25 de octubre[276]. —¡Cómo echo de menos mi fonógrafo! Llevar mi diario por escrito —y a pluma nada menos— me resulta francamente fastidioso, pero Van Helsing dice que debo hacerlo. La llegada de Godalming con su telegrama de Lloyd’s nos ha llenado a todos de una frenética excitación. Ahora sé lo que sienten los hombres en el campo de batalla cuando oyen la orden de entrar en acción. La señora Harker ha sido la única de nuestro grupo que no ha mostrado ningún signo de emoción. Por otra parte, no es de extrañar, pues hemos puesto especial cuidado en no decirle nada al respecto, y todos intentamos disimular nuestro nerviosismo cuando nos hallamos en su presencia. Antiguamente estoy seguro de que se habría dado cuenta, sin importar cuánto nos hubiéramos esforzado por ocultarlo; pero en este sentido ha cambiado mucho durante las tres últimas semanas. Su letargo es cada vez mayor, y aunque parece fuerte y saludable, y sigue recuperando color, a Van Helsing y a mí no nos convence. Hablamos de ella a menudo; de todos modos, no le hemos dicho ni una sola palabra a los demás. Ya sólo saber que tenemos sospechas acerca de este asunto bastaría para romperle el corazón al pobre Harker, eso por no hablar de sus nervios. Según él mismo me ha contado, Van Helsing le examina los dientes concienzudamente cada vez que ella está sumida en su condición hipnótica, pues dice que mientras no empiecen a afilarse no existe peligro real de cambio. ¡Pero si este cambio se produjera sería necesario tomar medidas! Ambos sabemos cuáles son esas medidas, pero ninguno le menciona al otro sus pensamientos. En cualquier caso, ninguno de nosotros deberá retroceder ante semejante tarea… por muy horrible que resulte de contemplar. ¡«Eutanasia» es una palabra excelente y reconfortante! Le estoy muy agradecido a quien fuese que la inventara.
De los Dardanelos a Varna sólo hay veinticuatro horas de navegación, al ritmo al que ha ido avanzando el Zarina Catalina desde que salió de Londres. Por lo tanto, debería llegar aquí en algún momento de la mañana; como es imposible que llegue antes, hoy nos vamos a retirar pronto. Nos levantaremos a la una en punto, para estar listos.
25 de octubre, mediodía. —Aún no hemos tenido noticias de la llegada del barco. Esta mañana, el informe hipnótico de la señora Harker fue el mismo de siempre, de modo que es posible que sepamos algo de un momento a otro. Una excitación febril se ha apoderado de todos nosotros, excepto de Harker, al que se le ve muy calmado; tiene las manos frías como el hielo, y hace una hora le he encontrado afilando su gran machete gurka que ahora siempre le acompaña. ¡No le auguro un buen resultado al Conde si alguna vez el filo de ese kukri llega a tocar su garganta, guiado por esa mano implacable y fría como el hielo!
Hoy la señora Harker nos ha tenido preocupados a Van Helsing y a mí. A eso del mediodía entró en una especie de letargo que no nos gustó nada; aunque no se lo comentamos a los otros, no nos hizo la menor gracia a ninguno de los dos. Como se había mostrado inquieta durante toda la mañana, en un principio nos alegró saber que estaba durmiendo. Cuando, en cualquier caso, su marido ha mencionado casualmente que dormía tan profundamente que no había podido despertarla, hemos ido a su habitación a comprobarlo por nosotros mismos. Respiraba con normalidad y tenía un aspecto tan bueno y apacible que a ambos nos ha parecido que dormir era lo que más le convenía. Pobre muchacha… tiene tantas cosas que olvidar que no es de extrañar que el sueño, si trae consigo el olvido, le sea beneficioso.
Más tarde. —Nuestra opinión estaba justificada, pues cuando despertó algunas horas más tarde de un sueño reparador, pareció más animada y más radiante de lo que lo ha estado estos últimos días. Al ponerse el sol nos proporcionó el mismo informe hipnótico de siempre. Cualquiera que sea el punto del Mar Negro en el que se encuentre ahora, el Conde sigue apresurándose hacia su destino. ¡Hacia su destrucción, confío!
26 de octubre. —Otro día sin noticias del Zarina Catalina. A estas alturas ya debería haber llegado. Sabemos que sigue navegando por alguna parte, ya que esta mañana el informe hipnótico de la señora Harker ha vuelto a ser el mismo. Es posible que se hayan visto ocasionalmente retenidos por la niebla; algunos de los vapores que llegaron anoche avisaron de que se habían levantado varios bancos de niebla tanto al norte como al sur del puerto. Debemos permanecer vigilantes, pues el barco podría ser avistado en cualquier momento.
27 de octubre, mediodía. —Es muy extraño; aún no hemos tenido noticias del barco que esperamos. Las palabras de la señora Harker, tanto anoche como esta mañana, han vuelto a ser las habituales: «Chapaleo de olas y agua deslizándose por los costados», aunque añadió que «las olas eran muy débiles». Los telegramas de Londres también dicen lo mismo: «Sin novedad». Van Helsing está terriblemente preocupado, y me acaba de confesar que teme que el Conde se nos esté escapando. Luego ha añadido significativamente:
—No me gusta ese letargo de madam Mina. Las almas y los recuerdos pueden hacer cosas extrañas cuando están en trance.
Estaba a punto de pedirle que se explicara cuando Harker ha entrado en la habitación, y el profesor me ha hecho un gesto de advertencia. Esta noche, con la puesta de sol, intentaremos que sea más explícita durante su estado hipnótico.
Telegrama, 28 de octubre
Rufus Smith, Lloyd's, Londres, para Lord Godalming, a la atención del vicecónsul de S.M. B., Varna
«Zarina Catalina envía comunicación de entrada en Galatz[277] a la una en punto de hoy».