Capítulo XI

DIARIO DE LUCY WESTENRA

12 de septiembre. —¡Qué buenos son todos conmigo! Quiero mucho al adorable doctor Van Helsing. Me pregunto por qué le preocuparán tanto estas flores. Realmente me ha asustado, ha sido tan fiero… Y, sin embargo, debe de tener razón, pues de algún modo me proporcionan consuelo, no temo quedarme sola esta noche y ya no tengo miedo a quedarme dormida. No prestaré atención a los aleteos contra la ventana. ¡Oh, qué terrible lucha he librado últimamente contra el sueño! ¡Y la angustia provocada por la falta de sueño, o por el miedo a dormir, con semejantes e ignotos horrores como los que tiene para mí el sueño! Qué afortunadas son algunas personas, cuyas vidas no conocen el temor, ni el horror; para las que el reposo es una bendición que llega cada noche, cargado únicamente de dulces sueños. Bueno, pues esta noche espero a que llegue el sueño, yaciendo, como Ofelia en la obra, entre «guirnaldas de virgen y flores de doncella»[145]. Antes nunca me había gustado el ajo, ¡pero esta noche me resulta delicioso! Su aroma me ha traído paz; y ya siento al sueño acercándose. Buenas noches a todos[146].