Esa noche, cuando Mel durmió a Sami, sorprendiendo a Björn lo hizo subir al coche. Cuando llegaron al hotel, divertido, la miró y ella murmuró:
—Esta vez no hay chocolate.
Encantado porque todo hubiera salido bien, la abrazó y dijo:
—Tengo lo único que necesito. A ti.
Tras pasar por recepción y recoger su llave, entraron en el ascensor, donde se besaron como locos hasta llegar a su planta. Una vez llegaron, Björn preguntó:
—¿Qué habitación es?
—215.
Mientras caminaban por el pasillo, Björn se fijó en lo guapa que estaba vestida de militar y, agarrándola por la cintura, le comentó:
—¿Sabes que me gustas mucho vestida así?
—¿Ah, sí?
Cosquilleándole la cintura, murmuró:
—Teniente…, tienes mucho morbo vestida de militar.
Mel sonrió y, parándose frente a una habitación, repuso:
—Creo que te voy a gustar más desnuda.
Una vez entraron, Mel fue directa al equipo de música y tras poner un CD que se sacó del bolsillo, los primeros acordes de la canción de Bruno Mars, When I was your man sonaron, lo miró y preguntó:
—¿Bailas?
Él no lo dudo. En las últimas semanas, esa canción y los CD de música que tenía de ella habían sido el único nexo de unión con Mel y, abrazándola, disfrutó de su cercanía mientras bailaban la bonita canción.
Too young, too dumb to realize
That I should have bought you flowers and held your hand.
Should have gave all my hours when I had the chance.
Take you to every party ‘cause all you wanted to do was dance.
Now my baby is dancing, but she’s dancing whith another man.
Una vez terminó, Björn la besó y cuando sus labios se separaron, ella, poniéndose muy seria, se apartó de él y dijo, tendiéndole un papel:
—Quiero que leas esta carta. Es de Mike. Y una vez la leas, quiero romperla y no volver a leerla nunca más.
Conmovido Björn la cogió y, mirándola a ella, preguntó:
—¿Estás segura? Esto es algo entre tú y él.
Mel, con una sonrisa, asintió.
—Sí, cariño. Estoy segura. Léela.
Björn sacó el papel del sobre y comenzó a leer, ante su atenta mirada.
Mi querida Mel:
Si tienes esta carta en tus manos es porque nuestro buen amigo Conrad te la ha hecho llegar y eso significará que yo he muerto. Quiero que sepas que eres lo mejor que he tenido en mi vida a pesar de que en ocasiones me he comportado como un idiota contigo. Siempre has sido demasiado buena para mí y tú lo sabes, ¿verdad?
El motivo de esta carta es para disculparme por todo lo que vas a descubrir ahora de mí. Me avergüenza pensarlo, pero así es mi vida y ante eso nada puedo hacer, salvo pedirte disculpas y esperar que no me odies eternamente.
Deseo que conozcas a un hombre especial. Un hombre que te cuide, te lleve de fiesta con él, baile contigo, quiera a nuestro hijo y te dé esa familia que yo sé que tú siempre has querido formar. Espero que ese hombre sepa valorarte como yo no he sabido y que seas lo primero para él. Te lo mereces, Mel. Te mereces encontrar a una persona así. No todos son como yo y aunque sabes que te quise a mi manera, también sabes que eso nunca fue suficiente para ti.
A nuestro bebé dile que su padre lo hubiera querido mucho, pero deja que quiera como a un padre a ese hombre que espero que algún día llegue a tu vida. Eres fuerte, Mel, y sé que saldrás adelante. Tienes que rehacer tu vida. Prométemelo y rompe esta carta después.
Os quiere,
Mike
Cuando terminó de leerla, Björn guardó la carta y miró a Mel. Ella, con una sonrisa que le llenó el alma, dijo emocionada:
—Tú me valoras. Bailas conmigo, cuidas de mi hija y de mí y quieres darnos la familia que él nunca nos quiso dar, sin que yo te lo pida. Björn, tú eres ese hombre único y especial que yo siempre he querido conocer, y te aseguro que Sami y yo te queremos con todo nuestro corazón, porque…
No pudo continuar, la emoción le pudo y Björn la abrazó. Cuando la calmó, con todo el amor que estaba dispuesto a darle, dijo:
—¿Sabes?, no me alegro de lo que le pasó a Mike, pero sí me alegro de que no esté contigo, porque eso me ha permitido conocerte y volverme loco por ti. Y quiero que sepas que voy a cuidar y a mimar a mis dos princesas como os merecéis.
Mel asintió y, cogiendo la carta la rompió en pedazos. Definitivamente, Mike, como hombre, era pasado y Björn era su futuro.
Una vez dejó los papelitos sobre la mesa, Björn, despojándose de la chaqueta de lana negra que llevaba, exigió, haciéndola sonreír:
—Desnúdate, teniente.
Ambos se desnudaron con celeridad sin dejar de mirarse. Björn terminó antes que ella y murmuró:
—Estoy tan duro que te voy a romper.
Ella sonrió y, con chulería, lo retó:
—Rómpeme, pero con cariño.
La cogió entre sus brazos y, poniéndola contra la pared sin ningún tipo de preliminares, le abrió las piernas y con urgencia la penetró. Ambos jadearon y él, mirándola a los ojos, dijo con voz ronca:
—Ni te imaginas cómo te he echado de menos.
Moviéndose para darle más profundidad, repuso:
—Ni te imaginas cuánto he pensado yo en ti.
Mordiéndole la barbilla, volvió a penetrarla.
—Te quiero para mí y, como le dice un buen amigo a su mujer: «Tu boca, tu cuerpo y toda tú, quiero que sea mío, sólo mío», ¿entendido?
—No me des más órdenes —jadeó—. La teniente aquí soy yo.
Björn sonrió y dándole un azote en el trasero, musitó:
—Tu grado a mí no me vale, preciosa.
Esa reacción hizo reír a Mel y Björn la besó. Enloquecida por la pasión que él le demostraba, se abandonó a sus caricias y dejó que guiara el morboso juego. Sin darle tregua, Björn la penetró una y otra vez y cuando él jadeó demasiado alto, ella murmuró:
—Chisss…, no quiero que nos echen del hotel.
Divertido, respondió dándole otro azote en el trasero.
—El hotel no me importa, sólo me importa que te corras para mí.
—¿Sólo para ti?
Penetrándola de nuevo, asintió y afirmó con seguridad:
—Sólo para mí siempre que juguemos.
Un jadeo de ella lo hizo reactivarse y, enloquecido por la pasión que sentía, preguntó:
—¿Te gusta, Mel?
—Sí… sí… me gustan nuestros juegos.
Björn sonrió y sin parar su asolador movimiento, murmuró:
—Morbosa… —Mel jadeó ante una nueva embestida y Björn dijo—: Dime a qué quieres jugar.
Dispuesta a caldear el momento con fantasías, con voz plagada de sensualidad, murmuró ante sus nuevas embestidas:
—Estoy de pie en la ducha y tú estarás detrás de mí, los hombres, de rodillas, desearán que les meta mi fresa en la boca y tú me lo pedirás. Desde atrás me abrirás los labios y les darás acceso a mi interior mientras les pides que me masajeen el clítoris y me pides al oído que me corra para ti. Sólo para ti. Primero, uno meterá su boca entre mis piernas, después otro y cuando cumpla lo que me pides, saldremos de la ducha, me tumbarás en la cama y me follarás delante de ellos para enseñarles lo que nos gusta.
—Sigue…, morbosa…, sigue.
—Cuando te corras —gritó, llegando al clímax—, abrirás mis piernas, otro me penetrará y… y cuando éste acabe, rápidamente se introducirá en mí el siguiente, mientras tú me pides que me corra para ti. Sólo para ti, y yo moriré de placer.
Björn en ese instante no pudo más y hundiéndose en ella, alcanzó también al clímax. Sus cuerpos se convulsionaron al unísono y cuando sus respiraciones se acompasaron, Mel, mimosa, lo besó en la cabeza y preguntó:
—¿Te ha gustado el juego?
Mirándola con deseo, él asintió.
—Tus deseos son órdenes para mí, teniente. Cuando regresemos a Múnich, prometo cumplir esa fantasía.
Aquella noche, cuando ella se durmió, Björn se quedó contemplándola como un tonto. Tenerla en su cama y bajo su cuidado era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo y deseoso de hablar con alguien, cogió su móvil y llamó a su buen amigo Eric. Tras dos timbrazos, éste contestó y Björn dijo:
—Estoy con Mel.
Eric asintió. Aún recordaba lo desesperado que Björn había estado con todo lo ocurrido e, incorporándose en la mesa, preguntó:
—¿Está bien?
—Sí. Cansada, pero bien. Ahora está durmiendo.
—¿Tú cómo estás?
Björn, tocándose el pelo, respondió:
—Feliz… feliz como nunca en mi vida. Sólo quiero estar con ella y cuidarla y…
—No puedes dormir, sólo puedes mirarla, ¿verdad?
Björn sonrió. Eric lo conocía mejor que nadie en el mundo y añadió:
—Me siento como un idiota.
—Te entiendo —convino Eric, al pensar en su mujercita—. El día que conocí a Jud, con su carácter rebelde me dejó fuera de combate y creo que ese temperamento en Mel es lo que te ha dejado fuera de combate a ti también. Mel y Jud se parecen en muchas cosas y una de ellas es ese maldito carácter.
Björn sonrió. Miró a Mel, que dormía plácidamente en el centro de su cama y murmuró:
—Me vuelve loco ese carácter, amigo.
—Escucha, Björn, si tu corazón ya ha elegido, nada podrás hacer contra él. Mi consejo es que te dejes llevar por los sentimientos y disfrutes del momento. Lo que tenga que ser… será.
—Joder, macho, ¡me estás asustando!
Eric sonrió y, antes de colgar, bromeó:
—¡Asústate!
Cuando cerró el móvil, Björn se sentó en la cama y observó dormir a la mujer que le había quitado el sueño desde hacía un tiempo. Deseoso de estar a su lado, se acostó con ella y cuando la acercó a él para sentirla más cerca, musitó:
—Melanie Parker…, estoy loco por ti.
Una sonrisita le hizo saber que ella estaba despierta y haciéndole cosquillas en las costillas, susurró mientras Mel reía.
—¿Escuchando conversaciones ajenas?
Ella soltó una carcajada y, agarrándole las manos, dijo:
—Si te pones a hablar a mi lado, ¿cómo no quieres que me entere?
Björn sonrió. Se levantó de la cama y fue hasta su cartera, de donde lo vio sacar algo. Se sentó en la cama y la hizo sentarse. Después le enseñó el colgante de la fresa mojada en chocolate y preguntó:
—¿Me dejas que te lo ponga de nuevo?
Mel asintió y él lo hizo. Cuando acabó, lo miró y, divertida, comentó:
—Por favor… te has puesto tan serio que parece como si me hubieras regalado un anillo de compromiso.
—Cásate conmigo. Sé la señora Hoffmann.
Alucinada al oírlo no pudo articular palabra y Björn, dispuesto a conseguir su propósito, afirmó:
—Puedo ser muy convincente.
Ella lo miró y dijo:
—Te lo tendrás que trabajar…, muñeco.
Con gesto simpático, Björn asintió. Ella era la mujer que siempre había buscado. Era el sentido de lo que tantas veces había buscado en su vida y, dejándose llevar por lo que sentía, propuso:
—Melanie Parker, aunque de momento no te quieras casar conmigo, ¿me haríais tú y Sami el honor de veniros a vivir a mi casa, que será nuestra casa en el momento en que aceptes mi proposición?
Parpadeando al comprender lo que eso suponía para la vida de los tres, respondió emocionada:
—Sí…, aceptamos.
Björn la besó y de pronto ella, separándose, dijo:
—Un momento… un momento.
Él, al ver su cejo fruncido, se preocupó y preguntó alarmado:
—¿Qué ocurre? ¿Qué pasa ahora?
—¿Peggy Sue también podrá venir?
Björn, soltando una carcajada, besó a la mujer que adoraba por encima de todo y tumbándose sobre ella, cuchicheó:
—Claro que sí, cariño… Peggy Sue es la más importante de la familia.