DIARIO DE JONATHAN HARKER

15 de octubre. Varna. —Salimos de Charing Cross[273] el día 12 por la mañana. Llegamos a París esa misma noche, y ocupamos las plazas que teníamos reservadas en el Orient Express[274]. Hemos viajado incansablemente, hasta llegar hoy aquí a eso de las cinco. Lord Godalming ha ido al Consulado a preguntar si había llegado algún telegrama para él. Mientras, los demás hemos venido a este hotel: el Odessus. Quizá en el transcurso del viaje se hayan producido algunos incidentes; sin embargo, yo estaba demasiado ansioso por seguir adelante como para preocuparme por ellos. Mientras el Zarina Catalina no llegue a puerto, ninguna otra cosa en el mundo tendrá interés para mí. ¡Gracias a Dios, Mina está bien! Y parece que va recuperando fuerzas; le está volviendo el color. Duerme mucho; se ha pasado casi todo el viaje durmiendo. En cualquier caso, poco antes del amanecer y de la puesta de sol, siempre está muy despierta y alerta; y ya se ha convertido en una costumbre de Van Helsing hipnotizarla en tales momentos. Al principio, le costaba algún esfuerzo, y tenía que hacer muchos pases con las manos; pero ahora Mina parece ceder de inmediato, quizá porque ya está habituada, y el profesor apenas si necesita de algún gesto. En esos momentos concretos, parece ejercer cierto poder sobre los pensamientos de ella simplemente con desearlo. Van Helsing siempre le pregunta qué ve y qué oye.

—Nada; todo está oscuro —responde ella a la primera pregunta.

En cuanto a la segunda:

—Puedo oír el chapaleo de las olas contra el barco, y el agua deslizándose con rapidez por los costados. El velamen y las jarcias se tensan, y los mástiles y los maderos crujen. El viento sopla con fuerza… puedo oírlo gemir en los obenques, y la proa arroja espuma.

Resulta evidente, por tanto, que el Zarina Catalina sigue en alta mar, apresurándose rumbo a Varna. Lord Godalming acaba de regresar. Ha recibido cuatro telegramas, uno por cada día desde nuestra partida, y todos al mismo efecto: que en Lloyd’s no han tenido noticias del Zarina Catalina desde que inició su travesía. Antes de salir de Londres, Lord Godalming dejó instrucciones a su agente para que le enviara cada día un telegrama comunicándole si el barco había informado debidamente a la aseguradora sobre su paradero. Sus órdenes fueron que debería recibir un mensaje aunque no hubiera habido noticias, de modo que pudiera estar seguro de que al otro extremo del telégrafo se mantiene una vigilancia constante.

Hemos cenado y nos hemos retirado temprano a la cama. Mañana tenemos que ver al vicecónsul para tratar de obtener, si fuera posible, una autorización que nos permita subir a bordo del barco tan pronto como llegue a puerto. Van Helsing dice que si queremos tener alguna oportunidad debemos subir a bordo entre el amanecer y el ocaso. El Conde no puede cruzar aguas vivas de motu proprio, ni siquiera transformándose en murciélago, de modo que no podrá abandonar el barco. Como no le será posible adoptar su forma de hombre sin levantar sospechas —algo que evidentemente desea evitar— tendrá que permanecer en la caja. Por lo tanto, si conseguimos subir a bordo después del amanecer, estará a nuestra merced; pues podremos abrir la caja y disponer de él, tal y como hicimos con la pobre Lucy, antes de que despierte. No será mucha la piedad que encuentre en nosotros. No creemos que los aduaneros y marineros nos presenten dificultades. ¡Gracias a Dios, en este país los sobornos sirven para conseguir cualquier cosa, y estamos bien provistos de dinero! Sólo tenemos que asegurarnos de que el barco no pueda entrar en el puerto entre la puesta de sol y el amanecer sin que estemos sobre aviso, y entonces todo irá bien. ¡Imagino que Don Dinero podrá resolver también este caso!

16 de octubre. —La información de Mina sigue siendo la misma: olas chapaleando y aguas deslizándose rápidamente, oscuridad y viento favorable. Evidentemente, hemos llegado aquí con una buena ventaja, y cuando tengamos noticias del Zarina Catalina estaremos preparados. Sin duda recibiremos algún informe cuando pase los Dardanelos.

* * *

17 de octubre. —Creo que ahora ya lo tenemos todo preparado para darle una bienvenida adecuada al Conde tras su largo viaje. Antes de salir de Londres, Godalming se puso en contacto con la compañía naviera, afirmando que sospechaba que la caja que iba a bordo podía contener ciertos objetos robados a un amigo suyo, y obtuvo permiso para abrirla, siempre y cuando fuese bajo su entera responsabilidad. El armador le entregó un papel destinado al capitán, en el que le solicitaba que le diera todas las facilidades para hacer cuanto desee a bordo del barco, y también una autorización similar para su agente en Varna. Ya hemos hablado con dicho agente —que ha quedado muy impresionado con la cordialidad que le ha brindado Godalming—, y estamos convencidos de que hará todo cuanto esté en su poder para satisfacer nuestros deseos. También hemos ultimado lo que haremos en caso de que consigamos abrir la caja. Si el Conde está allí, Van Helsing y Seward le cortarán la cabeza de inmediato y atravesarán su corazón con una estaca. Morris, Godalming y yo impediremos cualquier tipo de interferencia, recurriendo, de ser necesario, incluso a las armas que llevaremos con este propósito. El profesor dice que si conseguimos tratar de tal modo el cuerpo del Conde, pronto se convertirá en polvo. De ser esto cierto, no habría ninguna prueba contra nosotros en caso de que surgiera una sospecha de asesinato. Pero aunque no fuera así, asumiremos plenamente la responsabilidad de nuestro acto, y quizá algún día este mismo escrito sea la prueba que se interponga entre nosotros y una soga. En lo que a mí respecta, con sumo gusto correría el riesgo si se me presentara. Tenemos la intención de no dejar piedra sin remover con tal de llevar a cabo nuestro propósito. Hemos llegado a un acuerdo con ciertos oficiales aduaneros para que, tan pronto como el Zarina Catalina sea avistado, seamos avisados mediante mensajero.

24 de octubre. —Una semana entera esperando. Godalming recibe telegramas diarios, pero siempre la misma historia: «Aún sin noticias». La respuesta hipnótica de Mina tampoco varía: «Chapaleo de olas, agua deslizándose, crujido de mástiles».

Telegrama, 24 de octubre

Rufus Smith, Lloyd’s, Londres, para Lord Godalming, a la atención del vicecónsul de S. M. B.[275], Varna

«Zarina Catalina envió comunicación esta mañana desde Dardanelos».