El comportamiento hosco y huraño de Declan, mientras recorrían las tierras de los O’Callahan intentando ayudar a sus gentes, no pasó desapercibido para ninguno de sus hombres. Pero quien de verdad se dio cuenta de todo lo ocurrido fue su buen amigo Alaisthar.
—No entiendo quién ha podido hacer esto —dijo Alaisthar, sentado junto a Declan sobre un árbol caído mientras comían un poco de carne seca y pan.
—Los problemas con la Corona aumentan y el salvajismo y el hambre desencadenarán más asaltos como éste —asintió distraído Declan. Realmente sus pensamientos estaban ocupados por aquella loca de Cindy, que en esos momentos deambulaba con el mujeriego de Kenneth Stuart.
Alaisthar, al verle tan pensativo, miró a su alrededor y cuando observó que no había nadie cerca que pudiera escucharles se decidió a abordar al líder.
—Declan, sabes que no suelo hablar contigo sobre este tipo de cosas, pero me has hecho pensar.
Al escuchar aquello, su amigo le miró con el desconcierto reflejado en el rostro.
—¿Qué es lo que te ha hecho pensar?
—Que te agrada esa muchacha llamada Cindy y no te ha gustado que Kenneth y sus hombres se quedaran con ella. Y antes de que digas nada, te confesaré que, particularmente a mí, no me hace ninguna gracia que mi pequeña Paris esté con esos highlander durante mi ausencia.
Aquel comentario hizo sonreír a Declan, que propinó un amistoso golpe en la pierna a su compañero.
—¿Tu pequeña Paris?
—Sí, mi niña, como me gusta llamarla —rió al recordar su tono dulzón—. No sé qué me pasa con esa mujer, pero desde el primer día el corazón se me precipita al pensar en ella.
—Vaya Alaisthar, sólo te había visto así cuando te enamoraste de Erin…
—Lo de Erin es agua pasada —aclaró con decisión—. Cuando se casó con Thomas me olvidé de ella, y aunque no te niego que cuando enviudó nos reencontramos en más de una ocasión, ambos sabemos que lo que hubo en su momento murió.
—¿Por eso se marchó a las tierras de los McKenna?
—Sí. Mantuvimos una larga conversación tras la que le quedó muy claro que yo no iba a pedirle que se casara conmigo, así que decidió marcharse. Pero ahora que ha aparecido Paris, con sus excentricidades y su divertida manera de ver las cosas, empiezo a plantearme el futuro.
Sorprendido por lo que aquellas palabras querían expresar, Declan miró a su amigo y preguntó.
—¿Qué te ha contado Paris de su pasado? ¿Te ha dicho de donde vienen ella y sus dos amigas?
—No. Nunca le he preguntado ni ella me ha contado.
Al pensar en las curiosas cosas que Cindy le había ido relatado, y sobre todo en los detalles que él descubría día a día, Declan empezó a explicarle, con una sonrisa en los labios, la descabellada historia que la muchacha le había ido descubriendo. Alaisthar, sorprendido por aquella locura, primero se quedó mudo, luego se extrañó y, finalmente, se rió con Declan a consecuencia de los comentarios de ambos.
—¿Del siglo XXI?
—Eso dice Cindy. Según ella están aquí porque pidió unos deseos a una bruja, pero si te soy sincero no creo nada de lo que cuenta.
—La verdad es que a veces Paris me sorprende con cosas extrañas. Su manera de hablar directa y sin miedo, su forma de sorprenderse ante cualquier cosa… Tal vez sea eso lo que ha provocado que me fijara más en ella. —Miró a su amigo que asintió, cabizbajo—. Es eso lo que te ocurre a ti con Cindy, ¿verdad?
—Sí. Me atrae poderosamente, en especial porque a veces no sé por qué, pero la creo. Al principio, cuando me contó todo lo que te acabo de referir, me reí y pensé que estaba bebida pero, luego, pequeños detalles, palabras, situaciones, momentos… hacen que me plantee si no estará diciendo la verdad.
—Le preguntaré a Paris. A ver qué dice ella y luego te lo cuento.
—Te lo agradeceré. Me gustaría saber qué explicación te da al hecho de haber aparecido junto a Edel.
—Deduzco por tu curiosidad que te encuentras en la misma tesitura que yo con Paris ¿verdad?
Declan soltó una risotada y se levantó.
—Deduces bien, amigo, deduces muy bien.
Minutos después, a lomos de sus poderosos corceles, Declan Carmichael y Alaisthar Sutherland continuaron su camino sin dejar de pensar en sus enamoradas y torturándose con qué estarían haciendo.