Capítulo veintiséis

Para cuando aparco junto a la casa de Haven, ya han llegado todos los invitados al entierro. Todos miran a mi amiga, que se ha situado junto a la ventana donde encontró a Talismán y aprieta una pequeña urna contra su pecho mientras pronuncia unas palabras en su memoria.

—Oye —susurro al acercarme a Damen y echar un vistazo a las gemelas—, ¿qué me he perdido?

Él sonríe y me responde mentalmente:

Se han derramado algunas lágrimas, se han leído algunos poemas… —Encoge los hombros—. Estoy seguro de que Haven te perdonará que hayas llegado tarde… con el tiempo.

Asiento con la cabeza y decido mostrarle los motivos por los que he llegado tarde: proyecto la debacle en toda su gloria Tecnicolor. Mientras Haven esparce las cenizas de Talismán sobre la tierra, las imágenes de lo ocurrido en casa de Sabine pasan de mi mente a la de Damen.

Él me rodea con el brazo para consolarme y deposita un ramo de tulipanes rojos en mis manos durante un breve instante… tan breve que, por suerte, nadie ha llegado a verlo.

¿Tan malo ha sido? —Me mira mientras Haven le pasa la urna a su hermano pequeño, Austin, que arruga la nariz antes de echarle un vistazo al interior del recipiente.

Peor. —Sacudo la cabeza. Todavía no logro entender por qué, de entre todas las personas posibles, decidí confiar en Muñoz.

Me acerco más a él, apoyo la cabeza en su hombro y añado:

¿Y las gemelas? ¿ Qué hacen aquí? ¿No les daba miedo salir a la calle?

Se encuentran al lado de Haven, y sus rostros idénticos muestran una mirada triste bajo unos flequillos rectísimos… pero las similitudes acaban ahí. Desechados ya los uniformes de colegio, cada una ha elegido su propia ropa. Romy tiene el aspecto sano y juvenil de los chicos que compran en J. Crew, mientras que Rayne (ataviada con un minivestido negro, las medias del mismo color, y unos altísimos zapatos de plataforma) parece salida de los pasillos de Hot Topic, esa extraña cadena gótica. No obstante, dudo mucho de que en realidad hayan comprado la ropa en alguno de esos lugares. No cuando Damen puede hacerla aparecer para ellas.

Él niega con la cabeza y tensa el brazo sobre mis hombros mientras responde a la pregunta que no he formulado:

No, en eso te equivocas. Han decidido salir. Estaban impacientes por explorar el mundo más allá de las televisiones, las revistas y la urbanización de Crystal Cove. —Esboza una sonrisa—. Lo creas o no, han elegido la ropa ellas solas. Incluso la han pagado… Con el dinero que les he dado yo, por supuesto. —Me mira con atención—. Piénsalo: ayer el centro comercial; hoy, el funeral de una gata; mañana… ¿Quién sabe? —Se gira y sonríe de una forma que le ilumina la cara mientras Haven pronuncia sus últimas palabras de despedida para la gata a la que casi nadie de los presentes conocía.

—¿No deberíamos haber traído algo? —pregunto—. Flores o.

—Lo hemos hecho. —Sus labios me rozan la oreja—. No solo hemos traído todas esas flores… —señala un ramo gigante de flores primaverales de todos los colores—, sino que además hemos hecho una generosa donación anónima a la Sociedad Protectora de Animales en memoria de Talismán. Creo que a ella le habría gustado.

—¿Has ayudado a la gente de manera «anónima»? —Me fijo en la inclinación de su frente y luego contemplo sus labios, deseando poder sentirlos contra los míos—. Creí que estabas en contra de esas cosas.

A juzgar por la expresión de su cara, resulta obvio que no se ha tomado la broma como lo que era. Pero, cuando estoy a punto de explicarme, Josh nos hace una seña para que nos acerquemos.

Mira de reojo a Haven para asegurarse de que no puede oírle y se gira hacia nosotros.

—Escuchad, necesito vuestra ayuda. La he cagado.

—¿Qué has hecho? —Lo observo con los ojos entrecerrados, aunque la respuesta aparece de repente en mi cabeza.

Se mete las manos en los bolsillos y agacha la cabeza, con lo que el pelo teñido de negro le cae sobre los ojos.

—Le he conseguido una gatita. Un tío de mi grupo… Bueno, el caso es que la gata de su novia acaba de tener una carnada y pensé que otra gatita podría ayudarla a superar lo de Talismán, así que elegí a una negra… Pero ahora Haven no me dirige la palabra. Dice que no entiendo nada. Está cabreadísima.

—Seguro que cambiará de opinión, solo dale algo de tiempo y…

Pero Josh ya está negando con la cabeza.

—¿Estás de broma? ¿Has oído lo que acaba de decir? —Nos mira a ambos—. No ha dejado de repetir que Talismán era una entre un millón y que jamás podrá ser remplazada. —Aparta la mirada—. Eso iba dirigido a mí, no te equivoques.

—Todo el mundo se siente así cuando pierde a una mascota. Estoy segura de que si… —Me quedo callada. Parece tan derrotado que está claro que no voy a conseguir nada.

—De eso nada. —Alza los hombros y contempla a Haven con pesar—. Hablaba en serio. Está triste por Talismán y furiosa conmigo. ¿Qué voy a hacer ahora con la gatita que tengo en el asiento trasero del coche? No puedo llevármela a casa porque mi madre me mataría, y Miles no puede quedársela por todo ese rollo de Italia… así que… bueno… he pensado que tal vez vosotros podríais haceros cargo de ella. —Nos mira a uno y después al otro con expresión suplicante.

Respiro hondo y echo un vistazo a las gemelas. Sé que a ellas les encantaría tener una mascota; después de la forma en que reaccionaron al ver a Talismán, no me cabe ni la menor duda. Pero ¿qué ocurriría si recuperaran la magia y volvieran a Summerland? ¿Podrían llevarse a la gata con ellas o el animal sería entonces responsabilidad nuestra?

Sin embargo, cuando ambas se dan la vuelta y me miran (a Romy se le ilumina la cara con una sonrisa, pero Rayne frunce el ceño), me doy cuenta de que necesitaré toda la ayuda posible si quiero ganármelas, y una gatita sería un buen comienzo.

Miro a Damen, y cuando nuestros ojos se encuentran, sé que hemos pensado lo mismo.

—Vamos a echarle un vistazo —dice mientras nos encaminamos al coche de Josh.

—¡Madre mía! ¿En serio? ¿De verdad es nuestra? —Romy acuna a la pequeña gatita negra y nos mira con incredulidad.

—Es toda vuestra. —Damen asiente con la cabeza—. Pero debéis agradecérselo a Ever. Ha sido idea suya, no mía.

Romy me dirige una enorme sonrisa, pero Rayne retuerce la boca hacia un lado y frunce los labios para dejar claro que no se lo traga.

—¿Cómo deberíamos llamarla? —Romy nos mira antes de concentrarse en Rayne—. Y no digas Jinx II o Jinx al Cuadrado ni nada parecido, porque esta gatita se merece su propio nombre. —Acuna al animalito contra su pecho y le planta un beso en la parte superior de su diminuta cabeza—. Y también se merece un destino mucho mejor que el que tuvo Jinx.

Estoy a punto de preguntar qué fue lo que le sucedió a Jinx cuando Rayne interviene:

—Eso ocurrió en el pasado. Pero tienes razón, tenemos que buscarle el nombre perfecto. Un nombre fuerte y místico… algo digno de una gatita como esta.

Los cuatro nos acomodamos en los sillones de la gran sala de estar de Damen. Él y yo compartimos un sofá: tenemos las piernas entrelazadas mientras nuestras mentes revisan listas de nombres posibles.

—¿Qué os parece Luna? —pregunto después de aclararme la garganta. Miro a las gemelas con la esperanza de que a ellas les guste tanto el nombre como a mí—. Es un término muy antiguo: en latín ya se utilizaba la misma palabra.

—Por favor… —Rayne pone los ojos en blanco—. Como si no lo supiéramos… Estoy segura de que sabemos mucho más latín que tu.

Me esfuerzo por mantener la calma. No estoy dispuesta a morder el anzuelo.

—Vale —añado—, pues he pensado que como se dice que los gatos están conectados con la luna y todo eso… —Me callo, porque me basta echar un simple vistazo al rostro de Rayne para saber que no tiene sentido continuar. Se opone por completo.

—Antiguamente se creía que los gatos eran hijos de la luna, ¿lo sabíais? —señala Damen, decidido no solo a rescatarme, sino también a demostrar de una vez por todas por qué merezco respeto—. Porque, al igual que la luna, cobran vida por las noches.

—Pues en ese caso, tal vez deberíamos llamarla Hija de la Luna —dice Rayne. Y asiente antes de exclamar—: ¡Sí! ¡Eso es! Es un nombre mucho mejor que Luna…

—No, no lo es. —Romy baja la vista hasta la gatita, que duerme en su regazo, y acaricia el pequeño espacio que hay entre sus orejas—. Hija de la Luna es un nombre horrible. Suena fatal. Además, es demasiado largo. Para mí está claro que esta gatita se llama Luna. Luna… Entonces, ¿le ponemos ese nombre?

La niña pasea la mirada entre todos los presentes y cuenta tres cabezas que asienten y una que niega solo para molestarme.

—Lo siento, Rayne. —Damen me da la mano, y lo único que impide que nuestras pieles se toquen es ese delgadísimo velo de energía—. Me temo que en este caso gana la mayoría. —Cierra los ojos para hacer aparecer un precioso collar de terciopelo morado intenso que de inmediato rodea el cuello de Luna. Romy y Rayne ahogan una exclamación, y sus ojos se llenan de deleite cuando Damen manifiesta una camita de terciopelo del mismo color—. Tal vez queráis dejarla ahí ahora —señala.

—Pero… ¡Es que las dos estamos muy cómodas así! —gimotea Romy, que no quiere apartarse de su mascota.

—Ya, pero tenemos lecciones que aprender, ¿no es así?

Las gemelas intercambian una mirada y luego se levantan al mismo tiempo, dejan a Luna en su camita con mucho cuidado y se aseguran de que duerme plácidamente. Después se vuelven hacia Da-men, listas para comenzar. Se acomodan en las sillas que hay frente a él, cruzan las piernas a la altura de los tobillos y juntan las manos sobre el regazo, más obedientes de lo que las he visto en mi vida. Están dispuestas a aceptar cualquier cosa que Damen haya planeado.

—¿De qué va todo esto? —Cambio de posición cuando desenredamos nuestras piernas.

—Magia —dice Damen sin apartar la vista de las chicas—. Necesitan practicar a diario si quieren recuperar sus poderes.

—¿Y cómo practicáis? —Frunzo el entrecejo y me pregunto si las clases que Jude quiere impartir serán algo parecido—. ¿Hacéis ejercicios y exámenes, como en la escuela?

Damen se encoge de hombros.

—En realidad son más bien ejercicios de meditación y visualización… aunque mucho más largos e intensos que los que te exigí a ti en nuestro primer viaje a Summerland; pero, claro, tú no los necesitabas. Aunque las gemelas proceden de un largo linaje de brujas con mucho talento, me temo que en estos momentos han regresado al nivel más elemental. A pesar de eso, espero que con la práctica regular recuperen sus habilidades en un período de tiempo razonable.

—¿Cuánto dura un período de tiempo «razonable»? —inquiero. Aunque la pregunta es: «¿Cuándo recuperaremos nuestra vida?».

Damen hace un gesto despreocupado.

—Unos meses. Quizá algo más.

—¿Ayudaría en algo el Libro de las sombras? —Y en cuanto formulo la pregunta me doy cuenta de que no debería haberlo hecho. Damen no parece muy satisfecho, pero las gemelas se adelantan al borde de las sillas.

—¿Tienes el Libro de las sombras? —pregunta Rayne, por que Romy solo parece capaz de mirarme con la boca abierta.

Por la expresión de Damen no cabe duda de que este asunto no le hace ninguna gracia, pero dado que el libro podría ayudarlas a ellas tanto como a mí, respondo:

—Bueno, yo no diría exactamente que lo «tengo», pero sí que puedo acceder a él.

—¿Al libro auténtico? ¿Al verdadero Libro de las sombras? —Rayne entona la frase en forma de pregunta, aunque sus ojos me dicen que cree que es una falsificación.

—No lo sé. —Me encojo de hombros—. ¿Hay más de uno?

Rayne mira a su hermana antes de sacudir la cabeza y poner los ojos en blanco.

—No lo he visto —interviene Damen—, pero a juzgar por la descripción de Ever, estoy seguro de que es el auténtico. Y también es bastante poderoso. Demasiado poderoso para vosotras en estos momentos. Puede que tal vez dentro de un tiempo, cuando hayamos progresado lo suficiente a través de la meditación, podamos…

Sin embargo, Romy y Rayne ya no le hacen caso. Su atención está encentrada en mí.

—Llévanos hasta él… Por favor… Necesitamos verlo —suplican al unísono.