10 de octubre
¡Vaya, el primer programa ha ido de maravilla! Yo, Gin, no he fallado en nada. Faltaría más. Tenía una única entrada al final del programa en la que debía llevar simplemente un sobre con el nombre del ganador. ¿Cómo podía equivocarme? Bueno, podía tropezar. En cambio, Ele ha estado genial. Tenía que entrar a mitad de programa para dar el sobre con la clasificación provisional. Ha entrado, ha llegado hasta el presentador en el momento adecuado y se ha colocado en el sitio adecuado, sólo que… ¡se ha olvidado de llevar el sobre! ¡Genial! ¡Pero qué digo, más que genial! Ele es siempre Ele. Pero todos se han reído, el presentador ha hecho una broma (aunque no debía de ser muy buena, ya que ahora no la recuerdo). ¡Y Ele les ha caído bien en seguida a todos! Al final, en lugar de enfadarse con ella, la han aplaudido y se han reído. ¡Alguien incluso ha dicho que lo ha hecho adrede! Ele…, imagínate. El mundo del espectáculo… Quiere ver a la fuerza algo malo. Como dijo mi tío Ardisio cuando supo que trabajaba en esto: «Cuidado, sobrinita, que allí el más limpio tiene sarna». Tal vez sea verdad. De todos modos, Step se perfuma siempre…
5 de noviembre
¡Ahora ya soy una más! Me han hecho hacer de una de las chicas adjuntas al ballet. De locos… ¡Y hasta seguía el ritmo en los ensayos! Mañana tenemos programa, habrá que ver cómo lo hago. Me han dicho que el peso del directo es otra cosa. «¡Ahí te equivocas con más facilidad y tu error llega directamente a las casas de los espectadores!». ¡Socorro! No quiero ni pensarlo. Hasta me verá mi madre. No se pierde ni uno. Lo ve hasta el final y siempre consigue verme, la otra vez me dijo: «¡Esta noche te he visto!». «Te equivocas, mamá, hoy no he salido». «¡Cómo que no! Has entrado al final para los saludos… Eras la última de la derecha, al final del escenario…». ¡Mi madre! No se le escapa nada. Bueno, casi nada.
6 de noviembre
¡Perfecta! El coreógrafo me ha dicho: «¡Perfecta!». He levantado la ceja y le he dicho: «¿Quién, la que está delante de mí?». Carlo, el coreógrafo, se ha echado entonces a reír como un loco. «Eres muy simpática», me ha dicho. Pero no se ha parado allí. Me ha pedido mi número de teléfono. «Vamos, así te llamo para ensayar. Puedes mejorar si vienes a los ensayos con las demás…». ¡Perfecto, me gusta bailar! Habría sido todo perfecto si precisamente mientras Carlo apuntaba mi número de teléfono en su móvil no hubiera pasado Step por allí. Step y su don de la oportunidad. Perfecto, él también. Sólo que se ha puesto como una furia. Step, celoso. ¿Cómo tengo que interpretarlo? Ele dice que Step es fantástico, maravilloso. ¡Es verdad, con ella! No sólo eso, sino que Ele dice que Marcantonio está obsesionado con eso de la pareja abierta.
Step, en cambio…, ¡con la pareja blindada! ¿Es que no puede haber un término medio?
Por suerte, sobre su don de la oportunidad hemos hecho las paces. Último piso de mi edificio, la mejor manera de hacer las paces…, y de mejorar…, como dice Step. Por suerte, allí no llega el ascensor y tampoco creo que a las dos de la madrugada alguien decida tender ropa en la azotea. Esta vez mi hermano no ha aparecido. Ah, y tampoco la señora del baño del cine. «Bueno —ha dicho Step—, buenas noches, mi colección de denuncias tendrá que esperar…». ¡Pero si seguimos así, antes o después la acabará de verdad!
10 de diciembre
¡Uff! ¡Pero por qué siempre acaba así! ¿No puede haber una relación serena y tranquila y, sobre todo, profesional entre un hombre y una mujer que trabajan juntos? Evidentemente, no. Carlo, el coreógrafo, me ha tirado los tejos. Y a lo bestia. Ha ido a saco: me ha rozado una teta. Pensaba que me sobrevendría un escalofrío sensual, pero en cambio se ha ganado un empujón, y de los fuertes. Se ha dado contra la barra del espejo y se ha quedado doblado en dos. Quizá me he pasado. No, no me he pasado, ni mucho menos. Sólo que me ha dicho que no vuelva a la sala de ensayos. «A menos que…», ha añadido. ¿A menos que qué…? ¿Te das cuenta? ¿A menos que qué? ¡Bah! Le hubiera tenido que contestar: «¡Sí, a menos que me presente con Step!». Entonces no se llevaría sólo un empujón… Lo he decidido. No le diré nada de Carlo a Step. Para su colección no sirven las repeticiones.
20 de diciembre
No lo puedo creer. Está siempre distraído sobre todo y sobre todos por lo que respecta al trabajo y, en cambio, en esto Step se ha fijado. «¿Cómo es que no estás en el ballet?». «Bueno —le he dicho—, Carlo ha querido probar a alguna otra chica…». No se lo ha creído. Y no ha parado ni un segundo de insistir hasta el final de los ensayos. Preocupante, la verdad.
«Sí, y mira a quién ha elegido Carlo. ¡A Arianna, la más fácil de todas!». «¿Y tú qué sabes?», hubiera querido contestarle, pero he pensado que era mejor no levantar más sospechas. Pero me ha acribillado a preguntas: «Pero ¿cómo puede ser? Si te gustaba mucho bailar… Pero si ya no os saludáis, pero si en el programa no te habías equivocado nunca… ¿No será que te ha tirado los tejos?». Ante esta última pregunta he tenido una reacción imprevista. No hubiera querido que Step la notara. Al final, me ha dicho: «¡Está bien, basta!». Menos mal, he pensado. Y me estaba relajando cuando ha añadido: «Se lo preguntaré directamente a él… Algo más sabrá decir, ¿no?». «Haz lo que quieras», le he dicho… No podía más. Y después he pensado: no sé qué dirá Carlo y, sinceramente, no me importa. Una cosa es segura: si habla, echará de menos mi empujón.
24 de diciembre
Hemos ensayado hasta las seis y después todos a casa para celebrar la… ¡Navidad! Carlo está aún entero, o sea, que no ha hablado. Lo más extraño es que ahora me saluda muy simpático. Bah…, los milagros de Step. Quizá. De todos modos, mejor no indagar. Step y yo hemos tenido una idea estupenda: primero cada uno en casa de sus padres para la gran cena y luego, después de medianoche, todos a casa de Step, o mejor dicho, de su hermano, para abrir los regalos. ¡Vendrán también Ele y Marcantonio, que extrañamente aún siguen juntos! Extrañamente para Ele, a quien conozco bien, y extrañamente para Marcantonio, a quien conozco poco. Bah, de todos modos, no creía que duraran tanto. ¡Bueno!, quizá han llevado a la práctica el esquema de la pareja abierta… ¡Bah! Pues mejor para ellos. Releo ahora lo que he escrito y veo que está lleno de «bah»… ¿Me habré vuelto insegura? ¡Bueno, quizá, bah! De algo estoy segura: en la vida es mejor no tener demasiadas certezas. Por ahora funciona… con Step. ¡Y funciona de maravilla!
25 de diciembre
Me he despertado a mediodía y he preparado un desayuno fantástico, ¡panetone y capuchino! ¡Vaya! ¡Soy muy feliz! Un montón de gente dice que las fiestas de Navidad entristecen…, pero a mí, en cambio, me chiflan. El árbol con las lucecitas, el pesebre, la cena juntos, llena de cosas ricas… Claro que se gana algún que otro kilo, pero ¿dónde está la tristeza? Después los pierdes. Un poco de movimiento y los pierdes. Y con Step tienes ganas de perder kilos, pero ¿cuándo engordas? ¡Qué broma tan mala! Esperemos que nadie encuentre este diario. De todos modos, si por casualidad tú, que ahora lo has cogido, lo estás leyendo, que sepas que ¡te estás equivocando! ¡¿Lo has entendido, maldito/a ladrón/a, curioso/a?! De todos modos, no quiero ni pensarlo. ¡Ayer fue todo precioso, demasiado! A las doce y media estábamos todos en casa del hermano de Step. Paolo, su hermano, no estaba. Se había ido a celebrar la Navidad con su novia, una tal Fabiola. O sea que estábamos solos. ¡Fue precioso! Marcantonio trajo un CD maravilloso. «Café del Mar», o algo parecido, y lo puso. Atmósfera perfecta, sugerente pero no demasiado, me atrevería a decir que suave. ¡Y atrévete, Gin, atrévete! Ron, aguardiente, champán… Había de todo. ¡Di dos sorbos al ron de Step y ya estaba borracha! Jugamos a la botella para ver quién era el primero en abrir los regalos. Salió Marcantonio, o sea, que les tocó a ellos. Sólo que Marcantonio aprovechó el juego de la botella y «memorioso» como dijo él, «de los viejos tiempos», cuando sólo gracias a esa botella se superaba nuestra timidez…, se lanzó sobre Ele, agarrado tipo pulpo. La besó chupeteándola toda y Ele se reía y se reía… ¡Están estupendamente! ¡Realmente bien! Me alegro mucho por Ele. Y además, qué bonitos regalos, preciosos. Ele, siempre exagerada, le regaló un programa de diseño gráfico muy especial que acaba de llegar de Estados Unidos y que le costó un riñón (eso lo dijo Step, que lo había usado cuando estaba fuera). Al verlo, Marcantonio literalmente enloqueció, la abrazó y empezó a gritar: «¡Eres la mujer de mi vida, eres tú!». Pero Ele, en lugar de alegrarse, se enfadó y le dijo: «¡O sea, que tu amor se puede comprar…, basta un programa de diseño gráfico!». «¡Eh, no! —contestó Marcantonio—. No es un programa de diseño gráfico…, ¡es un Trambert XD americano!». Como respuesta, ella le saltó encima, cayeron en el sofá y empezaron a pelearse. Después Marcantonio la detuvo y le dijo: «No hagas eso. Tienes que ser más simpática, más amable, más servicial, te pega más, te hace más guapa. Eso, así estás más guapa, o sea, que eres aún más guapa…». En resumen, la aturulló de tal manera ¡que al final a Ele hasta le gustó el regalo! ¡Y qué regalo! ¡Un traje de geisha! De seda azul marino, precioso, con la chaqueta estilo coreano, muy elegante. Ele se apoyó la chaqueta encima del pecho y se miró al espejo. Se le pusieron los ojos brillantes y me dijo despacio: «Era mi sueño». Su sueño. Ser una geisha… ¡Madre mía! Volvieron las dudas, pero pasaron en un instante. Entre otras cosas porque me tocaba a mí. Abrí el regalo que me había hecho Step. «¡No! No me lo puedo creer, no tengo palabras». «¿Qué pasa?, ¿no te ha gustado?», dijo él. Yo lo miré y sonreí. «Abre el tuyo…». Step empezó a abrir el paquete pero mientras tanto seguía: «Se puede cambiar… Si no te va, se cambia, ¿eh? ¿O no te gusta el color?». «Ábrelo, venga», le dije. «¡No! —Exclamó él entonces—. ¡No me lo puedo creer!». Me copió la frase y no sólo eso. Nos regalamos dos chaquetas Napapijri azul marino, idénticas, totalmente idénticas… Madre mía, no tenía palabras. «¡Es fantástico, Step! ¡A esto se le llama simbiosis! ¿Te das cuenta?, hemos tenido la misma idea. ¿O, como de costumbre, me has seguido?». «Pero ¿qué dices?». ¡Me reí un montón! ¡No quería parecer celoso delante de su colega Marcantonio! Como si Ele no le contara a Marcantonio todo lo que yo le cuento a ella. O sea que… moraleja, ¡todos lo sabemos todo de todos! Pero ¿qué importa? ¡Nos queremos! ¡Eso es lo que importa! El cierre de la velada fue precioso. Música, turrón, charlas…, y después Ele y Marcantonio se marcharon. Me quito las botas, me tumbo en el sofá, me apoyo en Step y meto los pies debajo de un cojín, buscando el calor. Posición de sueño. Hablamos un montón. O mejor dicho, yo hablo un montón. Le hablo de los pendientes que me han regalado mis padres, del regalo de tío Ardisio, del de las tías, del de la abuela… Después, cuando le pregunto a él cómo ha ido, noto que se pone tenso. Insisto y al final, con esfuerzo, descubro que él y Paolo han cenado con su padre y con su nueva novia. Step me cuenta que su hermano le ha regalado unos zapatos negros, muy bonitos, y su padre un pullóver verde, el único color que no soporta (¡bueno es saberlo! ¡Menos mal! Había una chaqueta verde Napapijri… ¡Pero a mí el verde tampoco me gusta! ¡Uf! Ha salido bien… Suerte simbiótica). Step me subraya que la tarjeta del regalo de su padre se la ha hecho firmar también a su nueva novia. Intento justificarlo, pero él no tiene dudas: «Si ni siquiera la conozco. ¿Tú querrías un regalo de alguien que no conoces?». Desde ese punto de vista, tiene parte de razón. Después, que absurdo (después de mi larga insistencia), me dice que ha recibido también un regalo de su madre pero que no lo ha abierto. Y con mi broma: «Bueno, a tu madre sí la conoces, ¿no?», creo que he metido la pata. «Pensaba que la conocía». Dios mío, le he estropeado la Navidad. Por suerte lo recupero. Con dulzura, con tranquilidad, con pasión, con el tiempo… Hemos oído incluso a Paolo que entraba. Es verdad que hacerlo en Navidad va un poco contra mis principios, pero me sentía culpable. Bueno, es una pequeña justificación. Digamos que ha entrado en juego otro aspecto, además del de ser cristiana. Aunque esperemos que no haya entrado en juego nada más. Entre otras cosas, porque un nacimiento… ¡precisamente en Navidad! Bueno, sería lo máximo. Nos hemos reído sobre esto con Step. Por suerte él estaba tranquilo, aunque ha bromeado sobre la elección del nombre. ¡Fácil! Jesús o Virgen, depende de si es chico o chica. Blasfemo… ¡Mejor dicho, desagradable! «Eres tan irreverente como Madonna», le he contestado. De cualquier modo, el regalo de su madre no lo ha abierto.