Capítulo XIV

DIARIO DE MINA HARKER

23 de septiembre. —Jonathan ha pasado una mala noche, pero ahora está mejor. Me alegra que tenga mucho trabajo que hacer, pues eso mantiene su mente alejada de pensamientos terribles. Y… ¡oh!, cómo me alegra que ya no se vea abrumado por las responsabilidades de su nueva posición. Sabía que sería fiel a sí mismo, y ahora me siento muy orgullosa de ver a mi Jonathan elevarse a la altura de su posición, haciéndose cargo de todos los deberes que recaen sobre él. Estará fuera de casa hasta tarde, pues dijo que no podría venir a comer. Yo ya he terminado mis tareas domésticas, de modo que voy a coger su diario del extranjero y voy a encerrarme arriba en mi habitación a leerlo…

24 de septiembre. —El terrible diario de Jonathan me alteró tanto que anoche no tuve ánimos para escribir. ¡Pobrecito mío! Sea cierto, o sólo fruto de su imaginación, ¡cómo debe de haber sufrido! Me pregunto si habrá algo de verdad en todo ello. ¿Padeció fiebre cerebral y a continuación escribió esas cosas terribles; o existió algún motivo para todo ello? Supongo que nunca lo sabré, pues no me atrevo a mencionarle el tema… ¡Y, sin embargo, ese hombre que vimos ayer! Parecía estar muy seguro de que era el mismo… ¡Pobre Jonathan! Supongo que fue el funeral lo que le alteró, e hizo retroceder su mente hasta ciertos pensamientos… Él está convencido de todo. Recuerdo cómo el día de nuestra boda me dijo: «A menos que algún deber solemne me imponga regresar a las horas amargas, en el sueño o la vigilia, loco o cuerdo». Un hilo de continuidad parece recorrer toda su historia… Aquel terrible Conde pensaba venir a Londres, con sus millones de habitantes… Podría existir un deber solemne; y si surge, no debemos arredrarnos ante él… Yo estaré preparada. Voy ahora mismo a por mi máquina de escribir, y voy a empezar a transcribir. Entonces estaremos preparados para mostrárselo a otros ojos, si hiciera falta. Y si fuera necesario, y yo estoy preparada, entonces quizá el pobre Jonathan no sufrirá alteraciones, pues podré hablar en su nombre, y nunca le permitiré que se sienta turbado o preocupado por ello. Si alguna vez Jonathan supera su crisis nerviosa quizá quiera contármelo todo, y yo podré hacerle preguntas y averiguar cosas para encontrar el modo de consolarle.