Quisiera expresar mi agradecimiento, ante todo, a Charles Vess. Él es lo más parecido que tenemos hoy en día a los grandes pintores victorianos de hadas, y sin sus dibujos e inspiración, ninguna de estas palabras existiría. Cada vez que terminaba un capítulo le llamaba por teléfono y se lo leía, y él escuchaba pacientemente y reía en los momentos precisos.
Gracias, también, a Jenny Lee, a Karen Berger, a Paul Levitz, a Merilee Heifetz, a Lou Aronica, a Jennifer Hershey y a Tia Maggini: todos ellos contribuyeron a que este libro se haya hecho realidad.
Tengo una enorme deuda con Hope Mirrlees, lord Dunsay, James Branch Cabell y C. S. Lewis, dondequiera que hoy estén, por mostrarme que los cuentos de hadas también son para adultos.
Tori me prestó una casa, y en ella escribí el primer capítulo, y lo único que me pidió a cambio es que le hiciera un árbol.
Éstas son personas que leyeron el libro mientras lo estaba escribiendo, y que me indicaron qué hacía bien y qué hacía mal. No es culpa suya que yo no escuchara. Gracias, sobre todo, a Amy Horsting, Lisa Henson, Diana Wynne Jones, Chris Bell y Susanna Clarke.
Mi esposa Mary y mi ayudante Lorraine trabajaron en este libro mucho más de lo que les correspondía, pues mecanografiaron los primeros capítulos que yo había escrito a mano. No saben cuánto se lo agradezco.
Los niños, para ser sincero, no me fueron de ninguna ayuda, y tampoco creo que hubiera podido ser de otro modo.
Neil Gaiman, junio de 1998