Cómodo y tranquilo, elegante como nunca, al menos eso creo. Me miro en el retrovisor y no me reconozco. El pelo aún húmedo de la ducha reciente, americana azul, camisa blanca y pantalones de lino beige con mocasines marrones oscuros, con costuras marcadas que, aunque no resaltan mucho, sí dan una imagen moderna. Cinturón ancho con hebilla gruesa, del mismo marrón que los zapatos. Ah, lo olvidaba, camisa abrochada hasta el penúltimo botón y el móvil en el bolsillo. Yo con el móvil, aún no me lo puedo creer. Siempre localizable, esté donde esté, nunca libre, ya que naturalmente suena siempre por arte de magia o por mala suerte. Joder, precisamente ahora. Lo abro, ¿a que Gin tiene algún problema? Si es así, no me importa, pasaré a recogerla por su casa; es más, subiré y la raptaré. Sigo frenético con mis pensamientos.
—¿Sí?
—Step, menos mal que contestas…
Es Paolo. Pero claro, ¿cómo no me he acordado?
—¿Qué pasa?
—Step, ha ocurrido algo terrible: me han robado el coche.
—Joder… Creía que les pasaba algo a papá y mamá…
—No, ellos están bien. He bajado y mi Audi A4 no estaba. Me cago en diez, pero ¿cómo se las han arreglado? No hay ni un cristal por el suelo, o sea, que no han roto la ventanilla. Además, el garaje estaba abierto y la cerradura sin forzar. ¿Cómo lo habrán hecho?
—Hoy en día los ladrones tienen técnicas perfectas, Pa. Además, las puertas con mando a distancia no las rompe nadie. Tienen un variador de frecuencia. Le dan vueltas hasta que la puerta se abre.
—Ah, ya, no lo había pensado. ¡Mierda!
Me gusta oír a mi hermano tan enfadado, me parece que está más vivo y, finalmente, hostia, se calienta. Aunque siempre por poca cosa, pero, claro, su coche… ¿Qué pasará?
—Y precisamente me lo han robado ahora… Me cago en la leche.
Eso, me cago en la leche. ¿Qué quiere decir «me cago en la leche»?
—La semana pasada pagué la última cuota del crédito. Podrían habérmelo robado antes, al menos me hubiera ahorrado ese dinero.
¡Bah, qué asco! Maldito calculador. Asesor financiero hasta la médula.
—De acuerdo, Pa, ¿y qué quieres hacer?
—No, yo esperaba…
—¿Que te lo hubiera robado yo?
—No, ¿bromeas? Entre otras cosas, porque las llaves y las copias están aquí.
—Ah, pero por un momento lo has pensado, ¿eh?
—No, es decir…
—¿Cómo que no? Si has ido a buscar las copias, eso significa que lo has pensado. Sólo yo podía cogerlas.
Una pausa.
—Bueno, sí, por un momento lo he pensado. Pero me hubiera gustado, es decir, habría sido mejor que tú…
Mi hermano.
—Pa, callado estás más guapo.
—¿Por qué?
Encima me pregunta por qué. Y yo soy un estúpido intentando que lo entienda.
—Nada, Pa, todo en orden.
—Pues eso, Step, yo quería saber… Pero no te ofendas, ¿eh?
—¿Qué? Dime…
—Bueno, como tú, para bien o para mal, conoces a un montón de gente por ahí…, pues eso, que si no te supone mucho problema, si puedes, pregunta si saben quién se lo ha llevado.
—Sí, pero ésos quieren dinero. No pretenderás que me dé de hostias con esa gente por un coche cualquiera.
—Cualquiera… ¡Por un Audi A4!
—Sí, sí, por un Audi A4.
—No, eso no, de ninguna manera… Yo había pensado… Estaría dispuesto a pagar cuatro mil trescientos euros…
—¿Y por qué precisamente esa cifra?
—He pensado que con la garantía y todo lo demás…
Mi hermano, gran asesor financiero, el mejor.
—De acuerdo, Pa, lo intentaré.
—Gracias, Step, sabía que podía contar contigo.
Mi hermano, que puede contar conmigo, esto es lo máximo. Dos curvas más y estoy en su casa. Voy a llamarla por el interfono y mientras estoy a punto de hacerlo me acuerdo de que tiene móvil. Le hago una llamada perdida para avisarla. ¿Lo habrá entendido? Ante la duda, espero un momento. Antes o después, bajará. Antes o después. Las mujeres y sus preparativos. Quizá sea mejor llamarla por el interfono. Espero un minuto. Me concedo otro minuto para esperarla. Enciendo un cigarrillo. Eso, acabaré de fumarme el cigarrillo y después la llamaré. Calle tranquila. Miro a mi alrededor. Algún coche que pasa al fondo. Uno que frena de golpe porque otro se ha hecho el prepotente no dejándolo pasar. Pero después este último vuelve a ponerse en marcha y todo fluye, tranquilo, extraviado en esa gran ciudad. ¡Qué pesadez! Qué reflexiones del carajo. ¿Adónde la llevo esta noche? Qué raro, he pensado en todo menos en esto. ¿Adónde la llevo? Eso era algo en lo que había que pensar. Tengo una idea, pero después me preocupo. Me preocupo por lo que estoy pensando. ¿Yo preocupándome de dónde llevarla a cenar? ¿No me estaré preocupando demasiado? Cuando sales con una chica, si organizas la velada, es ahí donde la cagas.
¡Y la cagas a lo grande, eh! No puede ser. Hace falta desenvoltura, improvisación, que pase lo que tenga que pasar. Después, repentinamente se me ocurre algo. Joder, me gusta la idea. Otra calada y luego la llamo. Pero en ese momento se abre la verja. Un ruido, un ruido de cerraduras. Al fondo, el portón se abre lentamente. La luz se filtra desde el vestíbulo, levemente anaranjada. Ilumina las hojas del jardín, los escalones lejanos, los ciclomotores aparcados. Luego sale una señora mayor. Camina lenta, sonriente, con las piernas ligeramente combadas bajo el peso de los años. Después, justo después, ella. Ella, que la ha dejado pasar, ella, que aún le sostiene la verja, ella, que la ayuda a salir, que le habla sonriendo, que asiente ante alguna pregunta ocasional, ella, amable, ella, guapa, ella, sonriente… Ella. La señora pasa frente a mí y, aunque no la conozco, me suelta un «Buenas noches».
Me sonríe, como si me conociera de siempre.
—Buenas noches. —Y se aleja dejándome solo con Gin.
Lleva el pelo recogido, una chaqueta corta de piel con cremalleras y correas, un divertido cinturón azul 55 DSL, pantalones oscuros con la cintura baja, de cinco bolsillos y costuras marcadas. Un bolso grande de tela Fake London Genius. Tiene estilo. Y para tenerlo no ha gastado nada. Es increíble cómo te fijas en todos los detalles cuando te gusta alguien. Tiene una cara divertida. Pero ¿qué digo? Guapa.
—¿Y la moto? ¿No has venido en moto?
—No.
—Y yo que me he vestido así. —Hace una especie de pirueta—. ¿No me parezco un poco al «Salvaje». Marlon Brando?
Sonrío.
—Más o menos.
—Pero entonces, ¿cómo has venido?
—Con este coche, he pensado que estarías más cómoda.
—¡Un Audi A4! ¿Y a quién se lo has robado?
—Oye, me infravaloras, es mío.
—Sí, y yo soy Julia Roberts.
—Depende de la película. Imagino que Pretty Woman.
—Bah…
Gin va hacia la portezuela y me da al vuelo un puñetazo en el hombro.
—Ay.
—Empezamos mal. Esa broma no me ha gustado.
—No, Pretty Woman en el sentido de que persigue un sueño.
—¿Y?
—Pues que has encontrado tu sueño…
—¿Un Audi A4?
—No, yo.
Sonrío, entramos en el coche y arranco derrapando.
—Más que un sueño, esto me parece una pesadilla. Vamos, di la verdad, ¿a quién se lo has robado?
—A mi hermano.
—Eso, así me gusta, siempre será una mentira, pero al menos es más creíble.
Acelero ligeramente y nos perdemos en la noche. Y pienso en la copia de las llaves comprada a aquel tipo en el bar de los Sorci Verdi, en corso Francia, el que tiene copias de todas las llaves de todos los coches posibles e imaginables. Pienso en Pollo y en la primera vez que me llevó, pienso en las bromas que hacíamos, pienso en mi hermano preocupado por su coche robado, pienso en la velada, pienso en mi idea y pienso en mi pasado. Un pensamiento cualquiera veloz, más fuerte que los otros. Paso delante de la Assunzione. Quiero distraerme. Me vuelvo hacia Gin. Ha puesto la radio, canturrea una canción y ha encendido un cigarrillo. Después me mira y sonríe.
—Entonces, ¿adónde vamos?
—Es una sorpresa.
—Era lo que esperaba que dijeras.
Me sonríe e inclina hacia un lado la cabeza, se suelta el pelo. Y en ese momento entiendo que la verdadera sorpresa es ella.