Carl se sentía mucho mejor. Seguía herido y le dolían todos los músculos, pero tendido solo en la oscuridad, las cosas finalmente empezaron a tener sentido de nuevo.
No soportaba la idea de esconderse en esa casa como un prisionero durante el resto de sus días. ¿Qué tipo de vida era ésa? ¿Qué sentido tenía luchar para sobrevivir si eso era todo para lo que iban a sobrevivir? Sabía que tenía que pasar algo y que tenía que pasar pronto.
Recordaba que había corrido desde la carretera hacia la casa por el sendero. Había sido duro y le había costado hasta el último ápice de la energía, pero lo había conseguido. Era más rápido que todos los cuerpos y también más fuerte. Sabía que no eran nada, sólo inútiles bolsas de piel y huesos. ¿Cómo podía llegar a herirle algo tan débil como eso?
Cerró los ojos y pensó en Sarah y en Gemma. ¿Qué les habría gustado que hiciera? ¿Les habría gustado que se ocultase en algún rincón oscuro, helado y muerto de hambre, esperando a que acabasen sus días? Por supuesto que no. Podía oír sus voces. Podía oír a Sarah diciéndole que tenía que levantarse, ser fuerte y resistir.
Oía a Michael y Emma en el rellano hablando de huir de nuevo. ¿De qué iba a servir? Sólo conseguirían correr y esconderse en cualquier otro lugar. La única forma de enfrentarse con esta situación, decidió, era salir fuera y acabar hasta con el último de esos podridos cabrones del exterior.
Sabía que lo podía hacer.
Se los iba a cargar. Hasta el último de ellos.