DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

17de septiembre. —Después de comer, me encontraba en mi estudio poniendo en orden mis informes —que, debido a la urgencia de otros trabajos y a mis numerosas visitas a Lucy, habían quedado lamentablemente atrasados—, cuando de repente la puerta se ha abierto de par en par y mi paciente se ha abalanzado al interior con el rostro deformado por la ira. Me he quedado estupefacto, pues que un paciente acuda por iniciativa propia al despacho del superintendente es algo prácticamente insólito. Sin perder un solo instante se ha lanzado contra mí. Llevaba un cuchillo en la mano, y como he visto que era peligroso, he intentado interponer la mesa entre nosotros. En cualquier caso, ha sido demasiado rápido y demasiado fuerte para mí; pues antes de que pudiera recobrar el equilibrio ya me había atacado, abriéndome un tajo bastante grave en la muñeca izquierda. Antes de que pudiera volver a golpear, en todo caso, le he propinado un derechazo que le ha hecho caer de espaldas al suelo cuan largo era. Mi muñeca ha sangrado abundantemente, formando un charco en la alfombra. Como he visto que mi amigo no tenía intención de volver a atacarme, me he ocupado de vendarme la muñeca, sin apartar la vista un solo momento de la postrada figura. Cuando los celadores han irrumpido en la habitación y hemos dirigido nuestra atención hacia él, su conducta me ha provocado auténticas náuseas. Yacía tumbado sobre el pecho, lamiendo como un perro la sangre que había manado de mi muñeca herida. Los celadores han podido reducirle con facilidad y, para mi sorpresa, les ha acompañado sin oponer resistencia, simplemente repitiendo una y otra vez: «¡La sangre es la vida! ¡La sangre es la vida!»[153]

Ahora mismo no puedo permitirme perder más sangre: ya he perdido demasiada últimamente para mi bienestar físico, y la prolongada tensión de la enfermedad de Lucy, y sus horribles fases, está comenzando a afectarme. Estoy sobreexcitado y agotado, y necesito descansar, descansar, descansar. Afortunadamente, Van Helsing no me ha convocado, por lo que no me veo en la obligación de renunciar al sueño; no podría pasar esta noche sin dormir.