—Tu novio parece un tío genial. —Jude me mira y se apoya en el borde del escritorio con un vaso de plástico lleno de café en la mano.
—Lo es. —Asiento con la cabeza mientras hojeo la agenda y descubro que tengo un cliente a las dos en punto, otro a las tres, uno más a las cuatro y el último a las cinco… aunque me alivia comprobar que ninguno de los nombres me resulta familiar.
—Entonces… es tu novio de verdad, ¿no? —Toma un sorbo rápido de café y me observa por encima del borde del vaso—. No lo sabía con seguridad. Me ha parecido bastante «mayor», ¿sabes?
Cierro la agenda de golpe y cojo mi vaso de agua; en realidad preferiría beber un buen trago del elixir de la inmortalidad, pero cuando Roman apareció en escena prometí que reduciría el consumo en público.
—Vamos a la misma clase. —Me encojo de hombros mientras le sostengo la mirada—. Eso quiere decir que somos de la misma edad, ¿no? —Espero evitar más indagaciones con esa afirmación.
Sin embargo, Jude me examina con más intensidad.
—No lo sé, ¿lo sois? —pregunta.
Trago saliva y aparto la vista. Mi corazón empieza a latir a toda velocidad mientras pienso: «¿Habrá percibido algo también? ¿Sospecha de nosotros?».
—No sé, podría haber repetido algún curso… —sonríe, y sus ojos verdes resplandecen, llenos de luz—, durante varias décadas, por lo menos.
Alzo los hombros, decidida a pasar por alto el insulto… si es que el comentario pretendía serlo. Me recuerdo que Jude no solo es mi jefe (alguien que me ha dado un trabajo que me ha permitido quitarme a Sabine de encima), sino también el dueño del Libro de las sombras, algo que necesito desesperadamente.
—Bueno, ¿cómo conociste a Honor? —le pregunto al tiempo que me inclino para ordenar un poco la sección de joyería. Coloco las cadenas de plata con los colgantes de piedra y escondo las etiquetas del precio. Tengo la esperanza de parecer despreocupada, indiferente, como si solo quisiera llenar el silencio.
Jude deja el vaso sobre el mostrador y desaparece en la parte trasera, donde toquetea el equipo estéreo hasta que la tienda se llena con el sonido de los grillos y la lluvia. Pone el mismo CD todos los días.
—La conocí cuando repartía publicidad de la tienda en este sitio. —Regresa al mostrador y señala el nombre escrito en su vaso.
—¿Estaba sola o con alguien? —Me imagino a Stacia animándola, instándola a acercarse a él a modo de desafío.
Jude examina mi rostro durante tanto tiempo que al final aparto la mirada y me concentro en organizar los anillos según su tipo y su color.
—No me fijé. —Encoge los hombros—. Preguntó por las clases, así que le di un folleto para que se lo llevara.
—Entonces… ¿hablasteis? ¿Te dijo por qué le interesaban las clases?
En el momento en que pronuncio esas palabras, queda claro que tengo más que un ligero interés en todo esto.
Jude me mira con suspicacia.
—Dijo que tenía problemas con su novio, y quería saber si yo conocía algún hechizo que pudiera utilizar.
Lo miro con la boca abierta. No sé muy bien si está bromeando o no hasta que se echa a reír.
—¿A qué viene tanto interés? ¿Ha intentado robarte el novio o algo así?
Niego con la cabeza y cierro el expositor de la bisutería antes de enfrentar su mirada.
—No, fue su mejor amiga quien lo intentó.
Jude me observa con atención.
—¿Y lo consiguió? —inquiere con voz cautelosa.
—¡No! ¡Por supuesto que no! —Mis mejillas se ruborizan y mi corazón se desboca, porque sé que he respondido con demasiada rapidez—. Aunque eso no ha impedido que siga intentándolo —añado a pesar de que sé que no debería hacerlo.
—¿Sigue dispuesta a robártelo, entonces? —Levanta el vaso y da un buen trago sin apartar los ojos de mi rostro.
Encojo los hombros mientras intento recuperarme del estallido anterior. Sé que he sido yo quien ha iniciado todo esto.
—¿Por eso viniste a la tienda la primera vez, para buscar un hechizo? ¿Querías encontrar algo que mantuviera a esas chicas apartadas de Damen? —Arquea las cejas, pero su voz no revela si está bromeando o no.
Cambio de posición en el taburete, incómoda bajo el peso de su mirada. No me gusta nada cómo suena el nombre de Damen en sus labios.
—Supongo que eso explica tu repentino interés por el Libro de las sombras —insiste, negándose a zanjar el tema.
Pongo los ojos en blanco y me alejo del mostrador sin preocuparme de si parece un acto de insubordinación. Esta conversación se ha acabado, y quiero dejarlo bien claro.
—¿Esto va a ser un problema? —pregunta con un tono que no logro interpretar.
Me detengo justo al lado de la estantería, sin saber muy bien a qué se refiere. Me giro para echar un vistazo a su aura dorada, pero no averiguo nada.
—Sé que no quieres que la gente se entere de tus habilidades, y ahora que una chica de tu clase se ha pasado por aquí… —Hace un gesto de indiferencia y deja la frase en el aire.
Yo también me encojo de hombros, aunque empiezo a darme cuenta de que la lista de gente que conoce mi secreto está aumentando bastante. Primero Muñoz, luego Jude, y muy pronto Honor… lo que significa que Stacia será la siguiente (aunque de todas formas, ella ya sospecha algo)… y luego, por supuesto, vendrá Haven, quien ya ha dejado claro que «no nos quita ojo de encima». Y lo más horrible es que… la culpa de todo es mía.
Me aclaro la garganta. Sé que debo decir algo, aunque no sé qué.
—Honor no es… —«Agradable, simpática, amable, honesta… ni nada de lo que parece…» Sin embargo, eso se aplica en realidad a Stacia. Honor es todo un enigma para mí.
Jude me mira, esperando a que termine.
Me doy la vuelta y agacho la cabeza para ocultar mi cara tras un mechón de pelo rubio.
—La verdad es que no conozco bien a Honor —le digo al final.
—Pues supongo que ya somos dos. —Sonríe y apura el contenido de su vaso de café. Luego lo aplasta y lo arroja a la papelera, donde aterriza con un golpe sordo. Sus ojos buscan los míos cuando añade—: Aunque parece una chica un poco perdida e insegura, y esa es justo la clase de personas a las que intentamos ayudar aquí.
A las seis se marcha mi quinto cliente, una cita de última hora, y es entonces cuando me retiro a la oficina de atrás y me quito la peluca negra que he decidido utilizar mientras trabajo.
—Mucho mejor así. —Jude aparta la mirada del ordenador para echarme un vistazo antes de seguir trabajando—. El pelo rubio te queda bien. Esa peluca negra te endurece un poco los rasgos —murmura mientras teclea y sacude la cabeza.
—Lo sé. Parezco Blancanieves con un caso grave de anemia —replico, y veo que se echa a reír.
—Bueno, ¿qué tal todo? —pregunta con la vista fija en el monitor del ordenador.
—Me ha gustado. —Me alejo del espejo para sentarme en el borde del escritorio—. Ha estado bien. Bueno, ha sido un poco deprimente y todo eso, pero resulta agradable ser capaz de ayudar a la gente para variar, ¿sabes? —Sus dedos se mueven a tal velocidad sobre el teclado que me cuesta trabajo seguirlos con la mirada—. Si te soy sincera, no sabía cómo saldrían las cosas. Pero creo que todo ha ido bien. No se ha quejado nadie, ¿no?
Él hace un gesto negativo con la cabeza y entrecierra los ojos mientras rebusca entre un montón de papeles que tiene al lado.
—¿Te has acordado de utilizar el escudo? —Se toma un momento para mirarme.
No sé a qué se refiere. El único «escudo» que utilizo es el que me protege de la energía de los demás, y ese me impediría leer el futuro de la gente.
—Necesitas protegerte —me explica al tiempo que echa a un lado el portátil para concentrarse en mí—. Tanto antes como después de una consulta. ¿Nunca te han enseñado cómo permanecer abierta a la información y protegerte a la vez de los vínculos emocionales indeseados?
Niego con la cabeza y me pregunto si eso es necesario para alguien inmortal como yo. Estoy casi convencida de que nadie posee una energía tan intensa como para afectarme, pero no pienso contarle eso.
—¿Te gustaría aprender a hacerlo?
Elevo los hombros y me rasco el brazo mientras le echo un vistazo al reloj. Me pregunto cuánto tardaría en aprender a hacerlo.
—No tardaremos mucho —dice después de interpretar mi expresión, y de inmediato se aparta del escritorio—. Y es muy importante. Piensa que es algo así como lavarte las manos: te libra de todos los malos rollos que arrastran consigo tus clientes y te refuerza para que no contaminen tu vida.
Me hace un gesto para que me siente en una de las sillas y toma ciento en la otra.
—Me encantaría mostrarte un tipo de meditación que te ayuda a fortalecer el aura, pero como en realidad no puedo ver tu aura, no tengo ni la menor idea de si necesita o no fortalecerse —añade con expresión seria.
Aprieto los labios y cruzo la pierna derecha sobre la izquierda. Me siento incómoda y no sé qué responder.
—Algún día tendrás que contarme cómo consigues ocultarla. Me encantaría conocer tu técnica.
Trago saliva con fuerza y realizo un breve gesto de asentimiento, como si estuviera dispuesta a hacerlo algún día pero no en estos momentos.
—Cierra los ojos y relájate —ordena con voz suave, casi en un susurro—. Respira lenta y profundamente. Imagina un remolino de energía dorada con cada inspiración, seguido de un remolino de niebla oscura con cada espiración. Repite ese ciclo una y otra vez; permite que la energía buena llegue hasta tus células, hasta que te sientas limpia y lista para comenzar.
Hago lo que me dice. Todo esto me recuerda a la vez que Ava me obligó a realizar una sesión de meditación en la que tuve que concentrarme en la respiración para mantenerla lenta, firme y regular.
Al principio me siento un poco incómoda bajo el peso de su mirada (sé que, ahora que tengo los ojos cerrados, me observa con mucha más atención), pero pronto me pierdo en el ritmo de la respiración… Mi pulso se calma, mi mente se despeja.
—Cuando estés lista, imagina un cono brillante de luz blanca y dorada que baja desde los cielos y desciende hasta ti… que crece y se expande hasta que te baña por completo… hasta que rodea todo tu ser y evita que cualquier tipo de fuerza o energía negativa penetre en tu interior. Esa luz mantiene todo tu positivismo intacto, a salvo de cualquiera que pretenda robártelo.
Abro un ojo para mirarlo. Jamás se me había ocurrido pensar que alguien pudiera intentar robarme el chi.
—Confía en mí —dice Jude, que mueve una mano para indicarme que cierre los ojos y me concentre de nuevo en la meditación—. Ahora imagina esa misma luz como una poderosa fortaleza que repele toda la oscuridad y te mantiene a salvo.
Le obedezco. Me visualizo sentada en la silla, e imagino un cono de luz que baja desde lo alto y recorre mi cabello, mi camiseta y mis pantalones vaqueros antes de llegar a mis chanclas. Me envuelve por completo y mantiene todo lo bueno en mi interior y todo lo malo en el exterior, tal y como él ha dicho.
—¿Cómo te sientes? —pregunta, y su voz suena mucho más cerca de lo que me esperaba.
—Bien. —Asiento con la cabeza y mantengo el cono de luz en mi mente, firme y brillante—. Es un lugar cálido y… acogedor… y bueno. —Me encojo de hombros, más interesada en disfrutar de la experiencia que en buscar la palabra adecuada para definirlo.
—Tienes que repetir esto todos los días… y solo tardarás unos minutos. Una vez que hayas grabado en tu cerebro el cono de luz, lo único que tienes que hacer para mantenerlo es respirar profundamente unas cuantas veces e imaginar que esa luz te ha sellado de algún modo para protegerte de la energía maligna. Aunque no es mala idea renovarlo de vez en cuando… sobre todo porque aquí te vas a hacer muy famosa.
Apoya la mano sobre mi hombro, con la palma bien extendida y los dedos estirados sobre mi camiseta. La sensación es tan impactan-te y tan violenta, y las imágenes tan reveladoras, que me pongo en pie de un salto.
—¡Damen! —grito con voz ronca y áspera. Y en cuanto me giro, lo veo en la puerta, observándome… observándonos a ambos.
Él inclina la cabeza y me mira… Al principio, como siempre, sus ojos rebosan amor, una completa adoración. Pero a medida que transcurren los segundos, percibo que hay algo más. Algo oscuro. Turbador. Algo que está decidido a ocultar.
Me acerco a él y aferró la mano que ha estirado hacia mí, consciente del escudo protector de energía que flota entre nosotros… una energía que había creído que nadie más veía hasta que descubro que Jude nos mira con los ojos entrecerrados.
Observo a Damen, incapaz de precisar qué es lo que oculta en sus ojos. Me pregunto qué hace aquí, si habrá percibido de algún modo lo que ocurría.
Él tensa los brazos a mi alrededor y me estrecha con fuerza.
—Siento interrumpir, pero Ever y yo tenemos que ir a un sitio.
Levanto la vista y me deleito con su belleza: con la suavidad de sus rasgos, con la plenitud de sus labios… con el hormigueo y la calidez que pasan de su cuerpo hacia el mío.
Jude se levanta y nos sigue hasta el pasillo.
—Lo siento —dice—. No pretendía entretenerla tanto tiempo. —Estira la mano hacia mí, pero la deja caer después de contemplar mi hombro. Acto seguido añade—: ¡Ay, casi lo olvido! ¡El libro! ¿Por qué no te lo llevas? Aquí no lo necesito para nada.
Se gira de nuevo hacia el escritorio y lo saca del cajón. Siento la tentación de cogerlo y salir corriendo, pero al ver que Damen se pone rígido y que el aura de Jude se vuelve mucho más brillante.. • no sé, tengo la impresión de que esto es una especie de prueba. Por lo que me obligo a separar los labios para decir:
-Gracias, pero esta noche no. Damen y yo tenemos otros planes.
La energía de Damen se relaja y vuelve a la normalidad mientras Jude nos mira, primero a uno y luego al otro.
-No hay problema -contesta-. Otra vez será. -Me sostiene la mirada durante tanto tiempo que al final soy la primera en apartar la vista.
Salgo a la calle con Damen, decidida a librarme de la energía de Jude y de los pensamientos e imágenes que ha compartido conmigo.