En el TdV lo están desmontando todo. Pedazos de escenario son sacados uno tras otro con una facilidad extrema. Un equipo de destructores actúa implacable, con determinación, sin ninguna duda, casi con rabia. Se ríen entre sí y casi parecen sentir placer haciéndolo.
—Es más fácil destruir que construir…
Su voz me sorprende a mis espaldas, pero siempre es tranquilizadora. Sonrío dándole la mano. Hasta su apretón me gusta. Sincero, sereno, fuerte, que no necesita demostrar nada. Ya no. Romani. Ha sido la persona más interesante que he conocido. La más distinta, la más inesperada. Al verdadero amo de ese embudo, frustrante y preocupante por tantos lados, al final consigues llegar a apreciarlo. Andamos. Pedazos de escenografía siguen cayendo desde lo alto. Pequeños derrumbes de colosos de Rodas pictóricos, mañana ya olvidados. Seguir adelante por la fuerza, la importancia y la estupidez del éxito, la droga del éxito, la belleza del éxito. Creer por un instante que no te olvidarán. Pero no será así. No será así.
—Toma. —Me da un sobre—. Son los contratos para ti y para Ginevra para el próximo programa que haré. Si os apetece, ya estáis dentro. En marzo, un concurso sobre música. Un programa muy fácil y ya emitido en varios países de Europa. Alcanza más del treinta y cinco por ciento en España. Estará Marcantonio y también el mismo coreógrafo. He confirmado a algunas bailarinas y he excluido a otros. —Sonríe aludiendo a esos tres—. También porque no creo que vuelvan a trabajar en el mundillo. He pedido una campaña de prensa contra esos tres de quitar el aliento. No por nada…, ¡sólo para destacarnos a los que somos buenos! —Se ríe—. También he escrito un artículo especial sobre ti. Saldrá dentro de unos días. Te harás famoso. —Otra vez. Nada. No hay nada que hacer. Estoy condenado a ser famoso gracias a una pelea—. Querría que Ginevra y tú aceptarais este contrato. He pedido que os aumenten las retribuciones a los dos. Digamos que es un contrato… reparador. No por culpa nuestra, pero ya que la cadena ha aceptado mi sugerencia… ¿Vosotros por qué tendríais que rechazarlo? —Se ríe. Después permanece en silencio—. Bueno, pensadlo…
—Oiga, Romani, ¿puedo preguntarle algo?
—Claro.
Lo miro un instante. Pero ¿qué más me da? Se lo pregunto.
—¿Por qué lleva siempre uno de los dos botones del cuello desabrochado?
Me mira y guarda un momento de silencio. Después sonríe.
—Es muy sencillo: para conocer a quien tengo delante. Todos tienen esa curiosidad, las ganas de preguntármelo, de saber. Pero muchos no lo hacen. Por eso la gente se divide en dos grupos: quien no osa hacerme esa simple pregunta y quien sí se atreve. Los primeros se quedarán siempre con la curiosidad. ¡Los segundos, en cambio, descubrirán la razón de esa gilipollez! —Nos reímos. No sé si es verdad, pero como explicación me gusta mucho y decido aceptarla así—. Éste, en cambio, es un sobre de mi parte. Un sitio excelente donde ir a pensar en el contrato… La playa y el calor ayudan a decir que sí.
Y sonríe aludiendo a todos aquellos hipotéticos síes que se pueden decir. Después se aleja veloz fingiendo que tiene algo que hacer y da alguna que otra orden inútil al equipo. Al fin y al cabo, ahora ya lo han destruido todo. Pero así me ha burlado. Esta vez no he tenido tiempo de darle las gracias.