo has quedado. —Sonrío mientras me acomodo en el BMW, feliz de ver que ha sustituido a ese espantoso mamamóvil.
Damen sigue serio, pero su voz se ha suavizado un poco cuando responde:
—Tenías razón. Me pasé un poco con todo eso de la seguridad. Por no mencionar que es mucho más agradable conducir este coche…
Miro por la ventana mientras me pregunto qué clase de aventura habrá planeado, aunque imagino que querrá sorprenderme, como siempre. Se incorpora a la calzada y sortea los coches hasta que nos libramos del tráfico y puede ir más rápido. Pisa el acelerador hasta el fondo y empieza a avanzar a tal velocidad que llegamos a nuestro destino en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Qué es esto? —Miro a mi alrededor, asombrada por su capacidad para hacer siempre lo más inesperado.
—Imaginé que nunca habías estado aquí. —Abre mi puerta y me coge de la mano—. ¿He acertado?
Asiento mientras observo el paisaje yermo y desierto, salpicado por algún que otro arbusto. Hay una cadena montañosa al fondo, y miles de molinos de viento. Miles, en serio. Y todos ellos altísimos. Y blancos. Todos en funcionamiento.
—Es un parque eólico. —Se apoya en el maletero del coche y limpia el polvo del espacio que hay a su lado para que yo me siente también—. Genera electricidad gracias a la fuerza del viento. En una sola hora puede producir electricidad suficiente para abastecer un hogar familiar durante un mes.
Miro a mi alrededor y me fijo en las aspas que giran. Me pregunto qué significado tendrá esto.
—Bueno, ¿y por qué hemos venido aquí? Estoy algo confundida.
Respira hondo y fija la vista en el infinito.
—Este lugar me atrae —contesta con expresión melancólica—. Supongo que se debe a que he presenciado muchos cambios en los últimos seiscientos años, y la idea de controlar el viento es muy antigua.
Lo miro con los ojos entrecerrados. Aún no logro determinar qué importancia tiene todo eso, aunque percibo que la tiene.
—A pesar de todos los cambios y avances tecnológicos que he presenciado, algunas cosas… cosas como esta… siguen prácticamente igual.
Asiento en silencio para animarlo a continuar. Noto que hay algo mucho más profundo oculto en sus palabras, aunque sé que ha decidido desvelármelo poco a poco.
—La tecnología avanza a pasos agigantados, haciendo que todo lo que te resulta familiar quede obsoleto cada vez más rápido. Y aunque algunas cosas como la moda parecen cambiar y avanzar, cuando vives lo suficiente te das cuenta de que en realidad es tan solo un proceso cíclico: una adaptación de las antiguas ideas para que parezcan nuevas. Sin embargo, pese a que todo lo que nos rodea cambia constantemente… la gente sigue igual. Todos seguimos buscando lo mismo que hemos buscado siempre: un lugar donde cobijarnos, alimento, amor, el sentido de la vida… —Sacude la cabeza—. Eso es inmune a la evolución.
Me mira, y sus ojos parecen tan oscuros y profundos que temo imaginarme lo que debe de sentir alguien como él. Ha presenciado tantas cosas, sabe tantas cosas, ha hecho tantas cosas… Y, sin embargo, aunque a veces crea lo contrario, no está cansado de vivir. Sigue albergando un montón de sueños.
—Y una vez que las necesidades básicas están cubiertas, una vez que nos aseguramos alimentos y cobijo, pasamos el resto de nuestro tiempo buscando amor.
Se inclina hacia mí y me roza la frente con los labios, fríos y suaves, en un beso efímero como la leve brisa del desierto. Se aparta un poco para volver a contemplar los molinos y explica:
—Holanda es famosa por sus molinos de viento. Y puesto que pasaste allí toda una vida, pensé que tal vez te gustaría visitar ese país.
Lo miro con suspicacia. Debo de haberlo entendido mal. No tenemos tiempo para un viaje así… ¿verdad?
—Cierra los ojos y ven conmigo —dice con una sonrisa.