Al día siguiente, cuando llego a casa desde el instituto, encuentro a Haven en las escaleras de la puerta principal, con los ojos embadurnados de máscara de pestañas y el flequillo liso teñido de azul oscuro. Sostiene entre los brazos un bulto envuelto en una manta.
—Debería haber llamado. —Se pone en pie, con la cara roja e hinchada mientras se limpia las lágrimas—. Supongo que en realidad no sabía qué hacer, así que he venido aquí. —Recoloca la manta y me enseña un enorme gato negro con unos asombrosos ojos verdes. El animal parece muy débil.
—¿Ese gato es tuyo? —Los miro a ambos y noto que sus auras están desgarradas, hechas jirones.
—Es una gata. —Haven asiente y toquetea la manta antes de volver a apretarla contra su pecho.
—No sabía que tenías una gata. —Quiero ayudar, pero no sé qué hacer. Mi padre era alérgico a los gatos, así que siempre tuvimos perros—. ¿Por eso no has ido a clase hoy?
Vuelve a hacer un gesto afirmativo y me sigue a la cocina, donde cojo una botella de agua y la vacío en un bol.
—¿Desde cuándo la tienes? —le pregunto. Observo cómo coloca al animal en su regazo antes de acercar el cuenco a su cara. Sin embargo, a la gata no le interesa y aparta la cabeza de inmediato.
—Desde hace unos meses. —Se encoge de hombros. Renuncia a darle agua y le acaricia la cabeza—. No lo sabe nadie. Bueno, nadie salvo Josh, Austin y la señora que limpia en casa, que juró no decir nada. Mi madre se pondría hecha una furia. Dios no quiera que haya una cosa viva moviéndose entre sus objetos decorativos de diseño. —Sacude la cabeza—. Vive en mi habitación, sobre todo debajo de la cama, pero le dejo la ventana entreabierta para que pueda salir y dar una vuelta de vez en cuando. Bueno, se supone que los gatos viven más si los mantienes dentro de casa, pero ¿qué clase de vida es esa? —Su aura, por lo general brillante y dorada, se ha vuelto gris a causa de la preocupación.
—¿Cómo se llama? —le pregunto en un susurro, intentando ocultar mi inquietud. Por lo que veo, la gata ya no pertenece a este mundo.
—Talismán. —Las comisuras de su boca se elevan un poco mientras nos mira a ambas—. La llamé así porque es afortunada… o al menos eso me pareció en aquel momento. La encontré fuera de mi ventana la primera vez que Josh y yo nos besamos. Me pareció muy romántico. —Alza los hombros de nuevo—. Como si fuera una buena señal. Pero ahora… —Hace un gesto negativo con la cabeza y aparta la vista.
—Tal vez pueda ayudarte —le digo. Una idea comienza a tomar forma en en mi cabeza. No tengo claro que vaya a funcionar, pero por lo que veo, no tengo nada que perder.
—No es ninguna cachorrilla. Ya es una vieja dama. El veterinario me ha dicho que lo único que puedo hacer es acomodarla lo mejor posible. La habría dejado en casa, ya que le gusta estar bajo mi cama, pero mi madre ha decidido redecorar todos los dormitorios a pesar de que mi padre amenaza con vender la casa, y ahora el decorador está allí junto con el agente inmobiliario, y todo el mundo se pelea. La casa es un caos. Y como Josh está haciendo pruebas para ese nuevo grupo y Miles está preparando su actuación de esta noche, pensé que podría venir aquí. —Me mira a los ojos—. Lo que pasa es que siempre pareces muy ocupada con Damen, así que no quería molestarte. Si estás liada, me marcharé. Si va a venir tu chico o algo así, puedo…
—Confía en mí. —Me apoyo contra la encimera y sacudo la cabeza—. Damen está… —Contemplo la pared mientras pienso en una forma de decirlo—. Damen tiene mucho jaleo estos días, así que dudo que se pase por aquí.
Miro primero a Talismán y luego a mi amiga. El aura de Haven me indica que está incluso más alterada de lo que parece. Sé que no está bien, que no es ético, que se trata del ciclo de la vida y no se debe intervenir… pero no puedo quedarme de brazos cruzados y ver a mi amiga sufrir así. No cuando tengo media botella de elixir dentro del bolso.
—Estoy tan… triste. —Deja escapar un suspiro antes de rascarle la barbilla a Talismán—. Está claro que ha vivido una vida larga y agradable, pero aun así… ¿Por qué el final tiene que ser tan triste?
Apenas la escucho, ya que mi mente hierve con la promesa de una nueva idea.
—En un momento dado todo está bien… vale, quizá no tan bien> pero al menos sigues aquí… y al siguiente, desapareces. Como Evangeline. Jamás he vuelto a verla ni a saber nada de ella.
Tamborileo con los dedos sobre la encimera de granito, a sabiendas de que eso no es del todo cierto. Pero, de todas formas, no voy a discutírselo.
—Supongo que es solo que no lo entiendo. ¿Para qué molestarse en cogerle cariño a algo cuando a) Nunca va a durar, y b) Duele de narices cuando termina? —Hace un gesto exasperado con la cabeza—. Porque si todo es finito, si todo tiene un principio, un nudo y un fin determinados, ¿para qué empezar? ¿Qué sentido tiene cuando todo conduce a «El Final»? —Se sopla el flequillo para apartárselo de los ojos antes de continuar—. Y no me refiero a la muerte como… —Señala a la gata con la cabeza—. Aunque eso al final también lo sufrimos todos, sin importar lo mucho que luchemos para evitarlo.
Paseo la mirada entre Talismán y ella y asiento como si estuviera de acuerdo. Como si yo fuera igual que el resto de la gente y esperara mi turno en una larga y achacosa fila.
—Me refiero a la muerte en un sentido más metafórico. En el sentido de «nada dura para siempre», ¿sabes? Porque es cierto, nada está hecho para durar. Nada. Ni una sola cosa.
—Pero, Haven… —empiezo a decir, aunque me callo en cuanto ella me exige silencio con un gesto.
—Escucha, antes de que intentes venderme todo ese rollo sobre «ver el lado positivo de las cosas» que te mueres por soltar, dime algo que no tenga fin. —Entorna los ojos de una forma que me pone nerviosa, que hace que me pregunte si sabe algo sobre mí e intenta sonsacármelo.
Sin embargo, cuando respiro hondo y vuelvo a mirarla, me resulta obvio que solo lucha contra sus propios demonios, no contra mí.
—No puedes, ¿verdad? —inquiere—. A menos que vayas a decir Dios, o el «amor universal» o algo parecido… Pero no me refiero a eso. Talismán se muere, mis padres están a punto de divorciarse y, afrontémoslo, Josh y yo también lo dejaremos algún día. Y si eso es un hecho inevitable, entonces… —Niega con la cabeza y se suena la nariz—. Bueno… En ese caso puedo tomar el control de la situación y ser yo quien decida cuándo. Le haré daño antes de que él me lo haga a mí. Porque dos cosas son seguras: a) Se va a terminar, y b) Alguien va a salir herido. Así que ¿por qué ese alguien debería ser yo? Aparta la mirada antes de sorber por la nariz y fruncir los labios—. Escucha lo que te digo: de ahora en adelante seré la Chica Teflón. Todo me resbala, no me apego a nada.
Al observarla me doy cuenta de que no me ha contado toda la historia, pero estoy dispuesta a seguirle la corriente.
—¿Sabes una cosa? Tienes razón. Tienes toda la razón del mundo —aseguro, y eso la pilla desprevenida—. Todo es finito. —«Todo salvo Roman, Damen y yo», añado para mis adentros—. Y también tienes razón al decir que Josh y tú lo dejaréis en algún momento, y no solo porque todo se acaba, como bien has dicho, sino porque así es como son las cosas. La mayoría de las relaciones que se inician en el instituto no llegan hasta la graduación.
—¿Es eso lo que piensas de Damen y de ti? —Tira de la manta de Talismán sin dejar de observarme—. ¿Que no llegaréis a la noche de la graduación?
Frunzo los labios y desvío la mirada.
—Yo… intento no pensar demasiado en eso —aseguro, y sé que soy la mayor mentirosa del mundo—. Pero lo que quiero decir es que el simple hecho de que algo termine no significa que sea malo, que alguien vaya a salir herido o que no debería haber ocurrido nunca. Nada de eso. Porque si cada paso nos lleva al siguiente, ¿cómo maduraríamos si evitáramos todo lo que puede hacernos daño?
Haven me observa y asiente levemente, como si entendiera mi punto de vista pero no lo compartiera del todo.
—Así que no nos queda más remedio que seguir adelante, salir del hoyo y esperar lo mejor. ¿Y quién sabe?, tal vez aprendamos un par de cosas en el camino. —Miro a mi amiga y me doy cuenta de que no se ha rendido del todo, así que añado—: Supongo que lo que intento decir es que no puedes huir de algo solo porque sabes que no va a durar. Tienes que quedarte ahí, dejar que suceda. Es la única forma de avanzar. —Encojo los hombros. Desearía ser un poco más elocuente, pero no se me ocurre nada mejor—. Piénsalo, si no hubieras rescatado a tu gata, si no le hubieras dicho que sí a Josh cuando te pidió salir… Bueno, te habrías perdido un montón de momentos maravillosos.
Haven me mira a los ojos; tiene ganas de discutir mi afirmación, pero no dice una palabra.
—Josh es un chico muy dulce, y está loco por ti. No creo que debas echarlo todo por la borda tan pronto. Además… —Sé que me oye, pero en realidad no me escucha del todo—, no deberías tomar ese tipo de decisiones cuando te encuentras tan alterada.
—¿Qué te parece la mudanza, entonces? ¿Te parece una razón lo bastante buena?
—¿Josh se va a mudar? —Entorno los párpados. Eso no lo había visto venir.
Haven niega con la cabeza mientras rasca a Talismán entre las orejas.
—Josh no. Yo —me dice—. Mi padre no deja de hablar de vender la casa, pero no se molesta en discutirlo con Austin o conmigo.
Me siento tentada de indagar en su cabeza y comprobarlo por mí misma, pero cumplo mi juramento de respetar la intimidad de mis amigos.
—Lo único que sé con seguridad es que la frase «valor de reventa» aparece continuamente. —Mueve la cabeza con frustración antes de volver a mirarme—. Pero ¿sabes lo que eso significa? Significa que no iré a Bay View el año que viene. No me graduaré con el resto de mi clase. Y tampoco iré a ningún instituto de Orange County, en realidad.
—No permitiré que eso ocurra —le aseguro mirándola a los ojos—. No pienso dejar que te vayas. Tienes que graduarte con nosotros…
—Bueno, eso es muy bonito… —Se encoge de hombros—. Pero no sé cómo puedes evitarlo. Es algo que está fuera de tu alcance, ¿no te parece?
Fijo la vista en la gata y luego en ella. Sé muy bien que no está «fuera de mi alcance». Lo de encontrar un antídoto para Damen quizá lo esté, pero conseguir que mi amiga siga teniendo el mismo código postal y salvar a su gata, eso sí puedo hacerlo. Hay muchas cosas que podría hacer. Muchas. No obstante, me limito a mirarla y a decir:
—Pensaremos en algo. Solo confía en mí, ¿vale? Quizá puedas mudarte aquí conmigo y con Sabine, ¿qué te parece? —Lo digo en serio, aunque sé que Sabine jamás lo permitiría. Aun así, necesito sacarla del agujero, ofrecerle algún consuelo, ya que no puedo decir en voz alta lo que tengo pensado hacer.
—¿Harías eso por mí? —Me mira con suspicacia—. ¿De verdad?
—Por supuesto. Lo que haga falta.
Traga saliva con fuerza y mira a su alrededor.
—¿Sabes? No puedo aceptar tu oferta, pero aun así es agradable saber que, a pesar de todos nuestros roces, sigues siendo mi mejor amiga.
Frunzo el entrecejo; siempre he dado por sentado que su mejor amigo era Miles, y no yo.
—Bueno, Miles y tú. —Se echa a reír—. Puedo tener dos mejores amigos, ¿no? Uno normal y otro de repuesto, ¿no es eso lo que dicen? —Sorbe de nuevo por la nariz y sacude la cabeza antes de añadir—: Apuesto a que tengo una pinta horrible, ¿a que sí? Vamos, dímelo, podré soportarlo.
—No tienes una pinta horrible. —Me pregunto por qué de pronto parece preocupada por su aspecto—. Estar triste y tener mala pinta son cosas diferentes. Además, ¿qué importancia tiene?
—La tiene si te estás planteando contratarme o no. —Parece dudar—. Tengo una entrevista de trabajo, pero no puedo ir con este aspecto. Y no puedo llevar a Talismán.
Contemplo a la gata y veo que la energía de su fuerza vital se está disipando. Sé que tengo que darme prisa, actuar antes de que sea demasiado tarde.
—Yo me quedaré con ella. De todas formas, no pensaba ir a ningún sitio.
Haven me observa mientras trata de decidir si debería dejar a su Pobre gata moribunda a mi cuidado. Pero me acerco a su lado de la encimera y le quito a Talismán de los brazos antes de decirle:
—Vamos, anda. Ve a hacer lo que tengas que hacer, seré tu canguro. —Sonrío para que acepte.
Mi amiga vacila. Nos mira a Talismán y a mí antes de empezar a rebuscar en su enorme bolso. Saca un espejo de mano y luego se humedece el dedo para limpiarse los rastros de rímel que le han caído por las mejillas.
—No debería tardar mucho. —Coge un lápiz negro y dibuja una línea gruesa alrededor de cada uno de sus ojos—. Tal vez una hora, dos como máximo. —Me mira mientras sustituye el lápiz por el colorete—. Lo único que tienes que hacer es cogerla en brazos y darle un poco de agua si quiere. Aunque lo más probable es que no quiera. Ahora ya no quiere casi nada. —Se aplica una capa de brillo de labios y se atusa el flequillo antes de colgarse el bolso del hombro para dirigirse hacia la puerta. Se sube al coche, se vuelve hacia mí y añade—: Gracias. Necesito este trabajo más de lo que te imaginas. Tengo que empezar a ahorrar algo de dinero para poder emanciparme, como Damen. Estoy harta de toda esta mierda.
Contemplo a mi amiga sin saber muy bien qué decir. La situación de Damen es única. No todo es lo que parece.
—Y sí, lo sé, es muy probable que no logre conseguir el estilo de vida de Damen, pero la verdad es que prefiero vivir en un estudio cochambroso a verme sometida a las decisiones impulsivas y a los caprichos de mis padres. De todas formas, ¿seguro que esto te parece bien?
Hago un gesto afirmativo con la cabeza y abrazo a Talismán con más fuerza mientras la animo mentalmente a aguantar un poco más, hasta que pueda hacer algo para ayudarla.
Haven mete la llave en el contacto y pone el motor en marcha.
—Le prometí a Roman que no llegaría tarde. Y, si me doy prisa puede que llegue a tiempo. -Comprueba su aspecto en el espejo retrovisor y pone la marcha atrás.
—¿Roman? —Me ha dejado helada. Sé que mi expresión es de puro pánico, pero soy incapaz de disimularla.
Haven hace un gesto de indiferencia mientras retrocede por el camino de entrada de mi casa.
—Fue él quien me consiguió la entrevista —explica. Se despide con la mano mientras desaparece calle abajo, dejándome con una gata moribunda en los brazos y con las palabras de advertencia en la punta de la lengua.