Volumen al máximo. «What if there was no light, nothing wrong, nothing right, what if there was no time…». La voz de Chris Martin, de Coldplay, llena la habitación. Acaso para tapar otro sonido. El ronco y continuo que ahora está sintiendo en su interior como un aguijón, una llamada que no deja de atormentarla a medida que pasan las horas.
—Daniela, ¿estás sorda? ¿Quieres bajarla, por favor? ¿O lo haces para que Fiore se aprenda la canción desde la calle?
Por un momento, la imagen del portero cantando en inglés romanesco mientras poda las plantas la distrae y la hace sonreír. Por un momento. Porque después esa duda, su duda, vuelve a hablar, a llamarla. Sí, mamá, si fuera sorda tal vez no oiría más esa voz que sigue diciéndome la única verdad que no quiero oír. Es más, es mejor subir el volumen, es mejor cantar con Chris esas palabras que ahora parecen tan verdaderas, tan adecuadas… Daniela empieza a traducirlas mentalmente: «Qué sucedería si no hubiera luz, nada equivocado, nada justo, qué sucedería si no hubiera tiempo…». Sí, si no hubiera tiempo. Si no hubiera más. Basta. Hay que hacer algo, hay que aclararlo de una vez por todas.
—Hola, Giuli. ¿Te molesto? ¿Qué haces?
—¡Hola! No, tranquila, si precisamente estaba pensando en ti.
—¿Pensabas en mí? ¡Creía que tenías cosas mejores que hacer!
—Veo que la simpatía se contagia… ¿Quieres saber por qué?
—Dime.
—Estaba descargando del móvil al ordenador las fotos que saqué en la fiesta. ¡Son una pasada! Aunque no había demasiada luz, han salido bien. ¡También estás tú mientras bailas y haces el tonto!
—¿De verdad? No me di cuenta de que me hacías fotos.
—¡Te creo: estabas completamente fuera de órbita! Estás tú con Brandelli, después tú con dos locos de atar que saltaban a tu alrededor, y otra vez tú que le gritas no sé qué a no sé quién… ¡Y ya está, porque en un momento dado desapareciste! ¡No te volví a ver! ¿Dónde demonios estabas, eh? ¡Tienes que contarme todo lo que no pude fotografiar…!
—¡Ya! Fue una fiesta guay, ¿verdad? ¡Me divertí muchísimo! ¡Y finalmente lo conseguí! ¿Has visto? Chicco fue muy dulce, y tú que siempre hablas mal de él… ¿A qué hora desaparecí de allí con él? —Giuli no le hace caso. ¿Por qué debería hacérselo? La voz de Daniela tiembla un poco mientras lo pregunta, en un intento por parecer lo más segura y natural posible—. Quiero decir, ¿cuánto rato estuve con él? Tú estabas lúcida, prestarías atención, ¿no? ¿Al cabo de cuánto tiempo volví contigo y nos marchamos?
—¡Joder, pero ¿de verdad no te acuerdas de nada?! ¡A ti el éxtasis te hace un efecto muy raro! Con él no lo sé, porque, sinceramente, a Brandelli lo vi sentado en un sofá hablando con unas tipas, y tú ya no estabas. Quizá desaparecisteis juntos antes. Conmigo volviste como mucho al cabo de un par de horas. ¡O sea, que imagino que os divertisteis! ¡Venga, cuéntame! ¿Cómo fue? ¿Te gustó?
—Fue distinto de como creía, pero en realidad ¿cómo puedes imaginar algo que nunca has probado? Hasta que te ves allí… Bueno, ya te lo contaré todo la próxima vez que nos veamos. Todo…, ¡es decir, lo poco que recuerdo! ¿Cómo quieres que te lo cuente por teléfono? Ya sabes que aquí me oyen. Si pasa mamá, estoy perdida. Aunque tenga la música alta, ésa tiene el oído más agudo que un indio. Iré a verte pronto. Ahora tengo que dejarte.
—De acuerdo, pero siempre te escabulles en lo mejor. ¡Te esperaré, chica afortunada! Mándame un sms antes y así estaré en casa. ¿Quién va a perderse el relato de la primera vez de la pequeña Gervasi?
Ojalá, Giuli, ojalá me hubiera escabullido en lo mejor. Al menos ahora solo tendría dentro a los Coldplay, y no esta duda que no me deja en paz.
—Está bien, adiós.
Nada. La duda aún sigue ahí. Ligera como un velo que esconde la verdad. Pesada como un peñasco que aplasta la serenidad.
«You don’t have to be alone, you don’t have to be on your own…». Las trazas se deslizan. «A message…». «No tienes que estar sola, no debes ir por tu cuenta…». Ya, Chris, ¿por qué no vienes tú aquí a darme el mensaje que espero, la noticia que no sé? El volumen sigue alto. Raffaella se ha rendido. Y Fiore quizá esté aprendiendo inglés. Las palabras que salen del aparato de música siguen golpeando en esa amenaza. Pero no hay que asombrarse: el alma siempre sabe elegir la mejor banda sonora. Y las canciones no llegan nunca por casualidad. Como la verdad, por otra parte.
—Hola, Chicco. ¿Molesto?
—Hola, pequeña, ¿cómo estás? ¡Qué pasada la otra noche, ¿eh?! ¡Menuda fiesta! ¿Y esta noche? ¿Quieres que vaya a buscarte y vamos a tomar un café?
—De acuerdo, quedemos. Sí, realmente fue una buena noche, me divertí como una loca, ¡no me lo podía creer! Y tú estuviste encantador, realmente muy dulce…
—¡Creo que te equivocas! ¿Dulce y encantador, dices? ¡Pero si no hice nada! Es más, podría haberlo sido si no hubieras desaparecido como lo hiciste. Te perdí la pista casi en seguida y no volví a verte. ¿Dónde te metiste? Pusieron una bonita canción lenta, E…, de Vasco. La quería bailar contigo. ¿Dónde estabas? Y después quería acompañarte a casa, pero entonces Giuli y tú ya no estabais. ¿Por qué?
No es por la canción lenta frustrada, ni por el viaje perdido a casa que su estómago se cierra y el corazón empieza a latirle más rápidamente de lo normal. Es porque Daniela busca respuestas y, en cambio, sólo obtiene preguntas.
—Sí, es verdad, perdona, quería decírtelo, Giuli llamó a su hermano para que nos acompañara porque no te encontrábamos y no contestabas al móvil. Quizá tenías la batería descargada. Perdona si desaparecí… Di mil vueltas, bailé, me reí y por eso perdí la noción del tiempo. Bueno, nos llamamos después, así decidimos si vamos a tomar ese café.
—¡De acuerdo, pequeña, entonces hasta luego!
Pequeña. Ojalá… Ser aún como entonces, cuando jugaba en la habitación con Babi. Cuando no tenía que preocuparme casi por nada. Cuando encontraba todas las respuestas porque las preguntas eran más sencillas. No como ésta. Ésta es difícil. Y también absurda. Tanto que ni siquiera Giuli y Chicco han resuelto la duda. Y ellos estaban allí. Sí, pero no conmigo, no en aquella habitación. Ahora sólo el tiempo puede ayudarme. Únicamente tendré que esperar algunos días, sólo…, parece fácil.
Daniela abre el armario y se mira al espejo. Intenta advertir en su cara una señal, un cambio, algo que la ayude a entender, que le dé al menos alguna pequeña certeza a la que agarrarse. Nada. Sólo un pequeño grano oculto por el flequillo, aparecido quién sabe cuándo, acaso por la noche. Demasiado poco para ser la señal de una verdad profunda que sale a la luz. Será el chocolate que tomé ayer. Y después una sensación difusa, que no sabe definir, algo que la envuelve desde abajo.
Última pista del CD. «How’you see the world?». Otra pregunta. Y tampoco ésta es fácil de responder.