Capítulo veintidós

—Bueno, ¿qué tal tu primer día de trabajo?

Me dejo caer en el sofá, me quito los zapatos con un par de puntapiés, apoyo los pies en la mesita de café, cierro los ojos y suelto un dramático suspiro.

—En realidad, ha sido mucho más fácil de lo que imaginaba —contesto.

Damen se echa a reír y se sienta a mi lado. Me aparta el cabello de la cara antes de hablar:

—En ese caso, ¿a qué vienen tanto cansancio y tanto suspiro?

Me encojo de hombros antes de acomodarme mejor para hundirme todo lo posible en los mullidos cojines.

—No lo sé —contesto sin abrir los ojos—. Tal vez tenga algo que ver con el libro que he encontrado. Me ha hecho sentir un poco… «fragmentada». Pero, claro, también podría estar relacionado con una sorprendente visita a la tienda…

—¿Has leído un libro? —Recorre mi cuello con los labios, provocándome un cálido hormigueo por todo el cuerpo—. ¿A la manera tradicional?

Me acerco más a él y paso mi pierna por encima de la suya antes de acurrucarme a su lado, impaciente por sentir su piel… o «casi» sentirla.

—Créeme, he intentado hacerlo de la manera fácil, pero ha sido como… no sé… ha sido una experiencia de lo más extraña. —Lo miro y deseo que me devuelva la mirada, pero sigue con los ojos cerrados y la cara enterrada en mi cabello—. Ha sido como… como si el conocimiento que encerraba en su interior fuera demasiado poderoso para leerse de esa manera, ¿sabes? Al tocarlo he sentido una sacudida eléctrica terrible… una sacudida que me ha hecho crujir los huesos. De cualquier forma, eso solo ha conseguido aumentar mi curiosidad, razón por la cual intenté leerlo a la manera tradicional. Aun así, no he llegado muy lejos.

—¿Has perdido la práctica? —Sonríe con los labios pegados a mi oreja.

—La verdad es que no entendía lo que decía. —Hago un gesto de indiferencia con los hombros—. Casi todo está escrito en clave. Y las partes que están en cristiano, están en cristiano antiguo… Ya sabes, como el que hablabas tú antes. —Me aparto un poco para mirarlo de reojo y suelto una risotada al ver la expresión indignada de su rostro—. Además, las páginas tenían una letra diminuta y estaban llenas de esos símbolos y dibujos raros típicos de los conjuros, los hechizos y ese tipo de cosas. ¿Qué…? ¿Por qué me miras así? —Me quedo callada al sentir el cambio drástico en la energía provocado Por la tensión de su cuerpo.

—¿Cómo se llama ese libro? —pregunta con la mirada clavada en mis ojos.

Entorno los párpados y frunzo los labios mientras me esfuerzo por recordar lo que decían aquellas extrañas letras doradas.

—El Libro… El Libro de… Algo… —Hago un gesto negativo con la cabeza. Me siento más cansada y hecha polvo de lo que estoy dispuesta a admitir, sobre todo después de ver su expresión preocupada.

—De las Sombras. —Asiente y frunce el ceño—. El Libro de las sombras. ¿Es ese el título?

—Vaya… ¿Lo conoces? —Cambio de posición y me coloco de frente a él. Tiene un aire serio, concentrado, como si estuviese sopesando lo que puede y no puede decirme.

—Me resulta familiar. —Estudia mi rostro—. Aunque solo de oídas. No he tenido la oportunidad de leerlo. Pero, Ever, si se trata del libro que creo que es… —Sacude la cabeza y su expresión se torna inquieta—. Bueno, contiene una magia extremadamente poderosa… una magia a la que hay que aproximarse con muchísima precaución y cuidado. Una magia con la que sin duda no se puede jugar, ¿lo entiendes?

—Supongo que lo que quieres decir es que funciona. —Sonrío con la esperanza de relajar un poco el ambiente, pero sé que he fracasado cuando él no me devuelve el gesto.

—Su magia no es como la que nosotros utilizamos. Puede que lo parezca en un principio, y supongo que si se reduce a su más pura esencia, viene a ser la misma cosa… Pero el caso es que cuando nosotros evocamos la energía del universo para manifestar una forma, invocamos tan solo la luz más pura y brillante, sin nada de oscuridad. Y aunque la mayoría de las personas que practican la magia, incluidas las brujas, tienen buenas intenciones, en ocasiones, cuando se involucran demasiado en la hechicería, pierden la cabeza y acaban eligiendo un camino mucho más oscuro, invocando a una fuerza maligna para que realice el trabajo.

Me deja atónita. Nunca le había oído reconocer la existencia de una fuerza oscura.

—Todo lo que nosotros hacemos está siempre destinado a un bien mayor, o a nuestro propio bien. Jamás hemos hecho nada para causar daño.

—Yo no diría tanto… —murmuro al recordar todas las veces que he derrotado a Stacia en su propio juego, o al menos he intentado hacerlo.

—No estoy hablando de pequeñas riñas escolares sin importancia. —Descarta mis pensamientos con un gesto de la mano—. Lo que quiero decir es que nosotros manipulamos la materia, no a la gente. Sin embargo, recurrir a los hechizos para conseguir lo que quieres… —Niega con la cabeza—. Bueno, ese es un juego completamente diferente. Pregúntaselo a Romy y a Rayne.

Lo miro sin pestañear.

—Son brujas, ya lo sabes. Brujas buenas, por supuesto, unas brujas a las que enseñaron muy bien… Aunque, por desgracia para ellas, su aprendizaje duró muy poco. Pero piensa en Roman: es el ejemplo perfecto de lo que puede salir mal cuando el ego, la avaricia y una insaciable sed de poder y venganza llevan a la gente hacia el lado oscuro. No hay más que ver cómo utilizó la hipnosis hace poco. —Me mira al tiempo que sacude la cabeza—. Por favor, dime que no has encontrado ese libro en los estantes, donde cualquiera podría cogerlo.

Cruzo las piernas y hago un gesto negativo mientras trazo con los dedos la línea del dobladillo de su manga.

—Nada de eso —replico—. Este ejemplar era… viejo. Y cuando digo «viejo» me refiero a viejo de verdad. Un libro antiguo y delicado… como los que hay en los museos o algo así. Créeme, sea quien sea su dueño, no quiere que nadie sepa de su existencia: se tomó muchas molestias para esconderlo. Aunque ya sabes que eso nunca ha podido detenerme… —Sonrío con la esperanza de que él también lo haga, pero permanece impasible. La preocupación de sus ojos penetra en los míos.

—¿Quién crees que lo está usando? ¿Lina o Jude? —pregunta, y utiliza sus nombres de una forma tan casual que cualquiera diría que son amigos.

—¿Eso importa? —Me encojo de hombros.

Me estudia durante un buen rato y luego aparta la vista. Mi mente vaga hasta un lugar muy lejano en el tiempo, un lugar que nunca había visto.

—¿Así que se trata de eso? ¿Un breve encuentro con el Libro de las sombras basta para encandilarte? —pregunta, observándome de nuevo.

—¿«Encandilarme»? —Arqueo una ceja y niego con la cabeza. Nunca deja de sorprenderme su extraña elección de las palabras.

—¿Suena demasiado antiguo? —Sus labios se curvan en una sonrisa.

—Un poco, sí —replico antes de reír a mi vez.

—No deberías burlarte de los ancianos. Es una grosería, ¿no te parece? —Me tira de la barbilla con gesto juguetón.

—Pues sí. —Me tranquiliza sentir sus dedos sobre la mejilla, sobre el cuello, sobre el pecho.

Apoyamos la cabeza en el respaldo y nos miramos a los ojos. Luego, él empieza a mover las manos sobre mi ropa, despacio y con mucha pericia. Ambos desearíamos que la cosa pudiera ir a más, pero nos resignamos a contentarnos con lo que hay.

—¿Qué más ha ocurrido en el trabajo? —susurra al tiempo que apoya sus labios sobre mi piel… con el velo de energía siempre presente.

—He organizado, catalogado, archivado… ah, y luego ha llegado Honor.

Se aparta con una de esas expresiones de «ya te lo dije» pintada en la cara.

—Tranquilízate. No quería que le leyeran el futuro ni nada parecido. O al menos, eso dijo.

—¿Y qué quería entonces?

—A Jude, supongo —respondo mientras meto los dedos bajo el dobladillo de su camisa para sentir la suavidad de su piel. Desearía poder colarme yo también—. Me ha resultado extraño verla sola. Ya sabes, sin Stacia o Craig. Es como si fuera una persona totalmente diferente… Parecía tímida y torpe… como si hubiera sufrido una transformación completa.

—¿Crees que le gusta Jude? —Sus dedos recorren mi clavícula y el contacto me resulta cálido, casi perfecto a pesar del velo.

Encojo los hombros mientras entierro la cara en el cuello abierto de su camisa para inhalar su esencia cálida y masculina. Estoy decidida a pasar por alto la forma en que se me hace un nudo en el estómago cada vez que Jude dice algo. No tengo ni la menor idea de lo que significa, ni de por qué debería importarme si a Honor le gusta Jude, pero prefiero dejar el tema de todas formas.

—¿Por qué? ¿Crees que debería avisarle? ¿Piensas que debería decirle cómo es ella en realidad? —Apoyo los labios en el hueco que hay en la base de su cuello, justo al lado del cordón que sujeta su amuleto.

Damen cambia de posición y mueve las piernas para apartarse un Poco antes de decir:

—Si tiene tanto talento como dices, debería ser capaz de interpretar su energía y descubrirlo por sí mismo. —Su voz parece cuidadosa, mesurada, demasiado controlada… No estoy acostumbrada a oírle hablar así—. Además, ni siquiera sabemos cómo es ella en realidad. Por lo que me has contado, solo sabemos cómo se comporta bajo la influencia de Stacia. Tal vez sea agradable cuando está sola.

Entorno los párpados e intento imaginarme una versión más agradable de Honor, pero soy incapaz.

—Aun así… —le digo—. Jude tiene la costumbre de enamorarse de las chicas equivocadas y… —Me quedo callada. Al mirarlo a los ojos siento que la conversación ha tomado un mal rumbo, aunque no tengo ni la más remota idea de por qué—. ¿Sabes una cosa? Todo eso me da igual. Es un tema de conversación aburrido y absurdo; no merece la pena que desperdiciemos nuestro tiempo discutiendo sobre eso. Hablemos de otra cosa, ¿quieres? —Me inclino hacia él y acerco los labios a su mandíbula, disfrutando de antemano del roce de su barba incipiente—. Hablemos de algo que no tenga nada que ver con mi trabajo, ni con la gemelas, ni con ese espantoso coche nuevo que tienes… —Espero que el comentario le resulte divertido y no ofensivo—. Charlemos sobre algo que no me haga sentirme… vieja y aburrida.

—¿Me estás diciendo que te aburres? —Me mira con los ojos como platos, horrorizado.

Elevo los hombros y frunzo los labios. Desearía poder fingir otra cosa, pero no quiero mentirle.

—Un poco —le contesto—. Siento decirlo, pero todo esto de toquetearnos en el sofá mientras las niñas duermen arriba… está muy bien cuando trabajas de canguro, pero resulta un poco rarito cuando las niñas son básicamente tuyas. Lo que quiero decir es que… bueno, sé que todavía nos estamos acostumbrando y todo eso, pero… eh… En fin, supongo que lo que intento decir es que esto empieza a parecerme rutinario. —Lo miro de reojo con los labios apretados. No sé muy bien cómo se lo va a tomar.

—Sabes cómo se sale de la rutina, ¿verdad? —Se pone en pie de un salto a tal velocidad que se convierte en un mero borrón oscuro.

Sacudo la cabeza al reconocer el brillo de sus ojos, el que tenía la primera vez que nos vimos. En aquella época en la que todo resultaba divertido, excitante e impredecible en todos los sentidos.

—La única vía de escape es saltarse las normas. —Se echa a reír, me coge de la mano y me conduce hacia la calle.